CANNES 2018 EP. 12: MERECIDÍSIMA PALMA DE ORO PARA LOS SHOPLIFTERS DE KORE-EDA

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Al final la Palma fue para Shoplifters (Hirokazu Kore-eda, 2018). Nos alegramos mucho porque era de nuestras películas preferidas de una edición de Cannes que ha dado mucha calidad. Trata el tema de siempre, la familia, pero lo hace con una sensibilidad que solo se compara con los mejores trabajos de su obra, como Caminando (2008). Por fin tiene la Palma, bien la merecía.

La gran sorpresa de la noche fue escuchar a Cate Blanchett decir que iban a entregar una Palma de Ouro especial y, desde ese momento, supimos que iba para Jean-Luc Godard. Su película es maravillosa, pero no puede juzgarse al mismo nivel de las demás. Es simplemente como comparar entre turismos y un autobús. Todos tienen ruedas, ahí se acaba el parecido. Quizás debiera haber ido fuera de competición, porque no tenía mucho sentido en ella, pero así se ha llevado una Palma también muy merecida, así que bien acaba el cuento.

Pero más allá de los premios, querríamos realizar una lectura de las tendencias que advertimos en toda la selección y comprobar cómo cada uno de los galardones encaja en alguna de estas líneas.

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El festival de las desapariciones

El festival se abrió con Todos lo saben (Asghar Farhadi, 2018), sobre el secuestro de una mujer en medio de la confusión de una boda, y ya no dejó de entregarnos filmes en los que se trataba el tema de la ausencia y la búsqueda. A veces estas desapariciones supusieron un simple detonante de la trama, como en este caso, en otras impactaban en el desarrollo de los personajes de un modo estrictamente dramatúrgico, como suce con Weldi (Mohammed Ben Attia, 2018) y Asako I & II (Ryusuke Hamaguchi, 2018). En la primera, la huida de un hijo para combatir en el Estado Islámico provoca que el padre se lance físicamente a buscarlo, pero el viaje es también personal. Más elaborada es la psicología de Asako, que Hamaguchi resuelve con una enorme elipsis que corta el filme a la mitad y que permite reflexionar sobre cómo impacta la idealización de las relaciones con el paso del tempo. Su exnovio de la posadolescencia está perdido y, cree ella, ya olvidado, pero su reaparición pone su universo patas arriba.

Pero los filmes más interesantes en este aspecto son en los que la desaparición no es un simple instrumento narrativo, sino que se convierte en la pieza central de su estética. Three Faces (Jafar Panahi, 2018) es ejemplar en este sentido y por eso se llevó el premio a mejor guion, ex aequo con Lazzaro felice (Alice Rohrwacher, 2018), el filme más arriesgado de la selección, que convenía premiar de algún modo. Three Faces se abre con un plano filmado con móvil en el que se graba un aparente suicidio. Panahi y la actriz Behnaz Jafari van en busca de esa persona, planteándose en esta road-movie si el documento es real y cómo pudo filmarlo y pedir ayuda. ¿Es un instrumento que Panahi le propone a la actriz a modo de ejercicio de improvisación? ¿Es esto un documental o una ficcionalización de un viaje real? En definitiva, Panahi pone en duda la veracidad de las imágenes como representación de nuestro mundo, proponiendo un juego que se muestra muy estimulante en la primeira hora de la cinta.

En un festival en el que brilló el cine asiático, nuestras preferidas fueron Long Day’s Journey Into Night (Bi Gan, 2018) y Burning (Lee Chang-dong, 2018), merecedora del premio FIPRESCI de la crítica. Las dos, mediante lo que no se muestra, logran construir evocadoras cintas que se acercan al mundo del sueño. Nos acompañan porque van más allá de la razón y perforan nuestro subconsciente. Este es el logro de dos propostas hiperbólicas. Pocos filmes conquistan estas cotas de sofisticación.

