CINEMA EN CURS


DE LA EXPERIENCIA DE LA CREACIÓN CINEMATOGRÁFICA EN LA ESCUELA Y EL INSTITUTO

Cinema en curs es un proyecto de pedagogía del cine con tres grandes objetivos: propiciar un descubrimiento del cine por parte de niños y jóvenes, explorar las potencias pedagógicas del cine en la escuela y el instituto, y elaborar metodologías y propuestas de transmisión del cine. Cinema en curs da forma a una pedagogía del cine y al mismo tiempo a una pedagogía con el cine y a través del cine. Es una apuesta por el cine (y el arte, la creación y la cultura) y por la educación. El proyecto se puso en marcha en 2005-2006 y en sus siete ediciones han participado casi 2000 alumnos, 20 profesionales del cine y 80 maestros y profesores.

Hay muchas formas de trabajar el cine en el ámbito educativo, y también hay muchas formas de concebir el cine. En Cinema en curs lo entendemos como arte y como creación, partiendo siempre del proceso creativo. Por eso apostamos por una transmisión del cine basada en la experiencia de la creación: en la práctica y como espectadores. Esta es una de las premisas que guían el proyecto, estructurado en dos grandes vertientes: los talleres y el laboratorio de investigación aplicada.

Los talleres se realizan en escuelas e institutos públicos, dentro del horario lectivo, y los imparten conjuntamente un profesional del cine y un equipo de docentes de la escuela o instituto. Los talleres se desarrollan en contextos geográficos y socioculturales muy diversos, con alumnos de entre 10 y 18 años; todos comparten un mismo programa de prácticas y visionados. A partir de las experiencias y el análisis de los talleres, y del trabajo conjunto del equipo formado por profesionales del cine y docentes, se elaboran y definen prácticas, metodologías y materiales. Es otro de los objetivos de Cinema en curs: ser un laboratorio de pensamiento que genera propuestas y metodologías de transmisión del cine extensibles a cualquier contexto.

A continuación trataremos de explicar de forma resumida los principios y objetivos de Cinema en curs, la metodología de trabajo y el desarrollo de los talleres.


Principios cinematográficos y pedagógicos: la transmisión del cine como arte

El cine necesita, de verdad necesita, ganarse espectadores que sepan disfrutarlo como arte, espectadores para quienes una película no sea un mero producto de consumo o un pasatiempo banal, espectadores, en definitiva, que sean amantes del cine. En Cinema en curs nos acercamos al cine como acto poético –en el sentido etimológico de poiesis, acto de realización, creación, producción– y desde la estima al arte cinematográfico, con la voluntad de que los chicos y chicas disfruten de él como de la pintura, la escultura, la arquitectura o la literatura. Y el disfrute –en contra de lo que a menudo se pretende hacer creer– también hay que aprenderlo.1

El planteamiento de Cinema en curs,y también de los otros proyectos que desarrollamos desde la Asociación A Bao A Qu, pasa por un modo de aproximación al arte no como un «contenido» –que por definición es algo limitado, encerrado, y por lo tanto controlable y medible–, sino como una experiencia, algo que desborda, asombra, mueve, emociona y conmociona. El arte es y debe seguir siendo un lugar para la aventura.

Hay algunas características esenciales de la creación artística que son irrenunciables, también y más que en ningún otro lugar en el ámbito educativo. Porque es justamente el proceso creativo lo que diferencia al arte de cualquier otra actividad, lo que hace de él un modo único de conocimiento y de relación con el mundo, con uno mismo y con los demás. Y es esta especificidad esencial del arte lo que puede convertirlo en un aliado de primer orden en el proceso educativo. Señalamos a continuación algunos de los que en Cinema en curs pensamos que son aspectos irrenunciables:

· La creación –cuando verdaderamente lo es– implica un proceso por esencia abierto y, por lo tanto, donde la incertidumbre juega un papel activo y actuante. En el caso del cine –del cine que hacemos y vemos en Cinema en curs– esta abertura constante es aún más radical, puesto que es un arte que se hace con la realidad y que, por lo tanto, depende de ella. La transmisión del cine como arte y creación debe instalarse en el presente.

