Berlinale 2023 (I): la marea del cine gallego

Matria, de Álvaro Gago

El 2023 quedará marcado en las enciclopedias del cine gallego como el año en que tres filmes salidos de nuestra tierra participaron en el prestigioso festival de Berlín. Con Lois Patiño no es literal, pues sitúa Samsara (2023) en Laos, pero Carla Subirana y Álvaro Gago ponen acento local a las historias que cuentan desde la Costa da Morte y las Rías Baixas, respectivamente con Sica (2023) y Matria (2023). Precisamente este último fue uno de los primeros filmes vistos en esta Berlinale tras su inauguración. Gago ya había rodado en 2017 un corto homónimo, de gran éxito, que obtuvo el gran premio del jurado en Sundance y participó en otras importantes citas como Clermont-Ferrand. Este estaba protagonizado por una mujer de mediana edad que trabajaba a destajo en una conservera y hacía una jornada doble en casa, con un marido que no contribuía a nada en el hogar y que la despreciaba. Su único refugio eran su hija y su nieta en una rutina que la iba minando poco a poco.

Esa protagonista, de nombre Ramona, se transforma en el largometraje en una variación algo más joven encarnada por María Vázquez. Aunque Gago reserva un pequeño papel para la actriz de su corto, Francisca Iglesias Bouzón, lo cierto es que aquí se pasa a un reparto profesional, incluso si se siguen viendo secundarios sacados de la calle, como ya ocurría en el proyecto original. Otra de las diferencias es que Ramona está separada de su marido y vive con otro hombre que no parece mucho mejor que el anterior. No es abuela, pero sí madre, y su relación con la hija adolescente se ve intensificada. Una vieja amiga, a la que da vida Susana Sampedro, es en esta ocasión con la que comparte las penas.

Estos elementos permiten a Gago reforzar más la carga de conflicto intergeneracional y la sororidad que apenas se apuntaba en la versión corta. Entregan además tres grandes interpretaciones en el corazón del filme, donde cabe destacar a la joven Soraya Luaces, que nunca desmerece dándole la réplica a Vázquez. La experimentada actriz viguesa aporta al personaje una furia que no transmitía Iglesias Bouzón. Es la suya una variante más colérica, confrontacional, una que muestra a una mujer fuerte contra las adversidades. Es un registro en el que Vázquez se encuentra cómoda, sin duda ha sido el acento lo que le ha supuesto un mayor reto. Existe en el libreto una intencionalidad muy clara de reproducir el habla de la zona, marcando bien el seseo, la gheada o ese “logo” que se escucha a medias al final de las frases —un equivalente al “¿no?” castellano—. Se intuye que ha habido un equipo encargado de estas precisiones, porque el registro en que se mueven todas las actrices es idéntico. Un apartado en el que Matria destaca y que sin duda será tomado de referencia en el futuro.

Ramona se va abriendo poco a poco en el contexto de cuidados a una persona mayor —basada en el propio abuelo de Gago; la actriz Iglesias Bouzón fue su cuidadora, cuya vida real es la base del guion—. Encontrar este y otros motivos para sacar a Ramona de la fábrica es una estrategia inteligente para expandir el foco de lo que contaba el corto. La exploración del espacio y las consecuencias de ese contexto social en la mente y cuerpo de Ramona son la espina dorsal de Matria, que no teme incluir otras cuestiones como el sexo no consentido. Así, por acumulación (con todo, realista), el personaje de Ramona se erige en heroína cotidiana y en retrato en el que buena parte de las mujeres trabajadoras occidentales, gallegas o no, podrán reconocerse.

La cámara, en continuo movimiento, la sigue a todas partes, nunca se cuenta nada desde otro punto de vista. El modo de filmarla recuerda mucho al realismo social de los hermanos Dardenne, mientras que su denuncia política, muy evidente, está más próxima a Ken Loach. Estos nombres sitúan a Gago de forma decidida en la tradición de cine de realismo social que impera en la actualidad, marcado por estas dos figuras totémicas. No hay en Matria ningún experimento formal que nos permita calificarla de innovadora, pero aplica un modelo conocido de forma ejemplar y coherente. Por claridad narrativa y el arresto de María Vázquez, el público teutón debiera quedarse enamorado de la “rabuda” Ramona. Ayer, el Ken Loach gallego dio en Berlín el primer paso en una trayectoria internacional que se intuye poderosa.

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