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Desde el detritus de la cultura pop

Pero cosas burdas también ha habido. Diamantino (Gabriel Abrantes, Daniel Schmidt, 2018), absoluta merecedora en mi opinión del principal premio de la Semana de la Crítica, es más hortera que un vestido de Agatha Ruiz de la Prada en un entierro. Critica de manera frontal el mundo del fútbol como negocio y herraminta de control político, pero su disparatada trama y la mezcla de efectos digitales con un granulado y colorido 16mm son la expresión de un mundo representado a modo de parque temático, en el que el entretenimiento anula el pensamento. La mejor forma de contentar a las masas, el mundo feliz de Aldous Huxley. Tengo el convencimiento de que este filme, aquí apedreado, debiera ocupar en el futuro un espacio similar al que representa Spring Breakers (Harmony Korine, 2012) en la cinefilia.

Under the Silver Lake (David Gordon Mitchell, 2018), hay que reconocer, es un filme más elegante que intenta lo mismo. Su reiteración y el exceso de metraje apagan un poco su efecto, pero este agotamiento de la cultura popular logra representarlo muy bien a través del reciclaje del cine clásico de Hollywood, la ostentación de los carros de Los Angeles (ciudad representada como espacio mitológico), un cuidado trabajo de vestuario… Hace todo muy bien esta película, lo único que se le podía haber recomendado sería contención. Es un filme cuqui y autoparódico, muy disfrutable, que esconde en el fondo una sana mala baba. Por cierto, también va de una desaparición.

E incuso si el vínculo es más con la alta cultura, hay que citar aquí al padre. Jean-Luc Godard realiza un revolucionario ensayo sobre las ruínas del siglo XX en Le livre d’image (2018). Su reflexión es más profunda, llegando incluso a indagar en las bases de nuestra tradición judeocristiana, no centrado por tanto en el universo pop más propio de Norteamérica. Es un filme, también, a la postre, sobre una civilización en crisis a partir de las huellas que deja el arte en la sociedad, y ahí es donde se hermana con sus dos anteriores propuestas.

Leto (Kirill Serebrennikov, 2018) puede considerarse también en esta liga, en el sentido de que adapta grandes temas pop de los años setenta y ochenta y los pone en escena al modo de un musical que bien podría ponerse en bucle en la MTV. Yo sigo sin verle la gracia que otras le asignan, a mí me parece muy videoclipera.

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El amor sí que muere

Afortunadamente, hubo otro musical en este certamen que merece más nuestra atención y que es lo contrario que Leto. La realización pulcra y elegante de Zimna wojna (Cold War, Pawel Pawlikowski, 2018), premiada con la mejor dirección, está montada en torno a varios números musicales, bien de música tradicional polaca, bien de jazz, que de alguna manera van marcando las fases de este filme, contado a partir de elipsis a lo largo de varios años. El amor de los protagonistas, aunque apasionado, por imposible, está destinado a acabar mal.

Es el sentimiento que se desprende de Ash is Purest White (Jia Zhang-ke, 2018), también contada a lo largo de un período de tiempo de varios años, con la relación de pareja que más evoluciona de entre los filmes a competición. Son los dos filmes melancólicos por este motivo, pues juegan con la memoria y la espera de estas parejas.

Nada que ver con el desencanto de Egy Nap (Zsófia Szilágyi, 2018), premio FIPRESCI en la Semana, y con Wildlife (Paul Dano, 2018), que abría la misma. Si Zimna wojna y Ash is Purest White ocurren en un largo paso de tiempo, estas dos tienen lugar en una única jornada o en unas pocas. Son momentos precisos en la vida de una pareja, ese instante en el que todo se descompone. Sea como fuere, con variaciones, fue una de las temáticas más habituales en el festival.