· En arte no hay respuestas únicas, no se puede predefinir lo correcto o incorrecto. Aprender a ver y a hacer cine no consiste en conocer una gramática compuesta de fórmulas del tipo “A = B”, sino aprender a mirar el mundo y a explorar y disfrutar de los recursos y las infinitas posibilidades expresivas del cine.

· Conocer la tradición, el patrimonio artísticos universal, es importante. Y debemos acercarnos a ello no como algo muerto, anclado en un pasado que se debe venerar o superar, sino como algo que hace crecer nuestras posibilidades creativas y nuestra visión del mundo. El arte hace que el mundo sea más amplio, más intenso, más rico. La tradición vivifica y enriquece el aquí y ahora. La creación artística y el deleite de las obras de los grandes creadores transforma la mirada sobre la realidad y, por lo tanto, acrecienta nuestra capacidad de expresarla, experimentarla, comprenderla, disfrutarla, habitarla.

· El arte no se deja consumir; ni es mero objeto de consumo ni se extingue. Una obra de arte (novela, poema, cuadro, filme) es siempre (y para siempre) inabarcable e infinita. Por eso una verdadera iniciación al arte debe pasar por la impregnación. Y es en gran medida ésta la tarea, fundamental e imprescindible, que debe desempeñar la transmisión. Si de verdad creemos en el arte tenemos que creer en su poder. ¡Atrevámonos a exponer a los chicos al arte! El arte dejará rastro.

· En lo que se refiere al arte lo más importante es quererlo, que sea algo vital, que forme parte de la vida. El arte no puede ser simplemente algo interesante o que es importante conocer. Su valor reside en que transforma la mirada y, por lo tanto, nos transforma. Por eso la transmisión del arte tiene que partir del valor esencial y fundamental (porque fundador) de la experiencia. La experiencia no queda almacenada en un lugar de la memoria, sino que impregna nuestro modo de ser, nuestro modo de habitar el mundo.

· Si consideramos estas características de la creación artística verdaderamente irrenunciables, los modos de transmisión del arte necesariamente tienen que tenerlas en consideración. Y en primer lugar, hay que preservar al máximo el espacio de rigor y exigencia que el arte –y en el caso de Cinema en curs, el cine– requiere. Precisamente porque se hace en la escuela el rigor propio de la creación cinematográfica es clave. De hecho, estos años de trayectoria nos han mostrado que lo maravilloso del cine en la escuela es precisamente que el rigor cinematográfico es directamente proporcional al rigor pedagógico. Esta premisa sirve para la práctica y también para el visionado: del mismo modo que cuando filmamos pretendemos lo mejor de lo que somos capaces, cuando elegimos los filmes que miraremos y comentaremos con los alumnos, sólo lo hacemos entre grandes cineastas de todos los tiempos.

Cinema en curs aborda el cometido de hacer transmisión del cine como arte apoyándose en dos aspectos clave: la entrada en los centros educativos de profesionales del cine (realizadores, directores de fotografía, guionistas, montadores) y una metodología de trabajo basada en la vinculación entre práctica y visionado.

"El profesional del cine puede propiciar al alumno el descubrimiento de una sensibilidad más amplia y más aguda hacia las materias con las que trabaja, que no son otras que las materias de la realidad que nos rodea"

Los profesionales del cine en la escuela

Los profesionales del cine intervienen en los centros educativos entre 80 y 90 horas distribuidas en unas 25-30 sesiones de trabajo con los alumnos; algunas sesiones son de 2 o 3 horas seguidas; otras –especialmente en los momentos de rodaje y montaje– se desarrollan durante una jornada entera. Siempre trabajan junto a un equipo de docentes.

