Berlinale 2023 (III): la historia de un naufragio

Perpetrator, de Jennifer Reeder

El segundo filme gallego en presentarse en esta Berlinale fue Sica (Carla Subirana, 2023). Primer largo de ficción para una directora ya experimentada en el documental, cuenta la historia de la chica del título, una adolescente que vaga por los acantilados de la Costa da Morte obsesionada con encontrar el cuerpo de su padre, presuntamente ahogado en un naufragio. Como metáfora de que la negación es la primera fase del duelo, Subirana decide mostrarnos a Sica en la escena de apertura atrapada en un mundo subacuático, sin poder alcanzar la superficie, a la que mira con claro pesar.

A través de las escarpadas cuevas por las que observa inerte el furioso mar, escucha la voz de ultratumba del padre a lo lejos. El sonido de las olas, con un poderoso eco intensificado en posproducción, atrona los oídos de Sica y, de paso, de los espectadores, que se ven inundados por estas altas dosis de dolorosa carga poética. Lo de las voces llega a un nivel de absurdo tremendo en un momento del filme en que la joven busca frecuencias de radio y, entre las ondas emitidas por los barcos, vuelve a establecer esta comunicación telúrica con el padre.

Un mal común de los filmes con adolescentes eso que tan comúnmente y con torpeza se designa como coming-of-age, foco de la sección Generation, donde se proyectó el filme es que los actores, con poca experiencia, no acaban de saber expresar el rango de emociones de sus personajes. También suelen declamar las frases como si estuviesen ensayando el guion, leyéndolo. Sica no escapa a este mal; y el libreto de Subirana, plagado de grandes frases lapidarias, no ayuda en absoluto a que nos podamos tomar en serio esta película tan ensimismada como pretensiosa, que no sabemos nunca muy bien qué quiere contar.

Todos estos elementos llevan a la risa involuntaria en diversas escenas, especialmente de la mano de una protagonista Thais García que es un claro error de casting, una joven actriz con todas estas carencias que acabamos de citar totalmente exacerbadas. Lo de Núria Prims es el típico ejemplo de cómo una coproducción puede llegar a dar efectos Frankenstein no deseados. Hace de la madre catalana de Sica, hablándose tanto el gallego como el catalán de una forma totalmente ortopédica, algo no sustentado en ningún momento de modo dramático, y que solo se explica por la voluntad de llevarse alguna ayuda económica de las administraciones.

En definitiva, Sica es un estruendoso naufragio, en el que solo queda a flote la siempre notable fotografía de Mauro Herce, que brilla en los momentos más abstractos, en la contemplación del océano o en esa tormenta final.

Otro filme de jóvenes chicas que se proyectó en la Berlinale no podría ser más distinto. Jennifer Reeder tiene una reputación por haber trabajado en la intersección entre el cine de terror y el despertar sexual adolescente, con marcado carácter feminista y grandes connotaciones queer. En su primer largo, Signature Move (2017), lo único que ha dirigido de corte realista y con personas de mayor edad, el lesbianismo era explícito al retratarse la relación de una pareja de mujeres. Sin embargo, esta pulsión siempre estuvo presente, de forma muy sugerente, desde sus primeros cortos con toques a David Lynch. Signature Move fue un trabajo de encargo en el que no pudo desarrollar sus inquietudes más íntimas, algo que arregló con Knives & Skin (2019) y que lleva a otra escala en la alocada y descocada Perpetrator (2023).

El filme se abre con un misterioso enmascarado que respira profundamente a través de una máscara, plano subjetivo, y se acerca a una chica en la calle, de noche, por detrás. Un flash, como de una cámara, ilumina el rostro de la mujer, que reconoce al atacante. Nada nuevo, otra de asesinos en serie con chicas de instituto. Pero Perpetrator es la cara B de la saga Scream, de Wes Craven, a la que parodia y supera con creces. Desde estas referencias directas a Halloween (John Carpenter, 1978) y El fotógrafo del pánico (Peeping Tom, Michael Powell, 1960), la de Chicago desarrolla un gozoso carnaval de rarezas en el que entran Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960), El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs, 1991), Carrie (Brian De Palma, 1976) y un sinfín de referencias en este mash-up posmoderno que lleva a su terreno. Quizás demasiado expansiva y por momentos irregular, a Perpetrator no puede negársele que deja una huella propia que fluye como un torrente de creatividad. Toda esta tradición del slasher, unida al cine de vampiros y al giallo (especialmente el subgénero de brujas) se mezclan para crear una nueva argamasa que estudia y revierte la violencia institucionalizada contra la mujer. Reeder ofrece un filme divertidísimo y desatado. Un clásico instantáneo que se convertirá rápidamente en cinta de culto.

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