ALBERT SERRA (LA NOVEL·LA, NO EL CINEASTA)


En una de las más de 600 citas que componen Reality Hunger de David Shield podíamos leer algo así: El motor de la ficción es la narrativa, el motor del ensayo el pensamiento. En una contamos, en otro recordamos. En Albert Serra (la novel·la, no el cineasta) Albert Forns combina de manera magistralmente humorística la reflexión y la información con la imaginación. Por eso el lector cinéfilo que vaya buscando un libro monográfico al estilo Catedra o Dirigido por sobre el polémico cineasta español se encontrará con algo bien distinto: Albert Serra la novel·la, no el cineasta de Albert Forns no es un estudio sobre el cineasta ni un análisis sobre sus películas. Pero, en cambio, todos aquellos que después de la victoria de Albert Serra en Locarno se pregunten quién demonios es este tío, y cuánto hay de pose y cuánto de verdad en su actitud y sus declaraciones, encontrarán aquí una respuesta inteligente y divertida.

El periodista y poeta catalán, Albert Forns, parte de una premisa ficcional que va tornándose ensayística y periodística. Estando de vacaciones en una playa nudista de Menorca decide convertirse en el doble de Albert Serra, “en un doppelgänger, una rèplica, un clon exacte. Parlar como ell, pensar como ell, trasnformorm-me físicamente en la seva persona”, transformarse en una copia del cineasta catalán, ser más Albert Serra que Albert Serra. Para ello deberá estudiar e imitar su aspecto físico, su vestimenta, su manera de hablar, sus gestos y su pensamiento. Esta divertida premisa de partida le permite a Font ir creando un ensayo que más que sobre las influencias temáticas o estéticas de su cine es sobre la personalidad polémica de Albert Serra. Lo que atrae a Forns del cineasta catalán son sus declaraciones provocativas, su método de trabajo y su troupe de actores, pero sobre todo el polémico personaje que el propio Serra ha construido a partir de sí mismo. El objetivo ensayístico de la novela de Albert Forns es vincular y relacionar la particular idiosincrasia de Albert Serra y su método de trabajo con el de otros “grandes personajes” de la historia del arte: Salvador Dalí y Andy Warhol. Salvador Dalí es la presencia fantasmal que recorre cada retrato de Albert Serra, señala Forns. La actitud provocadora y teatral que Salvador Dalí mantenía frente a los medios es la misma que adopta Albert Serra. Serra se “daliniza” cada vez que hay un periodista o una cámara delante. Por este motivo Albert Forns señala que: “No s’entén, en Serra sense Dalí […] en el seu discurs perpètuament antisistema i irriable el papel s’ha menjat l’ actor, el personatge s’ha cruspit l’ésser humà que el sustentaba.” De Warhol, en Serra, resuenan su ambigüedad, su método actoral, el juego con los mitos, y cómo no, el aburrimiento que producen sus películas.

Pero en lo ensayístico y lo ficticio también se mezcla lo periodístico. Albert Forns visita el cuartel general de Serra en Banyoles mientras monta su última película, viaja a Ansouis (Francia) para asistir a un día de tenso rodaje de Història de la meva mort (2013), en donde es testigo directo del Método de Dirección de Actores Albert Serra®, y asiste al festival Documenta de Kassel (Alemania) que en el 2012 había invitado al cineasta para que filmase y presentase su proyecto de Les tres porquets. Una obra que consistía en una adaptación cinematográfica de los diarios de Johan Van Goethe (Conversaciones con Goethe) y Hitler (Conversaciones privadas con Hitler) que Serra filmaba por el día con un colaborador del festival recitando un monólogo en alemán vestido con el traje apropiado. Un proyecto aburridísimo que más allá de mostrar la daliniana fascinación de Serra con la figura de los dictadores, no era, como señala Forns, más que una excusa para viajar con toda la troupe de su productora Andergraum: “ja que pagen les alemanys”. Si Andy Warhol tenía The Factory y Salvador Dali Porlligat Albert Serra tiene Andergraum: “un submón privat amb regles pròpies i una pila d’irreductibles banyolins disposats a seguir-lo a tot arreu”.

Para Font ver a Serra dirigiendo a los actores es como asistir a una perfomance. “Ès l’ obra d’art de debò, el que caldria inmortalitzar”. La frase podría ser una boutade provocativa de un Albert Forns en modo albertserriano pero ¿hasta qué punto ese cine elemental apegado a un decidido primitivismo, como lo definía Domènec Font, no deja de ser que un simple (y desfasado) reciclaje de estéticas románticas y sublimes?, ¿hasta qué punto el cine de Albert Serra, con todo ese rollo de la fe y el misterio en el paisaje y con toda esa retórica de la autenticidad del DV y la baja definición no es más que una muestra (autoral) de puro esencialismo blockbuster (Porta)? Y es que la novela de Forns, sus reflexiones sobre Serra, las vinculaciones que traza con Dalí y Warhol, pero también con Barcelò, me llevan, a mí también, a ponerme en plan alborotador: la verdadera creación, la gran obra de Albert Serra no son sus películas sino su propio personaje. De esta manera el objetivo de Albert Forns, el punto de partida de la novela, conseguir “ser la còpia que desbanca l’original”, lo vincularía con los grandes falsificadores de la historia del arte. Forns se situaría en la línea de Van Meegeren, Hoffman o Mike Bidlo de manera que Albert Serra (la novel·la, no el cineasta) sería una novela orsonwelliana, un maravilloso F for Fake literario, la narración de una falsificación, un estudio pormenorizado del original que logra el objetivo (in)deseado: la desmitificación del enfant terrible del cine español.

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Albert Serra (la novel·la, no el cineasta)

Albert Forns

Páginas: 334

Editorial: Empúries

Precio: 19 euros

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