“DIRIGIR ES COMO TOCAR UN INSTRUMENTO. O PRACTICAS, O LO OLVIDAS”. ENTREVISTA CON FRANCISCO RAÑAL

Paco Rañal (Ferrol, 1967) es un licenciado en Física que dejó una profunda huella en el audiovisual gallego de los años noventa. Cuando el vídeo ya había llegado pero al digital todavía no se le esperaba, sorprendió con su cortometraje de debut, Coruña imposible (1995), una pieza escheriana y surrealista rodada con un premio de la Escuela de Imagen y Sonido de la ciudad. Ganó tantos premios y pasó por tantos festivales que sólo nombrarlos llenaría este espacio introdutorio, y demostró que el cine hecho en Galicia no tenía porqué estar falto de proyección exterior. Sin embargo, un comienzo con el listón tan alto y una plaza de profesor en la enseñanza secundaria, desconectaron a Rañal de la producción cinematográfica. Insatisfecho con sus proyectos posteriores, Domingo (1999) e Inútil (2001), se alejó de la dirección, a la que no le podía dedicar tanto tiempo como había querido. Hoy echa la vista atrás, sin nostalgia, y deja su testimonio honesto de los tiempos que fueron y de los que son.

¿Cómo se te metió en la cabeza la idea de hacer cine?

En mi infancia y adolescencia no había videojuegos, por lo que sólo teníamos dos modos de ‘evasión’: la literatura y el cine. ambos me gustaban mucho, pero yo sucumbí al encanto de la imagen en movimiento. Supongo que porque la narración visual ‘entra’ más fácilmente, requiere menos esfuerzo intelectual y produce sensaciones más intensas (aunque tal vez más superficiales y efímeras) que la narración escrita. Además, de niño había asistido varios años a clases de dibujo y pintura y me encantaban los cuadros y las fotografías (y me siguen encantando, soy un devorador de pinacotecas).

Con todo, optaste por estudiar Física…

Porque también me gustaba mucho la ciencia. En la facultad me sentí un poco fuera de lugar, porque la inmensa mayoría de mis compañeros no tenían ningún tipo de inquietud artística. Curiosamente, coincidí en la misma clase que Agustín Fernández Mallo, el ahora famoso escritor coruñés, pero aunque nos llevábamos muy bien por nuestras afinidades culturales, no nos movíamos en el mismo grupo. Tras un par de años con una beca de investigación en una empresa compostelana, comprendí que la ciencia y la tecnología no me llenaban. Preparé la oposición a profesor de instituto, pero en aquel año, 1992, se desconvocó sine die. Decidí entonces aprovechar ese regate del destino para estudiar lo que siempre me había gustado: cine. El año anterior había comenzado a funcionar la Escuela de Imagen y Sonido de A Coruña. Me presenté, entré y ahí comenzó mi breve trayectoria audiovisual.

¿Cómo eran las cosas para un director novel en los años 90 en Galicia? ¿Cómo era el ambiente?

Hasta la creación de la EIS, la inmensa mayoría de gente que se dedicaba al cine en Galicia era autodidacta, apasionados de la imagen, con un mérito descomunal, que sobrevivían compaginándolo con otras actividades. De pronto llegamos una ‘hornada’ de jóvenes con mucha energía, mucha ambición y también mucha ingenuidad. Creíamos que se podía hacer cine y audiovisual de vanguardia desde aquí, y nos lanzamos a hacerlo. Después, el formato vídeo había abaratado enormemente los costes de producción, aunque seguía sin ser corriente la edición por ordenador, y el montaje o era artesanal o muy caro. Casualmente nuestra ‘irrupción’ coincidió con esa especie de segundo ‘bum’ del cine que se produjo en los años noventa: no paraban de abrirse salas y el público las llenaba. Vinieron las primeras producciones autóctonas y comenzó a hablarse de ‘cine gallego’. Llegaron premios nacionales e internacionales, como los de Coruña imposible, y aquello parecía factible. Nosotros queríamos vivir del cine, queríamos ser profesionales y trabajar aquí. Fueron años de optimismo, muy hermosos. O por lo menos ese es el recuerdo que yo tengo.

