A FÁBRICA DE NADA, de Pedro Pinho

A Fábrica de Nada 3

Sabemos lo que no queremos: ni demagogia, ni desposesión. No queremos un capital que desaparezca de pronto dejando un reguero de trabajadores desempleados y fábricas abandonadas, ni que nos lo cuenten una y otra vez del mismo modo, con la misma mecánica oxidada. Los camaradas de la productora Terratreme son los primeros que no quieren películas caducas. Tienen una historia: una fábrica autogestionada que sobrevivió a la fuga de sus patrones, en la época de la Revolución de los Claveles. Tienen un lugar: A Póvoa de Santa Iria, en la periferia nordeste lisboeta, uno de los epicentros de la desindustrialización portuguesa. Y se tienen unos a otros: João Matos, Leonor Novio, Luísa Homem, Pedro Pinho, Susana Noble y Tiago Hespanha, los seis socios de la productora, que trabajan desde hace una década de manera cooperativa para que cada película encuentre su forma.

A Fábrica de Nada, sin ir más lejos, es una espiral abierta, que no para de crecer según se aleja de su punto de partida. Cada vuelta es diferente a la anterior: misma historia, distinto tratamiento; cambia el género, el tono, la situación. Es cine militante, ficción documental, drama socio-laboral, comedia musical. Constata un problema –la fuga de empresas en busca del máximo beneficio– y explora todas sus variaciones: la desaparición de las máquinas, la resistencia de los obreros, el chantaje de los directivos, el desgaste de las familias, la quimera de la autogestión. Ofrece varias tesis junto con sus respectivas antítesis, sin respuestas categóricas ni soluciones infalibles. Es una crítica del capitalismo en forma de autocrítica del cine militante, con un poco de discusión teórica y también, por suerte, mucho humor autoparódico.

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Cada capa del relato es una nueva capa de sentido. La primera está en la propia fábrica que aparece en las imágenes, que vivió una historia muy similar a la que se cuenta en la película: “Trata-se de uma fábrica de elevadores que, a seguir ao 25 de abril, foi abandonada pelos patrões americanos da Otis”, explica Pedro Pinho, el realizador, en una entrevista publicada en el Jornal das Letras, Artes e Ideias. “Os trabalhadores compraram-na por um valor simbólico e a fábrica funcionou em autogestão até 2016. Acabámos por aproveitar alguns elementos da fábrica para o filme” (1). La segunda es la pieza de teatro De Nietsfabriek (Judith Herzberg, 1997), que Jorge Silva Melo llevó a escena en Lisboa en el año 2005. La tercera, ya en el rodaje, es la decisión de adaptar esta historia al contexto de la Gran Recesión.

¿Cómo puede una historia de hace cuarenta años, de los tiempos en los que la clase obrera aún hacía revoluciones, servir también para explicar un momento histórico en el que el neoliberalismo ha desarrollado nuevas formas de dominio, más opresivas todavía, sobre gobiernos y ciudadanos de todo el mundo? El equip de Terratreme sabe que hace falta actualizar los viejos métodos de lucha, comenzando por el cine militante, por lo que A Fábrica de Nada va probando distintos acercamientos sin que ninguno prevalezca sobre los demás. La película revisa, refuta y reinventa todos los clichés del cine social: a la huelga de celo de los trabajadores que se niegan a abandonar sus puestos de trabajo le sigue el debate de varios intelectuales alrededor de una mesa –entre ellos, el filósofo marxista Anselm Jappe y el cineasta militante Daniele Incalcaterra– para después pasar a la inesperada secuencia musical y a las dudas de los propios obreros-intérpretes sobre qué coño están haciendo en esta película, que poca gente verá más allá de cuatro franceses iluminados.

Esta última broma acertó de lleno –la película ganó el Premio FIPRESCI de la Quincena de los Realizadores en Cannes 2017– y funciona como una invitación para que cada espectador exprese sus reservas. ¿Qué tipo de película incluye también su propia autocrítica? Una que, por una vez, no habla para los convencidos, sino para los desencantados. ¿Qué harías tú si un día llegases a tu trabajo y descubrieses que ya no hay nada que hacer allí? (O, peor, que ya no te dejan hacer nada). ¿Te quedarías allí toda la jornada para reivindicar tu existencia? Frente a la depresión y la desmovilización –y, sobre todo, frente a las fórmulas fosilizadas– A Fábrica de Nada busca respuestas colectivas en el encuentro entre cineastas y obreros, así como entre la película y sus espectadores. Las mejores ideas nacen de estos encuentros: de alguien distraído a quien de repente se le ocurre algo que después comparte, como en esa hermosa secuencia en la que los trabajadores, inmóviles y aburridos en sus antiguos puestos, descubren muy lentamente todo lo que pueden hacer con su tiempo. ¿Qué hacer para aprovechar nuestro propio tiempo, para que sirva para algo? La creatividad, a fin de cuentas, está siempre esperando por nosotros.

(1) Halpern, Manuel. “Pedro Pinho. O Operário em Construção”, Jornal das Letras, Artes e Ideias 37 (1223). 13-26 de Septiembre de 2017. Página 16.

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