ANA ESTÉVEZ: «LA ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL ES NECESARIA EN LA FORMACIÓN DE TODAS NOSOTRAS POR SU UTILIDAD PARA ANALIZAR Y DAR SOLUCIONES»

Ana Estévez [na palestra] durante a clausura da 13ª edición do MICE

Ana Estévez [en el atril] durante la clausura de la 13ª edición do MICE. Fotografía: Denís Estévez

La 13ª edición de la MICE (Muestra Internacional de Cine Etnográfico) del Museo do Pobo Galego reunió casi una treintena de piezas, de las cuales doce conformarían la Sección Oficial, con un recorrido importante por festivales de prestigio como la Berlinale, Visions du Réel o el ForumDoc Brasil. En este contexto entrevistamos a la persona encargada de llevar a buen puerto cada año el proyecto, con la ayuda de un equipo de primera, la directora del festival Ana Estévez (Vigo, 1971), que nos abre las puertas para conversar un poco sobre esta cita anual y todo lo que la rodea.

El festival, que mantiene su compromiso con las diferentes colaboraciones que mantiene con festivales y cineclubes, así como la sección Trazas comisariada por el Cineclube de Compostela, sigue adelante con la visibilización de la mujer con un hito dentro de la propia organización al cubrir ellas más de un 50% de puestos de trabajo, así como sucede en la propia participación de realizadoras. Sin duda, la interacción entre el campo profesional y el público estuvo asegurado gracias a la presencia de varias de las realizadoras, y también con actividades variadas como una mesa de debate moderada por Xisela Franco o un taller para familias realizado por Alberto Vázquez.

Lleváis tres años con el formato de festival, supongo que fue una decisión importante. ¿Por qué surge este cambio?

La MICE comenzó siendo una muestra, y efectivamente cambió a festival en el año 2016. Fue una decisión tomada consensuadamente entre la dirección del museo y la dirección de la MICE porque pensábamos que podía necesitar un cambio en los medios de distribución o en el acceso a las películas si comparábamos a cuando se empezó, además de que este formato podía proporcionarnos más apoyo, y generar la posibilidad de premiar en metálico a este tipo de cine, que es necesario valorar.

Ahora, con un tiempo asentados en este nuevo formato, ¿qué novedades llegaron con el paso de muestra a festival?

El hecho de pasar a ser festival implicó varias cosas, entre ellas que la selección ya no quedaría limitada al equipo del museo, y que comenzaron a llegar candidatas por voluntad propia. Cuando tenía formato de muestra la selección se hacía de forma interna, tomando películas recientes que encajaran en los criterios de etnograficidad, y también que tuvieran unos estilemas cinematográficos. Contactábamos con productoras y elegíamos. Con el festival se organizó un comité de selección para recibir candidaturas que pasan por un proceso del que saldrían las películas a exhibir y competir.

Otra fue una mayor afluencia de público al salir del recinto museístico. La propia filosofía del Museo do Pobo Galego también tiene como objetivo otras partes de la ciudad de Compostela, así como otras de Galicia. Esto entra dentro de las relaciones que establece la MICE con otros festivales, cineclubes y demás.

Fotografía: Denís Estévez

Fotografía: Denís Estévez

¿Qué problemáticas se os presentaron a lo largo de la existencia de este evento?

El adjetivo «etnográfico» como que impone y echa atrás a la audiencia, por lo que uno de los retos estaba en atraer al público que estuviera fuera del propio campo de la antropología y de la antropología visual. El término etnográfico en Galicia, y en todo el estado español, acostumbra a relacionarse con lo rural y con el pasado, pero no es sólo eso. El estudio de las culturas, y en la etnografía la descripción, puede ir desde una tradición rural o ancestral pero también puede relacionar los conciertos de rock con la sociedad de la zona, dando así una etnografía contemporánea y urbana. Evidentemente, la etnograficidad de una película está marcada por el método, ya que la temática es más general dentro del estudio de los grupos sociales.

¿De qué forma os dais a conocer como festival para que la gente quiera participal?

Tanto las redes del propio cine como las específicas de los festivales, y como no de la antropología visual que tiene varios centros en Latinoamérica y Europa, a través de los cuales difundimos las bases y el período de recepción de trabajos. Además, abrimos la posibilidad de recibir los trabajos mediante plataformas hechas para festivales que cuentas con su red de comunicación.

¿A nivel peninsular hay algún modelo anterior a esta muestra?

Sí, el más importante tanto a nivel nacional como internacional es Espiello (Festival Internacional de Documental Etnográfico de Sobrarbe). Comenzaron dos años antes que nosotros, y yo ya tenía la idea de traer el cine al Museo do Pobo Galego por lo que fui allí para ver cómo funcionaba. A partir de ahí nos ayudaron y acompañaron, en cierto modo funcionaron como guía aunque mantuvimos el formato de muestra hasta hace tres años. Con el tiempo ves que cada evento tiene sus características, y en este caso tiene que adaptarse a las dinámicas de una ciudad como Compostela.

