Cinefilia & crítica en la red: Un debate digital (II)

El crítico no dicta la ley, ni la moral, ni la estética.

Lo que hace es poner en escena, mediante su escritura,

lo que desde su punto de vista se ha puesto en juego a

partir de la experiencia emocional que ha experimentado

ante un ensamblaje formal, en tanto que esas

emociones son susceptibles (o no) de producir una

mejor construcción de su propio yo.

 

Jean-Michel Frodon

El pasado 13 de mayo publicábamos una primera entrega del debate digital que mantuvimos con nuestros colegas Óscar Brox (Détour), Gerard Casau (Contrapicado), Fernando Ganzo (Lumière) y Elena Oroz (Blogs&Docs) con motivo del especial sobre crítica que incluimos en el tercer número de nuestra revista. En aquel primer artículo nuestros compañeros reflexionaban sobre el modo en que Internet ha contribuido a la forja de una nueva cultura fílmica y a la mutación de la práctica de la crítica cinematográfica, al tiempo que explicaban tanto los motivos y circunstancias que posibilitaron el nacimiento de sus respectivas revistas, como el modo en que cada una de ellas había incorporado las herramientas que ofrece la red.

Tras examinar en aquel texto el modo en que la crítica se sirve de las nuevas tecnologías digitales como fuente de información, canal de comunicación y plataforma de expresión, publicamos ahora un segundo artículo en el que orientamos nuestro debate hacia una posible determinación de las funciones que debería cumplir y los retos que debería asumir la crítica cinematográfica contemporánea (algunos de los cuales ya adelantaba Elena Oroz al final del primer artículo). Estas consideraciones nos permitieron profundizar en una de las principales cuestiones que nos planteamos desde A Cuarta Parede al proponer este debate: las consecuencias de la fragmentación y atomización evidenciadas en el campo de la crítica como consecuencia de la asequibilidad y profusión inherentes a la Web 2.0.

Desde la dirección de A Cuarta Parede queremos agradecer una vez más la participación e implicación en esta iniciativa de Óscar Brox, Gerard Casau, Fernando Ganzo y Elena Oroz, a quienes cedemos la palabra a partir de este momento reproduciendo la segunda parte de un debate en el que, como ya señalábamos en el artículo publicado a mediados de mayo, nuestra función se limitó a proponer e estimular temas de discusión, pero cuya evolución fue determinada por el compromiso y las inquietudes de los propios participantes.

Así pues, hablemos de crítica…

FERNANDO GANZO: Stricto senso, la crítica tiene tres funciones:

1. Conseguir hacer películas.

2. Conseguir que otros hagan películas.

(estas dos primeras funciones pasan por la creación de un firme armamento conceptual que sirva de alimento para la creación de películas, al mismo tiempo que de abono para que el terreno sea propicio para albergarlas).

3. Descubrir películas. La función del «pasante».

Fuera de estos tres puntos queda todo un ente exterior que rodea esas funciones y que es un trabajo de escritura que permite enriquecer la relación con la obra, pero que para mí es más del orden de la literatura que del de la crítica.

ÓSCAR BROX: Yo creo que la crítica es un concepto en decadencia o, como mínimo, lo es en la imagen que pueden transmitir de ella los medios generalistas, desde diarios de tirada nacional a determinadas publicaciones impresas. Sólo entiendo esa crítica oficial como una voluntad de dar una opinión, más o menos argumentada, que llegue a tiempo para que el lector decida si va a ver tal o cual película el fin de semana.

Yo, en cambio, estoy convencido de que la crítica debe explicar no sólo los valores que pueda albergar una obra, sino la manera en que incide sobre nosotros, en que pone en entredicho nuestra forma de ver las cosas. Debemos aspirar a dejar nuestra personalidad por escrito, nuestras inquietudes, como una especie de línea del tiempo que refleje todos los cambios que han ido marcándonos. Es necesario dar el paso que transforma la crítica como información a la escritura como formación y reflexión.

