Berlinale 2023 (IV): delicada pieza de orfebre

Passages, de Ira Sachs
A veces no se comprende cómo ciertas obras notables acaban en secciones paralelas de los grandes festivales, cuando claramente tienen el suficiente nivel como para competir en oficial. Ocurrió este año en la Berlinale con Passages (Ira Sachs, 2023), presentado en Panorama y que se erige como el filme más destacable de esta edición en el ecuador del festival. El de Memphis es conocido por sus dramas protagonizados habitualmente por parejas gays, con un gran naturalismo, no carentes de humor refinado y con mucha sofisticación. Ha ofrecido retratos de tipos de homosexuales poco representados en la gran pantalla, como los viejitos protagonistas de El amor es extraño (Love Is Strange, 2014), uno de sus largometrajes más famosos.
En su salto al otro lado del charco no defrauda. Passages, de producción francesa, nos presenta a dos amantes expatriados en París que ejercen actividades artísticas y gozan de un elevado nivel de vida como profesionales liberales. Tomas, encarnado por el alemán Franz Rogowski —habitual en los últimos filmes de Christian Petzold y que el año pasado ofreció una multinominada interpretación en Gran libertad (Große Freiheit, 2021), de Sebastian Meise—, es un director de cine de culto que está montando su último filme. Martin, al que da vida el más británico de los actores británicos, Ben Whishaw —Q en los nuevos títulos de James Bond con Daniel Craig, la voz del oso Paddington y Michael Banks en la secuela de Mary Poppins—, es un artista gráfico que cuenta con su propia imprenta, de dimensiones considerables y con un buen número de empleados. Ambos, a pesar de las heridas abiertas de crisis pasadas que arrastra toda relación duradera, claras por el lenguaje corporal y verbal entre ellos, viven felices con estos éxitos laborales y en la cómoda armonía de conversaciones intelectuales con otros expatriados de la comunidad LGTB en distinguidos bistros parisinos.
Hasta que… hasta que entra en la foto Agathe, una fogosa chica próxima a la filmación de Tomas, con la que el realizador se acuesta en la fiesta de fin de rodaje. Esta está interpretada por la francesa de origen gr¡ego Adèle Exarchopoulos, atrapada en roles con una fuerte carga sexual desde que hiciera aquel horror titulado La vie d’Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013), éxito instantáneo después vapuleado por la crítica feminista y hoy prácticamente olvidado e irrelevante. Sachs parece elegirla de forma muy consciente como para deshacer el mito. Lo que comienza siendo un mero objeto de deseo sexual acaba por revelarse paulatinamente como una mujer compleja y contradictoria, tan decidida como romántica, la víctima perfecta de esa tormenta de impulsos y vanidades que es el personaje de Rogowski. Con alma de adolescente consentido, insiste en hablar con su marido de los detalles de esta aventura, atravesando los límites de lo deseable en cualquier relación abierta sana, con el único objetivo de ofrecerse un autoalivio. El pobre Martin, tanto o más sensible que Agathe, una persona tranquila y elegante, todo lo contrario que el explosivo Tomas, es maltratado psicológicamente hasta la saciedad. A pesar de resultar un tipo caprichoso y detestable, Rogowski aporta a su personaje un halo de magnetismo muy poderoso, haciendo caer a los espectadores en el mismo hechizo culpable por el que quedan atrapados Agathe y Martin.
La premisa de este ménage-à-trois es bien sencilla, pero Sachs no deja de introducir en el guion —firmado a cuatro manos con Mauricio Zacharias— impertinentes giros de trama que dibujan una sonrisa maligna en el espectador. Passages es un drama, pero es también una gran comedia sin carcajadas. Como el mejor Woody Allen de los ochenta, Sachs ofrece aquí un personal melodrama de alto nivel, ligero como una brisa de primavera, pero de fondo calado. Su puesta en escena, tan depurada que parece despreocupada, se apoya en realidad en una cuidada planificación que usa el plano medio, objetivo y seco, y un esencial plano-contraplano, cuando los amantes aparecen. Es Passages un filme muy hablado, donde lo que manda es el personaje de Rogowski. No solo porque gana siempre la batalla dialéctica, dictando los designios de sus partenaires cual demiurgo, sino porque también aplasta con el cuerpo. El actor teutón ofrece una interpretación muy física que arrasa con todo, cada quiebro histérico de su voz y cada movimiento nervioso de su torso inmenso atrapan y monopolizan la acción. Sachs tiene que responder con la cámara, por lo que de forma muy elegante la va colocando para que Rogowski tape a Whishaw cuando en una discusión la pareja parece romperse y el que sale victorioso de la contienda es Tomas. De igual manera, quien dirige los encuentros sexuales con Agathe es también él. Los ligeros picados o los planos más cerrados que atrapan a Exarchopoulos así lo indican. Y sin que apenas nos demos cuenta, sin que parezca que existe intervención, Passages es, en sus imágenes y en su texto, la historia de un manipulador emocional que manda en su descontrol de pasiones.
Rogowski, uno de los mejores actores que existe en Europa en este momento, está inmenso, sí, pero no están peor Exarchopoulos y Whishaw. La gala se muestra tan refrescante como quebradiza con un gran control vocal y tonal; solo con estar, sin hacer nada, transmite la misma melancolía que el británico. Lo de Mr. Ben es de quitarse el sombrero. Pura sofisticación este hombre, que parece no tener que esforzarse nada para componer un personaje que podría ser un documental de su vida, como si no tuviese que interpretar, solo ponerse ante la cámara y dejarse llevar. Seguramente es lo mejor que puede decirse de un actor, que no está actuando.
Un guion magnífico, una delicada puesta en escena, tres actores en estado de gracia. Un peliculón.