13ª MOSTRA INTERNACIONAL DE CINEMA ETNOGRÁFICO: AIRES NUEVOS

Fotografía: Denís Estévez

Fotografía: Denís Estévez

En esta edición la MICE (Mostra Internacional de Cine Etnográfico) vuelve a traer a la ciudad compostelana las miradas que atraviesan el globo llenas de incertidumbres, demandas, reflexiones – mundanas y espirituales -, recuerdos… Las películas presentadas este año traen novedades tanto a nivel nacional como en salas gallegas, cumpliendo de forma notoria con su cualidad de espacio de exhibición.

La Sección Oficial del MICE acercaba doce películas de tres continentes distintos, con cuestiones que se comparten independientemente de la distancia física, también traen formas variadas de acercarse etnográficamente a éstas, siendo unas más clásicas, otras con mayor modernidad jugando con las fronteras de lo documental y lo real, o, con vínculo más experimental usando metraje encontrado. Dentro de la sección se puede destacar la paridad presente en realizadoras, y la remarcable presencia de América Latina con cinco películas. La heterogeneidad de las piezas complica la forma de estructurar el relato de una crónica de festival, que, en este caso, refleja con las cintas seleccionadas las transformaciones que se dan en sociedades tradicionales, los cambios de mentalidad o la reapertura de viejas heridas. De esta forma, con nuevos aires en la sala de proyección, el desglose vendrá dividido por territorios para lograr una mayor claridad.

América Latina

El llegada a América habitualmente llena las páginas de la Historia con el espíritu heroico de la época que, en medio de alabanzas, convierte el propio «descubrimiento» en la mayor de las ofrendas para sus gentes, pero existen discursos alternativos que visibilizan otra moneda, de sello propio, donde hay una América con unas preocupaciones que parten de un autoanálisis. El cine es un buen lugar para revelar este tipo de cuestiones, como se hace en Deixa na Régua (Emílio Domingos, 2017). La propuesta de Emilio nos incursiona en la periferia de Rio de Janeiro de una forma original, plantea una exploración etnográfica en tres barberías: Belo Visual (Vila da Penha), Ed (Quintinho) y Deivão (Piabetá). En un país como Brasil donde la mitad de la población es joven, con una edad media de 29 años, estar a la última es una de las prioridades, y la estética es parte de este juego.

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Deixa na Régua (Emílio Domingos, 2017)

El realizador trabaja en base a la observación, con paciencia y atención recoge lo que sucede dentro de estos salones donde los jóvenes acuden en busca de algo nuevo, diferenciador. De esto modo se acoge a la propuesta rouchiana del “cine directo” que, en busca de una verdad, trata de limitarse a la grabación de la realidad para comparar con una idea general que existe sobre el tema en cuestión. En este caso, el mundo juvenil de la periferia y la idea generalizada que tiene el resto de la población brasileña.

Como invitados especiales, pero con desparpajo, entramos en su mundo gracias a la figura mediadora del barbero, que nos descubre las preocupaciones y motivaciones de la clientela, que reflejan no sólo la periferia carioca, sino una generación, en este caso, predominantemente masculina. escuchamos conversaciones variadas sobre la toma de poder por parte del ejército y su implícita regresión democrática; que muestran la homofobia que orbita en la sociedad brasileña; o la relación que hay en la periferia con pequeños grupos armados peligrosos; así como la temprana edad de maternidad y paternidad. Son cuestiones que no se les reconocen desde la vox populi, es aquí donde entra el verdadero sentido de la película que busca, con un estilo sencillo y sin adornos, mostrar lo que sucede en esta realidad suburbana.

Uno de los momentos más especiales resulta de la reflexión de uno de los protagonistas diferenciando el oficio de peluquero y el de barbero y que remarca el sentir especial que se profesa a esta práctica tan cotidiana. El primero lo define como una formación reglada y un lenguaje técnico, frente al segundo que tiene un saber innato que lo diferenciaría no sólo en el resultado, sino en el propio trato con el cliente.

