Claire Simon: Libertad y movimiento

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Lo que me interesa no es la perfección, sino más bien la idea de estar al frente,

allí donde todo es incierto, donde el mundo se mueve.

Claire Simon

La última edición del Festival Play-Doc homenajeó a la cineasta francesa Claire Simon (Londres, 1955) con la proyección de una retrospectiva que después recuperó el CGAI coruñés. Su presencia en Tui sirvió para compartir impresiones y dudas con el público en torno a una trayectoria de corazón combativo y talante observador. Cualquier combinación de sus obras da buena muestra del eclecticismo que impregna su estilo y discurso, que encuentran una raíz común en la exploración de la vasta brecha abierta entre las rígidas etiquetas de ficción y documental. Moverse en registros aparentemente opuestos brinda a Simon la ocasión de explorar territorios fronterizos en una filmografía que, título por título y en conjunto, supone esencialmente una enorme confluencia: de gentes, lugares e incluso géneros cinematográficos. De hecho, aunque la gran mayoría de sus trabajos se basan en un testimonio directo de lo real, ella misma tiende a rechazar ser adjetivada como documentalista.

Ese tránsito es posible gracias al compromiso perenne entre la cámara de la directora y la persona filmada, de la que siempre se construye un relato desde la más desnuda humanidad. El cine de Simon parte así de la confianza más absoluta para después desarrollar un concepto más elevado: en Mimi (2002) o Geographie humaine (2013), el hilo lo tensan dos amigos personales de la cineasta, mientras que el germen de Récréations (1992) está en ella misma siendo partícipe de los juegos infantiles de su hija, un mundo hermético al que obtiene acceso gracias a su cualidad empática.

Mimi (Claire Simon, 2002)

Mimi (Claire Simon, 2002)

Otra cualidad insoslayable de su mirada es la de mantenerse alerta para extraer el momento preciso que enriquezca el paisaje filmado, la sabiduría de la que hace gala al rescatar del anonimato a personas para convertirlas, si no en el eje, al menos sí en jugosísimos destellos de un trabajo que se nutre de su proliferación e intensidad como bandera. Si bien algunas de las películas de Simon, siempre dentro de su carácter huidizo, pueden ser calificadas sin problema de cine político –caso del díptico que forman Geographie humaine y Gare du nord (2013), lúcida radiografía de la Francia multirracial– ella misma afirma que disfruta más ejerciendo como pausada descriptora de las realidades que observa que haciendo un cine que se centre en denunciar las fisuras del sistema.

Paisajes Íntimos

Quizás la obra que mejor sintetiza las cualidades como cineasta de Claire Simon sea la citada Mimi. En ella, la directora se acerca con curiosidad palpitante a una figura cercana, la de su amiga íntima Mimi Chiola, y con la ayuda de su cámara la revela poco a poco como un personaje memorable. Mientras Mimi revive desde su subjetividad anécdotas de su pasado, Simon recorre junto a ella las calles de Niza, ligadas para siempre a su singularidad y en las que también da voz a otros seres de entrañable humanidad, caso del joven fanático de los trenes o el intérprete italiano que presta su música a la película. La narración se construye en torno a los recuerdos almacenados en lugares físicos, desenterrando la frontera entre el componente de ficción de la propia Mimi como creadora de su relato y el documental constituido por la paciente observación de una cineasta que no aparece en el campo visual. De este modo la capacidad de Simon para recibir confianza ilimitada por parte de las personas a las que filma confluye con la plasmación del paisaje como lugar de constante almacenamiento y actualización de las experiencias vitales, una característica fundamental en su trayectoria.

La relevancia de la relación entre las personas y el espacio físico se repite continuamente: podemos recordar el patio de juegos como lugar casi abstracto de Récréations, en el que los relatos albergados en la imaginación de los niños nacen de la comunicación con este espacio iniciático, la exigua oficina de Coûte que coûte (1994) o bien, con especial importancia, la plaza de encuentro global en la que se convierte la principal estación ferroviaria de Francia en el doble proyecto Geographie humaine / Gare du nord. En este último cobra cuerpo otra de las temáticas que atraviesa todo el cine de Simon: el nomadismo, que lleva a sus personajes a salir adelante en entornos a menudo adversos, teniendo que mudar de escenario y fundirse constantemente con el que les rodea. Este díptico, formado por una ficción y un documental surgido del trabajo de campo realizado por la cineasta para elaborar la primera película, se compone de una serie de historias con conexiones esporádicas en el interminable flujo humano que transita por la estación parisina. El escenario funciona, además, como analogía del propio cine de la directora, si lo vemos como una inagotable fuente de relatos subrepticios en el que historias aparentemente cerradas contienen una vasta riqueza interior.