Entiendo la crítica como una clase de expresión interior, una necesidad. Y, en ese sentido, ponerla por escrito es la mejor forma de expresarla. Transmitir esa necesidad, esas ideas que no dejan de dar vueltas y buscan la correspondencia con ese otro lector, la discusión, es la función que tiene lo que yo entiendo por crítica, aunque no me guste esa palabra.

FERNANDO GANZO: Supongo que también se puede responder de forma negativa y, en realidad, la respuesta de Óscar también va un poco en esa línea. Por lo tanto, considero que no son funciones de la crítica:

1. Tomar a un cineasta debajo del brazo con el fin de convertirse en una autoridad sobre él y ser siempre una referencia para el que quiera acercarse a tal cineasta.

2. Subirse al escalón para salir en la foto cerca del cineasta.

3. Dar prioridad a las películas de nuestras amistades.

4. Crear nuevos medios con el único fin de ser trampolines para terminar escribiendo en medios más asentados.

En relación a lo que hablábamos anteriormente (en el primer artículo) en relación al video e Internet, me gustaría señalar que extraer un fragmento de una película y mostrarlo es también una forma de crítica, que tendría relación con la labor de pasante. El pasante, un término del crítico Serge Daney, es el que da a conocer. El que te enseña a ver el bosque sin que los árboles lo tapen.

La tarea de pasante también consiste en reescribir la historia del cine a partir de esas películas paralelas, desconocidas, que en su momento pasaron inadvertidas por proponer nuevas formas que no se supieron encajar o etiquetar. Algo que acontece hoy en día con Film Socialisme o con el cine de David Gatten y su gran proyecto Secret History of the Dividing Line, quizá el único proyecto contemporáneo donde verdaderamente se puede observar con ambición cómo nace una forma, y del que prácticamente nadie habla.

ÓSCAR BROX: Enlazando con este último punto que señala Fer, diría que esa reescritura de la Historia tiene un paso, significativo y consistente, cuando aceptamos que la actualidad no es sólo lo que se estrena un viernes, sino también descubrir, ver con nuevos ojos una película de Richard Thorpe o de cualquier cineasta al que se haya atribuido una caducidad completamente falsa. En este sentido es capital el impacto de Internet a la hora de gestionar una nueva cinefilia que puede acceder a diferentes fuentes sin demasiada dificultad.

Creo que el esfuerzo por transmitir debe ser la seña de identidad del escritor, bien sea haciendo una arqueología de las formas olvidadas o proponiendo formas alternativas de pensar y leer la imagen contemporánea. Necesitamos transmitir ese esfuerzo, esas ganas de mostrar el valor de la escritura, rompiendo definitivamente con una clase de escritura o cultura concebida como una cadena de montaje.

FERNANDO GANZO: Cuando Óscar habla de «despegarse» de la actualidad, echo en falta que no mencione la actualidad festivalera, que es también una forma de imponernos la agenda. No encuentro prácticamente ningún festival (a excepción hecha de alguna sección paralela) que, por ejemplo, descubra tanto cine y con tanto rigor como la Cinemateca Portuguesa o, incluso, la de Bolonia.

Aquí me gustaría prestar especial atención a la figura de Ricardo Matos Cabo como programador. Pensemos en algunos cineastas como Nathaniel Dorsky, Jim Jennings, Robert Beavers o David Gatten. ¿Pueden sentirse estos cineastas ‘curados’ por los festivales, tal y como los entendemos de forma tradicional? Parece que no en Cannes, Berlín apadrina sólo a algunos cineastas en el Forum, Viena a los suyos, en Toronto empiezan las Wawelenghts Series de Andréa Picard y en Rotterdam, el año pasado, la retrospectiva dedicada a Jim Jennings y este año a Nathaniel Dorsky. Pero creemos que no es suficiente, de ahí a que tengan que existir centros como la Film Society of Lincoln Center, la Anthology Film Archives o las cinematecas. No podemos olvidar que las cinematecas son, antes que cualquier otra cosa, una casa para el cine, un punto de encuentro. ¿Hay alguna cinemateca en España que sea un punto de encuentro hoy en día?