Su presencia continuada y regular es sin duda una de las grandes apuestas de Cinema en curs. Cuando iniciamos el proyecto, lo hicimos con la convicción de que para transmitir el arte y el oficio que es el cine no podía haber nadie mejor que las personas que se dedican a él. De la mano de un profesional del cine, los alumnos descubren no sólo una manera de trabajar y una manera de mirar, de relacionarse con el entorno, sino también una relación personal con el arte cinematográfico: una forma de concebirlo y de quererlo. Por eso su diálogo con los alumnos puede constituir una ocasión privilegiada para afinar las sensibilidades: mucho más allá de enseñar a utilizar la cámara, el equipo de sonido y el programa de montaje, el profesional del cine puede propiciar el descubrimiento de una sensibilidad más amplia y más aguda hacia las materias con las que trabaja, que no son otras que las materias de la realidad que nos rodea: la luz, los colores, los sonidos, movimientos…

 

El vínculo entre el visionado y la prácitca

Este trabajo de sensibilización y de descubrimiento del cine, como decíamos, se vehicula a través de la vinculación entre visionado y práctica.

Mirar películas de grandes cineastas ayuda a comprender algunos aspectos esenciales del arte cinematográfico y acrecienta el deseo de filmar, la atención a las elecciones propias de la creación cinematográfica, la sensibilidad con respecto a las materias de la realidad. Se enriquece así el horizonte de posibilidades de los alumnos en el momento de situarse en el lugar del creador, de tomar las propias decisiones, de mirar la realidad e inventar en cada plano cómo filmarla. No se trata de imitar modelos, sino de incrementar la capacidad perceptiva, de que los fragmentos actúen como inspiradores. Por su lado, la práctica, la experiencia directa del proceso creativo, hace que cuando los alumnos ven películas puedan hacerlo con mirada de cineastas, disfrutando de las elecciones artísticas. Se trata, pues, de un doble trayecto: del visionado a la práctica, de la práctica al visionado.

Para dar forma a esta vinculación entre visionado y práctica, los talleres se estructuran cada año en torno a una cuestión cinematográfica específica (la luz, el color, los movimientos de cámara, filmar al personaje, el personaje y el mundo…). Los fragmentos de filmes se organizan por categorías que permiten abordar la cuestión y trabajar de forma transversal los aspectos esenciales de la creación cinematográfica a través de ese hilo conductor. Trabajar a partir de fragmentos permite que los alumnos atiendan a las elecciones de los cineastas muy de cerca: podemos fijarnos en cómo están hechos cada uno de los planos, detenernos sobre el montaje, el sonido o cualquier otra cuestión cinematográfica. Además, trabajar con fragmentos permite despertar interés sobre películas que en continuidad seguramente no lo tendrían e incluso generar el deseo (¡siempre precioso para el aprendizaje!) de ver ese filme que no sabemos cómo continúa. El trabajo con fragmentos facilita el acercamiento a los grandes cineastas. Y este es otro objetivo fundamental para Cinema en curs: propiciar el descubrimiento del gran cine de todos los tiempos y culturas. A lo largo del curso, los alumnos descubren a cineastas como Jean-Luc Godard, Hou Hsiao-hsien, Nicholas Ray, Jonas Mekas, Chantal Akerman,Roberto Rossellini, Yasujiro Ozu o Abbas Kiarostami. Todos los fragmentos se ven en versión original subtitulada. Además, cada año los alumnos ven una película en sala en la Filmoteca de Catalunya.

Los talleres comienzan con los Minutos Lumière, en los que el alumno debe observar en entorno con ojos de cineasta, con una mirada atenta a los matices, las materias, las pequeñas y maravillosas transformaciones de la vida diaria.

Estructura de los talleres

El tema del año también articula las prácticas que se proponen. Cada curso, los talleres se estructuran en cuatro grandes etapas, cada una correspondiente a una práctica creativa: los Minutos Lumière, el proyecto fotográfico y/o la pieza cinematográfica experimental, la secuencia y el filme final. Nos detendremos en la primera y la última.

