CARLA ANDRADE: «SIEMPRE DEJO UN MARGEN PARA EL ERROR Y LA SORPRESA»

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Con una dilatada carrera como fotógrafa, pese a su juventud, Carla Andrade va haciéndose un hueco en la lista de nuevos cineastas gallegos. Incansable viajera, la viguesa prepara el que será su primer trabajo cinematográfico en solitario que la ha llevado de Nepal a Chile y del que se pudo ver un pequeño adelanto el mes pasado en el (S8) Mostra de Cinema Periférico de A Coruña. Inquietudes filosóficas, poéticas y estéticas se funden en la obra de una artista que se atreve con todo tipo de formatos.

Una de las cuestiones que surgen en una primera aproximación a tu trabajo, tanto fotográfico como fílmico, es la importancia del paisaje como eje vertebrador. ¿Por qué ese interés continuado por los valores paisajísticos?

Sí, es verdad que todos los temas que trato están focalizados en el paisaje. Todo empezó porque me interesaba esa idea de desvelar la parte invisible de la realidad y el paisaje lo identifico con eso, como la vuelta a nuestro Yo más natural, más primitivo, que tiene que ver con nuestra parte inconsciente o racional. También me gusta la idea de paisaje como un misterio.

¿De dónde viene la importancia que le has otorgado en tus últimos trabajos al vacío como elemento significativo? ¿Se podría considerar como una evolución en la temática paisajística?

En cierto modo sí, pero siempre me centro en el paisaje. Los dos pilares conceptuales son el vacío y el tiempo, porque nos sugieren los límites de la realidad. Es decir, el tiempo no es perceptible sino es por el movimiento, mientras que el vacío no podría existir sin el propio paisaje. Me interesa activar el hueco que queda en medio, como si el paisaje fuese una escultura, un ‘contenedor’ donde todo puede surgir y nacer, y para ello necesitas vaciarlo.

¿Es esa idea de representación del vacío la que predomina en la obra que has presentado en el (S8), como la instalación Choven manchas de tempo, rodada en la ciudad de Katmandú?

En este caso, lo que me interesaba era estudiar el vacío desde el punto de vista del método, como preparación previa del espíritu. Me interesaba especialmente Nepal por la filosofías budistas, en concreto, los conceptos del budismo zen donde se habla mucho del vacío interior, como un paso hacia la plenitud de la vida. En Choven manchas de tempo quise recoger la vida de los habitantes de Katmandú que crean su propio espacio vital dentro de sus casas en los que la realidad va naciendo constantemente, las actividades cotidianas alcanzan categoría de ritual y estos lugares donde las realizan se convierten casi casi en templos sagrados.

Se puede decir que Katmandú fue el primer paso hacia el rodaje de tu película Kuch Nahi (que significa ‘nada’ o ‘cero’ en hindi) y el descubrimiento de los conceptos del budismo zen. ¿Al llegar allí descubriste alguna inspiración ‘in situ’?

Un poco de las dos cosas. Como ya he dicho, el viaje fue motivado por investigar un poco más en esa idea del vacío espiritual, y porque también me interesaba Nepal por las montañas, ya que es un símbolo que se repite en todos mis proyectos. Luego al llegar allí, surgieron muchas cosas nuevas con las que trabajar. De hecho yo venía de Islandia, de trabajar con el vacío de una forma más ‘literal’, es decir, de reflexionar sobre la representación de la vacuidad en el espacio. Pero en Nepal me encontré justo con lo contrario: la saturación, el caos, el ruido… Entonces, a partir de esto empezó la búsqueda del vacío como método, no como elemento paisajístico.

¿Qué has descubierto en Katmandú que no encontrarías en otra gran ciudad más próxima?

La forma de vivir allí, tal y como ellos conciben la vida y la realidad, es totalmente distinta al estilo occidental. Ellos viven en el presente, en el día a día, nunca piensan en hacer algo para obtener resultados en el futuro. También hay que tener en cuenta que Nepal es un país muy pobre, y eso influye mucho a la hora de vivir el momento. Por otro lado, la proximidad a las grandes montañas era un elemento muy importante.

Fotograma de 'Kuch Nahi'.

Fotograma de ‘Kuch Nahi’.

Has hecho fotografía, videoinstalaciones y ahora con Kuch Nahi te has atrevido con el Super 8. ¿Cómo has vivido esa evolución? ¿Ha sido un cambio radical o realmente ya había un trabajo de transición previo?