Sin salir de Río de Janeiro, se nos mantiene atentos a las dinámicas de esta gran ciudad tomando como siguiente caso la especulación y la identidad. El documentalista belga David Bert cuando estaba en la ciudad carioca entre 2010 – 11 vio como el ambiente se cargó de expectativas por la celebración de la Copa Mundial de la FIFA en 2014 que, vendría a completarse en 2016 con los Juegos Olímpicos, y decidió realizar la pieza We Must Be Dreaming (2016).

El documentalista se centró en tres personas de Río de Janeiro en los años previos a estos grandes eventos deportivos. A Pelé, un artista callejero e imitador del jugador de fútbol homónimo; a Urutau, jefe indígena que intenta mantener el último pedazo de terreno que les pertenece ubicado al lado del estadio deportivo en Maracaná; y a Katja, madre soltera que ejerce de fotógrafa para mostrar el descontento social de la situación que se inicia en esos años. La selección no es aleatoria, son respectivamente descendientes de africanos, indígenas y europeos, mostrando de esta manera las capas identitarias que conforman el Brasil.

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We Must Be Dreaming (David Bert, 2016)

La figura de Pelé es frágil en el contexto social, aunque tiene una personalidad esperanzadora que es contagiosa. Mientras vemos su historia, se refiere reiteradamente a los turistas que vendrán como una posibilidad de mejorar su situación, al escucharle desaparece la idea de América como tierra prometida. Más bien, es saqueada, una versión que emerge con las historias de Urutau y Katja con sus luchas contra la especulación de un evento efímero que pretende rentabilizar a costa de tierras que albergan historia y vidas. David Bert logra transmitir la impotencia y vulnerabilidad de estas personas frente a las situaciones que les plantean los intereses empresariales amparados por un Estado que no funciona como baluarte de los derechos de los ciudadanos. El documentalista nos lleva dentro del bastión indígena que, junto a unas mil viviendas, quieren derrumbar para levantar el párking del estadio y varios locales comerciales y, también entramos en las protestas levantadas contra la realización de estos eventos deportivos que, a modo de reportaje clandestino, nos permite visualizar las actuaciones represivas de la policía.

La realización de un documental así no es sencillo, menos si quien está detrás de la cámara es un europeo en tierra americana tocando de forma transversal cuestiones indígenas pero, y quizá ahí esté el punto de anclaje, David Bert se apoya principalmente en al falta de apoyo institucional que sufren estas personas. También es cierto que no es un registro de ficción, se limita a registrar los acontecimientos pero el montaje siempre da un tono que aquí viene marcado por la sensibilidad europea en lo referente al desamparo social.

Como se viene mostrando, los movimientos migratorios están presentes también en nuestros tiempos, la diferencia está en qué o quiénes los motivan. Uno de los más curiosos y apasionantes que me he encontrado son los realizados por los menonitas. Profesan una rama pacifista y trinitaria anabaptista surgida con la Reforma protestante, y hacen hincapié en una vida sencilla, tradicional, sin las facilidades del mundo moderno. Por mantener su pureza muchas veces se han visto obligados a marchar, siendo su lugar de origen la zona de los Países Bajos, Alemania y Suiza, llegando hasta Argentina que es la población que ocupa esta historia.

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Ohne Dese Welt (Nora Fingscheidt, 2017)

El documental Ohne Diese Welt (Nora Fingscheidt, 2017), trabajo de final de licenciatura en la Academia de Cine de Baden-Württemberg de la directora, busca visitar, convivir y documentar la vida diaria de estos setecientos menonitas de origen alemán que mantienen las costumbres de antaño, como si de una época pre-industrial se tratase. La pregunta que salta al oír sobre estos hábitos es cómo renunciar a vivir con tecnología, con todas las facilidades que ofrece. Esta misma pregunta, a medida que se sucede el metraje, se desvela también por ellos como una duda en voz baja. La apariencia guarda parte de su esencia con los peinados, la ropa, los ademanes y los comportamientos, además hay una clara imposición masculina en el cosmos menonita siendo ellos quienes eligen el casamiento, así como quienes mantienen ciertas posiciones en la capilla. Su principal maestría es el trabajo con madera, pero otras actividades están vinculadas con el campo.

