LA ESPONTANEIDAD DE MIRAR INDIGNADO

PROPOSTAS AUDIOVISUAIS ENTORNO Ó 15-M ·

«Los anti papa agreden a los católicos y la policía no actúa», titulaba el diario El Mundo, el 10 de agosto, en el comienzo de los conflictos derivados de la visita del pontífice Ratzinger a Madrid. Es solo un ejemplo del que fue el enfoque inicial en la mayoría de los grandes medios de comunicación del Estado, pero varias docenas de personas, armadas con las cámaras de sus teléfonos móviles, no tardaron en demostrar la escasa objetividad de esa afirmaciones. Aparecieron de inmediato vídeos, rápidamente distribuidos y reproducidos en todo el mundo, que mostraban cómo la policía sí hizo, y bastante, en la capital de España, convertida en capital cristiana en estado de sitio. Los manifestantes, convocados bajo el lema “De mis impuestos, al Papa cero”,

Situación semejante se vivió en la plaza de Cataluña el 27 de mayo, cuando los mossos d’esquadra intentaron desalojar a los indignados del que de aquella era su centro neurálgico, antes de la expansión del movimiento 15-M a los barrios. El gobierno de la Generalitat lo había vendido como una operación “de limpieza”, para evitar problemas entre los indignados y los seguidores del F.C. Barcelona. Pero el subir y bajar de las porras fue grabado desde la primera línea de la agresión, y las redes sociales hicieron el resto.

En estos casos, y en otros, como los desalojos de Lleida y Badalona, o los intentos de cerrar la Puerta del Sol antes de la llegada del jefe del estado vaticano, la actuación policial siguió el eficiente y desalmado protocolo antidisturbios. Cientos de protestas y manifestaciones fueron disueltas de forma semejante por las fuerzas policiales democráticas en las pasadas décadas, pero nunca antes había sido tan fácil recoger y denunciar estas prácticas. Y el mero hecho de mostrarlas sirvió para despertar empatía y poner en entredicho la necesidad de arremeter a palos contra quien solo empuña pancartas.

El 15-M es un movimiento heterodoxo, descentralizado y con tendencia a esquivar las generalizaciones que sobre él se hacen. Al carecer de una organización piramidal, sus actividades nacen del trabajo voluntario entre sus miembros, del consenso y del compromiso personal. De ahí nace su flexibilidad y su rápida capacidad de reacción, así como su barniz de honestidad, aunque el precio es la necesidad de realizar un sobreesfuerzo cuando es preciso organizarse y pensar a largo plazo. Esta dualidad se refleja también en su uso del cine, entendido en su mínima expresión, como documentación de lo real.

Casi con la misma ingenuidad formal que los Lumière grabaron la salida de los trabajadores de una fábrica, el 15-M documenta su actividad, denuncia los excesos, y deja testimonio de su actividad. Al igual que dejaron ver lo que ocurre tras el escudo de un antidisturbios, las pequeñas cámaras de los móviles (mejor que las de la TV) identificaron a los autores de actos violentos el día 15 de junio, en la concentración que intentó impedir el acceso de los diputados al Parlament de Catalunya, en el día de la votación de los presupuestos autonómicos. Desde entonces, la sensibilidad se ha disparado, y son los propios indignados los que velan por el buen comportamiento de los demás. En la gran marcha del 19 de junio, en A Coruña, un joven que increpaba a la policía hizo intento de sacar una sartén de su mochila, para arrojarla. Detrás de él, un hombre cerca de los cincuenta años lo enfocó con su teléfono: “Quieto, te estoy grabando. Como hagas algo, lo va a saber todo el mundo”. El presunto agresor desistió de inmediato, reculando hacia la cola de la manifestación, sin dejar de ser vigilado por el cámara amateur. Es un uso muy básico del cine de denuncia.

En Galicia, por suerte, no hubo que poner a prueba la capacidad de respuesta del movimiento ante episodios violentos o cargas policiales. El principal uso que se le está dando a la imagen de vídeo es el de recoger el trabajo de sus distintos, para que todo el mundo pueda compartirlo y juzgarlo. Pasada la euforia del 15 de mayo fundacional, los lugares en los que la indignación sigue más activa son Santiago de Compostela y, sobre todo, la comarca de A Coruña.


Hace poco, el 27 de agosto, tuvo lugar una reunión de todos los implicados en el 15-M coruñés en el ayuntamiento de Cambre. Se planificó con un mes de antelación, pero, una semana antes de la fecha, el ayuntamiento comenzó a poner problemas para organizarla, y a exigir arbitrariamente el pago de tasas. De nuevo, el vídeo fue una manera de denunciar la situación.

En otras ocasiones, los indignados emplean el cine desde el otro lado, como espectadores, como fuente de ideas de debate. Las proyecciones se hacen un hueco de vez en cuando en el programa de actividades de los distintos grupos de trabajo y, a través de filmes, transmiten las bases ideológicas de su trabajo. Un bueno ejemplo reciente fue el ciclo audiovisual llevado a cabo por la asamblea del barrio de Agra del Orzán, que contó con filmes como The Story of Stuff, de Annie Leonard, Mouseland, de Tommie Douglas, Ilha de las flores, de Jorge Hurtado, o De la servidumbre moderna, de Jean Francois Brient y Victor León Fuentes, entre otras, todas ellas bajo licencia Creative Commons. Solo es un caso reciente, pero hay más.

Más allá de estos usos característicos de un movimiento de protesta, pero reforzados por el clima de movilización social y por las facilidades que las redes sociales dan a la hora de divulgar contenidos, es difícil establecer una pauta en la relación entre el cine y el 15-M, debido a la propia multiplicidad del colectivo. En las grandes ciudades, como Madrid, Barcelona y Valencia, existieron comisiones específicas encargadas de producir piezas audiovisuales, con mayor o menor fortuna. Sin embargo, su trabajo generó incomodidades y debates en varias ocasiones, ante la dificultad de representar a un grupo sin rostro claro, movido por la indignación, y en el que se unen estudiantes, amas de casa, parados de larga duración, altermundistas, veteranos del sindicalismo, maestros, intelectuales y personas sin experiencia previa en activismo social.

Existen cineastas que dejaron ver su interés y vinculación con los indignados, como Isaki Lacuesta en Barcelona, o Marcos Nine, en A Coruña, pero por lo de ahora, nadie ha producido una pieza audiovisual verdaderamente de referencia y, dadas las características de este terremoto social surgido en los últimos meses, es difícil que alguien llegue a hacerlo. Los intentos más cercanos fueron #acampadasol. El documental para entender el 15-M, una pieza producida por el equipo del periódico lainformacion.com, que se centra en los primeros días, cuando las acampadas eran el corazón de las protestas; y Todos cuentan, un documental en seis partes, que recoge la voz de varios teóricos y figuras afines a la filosofía que alimenta las protestas desde las plazas y los barrios.

Sin embargo, no hay que olvidar que, pese a todos los titulares que llenó, y la gran relevancia que está cobrando, el 15-M es aún un movimiento muy nuevo, en permanente redefinición de sí mismo. El tiempo dirá si encuentra su propia voz, y su propio cine.

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