¿Cuántos medios españoles cubrieron (sic) la retro de Jim Jennings el año pasado en Rotterdam? Ninguno. Y esto es bastante grave teniendo en cuenta que tampoco casi ninguno lo hizo cuando las películas se exhibieron en Xcèntric. Así, me gustaría preguntar a la gente que reside en Barcelona cuáles son sus tendencias en cuanto a la agenda, quién la impone: ¿L´Alternativa? ¿El desaparecido BAFF? ¿In-Edit? De los festivales siempre se puede sacar algún beneficio: ya sea una acreditación, dietas, coberturas para ganar lecturas, un catálogo o un punto de encuentro. En cambio, nada de eso se puede obtener de Xcèntric, salvo cine. Y lo peor es pensar que si se quisiera hacer algo como eso en una sala cinematográfica en lugar del CCCB ni siquiera podría existir y aún menos caso se le haría, de todos modos.

Así, os invitamos a recorrer las diez ediciones de Doc´s Kingdom, el festival que organiza Ricardo Matos en Serpa. Viendo el programa año a año se puede comprobar la extraordinaria sintonía del festival respecto a su tiempo y el enorme desajuste respecto a España. Ricardo Matos aprendió mucho de Nicole Brenez, e incluso le mejoró.

ELENA OROZ: Es significativo que Fer señale toda una serie de iniciativas foráneas con las que se identifica y considera ejemplares y que de aquí sólo rescate Xcèntric. Es decir, al proponer su particular trayectoria de afinidades (en términos de líneas de programación o de autores a vindicar, reivindicar o descubrir), de lo que creo que se está hablando es de la atomización del canon cinematográfico que ya no puede existir como tal (único, universal y atemporal). Los programas circulan y, pese a que las personas no circulan tanto, las películas sí que lo hacen y llegan hasta nuestros ordenadores.

Por tanto, creo que aquí cada revista traza su particular trayectoria claramente subjetiva por todo este terreno más o menos informe señalando lo que se considera que merece la pena, por qué, etc… Así, si pensamos en qué relación podemos tener con un hipotético lector o lectora, creo que estamos funcionando un poco como «programadores» y/u orientadores… y también a su vez siendo críticos con los programadores. Efectivamente los festivales son ahora la nueva cartelera, los que marcan nuestra agenda, pero más allá de verlo como algo negativo me siguen pareciendo un punto de encuentro fundamental (obviamente no todos) con las películas, ideas, directores y críticos.

FERNANDO GANZO: Si precisamente me identifico con iniciativas foráneas es porque con las de aquí no hay quien se identifique, salvo ciertas excepciones. Me he visto obligado a ir a buscar fuera. Y sí, los festivales pueden servir, y como muestra están los diez últimos años de Doc´s Kingdom (sencillamente envidiables). También podría haber puesto cosas de aquí, cierto es (Muguiro, por poner un ejemplo reconocible). Las cinematecas también sirven y como ejemplo puse Lisboa y Bolonia. Y no salvo a Xcéntric, también me parece que deberían ir mucho más por delante, pero al menos «hacen su trabajo» y esa noción no la veo en muchos sitios. Si las salas de cine hicieran su trabajo, si la crítica hiciera su trabajo, la situación sería totalmente distinta. Es un mal extendido a todos los niveles: nos contentamos con rellenar el expediente sin cumplir realmente nuestras misiones. Es como en fútbol, cuando se dice que un equipo se limita a dejar pasar el tiempo, aguantando, esperando el final. Si hacemos una película, estamos tan contentos de hacerla que, simplemente, nos dejamos llevar. Si hacemos un festival, nos contentamos con cumplir con cuatro secciones. Si hacemos una revista, nos contentamos con tener textos que llenen los contenidos. Es de esa pereza de la que propongo huir, y si tengo que usar modelos externos, repito, es porque aquí no los veo.