La cotidianeidad de esta gente se va presentando intercalada con entrevistas. En ellas descubrimos que tienen una fuerte vinculación espiritual, y que su ofrenda como agradecimiento a Dios es la dificultad de la vida, negando la tecnología. Pero, se nos descubre que dependiendo de qué cuestiones se puede o no recurrir al progreso científico y tecnológico, siendo plausibles las gafas, las vacunas o los herbicidas. El problema es que una vez que se realiza una pequeña concesión el resto están a debate. Durante las conversaciones se ve una clara referencia a la importancia de lo heredado, que fue dado por los antiguos, la vejez es sabiduría y no se debería cuestionar, pero aquí ya saben que las nuevas generaciones cambiarán muchas cosas porque ellos ya realizaron algunos cambios. Lo importante es no perder la esencia, saber medir el impacto que tienen las nuevas incorporaciones.

La educación parece estar vertebrada por la violencia, como indica el testimonio de un joven que, posiblemente, actuará del mismo modo con sus hijos. En contraposición, sorprende la postura reconciliadora que toma esta comunidad cuando hay que aplicar un castigo por saltarse las normas, según los ancianos se excluye del grupo negando el saludo, y vetando la compra de alimentos u otros objetos a esa persona, aunque sí se permite aceptar regalos y, si quiere volver al grupo debe arrepentirse cerrando el proceso el más anciano que debe darle la mano.

Personalmente, contemplar una sociedad que mantiene unas costumbres antiguas que hasta hace relativamente poco aún estaban presentes me perturba por la velocidad de los cambios contemporáneos. Hay una escena donde están hombres y mujeres jóvenes reunidos en una tarde de flirteo a la antigua, emergiendo la idea de una ficción en mi mente por la dificultad de imaginar que eso fuera real, ya que hoy en día se procuran recrear pasados en busca de una “Historia” que parece estar ausente. Aunque lo más reseñable es el lazo con el que la cierra la escena, disipando las figuras entre las flores de primavera aludiendo al ritmo vital marcado por las estaciones que, sin pertenecer al mundo de espectáculo, genera el marco idóneo para enamorarse.

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A nuit éclaire a nuit (A Thivolle, 2017)

Europa

El viejo continente tiene muchas historias que contar, con dinámicas de cambio importantes en todos los países. En esta edición la protagonista es Galicia, cuyas películas muestran tres ejes importantes en torno a los cuales gira la vida: el trabajo en el campo, la vejez y el mar. Aún con esta quasi omnipresencia gallega, hay espacio para la proyección de una película francesa que tiene como hilo conductor a una persona muy carismática que nos permite reflexionar sobre su decisión de desplazarse de la sociedad. La película francesa La nuit éclaire la nuit (La Thivolle, 2017) narra la historia de Boureima, un excompañero de universidad del realizador que, sin desvelar el motivo, decide vivir en la calle apartándose del mundo académico, y del estrato social al que pertenecía. Con toda expectativa arrojada, quedando en los márgenes, convivimos con él acompañándolo a la biblioteca pública, a buscar comida, o en su cita diaria con la plaza que cuando cae el sol empieza a bajarse una botella de vino. Boureima mantiene la atención del espectador con sus palabras, hilando conversaciones, o monólogos, que tocan múltiples temas. Para mayor sorpresa, resulta ser el hijo del rey de una tribu senegalesa, que además, protagonizó el famoso documental etnográfico Temps du Pouvoir de Eliane de Latour.

El cine gallego tiene una importante presencia en la selección, aportando piezas muy ricas tanto etnográficamente como cinematográficamente. La tierra gallega, con una población envejecida, no por ello se encuentra ausente de cambios. Uno de los campos más afectados son las tradiciones y costumbres, en este caso el mundo del vino, donde la regulación ha empobrecido esta expresión cultural de corte familiar. Es aquí donde brota la película Os fillos da vide (Ana Domínguez, 2017) que encaja bien en las etiquetas de autoetnografía o etnografía de lo íntimo, donde la realizadora, en una producción no industrial, ahonda en cuestiones que competen a su entorno cercano. Estas surgen de un momento de cambio sobre el que reacciona filmando una pieza que busca recoger, con recreaciones incluidas, una realidad cada vez menos presente en su tierra, con el vecindario de A Rúa, Fontei, O Barco ou Vilamartín entre otras comarcas de Valdeorras.