BlacKkKlansman Premiere - 71st Cannes Film Festival, France - 14 May 2018
Visibilización de las minorías

Ya por último, en una edición marcada por la reivindicación de la igualdad, la mayoría más minorizada del mundo, las mujeres, contó con varias historias de resistencia. Algunas sobre la emancipación sexual, el trabajo o la maternidad, en general con piloto automático, como pueden ser Mon tissu préferé (Gaya Jiji, 2018), Sir (Rohena Gera, 2018), Carmen y Lola (Arantxa Echevarría, 2018) o Sofia (Meryem Benm’Barek, 2018).

Pero las hay que resaltan. El premio FIPRESCI y también el de la mejor interpretación en la sección Una Cierta Mirada a Girl (Lukas Dhont, 2018) es más que merecido. Con un estilo directo y sencillo, la película muestra el proceso de cambio de sexo de una chica con cuerpo de hombre que quiere dedicarse al ballet. También es de mención Ayka (Sergei Dvortsevoy, 2018), sobre una madre trabajadora con un niño recién nacido al que se debate por abandonar. Muy estilo Dardenne y bien hecha. La actriz está espectacular. Merecido premio a Samal Yeslyamova.

En esta se cuela de manera indirecta, como en Diamantino, Donbass (Sergei Loznitsa, 2018) – mejor director en Una Cierta Mirada – o Lazzaro felice la temática de los refugiados. No es nada relevante en el conjunto, pero resulta curioso que varias cintas acaben por recoger este tema.

Las minorías nativas de América Latina también contaron con su cota de representación con Pájaros de verano (Cristina Gallego, Ciro Guerra, 2018) y Chuva É Cantoria Na Aldeia Dos Mortos (João Salaviza, Renée Nader Messora, 2018). Pero, desde luego, la película que más impacto tuvo en la reivindicación de la igualdad para las minorías fue Blackkklansman (Spike Lee, 2018) – Gran Premio – en la que se adapta un ensayo sobre la infiltración de un policía negro en el Ku Klux Klan y, partiendo de la comedia, acaba por hacerse una analogía con la situación actual, rematando el filme con los recientes disturbios en Charlottesville y la justificación de la violencia de ciertos individuos por parte de Donald Trump.

En esta línea contestataria la bochornosa Les filles du soleil (Eva Husson, 2018) pasó sin pena ni gloria, pero Capernaum (Nadine Labaki, 2018) fue peligrosamente aplaudida por muchas. Se acabó llevando el premio del jurado, siendo este el único premio inexplicable para cualquiera cinéfila decente. Nos parece que esta historia sobre niños en la calle no hace más que fomentar la aporofobia con un ejercicio emotivamente manipulador. Aún no nos explicamos cómo algo así puede entrar en un festival de esta categoría.

Completa el palmarés la interpretación de Marcello Fonte por Dogman (Matteo Garrone, 2018), una película que creemos no tendrá mucho impacto, pero con una actuación que merece tal galardón.

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Unas recomendaciones

Y como el cine es muy subjetivo, nos despedimos de la cobertura de Cannes este año con las diez películas preferidas de este cronista, esperando que alguna (o todas) puedan gustaros:

Burning (Lee Chang-dong, 2018)
Long Day’s Journey Into Night (Bi Gan, 2018)
Shoplifters (Hirokazu Kore-eda, 2018)
Le livre d’image (Jean-Luc Godard, 2018)
Lazzaro felice (Alice Rohrwacher, 2018)
Asako I & II (Ryusuke Hamaguchi, 2018)
Diamantino (Gabriel Abrantes, Daniel Schmidt, 2018)
Zimna wojna (Cold War, Pawel Pawlikowski, 2018)
Three Faces (Jafar Panahi, 2018)
Petra (Jaime Rosales, 2018)

Comments
One Response to “CANNES 2018 EP. 12: MERECIDÍSIMA PALMA DE ORO PARA LOS SHOPLIFTERS DE KORE-EDA”
  1. bidueiro dice:

    Bo traballo de crítica cinematográfica.

    Grazas.