 

ÓSCAR BROX: Siguiendo con la idea de la casa del cine y el punto de encuentro me gustaría poner mi ciudad, Valencia, como ejemplo. Aquí las cosas no funcionan bien. La Filmoteca funciona como remolque de ciclos heredados de otras filmotecas o festivales y los museos no buscan un diálogo fluido con lo cinematográfico. Además, no existe (para bien o para mal) una línea o política cinematográfica. Si a eso sumamos un festival que ha perdido el norte (La Mostra) y otro que resiste en mitad de la indiferencia política (Cinema Jove), el sentimiento es más de orfandad que de otra cosa. Es necesario construir un punto de encuentro, un objetivo que debería plantearse toda iniciativa cultural.

FERNANDO GANZO: Una de las cuestiones que más me inquietan de las que nos preguntan desde A Cuarta Parede es la atomización que se está viviendo. Una atomización que, en cierto modo, tal vez nos impida «existir» realmente. Si ya es un poco grave la endogamia en nuestro extraño círculo, la multiplicidad de revistas provoca que, en mi opinión, nos leamos «menos» aún, que nuestros pensamientos circulen menos entre nosotros, pues el hecho de coordinar y editar una revista supone tal cantidad de tiempo y dedicación que roba increíblemente tiempo para leer lo que hacen los demás o para discutir con ellos.

Mi miedo es que acabemos como en Francia, donde la extrema atomización es causa (o fruto, o síntoma) de una completa desarticulación de cualquier tipo de pensamiento crítico. No sé si esta gran atomización en nuestro caso es positiva (es lo que suelo creer) o si no hará sino repercutir en la endogamia, con cada uno refugiado en su rincón huyendo de lo que hace el otro.

Pienso por ejemplo en el caso de Cahiers du Cinéma, en la época en que surgieron los macmahonianos y nació la revista Présences du cinéma. Eric Rohmer decidió darles cabida y abrir un debate, pese a ciertas divergencias importantes, en los Cahiers. Fue entonces cuando, entre todos ellos, se estableció un verdadero trabajo de escritura y reescritura, de pensamiento, que dio muchísimo peso a la revista frente a la linealidad editorial de Positif.

GERARD CASAU: Pienso que una de las cuestiones fundamentales que sobrevuelan este diálogo es sobre qué películas terminamos hablando. Aprovecho que mencionas Cahiers du Cinéma para poner un ejemplo de su edición en castellano. Sin entrar en consideraciones sobre la revista en sí, creo que su aparición propició que cierto tipo de cine lograse una mayor difusión (si no en las pantallas, al menos sí en los kioscos) y esto animó a las publicaciones online a replantearse sus contenidos (o al menos en el caso de aquellas que miran más allá de la cartelera). Así, ¿debíamos seguir igual que antes, tirando de un cine invisible que a lo mejor ya no lo es tanto, citando, por ejemplo, a Pedro Costa o a Apichatpong Weerasethakul y quedando como señores ante las visitas? ¿O quizás era momento de mover ficha hacia una dirección u otra? Lo que me preocupa es el hecho de que al final podamos terminar diciendo todos más o menos lo mismo sobre más o menos las mismas películas.

FER GANZO: Respecto a la posibilidad de que esta atomización conlleve el riesgo de «escribir todos sobre todo», coincidiré siempre en ese afán de ir más allá. De hecho la revista cuya inquietud vaya por detrás de la de sus lectores está muerta. Pero… ¿no deberíamos preguntarnos si mover ficha o no teniendo como principal referente el interés de las películas, olvidándonos de si existe ya Cahiers du Cinéma España o no? Además ¿satisfacen sus textos las cuestiones levantadas por las películas realmente?

