DON’T GO GENTLE: A FILM ABOUT IDLES, de Mark Archer

Comienzo este texto con dos anécdotas personales, una más larga que la otra. La primera es que reconozco que la cuarentena de estos últimos meses me pilló con una lista de películas que ver muy grande. Clásicos que siempre dices “ya veré” y otros que realmente tenía ganas de ver. Entre todos ellos me di cuenta, al pensar en este texto, que muchos tenían relación con la música. Especialmente con el documental musical. Hace unos años hablaba en esta misma revista de diferentes tipos de documentales segundo su relación con el escenario y dejaba patente que éste es un género que me gusta especialmente. Así, no es de extrañar que en estos meses viese filmes más esperados como Beastie Boys Story (Spike Jonze, 2020), otros imprescindibles como Linda Ronstadt: the sound of my voice (Rob Epstein, 2019), u otros clásicos de los que, si soy sincero, podría haber prescindido como George Harrison: living in the material world (Martin Scorsese, 2011). La segunda, y más breve, es que arriba de esta pantalla donde escribo este texto, tengo las entradas para lo Paredes de Coura 2020, festival cancelado por la crisis del COVID-19; festival donde, por primera vez, se suponía que iba a ver la IDLES en directo. La suerte quiso que, IDLES llegara a mí, no a través del directo musical, pero a través del documental Don’t go gentle (Mark Archer, 2020).

IDLES nace en el 2009, con Joe Talbot y Adam Devonshire cómo únicos miembros del grupo. Ellos mismos confiesan que tardaron en ser realmente un grupo porque no sabían que querían hacer. El grupo nace en medio de una crisis económica y migratoria, y, de forma natural, comienza a situarse contra esas políticas antieuropeístas y aislacionistas. No es de extrañar que, con el ascenso del movimiento del BREXIT, sus canciones fueran cada vez más críticas con la deriva nacionalista del Reino Unido: “The best way to scare a Tory is to read and get rich”. El documental muestra este clima contra lo que reacciona el grupo y los demuestran que, una vez más, la música es catalizador de una revuelta social.

A nivel estructural, el documental no ofrece nada revolucionario al seguir los esquemas tradicionales de este género. Esto es, seguir, de forma cronológica, la historia, breve, por lo de ahora, del grupo de Bristol IDLES. A través del archivo de imágenes de la banda y de entrevistas realizadas en la actualidad, el film se desarrolla desde los inicios del grupo, allá por el 2009, hasta el éxito de la actualidad. Una historia, especialmente la de los miembros fundadores, Talbot y Devonshire, marcada por las pérdidas familiares; episodios que son incorporados al documental de una forma natural, huyendo del aura de rock and roll star de la que a veces dotamos a los artistas o dejando totalmente de lado a posibilidad de ahondar en el trauma de forma morbosa.

Precisamente, esta normalidad a la hora de tratar las emociones es quizás lo más sorprendente por parte de este documental. Si bien la primera impresión que genera IDLES es la violencia a la hora de subirse al escenario, esta impresión desaparece se leemos con calma lo que dicen las letras. “Mi hermano de sangre es un inmigrante”, “Mi madre trabajaba 17 horas, siete días a la semana” o “Si alguien hablara de ti, como tú lo haces de ti mismo, le arrancaría los dientes. Quiérete” son algunos ejemplos de canciones que, aunque tengan el aspecto de violentas, son, en realidad, cánticos a mejorar una sociedad que, en la actualidad, deja mucho que desear.

Por esto, no sorprende que dentro de este documental también haya espacio para la comunidad creada alrededor de IDLES. AF GANG es un colectivo de seguidores del grupo que, lejos de girar por donde el grupo hace tour, es una red de apoyo entre seguidores para la vida diaria. Organizados a través de un grupo de Facebook, esta comunidad busca ser un lugar seguro para cualquier persona, un espacio para compartir y apoyarse. “Es increíble. Comparten sus problemas entre ellos y se ayudan a superarlos. Y no tiene nada que ver con nosotros”, dice Lee Kiernan, guitarrista de IDLES. La propia estrategia de distribución del film, que no empezó por buscar un estreno en cines o en festivales, sino al Vimeo-on-demand, muestra que la banda busca esa conexión con sus seguidores por delante de todo.

Quizás Don’t go gentle no sea un film transgresor en términos de estética o lenguaje cinematográfico. Tampoco es que la historia de IDLES se caracterice por polémicas, excesos o un anecdotario extenso. Pero, en lo que si destacan Don’t go gentle y el grupo es en mostrar una nueva forma de entender la realidad. En un momento en el que hace falta redefinir muchos conceptos sociales, se agradece ver que un grupo emplea su música para difundir no solo estas nuevas realidades, sino también la necesidad de crear nuestras propias ideas.

Comenzaba este texto comentando dos anécdotas personales que, parecían, no venían mucho al caso. Me pareció importante señalar estos dos aspectos para, principalmente, demostrar que este no es un texto objetivo. Mi afinidad por el grupo y por este género me hacían muy propenso a disfrutar de esta película. Además, ante la noticia de quedarme sin ver a IDLES en directo, Don’t go gentle me ayudó a canalizarlo mejor, sabiendo que tendré que esperar hasta 2021 para poder unirme a la AF GANG. Es muy posible que Don’t go gentle no te cambie la vida, pero te mostrará que, a mayores de toda la mierda que vemos a diario a través de las múltiples pantallas, también siguen pasando cosas hermosas.

Como dirían los IDLES: ALL IS LOVE.

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