DIEGO MARADONA, de Asif Kapadia

En el 2009, Ken Loach firmaba Looking for Eric, una película centrada en la vida de un cartero inglés que lucha contra su particular crisis con la ayuda del delantero del Manchester United Eric Cantona. No me considero un fanático del fútbol, aunque sí que me gusta ver algún que otro partido y sigo la actualidad de cerca; quizás por eso el filme de Loach me hizo sentirme más próximo a mis amigos que sí vivían el deporte. Más próximo a esa pasión que ciega la vista de una o de otro color. Recuerdo que cuando la vi, uno de estos amigos había dicho que el fútbol, en cierta forma, era lo que mantenía la orden en la sociedad capitalista, porque las luchas que se deberían dar en la calle contra el sistema se daban en el estadio contra el equipo rival.

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Se hay un don que se le puede atribuir a Asif Kapadia es la de saber escoger a los protagonistas de sus filmes. Después de retratar la figura de Ayrton Senna y la rivalidad con Prost, de retratar a Amy Winehouse y su descenso a los infiernos, y de producir filmes sobre los hermanos Gallagher y Cristiano Ronaldo, Kapadia sigue manteniendo arriba el suyo propio listón con un documental centrado en la etapa napolitana de Diego Armando Maradona. Diego Maradona (2019) se construye sobre un extenso archivo de imágenes, grabaciones y fotografías sobre los que, puntualmente, aparecen las voces de la gente que acompañó al ‘Pelusa’ durante su vida. Un documental que habla de fútbol y del innato talento del argentino para revolucionar el deporte, pero también de drogas, camorra, Scudettos y redención.

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La llegada de Maradona al Nápoles supuso la revolución. Su fichaje, que rompió el récord mundial de gasto de aquel año (12 millones de euros, calderilla en la actualidad), despertó rumores y comentarios sobre la influencia de la camorra en el presupuesto del equipo. Algo que, rápidamente, negaría el presidente del club y que, el tiempo, se encargaría de demostrar. Mientras, en una de las ciudades más pobres de la Italia de los años 80, los napolitanos recibían al futbolista no como un fichaje estrella, sino como una deidad a la que adorar. Lo que viene después, es por todos conocido: el ascenso del Nápoles en la Serie A, “La mano de Dios”, el famoso gol contra Inglaterra, las drogas, la caída a plomo del astro argentino…

El error más común a la hora de ver un documental como Diego Maradona es pensar que éste nos va a descubrir algo inusual sobre la figura protagonista, cuando en realidad, lo que hace es construir una historia, una narración, sobre la vida del mismo. Así, todo lo que sucede en el documental son episodios que ya conocemos, pero quizás son los espacios entre esas grandes anécdotas a lo que habitualmente no llegamos. Kapadia, como ya había hecho en Amy y Senna, organiza los materiales con verdadera destreza, permitiendo que la historia se construya como si fuese una ficción, pero sin olvidar el componente documental del filme. Quizá por esta destreza, las voces en off que acompañan no se hacen pesadas o innecesarias, sino que ayudan a leer de forma diferente las imágenes del archivo.

Por otra parte, Diego Maradona no es solo un documental sobre el futbolista. Diego Maradona es también un filme sobre un momento histórico, una sociedad concreta: el Nápoles de los años 80. A lo largo de las dos horas de duración, se infiltra la camorra y su influencia, así como el laissez faire social que dominaba en una ciudad sumida en una clara recesión económica. También retrata la rivalidad entre la ciudad y el resto de Italia, así como el racismo latente con los inmigrantes que llegaban la Nápoles. De nuevo, Kapadia sabe administrar esta información, y deja que, de una forma casi natural, la historia se desvíe momentáneamente por este retrato de una Italia, en ciertos aspectos, no muy diferente a la actual. Precisamente por esta situación social, es comprensible el fervor desmesurado que se vivió por el ‘ Pelusa’ en la ciudad. El futbolista que hizo que el equipo local se hiciese con el título de liga italiano, el futbolista que invirtió las dinámicas habituales y puso a Nápoles a la cabeza. Maradona era una vía de escape, una utopía que se hacía posible cuando el 10 conducía el balón con sus pies.

Como Ken Loach, Asif Kapadia escoge un protagonista que consiguió la fama tanto por su talento como por sus excesos. La necesidad de huir de la presión de una ciudad que carga sobre ti la responsabilidad, el fácil acceso a paraísos artificiales, o el culto desmesurado a la personalidad propia acaban por convertir a estos futbolistas en verdaderos Mr. Hyde, donde, el personaje creado acaba por devorar al futbolista. Diego Maradona nos hace conectar también con este lado emocional. “Diego no tiene nada que ver con Maradona, pero Maradona lo arrastra a Diego por todos los lados”, dice el que fue el entrenador personal del delantero.

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La película, podría caer en el error de dar una redención al futbolista, una vía de escape que justificara los excesos y los errores del pasado, una explicación que, situando a la presión en el centro de la ecuación, permitiera entender la deriva destructiva que lo absorbió. Pero la realidad no es así. Kapadia, que en ningún momento juzga al protagonista, nos muestra la totalidad: a Diego, a Maradona, y a Diego Maradona. Nos muestra ese lado oscuro que hizo que el chico que quería ayudar a su familia y ganar títulos, sea ahora un meme que se vuelve a hacer viral cada pocos meses. La realidad es que no es D10S, sino un juguete roto. El resultado de pasar de cero a cien en apenas minutos, sin frenos ni red de seguridad: tan sólo un ego desmesurado que se hacía más y más grande a cada loanza o privilegio que recibía.

Pero, por encima de todo, el filme comparte la mejor de las virtudes de los documentales firmados por Kapadia, esto es, la de enganchar al espectador, sea seguidor del fútbol o no. De la misma forma que acompañamos a Senna hasta aquella curva del circuito de Monza, o a Amy Winehouse en aquella noche en Camden Square, acompañaremos la Maradona hasta (casi) la actualidad, donde más que nunca su lado oscuro hace presencia. Todo esto en un documental que se aleja del sensacionalismo habitual de quien narra la historia de personajes cómo estos; en un filme que intenta comprender, que no justificar, el declive del mejor jugador de la historia del fútbol. Un filme, en definitiva, que, como Looking for Eric, nos hace entender porque esa pasión ciega por un deporte, por un jugador, por un genio del fútbol.

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