Chema García Ibarra: “Trabajo con ideas que son como islas, con su principio y su final, y lo que hago es ver si de alguna forma pueden funcionar juntas”

Chema García Ibarra

Chema García Ibarra

Chema García Ibarra cuenta con una dilatada carrera en el mundo del cortometraje. A lo largo de los últimos diez años, el cineasta ha ido depurando un estilo propio y una identidad muy peculiar, hasta consagrarse y desplegar todas sus inquietudes, preocupaciones, rasgos estilísticos y temas habituales en su primer largometraje, Espíritu Sagrado. Después de su paso por festivales como Sevilla o Locarno, donde consiguió una mención especial, o Mar de Plata, donde recibió el premio especial del jurado, la película fue escogida como cinta de clausura de la sexta edición de Novos Cinemas en Pontevedra.

La obra de García Ibarra se caracteriza por el ingenio, por la fusión de mundos que aparentemente están a años luz (nunca mejor dicho), y por la presencia constante en su filmografía de actores no profesionales, logrando una convivencia entre todos estos factores que funciona y convence. Su cine es el paradigma del “menos es más” elevado a la máxima potencia. Un autor sobre el que, a día de hoy, ya podemos decir que ha fundado su propio universo, con todo lo que eso conlleva.

A cualquiera que haya seguido tu trabajo le resulta muy fácil identificar ciertos patrones que se repiten como un sello personal. Uno de ellos es el trabajo con actores no profesionales. ¿Cómo es tu relación con ellos? ¿Cómo los buscas? ¿En algún momento te has planteado trabajar con actores profesionales?

Chema García Ibarra: Depende de cada película y de lo que quiera hacer. En mis primeros cortos, tanto El ataque de los robots de Nebulosa-5 como Protopartículas, todo el elenco son amigos, conocidos o familiares. En Misterio aparecen muchas señoras mayores, y evidentemente no conozco a tantas, por lo que tuve que buscarlas en lugares donde estuvieran acostumbradas a ponerse delante de una audiencia, pero no a actuar, porque yo nunca busco actores profesionales. Al final las encontré en un coro de cantantes en Elche. Suelo buscar asociaciones, ya que son una fuente muy rica para encontrar el tipo de personas que quiero para mis películas. Por ello, todas esas búsquedas las hago evitando los sitios donde están los actores, como grupos de teatro o foros. Para Espíritu sagrado publicamos una oferta de trabajo. No usamos nunca la palabra casting, porque en Leyenda dorada sí llevamos a cabo un casting con un formato más profesional, y fue un fracaso. Posteriormente, hablando con la gente, muchos nos dijeron que no se habían apuntado porque asociaban el casting a tener unas habilidades determinadas como cantar o bailar. Basándonos en esa experiencia, para la película decidimos mover la oferta de empleo en esos circuitos donde se puede encontrar a gente para trabajar de cualquier cosa. En esencia, buscamos a gente a la que nunca se le había pasado por la cabeza participar en una película.

En cuanto a la relación con los actores no profesionales, siempre es enriquecedora. En Misterio, una señora había repetido el texto 7 veces en la grabación. Más tarde, cuando vio el corto, me preguntó por qué solo había salido una vez. Ese tipo de anécdotas son muy bonitas y ocurren constantemente, pero no es algo difícil el hecho de trabajar con ellos. Muchas veces les digo que si quisiera que actuasen llamaría a un actor, porque yo lo que quiero es otra cosa.

Por ahora no me he planteado nunca llamar a actores profesionales porque me lo paso bien así y me gusta lo que consigo de esta forma. Les digo que aporten toda su naturalidad a los textos que he escrito, y que no me importa el balbuceo, que se equivoquen, que piensen lo que van a decir mientras lo están diciendo… Para mí todo eso no es problemático porque es lo que realmente aporta la veracidad, que nunca disimulen sus tics, que no oculten sus expresiones. Los ensayos son conversaciones que pivotan sobre estas cosas. No moldeo nada en ese sentido. Al final lo más difícil es que entiendan que si balbucean durante una toma no es algo malo, ya que evidentemente creen que está mal porque en las películas todo el mundo habla de forma perfecta.

Otra de las constantes dentro de tu obra es el hecho de hacer converger dos mundos que parecen opuestos, como son el costumbrismo popular y lo fantasioso. Esta fusión genera un contraste extraordinario que se traduce en situaciones inéditas y muy originales. ¿De dónde surge toda esta preocupación por estos dos universos tan distantes?

C: Me gusta mucho rodar en estos sitios y con estas personas, y también me encanta la ciencia ficción. Me limito a traer los conceptos fantásticos aquí y ver qué sucede. Por ejemplo, ¿cómo puedo hacer para que una escena que ocurre en una cena en un comedor español pueda estar en una película de ciencia ficción? Al final de esas preguntas se crea un contraste que puede dar lugar a cosas muy interesantes, porque el hecho de ver la ciencia ficción en lugares que no son una nave espacial o el futuro es lo realmente interesante y nos permite conectar mejor con ella.

A veces, y esto es algo que habla muy bien de todo lo que planteas en tu filmografía, uno se pregunta cómo encaja esto. ¿Es un drama? ¿Es una comedia? ¿Una mezcla de ambas con ciencia ficción?

C: Estar en medio de todas esas cosas siempre ha sido un objetivo para mí. Estar entre el drama y la comedia, y que se difumine todo, sin saber bien dónde empieza y acaba una cosa o la otra, y eso también implica estar en medio de emociones. Te ríes, pero de repente ya no. Y más adelante, gracias a cierta información que obtienes, descubres algo que te hace reír de nuevo o comprender mejor una situación pasada. Es algo que también me interesa mucho.