Gare du nord (Claire Simon, 2013)

Gare du nord (Claire Simon, 2013)

Geographie humaine y Gare du nord suponen, además, la revelación definitiva de la condición maleable de la cineasta a la hora de abordar tanto el documental como la ficción a partir de unas mismas personas y temas, así como su capacidad para elaborar un retrato político de la Francia actual a partir de anécdotas dispersas. En esta suerte de plaza del nuevo pueblo global, espacio democrático y lugar de encuentro inconsciente y diario de miles de personas de todas las nacionalidades y condiciones sociales imaginables, descubrimos dos caras de un mismo proceso fílmico: la parte no ficcionada, por ejemplo, se revela mucho más consistente en su espontaneidad, al apostar por un relato salpimentado de brillantes anécdotas humanas dotadas de una leve continuidad, aportada en esta ocasión por Simon Mérabet –otro amigo personal de la directora, protagonista del corto Mon cher Simon en 1982–, francés de raíces argelinas que conduce el periplo a través de la épica cotidiana que encierra la estación. Esta chispa surge con apabullante naturalidad en el documental, pero no tanto en su complemento de ficción, que revela los hilos a los que está sujeta. En esta otra película, sin embargo, los actores profesionales interactúan con personajes de la calle, fusionándose con el ruido de fondo y volviendo así a través de la retroalimentación entre ambas obras a una cuestión superior, en la que se encuentra gran parte de la esencia de lo que convierte a Claire Simon en una autora tan lúcida. La ficción y el documental, en su cine, son un ente indivisible en el que la primera no puede respirar sin la presencia del segundo.

Necesidades Narrativas y Libertad Creativa

Retrocediendo casi veinte años en el tiempo, Coûte que coûte es una muestra de cine directo en la que la cámara pegada a un personaje y su día a día real revelan hechuras de ficción, así como un riguroso trabajo escenográfico con los protagonistas. El implacable sometimiento a la economía capitalista, con un pequeño empresario intentando sacar a flote un negocio que desde las primeras imágenes se intuye condenado a la quiebra, es el centro de otra propuesta limítrofe, en la que, al igual que sucede en algunos trabajos posteriores, sólo la presencia redundante de la música rompe la sensación de absoluto despojo formal.

Atendiendo al origen tunecino de su protagonista, hallamos otro rasgo que señala la clara intención igualitaria del cine de Claire Simon ante la itinerancia de sus personajes en el mundo globalizado. Si en Geographie humaine descubre a extranjeros con posgrados universitarios desempeñando tareas precarias en Francia, a la par que jóvenes del país se ven forzados a salir fuera para ofrecer lo mejor de sí mismos, este microcosmos racial también cobra fuerza como fondo latente en los relatos de en Mimi o Ça brûle (2006). En esta última -quizás su obra de más evidentes tintes ficcionales- el escenario de un tórrido verano en un pueblo del sur de Francia se convierte en metáfora de la pasión ardiente que siente una adolescente por un hombre casado y mayor que ella: en medio de un sofocante calor, el incendio emocional provoca otro físico que arrasa con todo lo construido. La autora, de nuevo, revela su maestría a la hora de manejar ese punto de unión entre el paisaje y la vivencia.

Les bureaux de Dieu (Claire Simon, 2008)

Les bureaux de Dieu (Claire Simon, 2008)

Sin embargo, no es hasta Les bureaux de Dieu (2008), su único trabajo con –testimonial– distribución comercial en España, cuando Claire Simon decide añadir un nuevo elemento a la ecuación de su juego habitual con la ficción y el documental: la presencia de actrices de renombre, como Nathalie Baye o Isabelle Carré, como mecanismo para visibilizar una problemática tratada de modo documental – en este caso, el control de la natalidad en Francia. Todas ellas, en una nueva pirueta, ejercen a la vez de intérpretes y de trabajadoras sociales, encarando el problema a la vez que ayudan a digerir su comprensión. En sus propias palabras, lo que debería ser inicialmente una ficción que excluía a las protagonistas reales de la historia se acabó convirtiendo en un híbrido de carácter mucho más visible, que recorrió las escuelas francesas y catapultó su temática al orden de la agenda pública. De este modo, la doble necesidad combativa y creativa alimenta la necesidad de volver a ensanchar los límites de su cine, de continuar con una exploración infatigable.

Título a título, la filmografía de Claire Simon ha demostrado avanzar siempre por los caminos que la directora ha considerado más útiles, más allá de admitir una delimitación en etapas o etiquetas. El aparente caos estructural de este artículo sintetiza la esencia de un cine a primera vista excesivo en sus metrajes, rebosante de tiempos muertos y elementos que sirven para esbozar la imponencia del paisaje en relación con los hilos conductores, que en ocasiones pasan incluso a un plano secundario. En el acto cinematográfico, su cámara parece afirmar la primacía de la libertad: la suya como creadora, la nuestra y, por supuesto, la de unos personajes a los que otorga el inigualable placer de respirar por sí mismos ante el mundo. Cada imagen, cada encuadre espontáneo sobre ellos, ayuda a que todos podamos seguir gozando de esa misma libertad.

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