DocumentaMadrid 2021: Cine que transita

Esquirlas, de Natalia Garayalde

Esquirlas, de Natalia Garayalde

En los últimos años, DocumentaMadrid se ha proclamado como uno de los grandes hogares de acogida para el cine de no ficción a nivel español. Manteniendo su preocupación por crear un espacio de diálogo y reflexión, su décimo-octava edición vuelve a la Cineteca del Matadero de Madrid tras solo medio año de pausa para poder ajustarse a las fechas veraniegas que el Covid-19 arrebató a tantos eventos culturales. La modalidad híbrida ha llegado para quedarse y Filmin se ha convertido en el gran propulsor de esta nueva forma de celebrar los festivales de cine. Asistimos, tanto de forma presencial como virtual, a varias de las películas que se programaron en las secciones competitivas, así como a dos de las obras de dos cineastas a los que se rindió homenaje este año a través de cuidadas retrospectivas: Luke Fowler y Mati Diop.

Es precisamente Fowler quien inauguró el festival con su último cortometraje, Patrick, en el que recupera diferentes imágenes de archivo filmadas en 16mm de la vida y obra de uno de los grandes pioneros del San Francisco Sound de los 70: Patrick Cowley. A través de una eficiente edición de vídeo, y siempre guiado por la voz en off de uno de los mejores amigos de Cowley, Fowler se sirve del relato de vida del productor musical para investigar y documentar cuestiones tan relevantes como la dolorosa pandemia del VIH, las relaciones entre jóvenes gays en una California en plena liberación sexual y la lucha contra la represión y la homofobia, o la apropiación cultural que sufrió la música disco por parte de bandas blancas y heterosexuales, destacando esto mismo el propio Fowler en su vídeo de presentación, quien defiende que este género nació en los clubs gays de la mano de negros y latinos. Patrick, si bien no propone nada innovador a nivel formal, consigue transmitir con creces esa sensualidad y vitalidad que caracterizaban a Cowley y nos enseña, desde el cariño y la admiración, el ascenso, el triunfo y la caída de este artista que falleció por complicaciones derivadas del VIH. Si la pieza ya resulta emocionante de por sí, lo fue mucho más gracias a la performance en directo que culminó la velada: Jorge Socarrás, amigo íntimo y colaborador habitual de Cowley, reproduce en plena Sala Azcona de la Cineteca una gran variedad de temas compuestos a cuatro manos entre ellos, mientras nos explica el origen absurdo y divertido de las letras, y nos habla de la relación que mantuvieron.

Winterreise, de Inés García

Winterreise, de Inés García

Cowley no fue el único músico homenajeado durante esta edición del festival. Días después del frenetismo discotequero, vino una necesaria resaca emocional en blanco y negro y con banda sonora de Franz Schubert. La artista vasca Inés García presentó en la Sección Nacional Winterreise, un largometraje experimental filmado también en analógico, en el que pone imágenes a la obra homónima del compositor austríaco. Dividida en los 24 capítulos que componen dicha ópera, García se embarca en ese mismo viaje que relata la historia: un hombre que sufre de desamor se pierde en un paisaje invernal en el que delira, enloquece y pierde el sentido de la realidad; los sueños son ahora vivencias y las vivencias son sueños, y no hay posibilidad de retorno. La película se compone de hermosos y gélidos retratos de la naturaleza invernal de Centroeuropa. No hay una gran tesis de fondo, ni otra línea narrativa más allá de la música de Schubert y la dicotomía entre realidad-invierno-blanco y negro/sueño-primavera-color, pero tampoco resultan necesarios. García parece firme en su intención, y no propone nada más que embarcarse en ese viaje hacia el onirismo y la introspección junto a ese hombre al que ella también acompañó mientras filmaba, aunque nosotros lo hagamos ahora desde la comodidad y la calidez de una butaca de cine.

Si García nos propone una naturaleza muerta que, presumimos, revivirá al llegar la ansiada primavera de Schubert, en Abisal, de Alejandro Alonso (Premio del Público en la Sección Internacional), visitamos un lugar en proceso de descomposición: un cementerio de barcos. Alonso hace uso del plano fijo y de detenidos seguimientos para presentar a las personas que gestionan y organizan este espacio. En el inteligente uso del sonido y el hincapié en mostrar estos esqueletos de navíos yace la atmósfera del film. Aullidos y regurgitaciones provienen de estos fantasmas petrificados, y el factor humano parece no escuchar, o haber asumido estas presencias estáticas de óbito y putrefacción. El detalle más interesante de la pieza es su desenlace: vemos, navegando a lo lejos, un crucero turístico, con todos sus pisos y luces. Un guiño a la vida o, quizás, una profecía de muerte.