GERARD CASAU: Exacto, debería haber matizado ese punto. No se trata de cambiar películas y autores como si fueran cromos, sino que eso nos espolee a interrogarnos sobre cómo abordar ciertos temas.

ELENA OROZ: A mí no me parece mal la atomización y eso que a veces sí que he tenido la sensación de que en este país hay más revistas de cine que lectores… Más que juzgarlo como positivo o negativo, me parece inevitable y signo de los tiempos que vivimos. Pienso que en realidad no se trata exactamente de atomización, sino de fragmentación (tanto en lectores como en puntos de vista sobre las películas que poco a poco van saliendo). Creo que si hay que buscar una metáfora quizás ésta podría ser la de la intersección de conjuntos. En fin, que coincidimos en algunas partes y nos separamos en otras…

ÓSCAR BROX: Yo creo que no hay motivos para preocuparse respecto a la endogamia, la atomización o la fragmentación. Yo creo que, en el fondo, es una cuestión que podría englobarse, para mal, en esa urgencia por decir tanto la primera como la última palabra respecto a un tema. El problema existiría si el surgimiento de estas revistas crease una ilusión de competitividad en la que no hubiese elementos que las diferenciase. Esto produciría una suerte de darwinismo cultural que barrería lo coyuntural del resto de revistas. Lo importante es que las revistas mantengan suficientes rasgos propios como para coexistir sin pisarse unas a otras, fomentando su lectura y no la desidia, la comunidad y no la exclusión.

GERARD CASAU: En efecto, las revistas al final las hacen los propios redactores y colaboradores, quienes reflejan no sólo distintos tipos de cine, sino también distintos tipos de cinefilia. Debemos tomar conciencia de que el cine no empieza y termina donde a uno le interesa, que es un riesgo que observo en ocasiones, cuando alguien lleva el análisis de una obra al terreno en el que se siente más cómodo, ignorando lo que propone la película en sí.

FER GANZO: En este punto, casi me entran ganas de citar a Peter Handke, cuando decía: «el cine constituía en otro tiempo un todo, y era visto como tal, del drama psicológico hasta el western, del policiaco francés a la comedia y al viejo film de terror inglés. Y hoy encontramos, en vez de espectadores, cada vez más y más ‘sectadores’: ‘¡Fuera Hollywood!’, ‘¡Nada de películas europeas!’ ‘¡Godard, el único!’, ‘¡Greenaway sí, Wenders no!’ (o al revés), ‘¡Bresson y Straub, los últimos!’, ‘¡Rohmer y Rivette, los únicos incorruptibles!’, ‘¡Kubelka, el único vanguardista verdadero!'»

GERARD CASAU: En relación a esa disolución de un modelo de cine Único, es interesante observar cómo la aceptación implícita de que es imposible saberlo todo ha influido en un modelo de crítica (o de escritura sobre cine) que ya no es tan categórica. Son textos que dudan, que dejan la puerta abierta a revisiones o matices y, lo que es más hermoso, permiten asistir a la formación (o transformación) de una mirada.

La cuestión del “yo” en el texto siempre será problemática y, al final, repercute en los temas que se eligen como sujeto, que suelen terminar siendo afines a él, convirtiéndolo en (¿involuntario?) prescriptor. Personalmente, echo de menos más textos que pongan en cuestión autores, películas o tendencias diversas. Que reflexionen, en definitiva, sobre el problema de plantarse ante algo que no nos convence yendo más allá del “no me gusta”. Creo que, bien trabajados, pueden ser muy enriquecedores tanto para el lector como para el redactor. Por cierto, ¿cómo creéis que ha afectado a todo esto el surgimiento de diversas escuelas y centros dedicados a la crítica de cine?