Para mí fue una transición bastante natural, porque yo acostumbro a trabajar con analógico en la fotografía. Aunque también he hecho algunas cosas con vídeo, me siento mucho más cómoda con película, porque el acto de fotografiar, el instante, adquiere una cierta solemnidad. Al trabajar en digital me vuelvo un poco loca, haciendo fotos a todo y probando una y otra vez… Por eso yo creo que me ha resultado fácil trabajar en Super 8, porque impone unos límites (esta es la película, esto es lo que hay), pero al mismo tiempo permite trabajar de manera, digamos, más creativa.

Después de haberlos probado, ¿con cuál de los formatos te quedarías? ¿Dónde encuentras más posibilidades de expresión?

Es difícil decirlo… Cada uno me da diferentes posibilidades… Yo soy principalmente fotógrafa, pero es verdad que el vídeo me permite jugar con el factor tiempo y abre un montón de posibilidades. También he de decir, que antes de hacer fotografía empecé con el cine, más comercial, puesto que había hecho la carrera de audiovisuales en Madrid. Así que era inevitable que empezara yo misma a editar mis propias obras en vídeo.

Al haber tocado casi todos los palos, es de suponer que tendrás una variada lista de influencias. Si nos quedamos a nivel cinematográfico, ¿a quién o quiénes destacarías como inspiradores de tu trabajo?

A mí me cambió un poco, supongo que como a muchos cineastas gallegos, el contacto con el cine estructuralista norteamericano. Yo era fotógrafa, pero de pronto descubrí a Peter Hutton, Sharon Lockhart, James Benning, Nathaniel Dorsky… Con ello se me abrió un mundo de posibilidades, porque empecé a pensar que yo también podría hacer un trabajo parecido con el que me sentía cómoda y me sentía identificada. A partir de ahí me decidí a probar con el cine.

De entre todos estos directores, ¿hay alguna obra que te haya marcado especialmente?

No sabría elegir una concreta, hay muchas… Aunque una que me encanta y que supuso todo un descubrimiento, es una de Hutton sobre un fiordo en Islandia que tiene un nombre bastante complicado [se refiere a Skagafjordur, rodada entre 2002 y 2004]. También me impactó mucho la de los incendios [Boston Fire, 1979]. Y hay algunos elementos en la obra de Benning que me resultaron de gran inspiración, como su mirada sobre los lagos, los cielos… esa idea de la contemplación del paisaje con la que yo intentaba trabajar en fotografía. Realmente, gracias a este tipo de cine, acabé por ver clara esa idea de cómo la imagen va adquiriendo diferentes significados, se convierte en polisémica a través de la duración o el enfoque.

Ya en primera persona, has tenido una fructífera colaboración con Lois Patiño en obras que han alcanzado un gran reconocimiento, como Montaña en sombra (2012) o Costa da Morte (2013). ¿De qué forma te ha marcado esta colaboración? ¿Te ha ayudado en tu carrera?

Podría decirse que me ha ayudado, en cierta forma, para introducirme un poco más en el cine gallego. Aunque también es verdad que yo ya tenía un trabajo previo con el tema del paisaje, con lo cual no fue algo nuevo para mí. Lois y yo hemos trabajado mucho juntos, y de hecho seguimos haciéndolo, porque compartimos una mirada similar y tenemos una forma de entender la realidad muy parecida. Yo diría que ha habido una influencia en ambas direcciones pero de manera casi indirecta, sobre todo, al trabajar todo el tiempo juntos, uno haciendo vídeos y el otro fotos.

Respecto al éxito de Costa da Morte… Por mi parte no destacaría tanto el reconocimiento, porque eso es algo que atañe más a Lois, y porque yo seguí con mis proyectos propios. Sí es verdad que se me abrieron algunas puertas y que aprendí ciertas cosas con esta experiencia.

En el apartado de Sinais del pasado festival (S8) se hizo una recopilación de las obras de algunas de las nuevas cineastas gallegas. ¿Crees que se está dando ahora más visibilidad a las creadoras en el cine de vanguardia?

Creo que sí. Yo me muevo más en el mundo del arte contemporáneo, pero sí que es cierto que en el cine es donde más se ve esa diferencia de representación entre hombres y mujeres. Me parece muy buena idea lo que ha hecho la organización del (S8) este año, para darnos una cierta visibilidad a todas estas chicas (me incluyo) que estamos empezando y a las que nos cuesta más conseguir que nos tomen en serio. Diría que solo un poco más… pero cuesta.

Volviendo a tu último proyecto, el ‘work in progress’ Kuch Nahi. ¿Cómo surgió la idea de conectar puntos tan distantes en el planeta como Nepal y el desierto de Atacama?