Hay fantasmas también en Atlantique de Mati Diop. DocumentaMadrid decidió programar una retrospectiva de cine senegalés en los Cines Doré: Diferentes versiones del mismo sol, un diálogo entre Djibril Diop Mambéty y Mati Diop, tío y sobrina. Asistimos justamente a la obra que encumbró a la directora en Cannes 2019, una historia de amor, venganza, clase social y emigración. Si bien Atlantique empieza como una nueva versión de Romeo y Julieta, hay un momento en el que se rompe a la mitad y comienza una nueva película. Fantasmas náufragos con los ojos en blanco vuelven del mar en busca del dinero con el que pagaron un futuro mejor, el sueño europeo, y que resultó ser la falsa promesa de una mafia. Diop conjuga diferentes géneros y el resultado es una película de corte clásico pero innovadora a nivel argumental y, sobre todo, de mensaje relevante y urgente, en boca de una directora cuya existencia en el panorama cinematográfico autoral se antoja más que necesaria.

¿Quién vigila a los vigilantes? Esta es la premisa de All Light, Everywhere, ganadora del Premio del Jurado a la Mejor Película de la Sección Internacional. Theo Anthony crea un mosaico hipercontrastado sobre los nuevos mecanismos de vigilancia que se están desarrollando para ser aplicados en ese futuro que se cierne sobre nosotros. All Light, Everywhere se estructura sobre cuatro agentes relacionados con el mundo de la seguridad y la vigilancia: un grupo de neurocientíficos que innova en dispositivos de seguimiento; una empresa de vigilancia aérea; Axon, el principal fabricante de cámaras corporales del país; y un cuerpo de policía al que están formando para aprender a utilizar esas cámaras. Anthony está presente en su película, le vemos filmar y planear la cinta, pero nunca llega a posicionarse realmente. All Light, Everywhere intenta ser objetiva y se limita a documentar a aquellos que desean este futuro de hipervigilancia, aunque el carácter distópico inevitablemente adherido a los mundos que retrata, y la cantidad de preguntas que hace, confronta directamente al espectador con lo que está viendo. 

Autopsia de un relato periodístico (Elisa G. Carrasco, Paulina Quiroz, Alex Ruggeri, Júlia Sáinz y Alejandro Dueñas), Síndrome de los quietos (León Siminiani) y A Minor Figure (Michael McCanne y Jaime Weiss) se programaron en una misma sesión en lo que fue una decisión ingeniosa por parte del festival. Tres cortometrajes que generan su relato a través de otro relato ya existente, a partir de la resignificación de imágenes u objetos. En el primero de ellos, cinco alumnos del Máster en Documental Creativo de la UAB se unen en una investigación sobre la información y el concepto de verdad tras presenciar los disturbios ocurridos en Barcelona en 2020, y contrastar lo que decían los medios con lo que realmente se estaba viviendo en la ciudad catalana. Una reflexión sobre la postverdad, la manipulación y la objetividad informativa, que además se atreve a cuestionar al propio espectador sobre la veracidad que le otorga a los medios que consume e, incluso, al mismo documental que está viendo. En Síndrome de los quietos ocurre algo similar; Siminiani construye un mockumentary acerca de un grupo de cineastas que en 2018 trató de documentar un singular síndrome de quietud en Colombia. La película juega con diferentes formatos documentales  desde la entrevista tradicional, pasando por el found-footage y hasta el desktop-cinema, y es todo un canto a la resignificación del archivo audiovisual en una era marcada por la sobre-saturación de imágenes, haciendo un especial homenaje al cineasta Luis Ospina, quien tiene un gran peso participativo en la cinta. A pesar de parecer una investigación periodística, hay un gran sentido del humor e incluso algo romántico y poético en cómo Siminiani aborda los conceptos de ruido y silencio. A Minor Figure se aleja un poco más de estas dos piezas de las que acabamos de hablar, pero sigue compartiendo ese relato a partir del relato, y ese método del reciclaje para contar una historia. El cortometraje se compone de diferentes bodegones, objetos pertenecientes a una misma persona, un hombre que viaja desde Tokio hasta Nueva York en 1988 para recorrer los Estados Unidos en coche. Maletas, mapas, billetes de avión o habitaciones de hotel. McCanne y Weiss aprovechan esa ausencia de dueño para construir una ficción a partir de las huellas que hay en ella.

Síndrome de los quietos, de León Siminiani

Síndrome de los quietos, de León Siminiani

En la ganadora del Premio Fugas a la innovación y voluntad de cruzar fronteras, Esquirlas, Natalia Garayalde recupera una serie de filmaciones caseras de su infancia para traer al presente e investigar la explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero acaecida en 1995 en Córdoba, Argentina. Un interesante ejercicio de found-footage que transita entre la auto-etnografía audiovisual y el documental periodístico, desde la mirada inocente de una niña que no es consciente de la relevancia de lo que está filmando. Esa presencia infantil es lo que aporta la sensación de honestidad que emana la cinta, narrada por la voz de la propia cineasta ya adulta, quien reflexiona sobre el trauma colectivo que supuso para la sociedad argentina esta explosión y todo lo que la rodeó, teorizando sobre la verdad terrorífica que se esconde detrás del suceso y observando a su vez las consecuencias que tuvo en su propia familia. 

