Curtocircuíto 2021: Explora, formas de experimentación

Curtocircuíto deja reservada su sección Explora para las propuestas más experimentales. Este año se llevó el premio principal Surviving You, Always (2021), del artista visual multidisciplinar Morgan Quaintance. Se trata de una colección de fotos fijas, un poco al estilo de La Jetée (Chris Marker, 1962), que presenta la historia de un amor adolescente sumido en un mar de drogas psicodélicas, en un suburbio del sur de Londres. Sobre las imágenes, se imprime una narración escrita de corte poético que cuenta con punzante romanticismo la relación. En off, se amontonan diversas voces con varios relatos en torno a esa sensación de dejar atrás el cuerpo, de deformación del mundo que te rodea, que uno puede experimentar con ciertos estupefacientes. Este escapismo contrasta con la crudeza de lo que tenemos delante, un barrio en el que sobrevivir, como reza el título, es algo que se tiene que trabajar a conciencia. No solo está el off en oposición con la geografía, también con lo vivencial, con lo escrito. Es Surviving You, Always un ejercicio tan sucio como lírico que alcanza altas cotas de expresión artística desatada, abismal, a través de un uso meticuloso de los elementos más rudimentarios del cinematógrafo. Una pequeña obra maestra.

The Canyon (2021), del californiano Zachary Epcar, se llevó la mención del jurado. Lo cierto es que los lugares que retratan ambos filmes forman un díptico muy interesante, con formas de abordar estas comunidades bien diferentes. Si en el primer caso hablamos de un gueto, aquí nos trasladamos a una anodina urbanización, de esas que parecen nacer ya en decadencia. Cinta arquitectónica en cierto modo por cómo documenta las formas de los edificios, acaba por mostrarnos también una serie de viñetas irónicas de los tipos que allí habitan, cos usos y costumbres del sitio. Barbacoas, footing, piscinas… Lugares comunes filmados con tonalidades excesivas, muy estilizadas, lo que hace todo más extraño. En cierto sentido, me recordó a los autorretratos en color de Cindy Sherman. El trabajo de sonido es también digno de mención. Pone todo en primer plano, junto con tomas muy de cerca de objetos, lo que acaba por crear asociaciones bizarras, parece que estamos presenciando un paisaje extraterrestre. Pero no, es una movida que tenemos montada aquí en la tierra. Se denomina la alienación del mundo moderno, y Epcar ha sabido evocarla muy bien.

La brasileña Ana Vaz, foco en 2016, presentaba esta vez Pseudosphynx (2020), huidizo filme que quizás también vaya sobre una comunidad, y puede que sobre mucho más. El insecto del título es un ejemplar que habita desde Brasil hasta el sur de los Estados Unidos, que rápidamente cambia a mariposa. Vaz lo elige además por la referencia a la esfinge, símbolo femenino desde la antigüedad, aludiendo al nombre común que se les da en su país con buenos augurios: las brujas. Con estas evocaciones, documenta los ritos que otrora servían para reclamar la atención de los dioses y que se han ido convirtiendo en simples actos de hedonismo. Poco a poco la política se cuela en el filme y lo que vemos cobra un significado alegórico, intentando desmontar y criticar las políticas coloniales, interés conocido de la cineasta.

Los maestros de lo sensorial

Si los anteriores filmes cuentan con un fuerte componente inmersivo, había otros que fiaban literalmente todo a la experiencia. El japonés afincado en Canadá Daïchi Saïto se marcó un nuevo Engram of Returning (2015) con earthearthearth (2021). Colaborando otra vez con Jason Sharp en la banda sonora, ambos componen una apabullante sinfonía audiovisual que hipnotiza. En este caso Saïto filma los Andes y multiplica con varias capas las montañas recortadas contra el cielo, cambia los colores y realiza ciertas distorsiones. El título tiene su coña porque remite a la tierra, desde luego, de forma repetida (en esencia eso filma). Pero también puede dividirse en “theart”, el arte, lo que vincula naturaleza a contemplación estética. Es un nombre que también cuenta con superposiciones, como ocurre en la pantalla. Bromas conceptuales aparte, el resultado es un cuadro abstracto en movimiento que se vive como un trance.

Lo mismo puede decirse de Dissolution Prologue (Extended Version) (2020), lo último del austríaco Siegfried A. Fruhauf, otro habitual de Curtocircuíto. No sé si sirve de algo, pero esta tuve que verla en casa y diría que es la película preferida de mi hija de seis meses en este 2021. La razón por la que la niña se quedó boba es clara. Se juega de nuevo con los elementos más básicos del cine. Sonidos (pitidos), el blanco y el negro. Y xa está. Hablamos de una suerte de actualización de Arnulf Rainer (Peter Kubelka, 1960). Aquí la novedad radica en que la secuencia de tipo estructural no está compuesta por fogonazos de luz o de su ausencia, esta luz no entra de golpe en la pantalla, sino en patrones con barridos de un lado al otro. Conceptualmente, podemos vincular esto a un telón (el de la pantalla al inicio y conclusión de los filmes) que no conoce fin. Por lo tanto, Fruhauf estaría aludiendo a la naturaleza desbordante del cine, de cómo éste permanece en nosotros tras la proyección y rompe la cuarta pared en un sentido casi que espiritual. Parafraseando a los protagonistas de la reciente Annette (Leos Carax, 2021), “is it without, is it withiiiiiin?”

El luso Sandro Aguilar dice de su The Detection of Faint Companions (2021): “luna llena, interior, tal vez no esté solo”. ¿Está evocando con esto la misma idea? Algo de psicoanalítico hay, pues las distorsiones que aplica a las imágenes en blanco y negro filmadas dan como resultado una suerte de tests de Rorscharch en movimiento. Otro filme en el que lo sensorial estaba en primer plano. Tal era el caso de Berlin Feuer (2021), del también portugués Pedro Maia. En ella usa metraje encontrado en celuloide de nitrato procedente de un incendio de los años cuarenta. El resultado es un filme en la estela de los de Bill Morrison.

Aunque más representacional, no podemos cerrar esta crónica sin citar Misty Picture (2021), en la que los maestros del archivo Christoph Girardet y Matthias Müller hacen una selección de cientos de filmes de vistas aéreas de Nueva York. En ellas existen unas protagonistas en común, las desaparecidas Torres Gemelas. La cinta es monumental, elegíaca y melancólica, de una belleza asombrosa.

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