CANNES DÍA 2: LA FERIA DE LOS MENTIROSOS

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Ayer con Café Society (2016), Woody Allen abría este festival con una de mentirosos que se autoengañan a sí mismos y a su entorno para vivir más tranquilos (o esa es la intención inicial). Cristi Puiu inauguró la sección oficial competitiva con una película que puede ser incluso más cómica que la de Allen, pero también más ácida, en las Antípodas del vitalismo fatalista-melancólico que desprenden los personajes de Eisenberg y Stewart. En Sieranevada (2016) todo es árido, no hay espacio para la esperanza, en la condición de un ser humano que Puiu, en la línea de La muerte del Sr. Lazarescu (2005) y Aurora (2010), muestra con perspectiva profundamente nihilista.

Qué diferentes son estos filmes, y sin embargo hablan los dos de los engaños que encajamos en las convenciones sociales. El protagonista de lo último del rumano llega a la casa familiar para celebrar el rito de paso a la otra vida de su padre, al que asisten todos sus hermanos y parejas. Ese acto será el resorte que haga saltar confesiones y saque a estas personas de los desengaños que viven en sus rutinas. Precisamente por estar rodada casi por completo en una casa, la precisión formal de Puiu necesita si cabe ser más medida que en sus anteriores trabajos. Estamos ante un thriller con elementos de culebrón, la cámara se mueve para buscar sonidos en el fuera de campo, solo para mostrar media realidad a través de las puertas, como hacen todos los individuos de esa casa. Con el dispositivo de Puiu, hay que decir una vez más que los actores deben estar estupendos y aprenderse perfectamente un guion de afilados diálogos y coreografía perfecta, esta vez cargado de autoparodias sobre la cuestión del tempo narrativo que define su obra. La dilatación de un desenlace, durante tres horas, habita el corazón de Sieranevada, que sigue explorando, como las anteriores del autor, nuevos caminos en la traslación de la experiencia temporal en el cine.

Igual de mentirosos son los personajes de Rester vertical (Alain Guiraudie, 2016), donde ningún hombre ha salido del armario, y todos ocultan algo. La homosexualidad es la gran metáfora, entre muchas otras, de la animadversión del ser humano hacia lo diferente. Todos se utilizan en el filme del francés, en una verdadera jungla moral que en el desenlace deja bien claras sus intenciones. Los protagonistas son emboscados por los mismos lobos a los que intentan dar caza desde el inicio, después de que les hayan arrebatado todo. El hombre es un lobo para el hombre. Lo alegórico es cristalino, restándole lecturas a un filme que transita por territorios libres y sin un guion tradicional de causa-efecto en buena parte de su metraje. En lo visual, tan preciosista como L’inconnu du lac (2013), con algunas secuencias nocturnas y en la hora mágica que quitan el hipo.

Menos sorprendente, aunque bien ejecutada, es la nueva película de Ken Loach, I, Daniel Blake (2016). Su guionista habitual, Paul Laverty, visitó centros de empleo del Reino Unido para componer una historia muy próxima al día a día de los obreros, y de nuevo con voluntad de denuncia social. El filme se abre con una conversación que ya enuncia el discurso político de sus autores. Daniel Blake, anciano con problemas de corazón y en busca de empleo, se queja del servicio de salud desde que lo tomó una empresa privada norteamericana. Todo el filme es una lucha continua de este hombre contra la burocracia del estado, que lo va matando poco a poco. Para darle algo de luz al asunto, Laverty y Loach se inventan una relación con una madre soltera con dos hijos, a la que el hombre decide ayudar ante sus dificultades económicas. Esto le da el punto tierno y los toques de humor necesarios a un filme que, de otra manera, se habría quedado casi como una excusa para documentar los trámites burocráticos del estado do bienestar británico actual.

Para ser justos con la cinta, hay que decir que introduce otros elementos de interés, sin acabar de desarrollarlos, como la bajada de salarios ante el avance de productos más baratos del extranjero; cuando los vecinos de Blake compran zapatillas de deporte en el mercado negro chino, para venderlas más caras en el barrio, pero por debajo del precio en las tiendas en Occidente. Más allá de estos detalles agradecidos para los que ya venimos convencidos de casa (no creo que Laverty y Loach vayan a cambiar con estos filmes la mentalidad de ningún liberal), a nivel cinematográfico I, Daniel Blake se sitúa en una planicie en la que su autor lleva años acomodado. Él prácticamente inventó el cine social moderno. No estaría de más que algún día decida traicionarse un poco a sí mismo. En este su último filme, tan correcto como ya visto, brilla especialmente el protagonista Dave Johns por su interpretación. Que non extrañe que le caiga premio.

Ya en Un Certain Regard, inauguró hoy la sección Clash (Mohamed Diab, 2016). El filme se sitúa en el Egipto reciente, después de que los militares expulsasen a los Hermanos Musulmanes del gobierno, e intenta trasladar la furia en las calles entre los dos bandos. Filmada durante sus 97 minutos dentro de un furgón policial, donde detienen a simpatizantes enfrentados y a un par de periodistas, la película sigue el modelo de reconstrucción del United 93 (2006) de Paul Greengrass. Pero donde en aquella solo había contención y un trabajo de investigación muy importante, la obra de Diab se concede varias historias secundarias de carácter personal para conmover. Si bien es un filme militante de denuncia que llama al pacifismo, varios juicios de valor no dejan en buen lugar a los Hermanos. Diab acaba por decantarse por un bando. Debiera haber escrito el libreto con otra distancia.

Se sumó también a esta competición Personal Affairs (Maha Haj, 2016), que vienen siendo tres mediometrajes con personajes en común sobre crisis de pareja y la incomunicación. Muy estilizada y con un punto de comedia del ridículo a lo Aki Kaurismäki, pero sin su genio, esta ópera prima pasó sin pena ni gloria por la Croissette. Comienza muy tibio el asunto, esperamos que en los próximos días podamos encontrar ese filme que nos sorprenda.

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