Los talleres empiezan con los Minutos Lumière,2 planos documentales de un minuto exacto de duración realizados a partir de unas condiciones muy precisas inspiradas en las vistas de los hermanos Lumière y sus operadores: la cámara debe estar fija en un trípode, no se puede modificar ningún parámetro durante el plano y se dispone de una única toma. Después de ver y comentar una selección de vistas Lumière, los alumnos exploran su entorno en busca de su Minuto Lumière. Lo rodarán, después de una observación y documentación minuciosas, acompañados de un equipo de rodaje: el cámara, el sonidista y el ayudante.

Es la práctica inicial y también iniciática. Con estos primeros planos, los alumnos se introducen en el modo de hacer cine que desarrollarán a lo largo del curso, un cine en el que el primer gesto de creación es un acto de atención. Porque para realizar un buen Minuto Lumière hay que empezar mirando el entorno y hacerlo con ojos de cineasta, esto es, con una mirada atenta a los matices, las materias, las pequeñas y maravillosas transformaciones de la vida diaria. Con esa mirada transformada siguiendo la senda de los Lumière, las coreografías de los oficios se revelan como un universo cargado de posibilidades; el recorrido de un tren o autobús se convierte en un motivo precioso; calles, fábricas, panaderías y carreteras se convierten en espacios vibrantes, llenos de movimiento… El mundo –la mirada sobre él– se transforma. Es el primer gran aprendizaje.

Los últimos meses del curso se dedican a la realización de un cortometraje de entre 6 y 10 minutos. El guión se crea colectivamente entre todos los alumnos del grupo y en el rodaje los cargos son rotativos. Todos los alumnos realizan el montaje, que se organiza por secuencias y pequeños grupos.

En el proceso de guión hay algunas condiciones previas que están muy ligadas al tipo de cine que hacemos y a los aprendizajes que se quieren poner en juego. Nos alejamos de las historias fantásticas y los personajes y situaciones estereotipados; partimos, por el contrario, de la necesidad de contar historias cercanas, que sucedan a chicos y chicas como los que están realizando el filme, en el entorno que conocen. Estas premisas permiten profundizar en los personajes y las emociones que posteriormente deberán tomar forma cinematográfica. Durante el proceso de creación del filme y aún más cuando la película está acabada, los alumnos descubrirán que sus historias también son valiosas, que las cosas que les ocurren son importantes. Y aún más: que aquello que han contado y expresado cinematográficamente emociona a otras personas, que mediante el cine pueden compartir sus experiencias, vivencias y sentimientos.

Los últimos meses del curso se dedican a la realización de un curtometraje, con un guión escrito colectivamente y en el quetodos los alumnos participan en el montaje, que se organiza por secuencias y pequeños grupos.

Las potencias pedagógicas del cine

Decíamos más arriba que son precisamente las particularidades y las exigencias de la creación cinematográfica las que hacen que sea extremadamente rica pedagógicamente. Apuntamos algunos de los aspectos centrales de esta correspondencia.

El cine tiene una particularidad esencial. Su materia prima es el mundo: los espacios, cosas y personas que nos rodean; la luz, los colores, el movimiento. Cuando hacemos cine tenemos que prestar una atención especial a nuestro entorno cotidiano, lo miramos de una manera diferente. Por eso el cine es un proceso vinculante: nos ayuda a redescubrir y querer nuestra realidad cercana y, por lo tanto, la hace más habitable.

Precisamente porque se hace con la realidad, el cine también es un arte en el que se depende. Se depende del equipo (de que todos y cada uno de sus miembros den lo mejor de sí mismos en cada plano), y también de cómo cambia la luz si pasa una nube, del viento que mueve las hojas del árbol o de los pájaros que siempre parecen cantar más fuerte cuando se está filmando (porque la atención es más aguda). Y depender implica estar pendiente, expectante, ser paciente, esperar y, a menudo, adaptarse.