ÓSCAR BROX: Encuentro curioso (y respetable, ojo) que existan esta clase de centros, porque siempre los he tenido como algo exótico, marginal, sin la suficiente fuerza de seducción como para funcionar comercialmente, es decir, ofreciendo beneficios a quienes los organizan. Básicamente, me pregunto si hay tanta gente que, independientemente del uso que le demos al concepto, quiera ser crítico. Y, paralelamente, si hace falta tener un diploma para ser crítico. De todos modos, a priori me parece interesante que existan centros de esas características ya que todo lo que contribuya a dignificar la escritura de cine tiene mi apoyo.

FER GANZO: En mi opinión, el cine se aprende (de verdad) en la auto-escuela. Este es el camino que se abre y que puedo ver con cierto optimismo en España, en relación precisamente a la atomización de la que hablamos. A saber: a una crítica inexistente, a una ausencia de trabajo institucional, de festival o de filmoteca y a una inadecuada concepción del papel de la Universidad en todo esto (lógicamente, en todas mis aseveraciones hay excepciones), ha respondido una cinefilia escindida, descentrada, alejada de las grandes capitales. Personas que se acercan al cine con una voluntad de crear pensamiento, que aceptan ver las cosas con un mínimo de sensibilidad y que tienen una fortísima estima material por el cine. Tienen un apetito salvaje por ver moverse las imágenes, por salir transformados de las películas o con ganas de hacer películas. Y la mayoría de ellos no se conocen.

Para leer la primera parte de este debate, haz click aquí

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ÓSCAR BROX nace en Valencia en 1983. Tras licenciarse en filosofía se dedica a perseverar en la escritura. Además de ser co-editor de la revista Détour participa en revistas digitales como Miradas de cine o Shangri-La, y colabora con los libretos críticos de Avalon.

GERARD CASAU nace en Barcelona en 1985. Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universitat Pompeu Fabra, actualmente está cursando el Máster en Estudios de Cine y Audiovisual Contemporáneos en la misma universidad. Busca profundizar en las posibles relaciones entre cine y música, sus dos pasiones. Forma parte del consejo de redacción de la revista on line Contrapicado y colabora regularmente en Rockdelux tanto a nivel escrito como con piezas para su web. Su firma también ha aparecido en publicaciones como Blogs&Docs, Dirigido por…, Miradas de Cine, Time Out Barcelona o Transit.

FERNANDO GANZO nace en Santander en 1982 y reside en París desde 2008. Es codirector de la revista Lumière y ha colaborado en publicaciones como Trafic y Vertigo. Investigador de la Universidad del País Vasco, es también autor de varios cortometrajes (el último de ellos, Je l’entends encore, una adaptación libre de Jean Cayrol), y de un largometraje (Les vieilles chansons).

ELENA OROZ nace en Soria en 1978. Estudia Comunicación Audiovisual con la intención de convertirse en periodista radiofónica hasta que en cuarto de carrera descubre que la realidad se ve mejor enmarcada en un monitor. Esto la llevó a cursar el Master en Documental Creativo de la UAB (donde quedó fascinada por Bill Nichols y sus modalidades de representación) y, desde entonces, su trabajo ha permanecido vinculado al documental: como productora, guionista, docente y crítica. Co-fundadora y co-directora de la revista on line Blogs&Docs, también ha colaborado con las publicaciones Secuencias. Revista de Historia del Cine, Cahiers du Cinema. España, el suplemento Cultura/s de La Vanguardia, y en los libros Cine directo. Reflexiones entorno a un concepto (Madrid: T&B, 2008), Realidad y creación en el cine de no-ficción (Madrid: Cátedra, 2010) y .doc (San Sebastián, 2010). Es co-editora de los volúmenes La risa oblicua. Tangentes, paralelismos e intersecciones entre documental y humor (Madrid: Ocho y medio, 2009) y Lo personal es político. Documental y feminismo (Pamplona: Gobierno de navara, 2011).

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