Espíritu sagrado

Enlazando con esto último, ¿qué puedes decirme de ese humor negro que usas y que a veces produce una incomodidad muy sana y tan necesaria en estos tiempos?

C: En Espíritu sagrado hay mucho trabajo de estructuración de la información que va aportando la película a medida que avanza el metraje. El humor tiene muchas veces que ver con el tiempo. A veces, sostener un plano puede llegar a producir cierta incomodidad graciosa, se alarga una situación a propósito que produce esa incomodidad y que lleva a una risita nerviosa que no es para nada una carcajada. Me gusta mucho jugar con esa especie de humor paulatino que llega poco a poco de la mano de la incomodidad y que tiene que ver con el tiempo y el ritmo. 

Otra característica que no pasa desapercibida, y que vive una auténtica explosión en Espíritu sagrado, es todo lo que tiene que ver con lo popular. Me refiero a toda esa iconografía y dirección de arte tan trabajada en la que parece que ningún objeto está colocado al azar y todos cuentan algo, además de permitirnos profundizar en la psicología de los personajes.

Leonor Díaz [directora de arte de Espíritu Sagrado]: Yo empiezo a trabajar cuando el guion está en desarrollo, desde el primer momento. Esto puede ser 4 años antes del rodaje, y ahí comenzamos a recopilar objetos y vamos encontrando cosas en mercadillos, rastros, etc.  Esto nos lo podemos permitir gracias a ese tiempo tan dilatado entre el rodaje y los primeros compases del guion. Por otro lado, con respecto al arte, hay cosas muy sutiles que apenas se ven, pero que están ahí. No hay nada anecdótico. Por ejemplo, Nacho Fernández (el actor protagonista de Espíritu sagrado) lleva en un momento de la película una gorra, esa gorra es de Fórum filatélico… Como lo engañan con todo, me parecía que funcionaba perfectamente con el personaje.

La música en tu cine casi brilla más por su ausencia que por su exceso, ya que solo se usa en momentos puntuales. Entiendo que ahí se esconde su fuerza y el cuidado que tienes a la hora de abordarla. ¿Cómo planteas el trabajo con la música?

C: Yo no suelo usar mucha música, al igual que no suelo mover mucho la cámara. Si lo hago es porque está pasando algo, y si todo el tiempo está pasando algo es como que se pierde el misterio. No me gusta abusar de las cosas porque así, cuando suceden, vienen envueltas en una potencia mayor. Toda la película es muy fija, menos en momentos determinados en los que los movimientos sirven para algo y están justificados por la acción. Ahí es donde entra la música: ese bajo dominante y la cámara que se agita.

Hablando del proceso de realizar un largometraje y el salto que ello supone, ¿en qué se ha notado la diferencia en relación a todo lo que habías hecho antes?

C: No somos un equipo grande. De hecho, comparado con La disco resplandece, el equipo era más o menos el mismo, pero sí es un cambio logístico enorme. Te vas a un mes de rodaje e igual a tres de posproducción. Eso era algo a lo que nunca me había enfrentado, y se traduce en la gestión de cosas que previamente no se gestionaban, aunque esto tiene más que ver con la producción. Desde la parte artística, hemos intentado que los cambios entre los cortos y el largo apenas se notasen. Tratamos de que no hubiese muchas interferencias entre el núcleo creativo, que somos Leonor, Ion de Sosa [director de fotografía] y yo, y el resto del equipo. Todos teníamos ayudantes, y eso en general fue algo relativamente nuevo. Sin embargo, en el momento en que había que pararse, nos juntábamos los tres y tomábamos las decisiones. En ese sentido, no nos hemos «profesionalizado». Es más, alguien nos preguntaba al principio del rodaje: “Esto no es un corto, ¿verdad?”. Y nosotros contestamos: “Pues vamos a intentar que sí lo sea, vamos a intentar que siga siendo un corto”. Ese fue un poco el espíritu que queríamos mantener y creo que lo conseguimos.

Para finalizar, ¿la idea de Espíritu sagrado surge de algún sitio en concreto o es una evolución natural de tu filmografía? ¿Tienes alguna metodología para trabajar con las ideas?

C: Estéticamente, todo lo que se ve en Espíritu sagrado viene de antes. El “qué” es lo diferente. Me encontré de casualidad con un grupo de aficionados a la parapsicología en mi ciudad, gente muy distinta entre sí. Salían en la televisión local y hablaban sobre alertas ovni y sobre pasar las noches mirando al cielo. Me quedé con esa imagen de gente tan distinta, porque había una señora mayor, gente más joven,… sentados en sillas de playa mirando al cielo y esperando algo. Me pareció una imagen muy bonita. Otra de las ideas que se me ocurrió fue la desaparición de una niña que tiene una hermana gemela, y en vez de enseñar la foto de la niña, lo que haces es enseñar a la hermana que no ha desaparecido. Todas esas ideas las voy guardando y al final se van combinando e investigo si pueden funcionar juntas de alguna forma. Yo trabajo mucho así, con ideas que son como islas en sí mismas, y lo que hago es ponerlas juntas y ver si pueden funcionar. Trabajo con esos conceptos generales que me gustan, los guardo y luego trato de encajarlos con otros. Imagínate que estás escribiendo una película y estás algo bloqueado. En ese momento revisas todas esas ideas e igual una que has apuntado hace diez años funciona. Lo coges y pruebas. Se trata de eso.

Espíritu sagrado

Comments are closed.