Curtocircuíto 2021: Planeta GZ, reciclaje fílmico

Augas abisais, de Xacio Baño

Augas abisais, de Xacio Baño

Curtocircuíto volvió a Santiago de Compostela un año más como uno de los festivales con programaciones más frescas y arriesgadas de toda Galicia. Asistimos a Planeta GZ, donde se agrupan algunos de los cortometrajes más destacables del panorama autonómico del último año. Llama la atención, una vez más, el choque generacional cada vez más consolidado que existe y toda la diversidad que este puente supone, entre voces habituales como Eloy Domínguez Serén y Xacio Baño y talentos emergentes que dan este año el salto desde Supernova, como Antía Carreira o Ariadna Cordal.

Es la pieza de esta última (codirigida junto a Dani Cornes) la que mejor representa el cine más narrativo y lineal de toda la sección: Auria, última noite, filmada en Ourense y ganadora del Fas Muvis del OUFF 2020. Es un estudio de personajes (interpretados por Lidia Veiga, Fran Nogueira y Yago Durán) articulado en torno a una revisitación de A Esmorga, de Eduardo Blanco Amor. Cordal y Cornes realizan una pieza sencilla y humana en la que destaca la dirección de fotografía de Adán Cordeiro y un guion inteligentemente construido, en el que el conflicto es siempre contenido y nunca explícito. Una película sobre la amistad y las despedidas, la pena egoísta y la alegría que conviven en la confrontación con la partida del amigo.

Inside the microtubule, de Judith Adataberna

Inside the microtubule, de Judith Adataberna

La luz que apenas ve

Es justo destacar a la vilaboesa Judith Adataberna, sobre todo por el poderoso imaginario que ha creado y asentado en piezas como El Espectorium y Glimpses in the Devil’s Eye. A través de un lenguaje visual cimentado sobre la psicodelia, la experimentación y la no-narratividad, en Inside the microtubule continúa su investigación en torno a la mente humana y sus diferentes modos de percepción sobre la realidad. Guiados por un único punto de luz el de una linterna a través de la noche de un paisaje invernal, nos adentramos en las profundidades de la mente deteriorada de su abuela. Una voz rota que deambula por parajes inhóspitos, habitantes del recuerdo vago, tal y como transita Adataberna por la fría noche de la montaña, sin rumbo pero sin posibilidad de hallarlo. Un viaje hacia los paisajes interiores-exteriores más oscuros y confusos.

De forma parecida construye Xacio Baño su relato sobre la memoria histórica en Augas Abisais (ganadora del Premio Galicia), en la que accedemos a experiencias escondidas en la memoria popular, silenciada anteriormente por voces poderosas y la escasez de medios documentales. El director plantea tres escenarios radicalmente diferentes cuyos límites consigue difuminar y que incluso en determinados puntos logra que parezcan el mismo: el fondo marino por el que bucea ese pez abisal carroñero, casi a ciegas, solo guiado por la luz de su bombilla; la casa de una familia lucense marcada para siempre por la desaparición de un hermano soldado y la búsqueda de su cuerpo al morir en batalla en Teruel, donde sitúa ese tercer escenario, que se erige en la parte del filme más puramente documental y de investigación. Pocos relatos sobre la memoria histórica se plantean de forma tan fresca y sensible. Xacio entiende bien toda esa oscuridad que rodea al suceso del que habla, solo clarificado por cartas narradas por la hermana del desaparecido, y deambula por esa casa vieja alumbrada por una luz tenue e insuficiente, como si de un pez abisal por las profundidades marinas se tratase.

Formigón, de Antía Carreira

Formigón, de Antía Carreira

La imagen reciclada

Las nuevas generaciones de cineastas gallegas están planteando un cambio de paradigma, no solo a nivel temático (lo personal, lo autobiográfico, la desnudez emocional), sino también a nivel formal. De esta forma, Antía Carreira continúa coherentemente su obra audiovisual en el que es su segundo cortometraje, Formigón, dando voz a las preocupaciones más comunes entre la generación Z a través de la óptica sucia, desarraigada y dosmilera de su handy-cam. Carreira está asentando su línea de trabajo en el archivo, recuperando imágenes grabadas antaño, sin ningún tipo de intención fílmica, y articulándolas alrededor de voces críticas y desesperanzadas. En este caso, relaciona inteligentemente la sobre-productividad de la industria constructora con el nihilismo desesperado de aquellos que acudían a las raves autogestionadas que se dieron en Santiago de Compostela en los años prepandémicos. Una voz cansada rodeada de música techno. Una mirada a un pasado íntimo y reciente, que se expande en una valiosa reflexión sobre la juventud actual que, como esas grandes moles de cemento deshabitadas, espera “batiendo pie” a poder cumplir las expectativas que pusieron sobre ella.

Radio Cu Cu se descubre a sí misma como la pieza más humorística de Planeta GZ. Berio Molina accede a un archivo de imágenes extraídas de registros de cámaras de videovigilancia y reflexiona sobre el uso que puede darle a estas. Personas anónimas se suceden en diferentes escenarios que van desde lo cotidiano hasta lo extraño. La pieza parte en un principio de la mera observación de estos espacios y los individuos que los transitan, pero en un determinado punto el filme rompe en dos y el propio Molina entra en él, superponiendo conversaciones telefónicas en las que se presenta a personas desconocidas cuyos números dice haber encontrado en la calle. Un bonito contraste entre una voz y lo que dice, la madurez de su tono y la infantilidad de lo que cuenta. Las respuestas son extrañamente amables para lo invasivo que es el acto, y Molina intenta de esta forma saldar una cuenta pendiente con esas imágenes que está utilizando: ya que él nunca podrá saber quiénes son esas personas, va a presentarse él mismo a todo el que pueda.

En una sección del festival plagada de voces vampíricas y oscuras, brilla A comuñón da miña prima Andrea, de Brandán Cerviño (mención especial del jurado), una pieza que coincide en ese auto-vampirismo de la imagen que emplea Carreira, pero que se aleja notablemente en cuanto al tono. Cerviño acude a las imágenes tomadas en la comunión de su prima pequeña para crear un relato fantasioso en el que, más que dirigir él, delega ese rol en la propia Andrea, quien imagina y describe cómo sería su comunión perfecta, abundante en brilli-brilli y reggaetón. Cerviño interviene y manipula esas imágenes sin ningún tipo de pudor, edits cutres que presumiblemente beben del cine más trash y de la cultura del meme. Un relato amable y divertido, no demasiado trascendental en lo que cuenta aunque realiza un efectivo retrato de la infancia posmoderna, pero que en lo formal alimenta esas voces que hablan de un cambio de inquietudes en cuanto al relato cinematográfico, condicionado por el filtro de Instagram y el arreglo en Photoshop: nuevas formas de auto-ficcionarse.

Este año, Planeta GZ ha resultado ser, en líneas generales, un bonito alegato colectivo a favor del archivo. ¿Es necesario producir más imágenes, más historias, en una sociedad saturada por las redes sociales y los medios, a través de los que consumimos imágenes cada día, cada hora, casi cada minuto? Muchos de estos cineastas prefieren recurrir a archivos, sean propios o ajenos, y resignificarlos, escribiendo en montaje en vez de en guion, o construyendo nuevas imágenes alrededor de esas otras ya empolvadas. Formas no tan habituales de entender el séptimo arte que, sin duda, son ya uno de los pilares fundamentales del cine que está por venir.

A comuñón da miña prima Andrea, de Brandán Cerviño

A comuñón da miña prima Andrea, de Brandán Cerviño

Comments are closed.