Ahora que lo dices, en el festival tenéis una sección que se llama “Espiello”.

Sí, cuando comenzamos creamos esa categoría en la cual entraban algunas de las películas ganadoras del festival aprovechando que se lleva a cabo unos meses antes, en abril. En los últimos años algunas coinciden con nuestra Sección Oficial y la colaboración se hace algo más difícil, lo que nos hace pensar en nuevas maneras de colaborar.

También hay otras muestras como la de Cataluña. Ahí tienen un país invitado cada año, en 2017 fue Galicia. Tiene una duración de varios meses, y utilizan los locales que tiene la Generalitat en cada comarca para ir proyectando.

Como asistente una de las cuestiones que me asaltaron fue la aceptación de ciertas películas dentro de la etiqueta “etnográfica”, supongo que es una constante a la hora de seleccionar.

Sí, por ejemplo Os fillos da vide (Ana Domínguez, 2017) por temática nadie duda de su carácter etnográfico al hablar de una tradición ancestral como el vino pero, lo que nos cuestionamos fue su etnograficidad, en si existía una intención de descripción, y si esta era transmitida.

Fotografía: Denís Estévez

Fotografía: Denís Estévez

En el caso de Trinta Lumes (Diana Toucedo, 2017) funcionaría como un estado de la cuestión, que a mi entender la hace encajar bastante bien.

Claro, y la película estaba en una sección paralela. En estas secciones no somos tan estrictos con la etnograficidad, intentamos buscar las relaciones que hay entre la antropología, la etnografía y el cine. A veces también hay relaciones que pueden ser tangenciales o fronterizas, y en esas secciones damos un poco de libertad.

Como dijiste, Diana Toucedo está exponiendo hasta con herramientas de ficción en el documental un estado de la cuestión. Y eso es descripción de una comunidad, recogiendo temas que son parte de la tradición y del mundo simbólico gallego. A lo mejor cuestionaría más bien Nocturno: fantasmas de mar en puerto (Álvaro F. Pulpeiro, 2017), por ser más abstracta, con una dosis más conceptual.

También se puede cuestionar cómo puede entrar Tracey Moffat, esto es porque en su momento contrapuso un estado de la cuestión de las mujeres de culturas aborígenes en Australia y la imagen de la etnografía colonial que describía los usos y costumbres de las mujeres aborígenes. Ella recoge esto de forma que muestra una riqueza que la antropología visual ofrece potencialmente pero que no está presente en la mente de los espectadores.

Todo esto lleva al debate, lo cual enriquece el festival.

Estos ejemplos que nos alejan de los prejuicios vertidos sobre la etnografía reformulan la concepción que tenemos la mayoría de la población. ¿Cómo se llega a este cambio en la práctica?

Desde los años setenta hubo una ruptura con los paradigmas tradicionales en las ciencias sociales, y en la antropología social y cultural la cual cambió mucho llegando a influir en otras ramas como la Historia. En la investigación cambió, pero esto no se trasladó al público general, aunque ya no tiene el corte positivista de antes y esto la beneficia.

Hoy en día, con las dinámicas de nuestro tiempo que cada vez son más veloces y voraces subsumiendo expresiones culturales “menores”, la antropología puede ser una herramienta de primer orden.

En general todas las ciencias sociales lo son. La antropología social y cultural es necesaria en la formación de todas nosotras por su utilidad para analizar y dar soluciones, sin embargo, estamos viendo como la sociedad le está a dar las espaldas, otorgando mayor valor y credibilidad a otras ciencias.

Por otro lado, en Galicia no había – ni hay – presencia en las universidades con un grado de antropología, no se generaron profesionales desde la comunidad lo que provocó que la disciplina aún hoy esté huérfana. Sí que había profesionales que estaban al tanto de lo que ocurría en otras partes del mundo, pero aún queda mucho por hacer. Aquí la Asociación Galega de Antropoloxía tiene una relevancia cada vez mayor, que por la falta del campo académico no tuvo mucho peso, pero están viniendo de la UNED profesionales que se están a juntar y con los que estamos a relacionarnos, como Miguel Alonso que estuvo presente en la mesa redonda.

A pesar de haber terminado hace unos días, ¿qué planes de futuro tenéis para la MICE?

El proyecto como tal está consolidado, pero tenemos que mejorar la línea que estamos trabajando. Hacer evaluación y buscar formas para enriquecer el festival. Seguir con la visibilización de la relación entre cine y antropología, también haremos hincapié en la colaboración con otras organizaciones, e intentar difundir lo que es la etnografía y la antropología visual. Y contar con profesionales de otros lugares para enriquecer la experiencia y el diálogo.

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