Antes de comenzar la proyección, la directora Ana Dominguez da unas breves pinceladas a los espectadores que enriquece el visionado. La más significativa fue que la información recogida durante la etapa de documentación la llevó a las partidas de nacimiento, donde se dio cuenta del gran aumento de la natalidad en los meses de junio y julio, lo que relacionaba directamente los meses de vendimia con el momento del embarazo; y precisamente de esta coincidencia surge el título del film.

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Os fillos da vide (Ana Domínguez, 2017)

La excesiva regulación que atañe al campo del vino repercute en la relación familiar que existe con los viñedos, por ello en un ejercicio de recuperación procura traer de nuevo aquello que ella recuerda de esa práctica dentro de un ambiente colorista con medios Mini DV y Super8. Al apoyarse en estos medios recupera los recuerdos como la inversión de su primer sueldo en una muñeca Nancy, que de una manera especial nos hace empatizar con la historia al mirar hacia la infancia. La alternancia entre sus recuerdos y las escenas que muestras los paisajes en el campo, o en la interacción festiva con la uva hace del film un viaje en primera persona, que apela a una parte de nosotros que va más allá de lo racional. Acompañando el epílogo de vino y foliadas añade unas escenas místicas con representaciones de bacantes para acompañar al imaginario de la zona, y lo une con la tradición grecorromana.

Nocturno: fantasmas de mar en puerto (Álvaro F. Pulpeiro, 2017) es otra de las apuestas del festival por el cine gallego, una película que ahonda en la vida de los marineros que se dedican a la pesca en altura. Grabada principalmente en las aguas de Montevideo, y producida por la rama cinematográfica de esta revista, A Cuarta Parede Films, durante tres años yendo dos veces al año al otro lado del charco Álvaro evoca, con un lenguaje que limita lo verbal, la potente relación de distancia con tierra que palpita en los marineros. Las escenas sortean lo narrativo y lo experimental entrelazando un viaje que, gracias a la música de Debussy, casi alcanza la mitificación del “marino” construyendo así un relato de lo imposible en relación con la distancia y la figura femenina como catalizador del campo semántico del hogar.

La película atraviesa todos los niveles de la labor en el barco mostrando la descarga, la cocina, los tiempos muertos o el puente de mando, nos muestra sus hábitos en alta mar, pero el realizador no quiere describir las labores de pesca, sino ir más allá. En esta torre de Babel el tiempo no existe, es por ello que se oculta el astro solar grabando los exteriores en la hora mágica. A su vez, de forma paralela en montaje incorpora una figura que mira desde la ventana hacia el mar, en una zona cerca del puerto, que nos hace pensar en esa pausa en tierra que sólo es temporal. Una forma que tienen estos trabajadores de salvar el aislamiento es con la tecnología, la incorporación de los móviles e internet les permite estar conectados y su presencia tiene peso en ciertos momentos del día.

La observación es un punto clave en nuestra actividad como espectador, en esta película se requiere de forma especial con la ausencia de palabras, aunque también tienen importancia las conversaciones como la que tienen en el puente de mando sobre la venta en mercado de la ballena como si fuese bacalao, un documento que nos muestra los entresijos del negocio en alta mar, y cierta despreocupación por el ecosistema. De todas formas, las intenciones de la película quedan claras con el abordaje formal y también con una de las escenas más íntimas de la película que recoge el rezo musulmán. La brisa espiritual acompaña todo el metraje, y pone cierre a la historia con una imagen votiva de una virgen de granito que hace hincapié en este sentir interior de los marinos que Álvaro Pulpeiro vió en su convivencia.

Asia

Las preocupaciones en Asia también traen aires nuevos a su terreno, en el campo del pensamiento y del entorno. El cuestionamiento de la tradición como algo legítimo se presenta en Grab and Run (Roser Corella, 2017), ganadora del premio a Mejor Película Etnográfica de la decimotercera edición de la MICE, y, los nuevos tiempos que están llegado a Mongolia con el cambio climático, junto con el furor de la minería en el país, se retratan en Chamán (David Gómez Rollán, 2017). Un acercamiento interesante al gigante asiático que se completó con Fifty Rupees Only (Nagore Eceiza Mugica, 2016) que plantea la desmitificación del amor bollywodiense con la dura realidad del matrimonio en la India.