El trauma familiar se aborda también en otra de las películas de la Sección Internacional, Sensitive Material, de la ucraniana Nataliya Ilchuk, en la que unas filmaciones caseras reveladas defectuosamente dan pie a hablar de la distorsión de la realidad que puede provocar el trauma infantil. La propuesta de la cineasta es incómoda y valiente: emplea la grabación sonora de una discusión familiar como herramienta de cohesión para las imágenes. Entre reproches y acusaciones, accedemos a un relato sobre la brecha generacional que existe a la hora de hablar de salud mental, sobre violencia parental y, palpitando siempre en el fondo, la huella que ha dejado la historia reciente de Ucrania sobre sus habitantes.

I Comete: A Corsican Summer, de Pascal Tagnati

I Comete: A Corsican Summer, de Pascal Tagnati

Se agradece enormemente visionar películas que se atreven a bailar entre límites y que generen dudas sobre su naturaleza. Entre un documentalismo incierto y una ficción demasiado naturalista, se halla el debut como director del actor francés Pascal Tagnati, I Comete: A Corsican Summer. Planos estáticos en los que el espacio es tan importante como el factor humano retratan la comunidad que habita la isla de Córcega. Contrasta una propuesta formal tan observacional y propia del cine documental con ese tono teatral que comparten todos los personajes, al más puro estilo Straub y Huillet. El histrionismo de sus conflictos es lo que lleva al espectador a cuestionar la veracidad de lo que está viendo: problemas amorosos, discusiones sobre fútbol, política, bailes y celebraciones tradicionales, masturbaciones a la orilla del río y en la intimidad del dormitorio… Es difícil creer que personas reales se presenten ante la cámara con una honestidad tan desinhibida. En algún momento, el espectador alcanza un conformismo inevitable con respecto a lo que está viendo, un pacto silencioso y necesario entre director y público para el disfrute de un film que aprovecha esa intimidad colectiva para abrir un espacio en el que acoger algunos de los debates más relevantes de la actualidad, como pueden ser la identidad, el racismo, la pornografía o la caza.

Algo parecido ocurre con la etno-ficción Mbah Jhiwo (Alma Anciana), de Álvaro Gurrea. El barcelonés, afincado en Indonesia, nos presenta a Yono, un trabajador de la mina de azufre del cráter de Kawa Ijen al que su mujer abandona inesperadamente. La película toma este suceso como punto de partida y se estructura en torno a cómo Yono recurre a tres tipos diferentes de fe para recuperarla: el animismo, el islam y el capitalismo. Así, acompañamos a este hombre en su visita a diferentes brujos, a la Meca o en su inmersión en el mercado de las criptomonedas, en tres viajes que se oponen culturalmente, pero en los que Gurrea encuentra de forma inteligente grandes similitudes, comenzando en la alteridad más ancestral y lejana al espectador occidental y terminando con una confrontación directa hacia las nuevas formas de capitalismo que han surgido recientemente. Nada puede con la naturaleza, y en el desenlace Gurrea cede la cámara a su protagonista en un paraje de espumas y cascadas. Yono mueve, agita, moja la cámara, en la escena más bella del film, virando bruscamente hacia el documental más estricto. Que sea este minero quien nos guíe con su mirada, quien nos enseñe qué se esconde tras estas aguas revueltas.

Ceder la cámara a los protagonistas es una decisión política, sobre todo cuando existe un verdadero compromiso con las personas que retratas. Rubén H. Bermúdez hace lo propio en A todos nos gusta el plátano, una de las grandes vencedoras en esta edición del festival al recibir el Premio del Jurado, el Premio del Público y el Premio de CineZeta en la Sección Nacional. Bermúdez, en su primera incursión cinematográfica, continúa con el discurso crítico que comenzó en su fotolibro Y tú, ¿por qué eres negro?, un relato autobiográfico que narra el día a día de la sociedad española visto desde la negritud. La película, compuesta por grabaciones precarias a manos de Ebebe Miranda, Oumoukala Sow, Ken Province, Chumo Mata, Agnes Essonti, Nadia y Hannah, muestra la cotidianeidad de la comunidad afrodescendiente en España. De esta forma, realiza un retrato colectivo a través de intimidades fragmentadas y espontáneas, en las que las acciones de los personajes que se filman a sí mismos resultan tan comunes como el salir a dar un paseo, maquillarse con una amiga frente al espejo o ir a un festival de música con tu grupo de colegas. Gran parte del metraje está filmado con la cámara del móvil, y en el cada vez más frecuente formato vertical que ha popularizado Instagram y que sin duda está democratizando la realización cinematográfica. Ahora todo el mundo, incluso aquellos a los que no se les suele dar voz, pueden contar historias.

A todos nos gusta el plátano, de Rubén H. Bermúdez

A todos nos gusta el plátano, de Rubén H. Bermúdez

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