Partía de la idea de que uno es la antípoda del otro y de que compartimos un mismo tiempo, pero no un mismo espacio. En este punto, recuerdo una cita de Unamuno en la que dice “lo que no es eterno, no es real”, con lo que quiero decir que el espacio se convierte en una realidad simbólica mientras que el tiempo es lo real. Con esta idea me fui a la antípoda de Nepal a seguir trabajando sobre el vacío, y da la casualidad que la antípoda de Nepal es el lugar más vacío del planeta, el más árido: Atacama. Aquí, en esta parte del proyecto, quería trabajar con el concepto del vacío físico, de la nada real. Kuch Nahi es, o pretende ser algún día, una película con un carácter narrativo, algo que hasta ahora no había tenido en ninguno de mis trabajos, puesto que yo me guío más por el carácter estético o los conceptos de manera muy amplia, sin querer contar nada. En este caso, intento narrar la historia de Kuch Nahi, que representa el cero hindú. Se trata de jugar con el concepto tradicional de la nada en las culturas orientales en las que se nos dice que ‘la nada puede ser algo’, no como en Occidente donde predomina el horror vacui de la tradición aristotélica y donde la nada no tiene representación y se ve en la religión como una negación de Dios. Partiendo de esta base, lo que cuento es cómo la nada hindú viaja a su antípoda, al desierto de Atacama, y allí se encuentra con una cultura que es una gran puerta para estudiar nuestros orígenes pero que, de alguna manera, ha sido ocultada. Esta especie de conciencia, Kuch Nahi, que es el personaje principal, trata de buscar las resonancias de esa cultura y de las sabidurías ancestrales. Se podría decir también que Kuch Nahi es un poco un álter ego del ser humano que se encuentra perdido entre el cero y el infinito, y el desierto de Atacama funcionaría como una puerta de estudio del pasado (por sus numerosos yacimientos arqueológicos) y del cosmos (ya que allí se encuentran los observatorios astronómicos más importantes). En este punto, habría que decir que el trabajo tiene mucho de científico, porque en Chile pude estar en contacto con investigadores de todo tipo, sobre todo, astrónomos.

«En Oriente, la nada puede ser algo, no como en Occidente donde predomina el horror vacui de la tradición aristotélica».

A nivel técnico, ¿qué destacarías del rodaje de Kuch Nahi?

Como todo mi trabajo, todo tiene un carácter muy amateur, en el que siempre dejo un margen para el error y para el factor sorpresa. De hecho, en fotografía trabajo de forma muy parecida. Técnicamente es muy sencillo, salvo en algunos casos que juego con buscar la abstracción a través del objetivo o, incluso, aproveché el elevado calor que hace en Atacama para generar texturas un poco oníricas y deformaciones en el paisaje.

Después de este intenso periplo Nepal-Chile, ¿cuáles son tus proyectos a corto plazo?

Primera y esencialmente, trabajar todo ese material que he ido recopilando y darle una cierta estructura. Hay que tener en cuenta que lo que presenté en el (S8) es una mínima parte de todo lo que grabé y apenas hay montaje. Tengo muchas ideas en mente pero tengo que pararme, por fin, y tomarme mi tiempo. Así que me quedaré en Galicia a prepararlo todo porque, si puedo, intentaré darle una vuelta e intentar mezclar distintos formatos, como digital con Super 8 e igual fotografías.

Puede que en el próximo (S8) podamos ver la película terminada… o antes ¿no?

Sí, yo espero que sí. No podría decir una fecha a ciencia cierta, porque soy mucho del estilo ‘ir viendo’ (ríe).

Como aperitivo, además de la proyección del ‘work in progress’ en el festival, has presentado una exposición en el MAC (Museo Museo de Arte Contemporáneo de Gas Natural Fenosa) sobre tu viaje.

Sí. De hecho, yo pude rodar Kuch Nahi gracias a una beca de la fundación. La idea de esta exposición era romper la película que tenía rodada y dispersarla por toda la sala en diferentes formatos. Hay fotografía, videoinstalaciones, objetos… todo lo que fui recopilando en el viaje a Chile. Todo gira en torno a la idea del rodaje de la película y a generar la atmósfera que me inspiró para hacer Kuch Nahi.

Mencionas el tema de las becas, ¿cómo ves el panorama de la creación artística sin este recurso o con un recorte en este tipo de ayudas?

Ahora mismo, tal y como está el sistema, es casi imposible. Aunque yo hablo desde mi punto de vista, porque cada persona tiene sus estrategias. A mí, desde luego, lo que más me ha funcionado para poder hacer mis proyectos han sido las becas de creación artística. También es verdad que sin ellas también intentaría seguir trabajando y sacando mis ideas adelante, pero de otra manera, claro.

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