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El dicho que se reza en Kirguistán de «la piedra debe quedarse donde fue arrojada» resumen bien la película de Roser Corella, que trata una de las tradiciones habituales del país. La tradición Ala-Kachuu guarece a los hombres que deseen a una mujer que no les responde como ellos quiere, y, lo que vemos como una práctica imperdonable en el país asiático los testimonios son contrapuestos, de tal forma que se aprecia la fuerte diferencia de opiniones. Si bien hay un sector que se opone de forma contundente al secuestro de mujeres, hay otras personas que están encarceladas en la idea de una necesidad que hace más bien que mal a la mujer.

Es chocante la escena en la que una profesora explica la importancia de la tradición, cuyo respeto también repercute en las personas, sin nombrar la facilidad con que se ejecutan los secuestros. A su vez, hay una conversación donde los hombres comentan las motivaciones que llevan a realizar tal acto que parece estar normalizado en parte de la sociedad. Este juego de «Céfiros» detrás de Cloris no es un mito, como espectadores se nos interpela con las declaraciones viendo como las mujeres, cuando explican lo sufrido, buscan una forma de tamizar los hechos con un chivo expiatorio como puede ser la felicidad que les aporta los hijos. La presentación de los hechos roza el límite ético cuando muestran un rapto real, algo que obliga a cuestionarse la necesidad de estas filmaciones con el fin de registrar la realidad. ¿Cómo debemos sentirnos como espectadores? ¿Es necesario llegar a este extremo, sabiendo que se podría intervenir?

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Chamán (David Gómez Rollán, 2017)

Chamán habla de la práctica ancestral de curar, predecir y hablar con la naturaleza se extiende a lo largo del planeta, con varios ejemplos en tierra gallega, configurando la cultura de un territorio. En Mongolia los chamanes tienen una práctica muy viva, hoy más que hace unas décadas. Allí son pastores de renos que funcionan para la sociedad como mensajeros de la naturaleza y, una de sus ocupaciones es regular el consumo tanto del terreno como de los seres vivos.

La película nos da la posibilidad de entrar en las “ger” de los habitantes – prototipo de vivienda nómada en Mongolia- para comprender sus preocupaciones. La actividad que más afecta al país es la minera, que, a pesar de catapultar al primer puesto global la tasa de crecimiento del PIB con un 17’5% en 2011, está generando un fuerte cambio medioambiental y social.

El formato propuesto es clásico, con la presentación de los espacios y las entrevistas que aportan los datos y las opiniones. Estas nos ponen en situación logrando una visión amplia sobre el tema, esto se logra debido a que escuchamos a profesionales del medioambiente, de la Cruz Roja, y a los propios mineros. De los medios públicos y del gobierno recibimos información indirecta poco halagüeña por la actitud que tienen a favor de las multinacionales, tanta que hace unos meses iniciaron los trámites para enjuiciar a dos exprimer ministros por irregularidades.

El cierre de de explotaciones como la de Nalaikh, junto con los efectos del cambio climático en la frágil tierra de Mongolia, llevan a una mala actividad con los minerales. Por un lado, surgen mineros clandestinos que trabajan en condiciones peligrosas, y, por otro, la paulatina desaparición del pasto y el acortamiento del intervalo temporal entre los “zud” que se provocan la muerte de gran parte del ganado, y obliga a los pastores a trabajar en la mina por su rentabilidad. Este hecho también lleva a la población de rural al éxodo hacia la capital Ulán Bator, que es una de las ciudades del planeta con el aire más contaminado, provocando una ruptura bastante fuerte.

Estos cambios producidos por factores antropogénicos han alterado el tejido espiritual de la población. Las imágenes que muestran la “representación” del rito que pone en contacto con la naturaleza son profundas, junto a la música conectan con el espectador, pero se nos revela que los chamanes se han multiplicado en el país, siendo denominados algunos “chamanes de negocios” que sólo buscan aprovecharse. Sin duda, son una parte fundamental en el tejido social de Mongolia que al gobierno parece importarle poco, y, a su vez el documental nos hace ver la reacción de una cultura ajena a los cambios que se avecinan en el entorno, con el fin de informar y concienciar.

 

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