CLOUDS OF SILS MARIA, de Olivier Assayas

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Ya que en el mundo real nunca sucedió, imaginemos que en un universo paralelo hubo un productor/mecenas que reunió en la misma habitación a dos cineastas muy distintos y les propuso rodar una película a partir de una misma idea que cada uno debería llevar a su terreno: una estrella cinematográfica decide afrontar su crisis de mediana edad implicándose en un proyecto teatral que le afectará personalmente y hará que cuestione su talento, trayectoria y lugar en el mundo. Esta brevísima sinopsis, deliberadamente opaca, podría estarse refiriendo tanto a Clouds of Sils Maria (Olivier Assayas, 2014) como a ese Birdman (Alejandro González Iñárritu, 2014) al que tan bien le fue en los últimos Oscars. Al no haber existido ese hipotético origen común, ¿qué fue entonces lo que sucedió? ¿Se acercó el mexicano a la lírica trascendencia del francés o fue el galo el que se subió al carro del efectismo?

En realidad ninguno de los dos se movió tanto de su zona de seguridad. Como buen prestidigitador, Iñárritu simplemente cambió de truco antes de que descubriésemos la trampa: tras hacerse un nombre por su montaje sincopado, aquí en cambio optó por rodar un falso plano secuencia de casi dos horas. Un primer visionado aún lo aguanta, antes de que nos demos cuenta de que tras ese travelling resultón sólo hay humo y echemos especialmente en falta la chicha que aportaba Arriaga a la pareja. Assayas, por su parte, tampoco se vendió (tanto) al capital: sí, ha rodado en inglés (no es la primera vez) y fichó a la ex estrella de la saga Twilight (2008-12) en un sorprendente gambito de casting, pero esta cinta sigue siendo uno de sus íntimos retratos generacionales en la estela de L’Heure d’été (2008) o Fin août, début septembre (1998).

Cómo ser Juliette Binoche

La aparente accesibilidad de su estructura lineal esconde uno de los filmes más meta del francés, en el que Juliette Binoche interpreta un personaje clavado a la imagen pública que tenemos de Juliette Binoche: una gran diva europea, inmensa e intensa, de las que ya no hay en esta época de celebridades prefabricadas. Un proyecto así, que roza constantemente la sátira mockumental, sólo se sustenta con una complicidad total entre musa y realizador, y Binoche no se encoje al permitir que el intenso escrutinio entre realidad y ficción beneficie el subtexto (“¿será Juliette tan (…) como Maria Enders?” es la cuestión que queda siempre en la cabeza del espectador). Pero hay aún otro nivel más de referencialidad subvirtiendo el anterior: el personaje de estrella emergente de Hollywood en busca de relevancia, inspirado en Kristen Stewart… no está interpretado por Kristen Stewart (sino por una sorprendente Chlöe Moretz), quien a su vez aparece como la asistente y principal sparring dialéctica de Enders. El reto de darle la réplica a la Binoche se saldó con un César a la Mejor Actriz Secundaria, y hay que conceder que la chavala nunca estuvo tan bien dirigida como aquí.

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La elección del pueblo de Sils Maria y de los Alpes suizos como escenario central de la acción tendrá algo que ver con los procelosos caminos de las coproducciones internacionales (esos mismos senderos que convierten a Chanel en socio inversor de la cinta), pero Assayas aprovecha muy bien esta ambientación. Los montes y desfiladeros aportan su desbordante fuerza telúrica para amplificar la calamidad interior que atraviesa la protagonista, dejando un impresionante fenómeno meteorológico (la nebulosa serpiente de Maloja) como metáfora abierta de belleza efímera que le corresponde a cada uno descifrar.

Para este drama femenino en torno a la identidad y el paso del tiempo, Assayas no oculta sus referentes, tan explícitos que cuesta leer críticas en las que no se reciten como la lista de los reyes godos. La relación de Maria y Valentine bebe de la de Elisabet y Alma en Persona (I. Bergman, 1966), e incluso se nota cierto homenaje al mito del cineasta sueco en el personaje del dramaturgo Melchior. El duelo/relevo generacional entre Enders y Ellis recuerda al clásico All About Eve (J. Mankiewicz, 1950), aunque nunca llega a explicitarse de todo. Y Maloja Snake, la pieza teatral que sirve de macguffin y que vemos tangencialmente entre ensayos y en el estreno, tiene toda la pinta de ser una versión indisimulada de Die bitteren Tränen der Petra von Kant (R. W. Fassbinder, 1972), con Karin y Petra sustituidas por Sigrid y Helena… ¿sustituidas por Valentine y Maria? La única vaca sagrada a la que Assayas no llega a rendir tributo en este pastiche de feminismos es Almodóvar, pero en cambio ganamos un momento Antonioni para precipitar el clímax. Sin embargo, da cierta lástima que el resultado parezca no superar esa recopilación de referentes, y sea eficiente pero también imperfecto, carente de una atractiva personalidad propia que hasta ahora poseía cada película de este director. Clouds of Sils Maria contiene numerosos momentos sublimes, pero el conjunto nunca brilla tanto como en algunos instantes particulares (el punto más bajo debe de ser ese epílogo londinense que carece de la sutileza del metraje anterior). Con todo, una obra menor de Assayas es aún una obra enorme.

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