Otro de los valores pedagógicos del cine es que obliga a elegir. Cuando hacemos un plano tenemos que decidir infinidad de cosas: cómo se desarrollará la acción, dónde situar la cámara, la luz, el enfoque, el sonido… Hay tantas posibilidades, siempre por inventar… No se trata de saber o acertar la respuesta válida, sino de elegir. De sentir el deseo de hacer un plano de una determinada manera. Pero para algunos alumnos precisamente elegir y decidir es lo más difícil; desgraciadamente la escuela les enfrenta poco (o nada) a esta situación. Por eso debemos aprovechar que el cine les obliga a ello y lo hace apelando a la sensibilidad individual y única de cada cual.

Esta apelación a la subjetividad, además, va de la mano de una gran exigencia. Los procesos de creación cinematográfica son largos y requieren tiempo y esfuerzo. Hay que decidir qué filmar, cómo filmarlo, encontrar el lugar que responde al encuadre que hemos decidido, enfocar y, después, a menudo, repetir y realizar varias tomas. Y después, en el montaje, volveremos a tener que mirar una y otra vez, volver a decidir, a probar y rectificar, a ser exigentes con el corte justo. Y nadie es más exigente que los propios alumnos: pueden llegar a realizar hasta once tomas de un mismo plano; cuando montan dedican una atención extrema a cada fotograma. Y es que el rigor y el esfuerzo no se imponen desde fuera, sino que son la implicación y las expectativas de los propios alumnos los que empujan hacia ese trabajo y lo hacen posible.

Otro aspecto fundamental es que el cine es un trabajo en equipo. Y no de un equipo que funciona como la suma de cada una de sus partes, sino como un auténtico organismo. El objetivo tiene que ser común, verdaderamente compartido, y tan importante como la responsabilidad individual son la responsabilidad y el compromiso colectivos. Al mismo tiempo, el cine requiere habilidades tan diferentes entre ellas y diferentes a las de las disciplinas escolares que todos los alumnos pueden encontrar su lugar y ser importantes para el grupo. Es, por lo tanto, una oportunidad privilegiada para reforzar la autoestima de aquellos que no destacan en ningún otro ámbito escolar, para transformar en mayor o menor medida las relaciones del grupo, para dar nuevas oportunidades a los que habitualmente tienen pocas.

Son valores fáciles de reconocer y explicar –la necesidad de compartir, atender, esperar, elegir, depender, compartir, confiar– pero no siempre fáciles de poner en práctica en la escuela. Si creemos que es deber y responsabilidad de la escuela trabajar con rigor y atención, ayudar a que los alumnos quieran y habiten mejor su mundo, descubran el arte y la creación y con ellos se conozcan más a sí mismos y a los otros, dedicar tiempo a las cosas y saber que las cosas requieren tiempo, generar expectativas y que las expectativas y el interés motiven el trabajo y el aprendizaje, que los alumnos –todos– puedan saber que son capaces de hacer bien las cosas, que todos tienen talentos y capacidades, que el trabajo y la dedicación tienen un sentido, que tienen cosas que contar, entonces podemos pensar que el cine puede (y debe) tener un papel importante en la educación de niños y jóvenes. Si creemos que es necesidad del cine ser descubierto y valorado como arte y creación, entonces podemos pensar que su transmisión en el ámbito educativo puede (y debe) ser crucial en su porvenir.

Más información:

www.cinemaencurs.org

www.haciendocine.org

www.a-abaoaqu.org

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1 Sobre todas estas cuestiones ha escrito magistralmente Alain Bergala en La hipótesis del cine, Laertes, Barcelona, 2007.

2 La práctica fue ideada en 1995, coincidiendo con el centenario del nacimiento del cine, por el equipo de Le cinéma, cent ans de jeunesse, de la Cinématèque Française. Cinema en curs está estrechamente vinculado al dispositivo francés: se trabaja en colaboración y se comparten algunas de las prácticas propuestas.

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