L’ALTERNATIVA 2017: LA RESISTENCIA DE LOS CUERPOS

Taste of cement (Ziad Kalthoum, 2017)

Taste of cement (Ziad Kalthoum, 2017)

La última edición del festival barcelonés L’Alternativa cerró su vigesimocuarta edición con un éxito de público y una cuidada muestra de algunas de las películas premiadas a lo largo del año (en Visions du Reel, Locarno o el BAFICI), así como diversos focos a cineastas tan necesarios como Deborah Stratmann, Michael Glawogger y Eric Pauwels. Una parrilla que continúa la interesante labor de programación de ediciones pasadas, donde se ha podido disfrutar, ya fuese en competición o secciones paralelas, de obras de Philippe Van Cutsem, Harun Farocki, Corneliu Porumboiu o Jem Cohen.

No es casual que la película ganadora del festival, A Fabrica da Nada (Pedro Pinho, 2017), firmada por la cooperativa portuguesa Terratreme, abra y cierre con un plano general de la demolición de una fábrica. La crisis financiera, en palabras del propio filme «presente, permanente y unilateral, ya no una crisis clásica, un momento decisivo: lo contrario, un final sin fin», ha devenido en paisaje perenne; una tormenta perfecta a la que los títulos seleccionados parecen ofrecer, especialmente aquellos que conforman el palmarés final del certamen, un frente común: el del la fisicidad de los cuerpos y su potencialidad como sujeto activo de resistencia, último baluarte frente a la inclemencia del panorama político económico del siglo XXI.

A Fábrica da Nada es la crónica de la ocupación de una fábrica que quiere ser cerrada, pero también mucho más. Frente a la mecanización, a la desaparición del tejido industrial y a la lógica neoliberal, el gran logro de Pedro Pinho es mostrarnos la fisicidad de los trabajadores mediante un gesto genuinamente fílmico: la elección del soporte. La película se rueda en 16 mm porque los trabajadores deben ocupar un espacio cinematográfico y laboral, un espacio del no puedan ser removidos y desalojados con la misma facilidad que el resto de elementos que componen su lugar de trabajo. Son cuerpos vivos y así aparecen representados en pantalla, donde Pinho se demora observándolos mientras follan (magnífica secuencia de créditos), se relacionan en comunidad o mientras forman una banda musical; esquivando siempre con habilidad los convencionalismos del cine dramático. El resultado es una película que si bien puede resultar irregular (como ya señaló Victor Paz a raiz del Giraldillo de Oro que ganó en Sevilla), es igualmente necesaria en su inteligente humanidad y en su efectiva mezcla de géneros. Si el mundo fuese un poco más justo, A Fabrica da Nada tendría una Palma de Oro y el Ken Loach de I’Daniel Blake (2016) una menos.

Otra de las películas premiadas fue la siria Taste of Cement (Ziad Kalthoum, 2017), triunfadora otra vez después de su galardón en Visions du Réel. En una de sus primeras y potentes imágenes, Taste of Cement muestra a un grupo de refugiados sirios saliendo de una grieta subterránea camino a su puesto de trabajo en lo que parece una versión averna, casi zombi de La sortie des usines Lumière (Louis Lumière, 1895). Como señala Santiago Fillol, desde su primera aparición en White Zombie (Victor Halperin, 1932), la figura del zombi ha sido asociada con el esclavo y el inmigrante. Su función no era alimentarse de humanos, era seguir trabajando para los terratenientes, incluso después de la muerte. Y en esa función de explotación laboral es como parece querer mostrarnos Kalthoum a un grupo de sirios que malviven en Líbano mientas avanzan en la construcción de un imponente rascacielos.

Confinados en los subterráneos de la obra por el toque de queda que pesa sobre los refugiados, los trabajadores sueñan. Y estos sueños devienen en fuga: nos llevan siempre al otro lado de la frontera; unas veces a recuerdos de guerra, otros a intentos nocturnos de salvar a contrareloj a aquellos supervivientes que resisten bajo los escombros provocados por los bombardeos. La oposición de estos dos tipos de trabajo, unidos mediante este vínculo subterráneo tan lyncheano (Lynch se preguntaba que sucede en la cabeza de una muerta, Kalthoum parece querer saber qué es lo que ocurre en la de un trabajador alienado, un zombi) busca volver a dotar de significado al gesto de trabajo mediante dos preguntas que se amplían constantemente durante el filme: ¿qué significa construir?, ¿qué significa reconstruir?.

Zama (Lucrecia Martel, 2017)

Zama (Lucrecia Martel, 2017)

Beatriz Sarlo tituló uno de sus ensayos sobre el escritor argentino como Borges, un escritor en las orillas y Lucrecia Martel parece recoger el testigo de este gesto abriendo su último filme Zama (2017) con una imagen de otra figura central de la literatura argentina, Diego de Zama, el protagonista de la novela de Benedetto, como un cuerpo que espera. Y es que Zama, oficial de la Corona española en el Uruguay del XVIII, es «un pescado atrapado en la orilla», como dice la voz en off al comienzo del filme; un cuerpo naufrago carcomido por la espera, como James Stewart en It’s a Wonderful Life (Frank Capra, 1946).

Y en esa especie de tiempo suspendido, tan típico del cine de Martel, Zama desea: desea cuerpos mestizos, registrados con una voluptuosidad que parece remitir al Bonello de L’Apollonide (2011); desea una fuga (a otra ciudad o a Europa, donde reunirá con su familia) y corporiza, finalmente, el colonialismo: el deseo de aplicar un modelo de pensamiento europeo a una superficie física y mental que no lo admite (aquí es donde Zama, mediante el excelente trabajo del fuera de campo sonoro, alcanza resonancias de personaje herzogiano). Todo ello para retratar un choque entre épocas con un tratamiento y un sentido del humor que deben mucho a Història de la meva mort (Albert Serra, 2013). El resultado es una obra que funciona de un modo sorprendentemente certero en su primera mitad pero que termina naufragando en una segunda parte tan hipnótica como irregular.

Mención aparte merece la retrospectiva a Eric Pauwels, cineasta belga al que L’Alternativa acerca al público catalán con un foco sobre su Trilogía de la cabaña. Lettre d’un cineaste à sa fille (2002), Les Films revés (2009) y La Deuxième Nuit (2016) forman un conjunto de tentativas homogéneas a la hora de acercarse a la memoria familiar del director, siguiendo un camino que continúa el camino de Yoman (1983) de Perlov. La pregunta detonante de su hija «¿Por qué no haces una película sobre mí?» y la respuesta del director «Porque ya no soy un niño» desencadena una serie de reflexiones sobre la infancia perdida, la distancia con el otro y las posibilidad de recuperar esa lejanía mediante la imagen y el recuerdo. En una suerte de viaje a través de distintos recuerdos y relatos, Pauwels traza un camino que en ocasiones lleva a caminos sin salida (un hecho indisociable al acto de recordar), pero otros lleva a fértiles momentos como el final de La Deuxième Nuit. Sin duda la gran sorpresa de esta edición del festival.

(1) Fillol, S.; Salvadó-Corretger, G. & Bou i Sala, N. (2016). The imaginary of the cinematic zombie in the representation of the defenceless: from Hollywood classicism to contemporary Europe. Communication & Society 29(1), 53-66.

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