Coruña imposible (Paco Rañal, 1995)

¿Cuándo y cómo nace la idea de Coruña imposible?

En el año 1994 la Escuela de Imagen y Son llegó a un acuerdo con el Ayuntamiento de A Coruña para financiar la compra de una cámara de cine de Súper-16 (un formato de película semiprofesional, el nivel inferior al estándar de 35 mm), para realizar con ella una serie de cortometrajes en las que la ciudad tuviese protagonismo, como una manera de promocionarla a nivel nacional y tal vez internacional. El guión de Coruña imposible fue uno de los cuatro seleccionados en la primera ronda de cortometrajes.

La idea del corto se me ocurrió para una práctica que hicimos en la EIS. Para el guión final que presenté al concurso simplemente amplié y pulí ese brote inicial, intentando darle más presencia a la ciudad y aprovechando las paradojas visuales del genial M. C. Escher. El premio sólo cubría el uso de la cámara y del equipo básico de iluminación de la escuela, cuatro rollos de película (¡con los que sólo se podían rodar un total 40 minutos!), el laboratorio (revelado y positivado) y la posprodución del sonido. Todos los gastos de producción, cátering y demás debían correr a cargo de los ganadores. Mis productores, Cheché Carmona, Fernando Pereira y Amalia Mato, realizaron un soberbio labor consiguiendo ‘favores’ de muchas empresas y particulares, pero aún así yo tuve que pedirles dinero a mis padres (unas 150.000 pesetas, que con la inflación serían hoy más de 3.000€) para sufragar los inevitables gastos derivados de la producción, que se desarrolló en el máximo nivel de ‘cutrerío’ imaginable. Afortunadamente, pude devolverles después esa cantidad con los premios que recibió el corto.

¿Cómo fue el rodaje?

Muy accidentado. Uno de los rollos de película nos lo estropearon en el laboratorio y hubo que rodar de nuevo, pedir permisos y demás. Luego, me robaron una cazadora y el móvil. Cuando no llovía había que mojar las calles con calderos que llenábamos en las tiendas para que hubiese raccord, hacía frío, era noviembre, y había que abrigar al protagonista… Lo recuerdo con mucha angustia. Lo pasé realmente mal. Y la postprodución también fue un desastre. No había dinero y el sonido hubo que arreglarlo en media tarde en un estudio de doblaje. El positivado de la película en blanco y negro se hizo en una empresa madrileña cutre, salió quemada y se estrenó así, quemada, sin mi consentimiento. Me enfadé mucho con la Escuela. Tardaron casi dos años en conseguir positivarla bien, con un proceso en color que le da una tonalidad verdosa. Fue una epopeya que casi daría para una pequeña novela. Me dio muchísimos dolores de cabeza.

Ese corto de debut se hartó de ganar premios e influyó en muchos cineastas gallegos posteriores. Pero, ¿qué supuso eso para ti?

A corto plazo, supuso un empujón muy importante en mi incipiente carrera. De pronto me llamaban para dirigir muchos proyectos, pero yo siempre pedía rehacer el guión a mi gusto. No quería rodar algo que no me convenciese, por lo que acabé rechazando la mayoría de lo que me ofrecían, como por ejemplo el corto O matachín (1996), que después dirigió Jorge Coira y tuvo mucho éxito. Los únicos trabajos de dirección ‘profesional’ que realicé fueron tres spots publicitarios con la productora Continental, de Pancho Casal y Xavier Villaverde, que entonces venía de instalarse de nuevo en A Coruña.

Pero a largo plazo, el éxito de Coruña imposible se convirtió también en una pesada losa. Desde el comienzo de mi trayectoria puso el listón muy alto en las expectativas de mis espectadores y en las mías propias. Todo lo que hacía se medía con ella y solía salir malparado en la comparación. Intenté hacer cosas muy distintas, como Domingo e Inútil, para que la comparación fuese más difícil, pero aún así era inevitable. Llegué a convencerme, y sigo convencido, de que Coruña imposible fue una especie de ‘golpe de suerte’, de que mi talento audiovisual no llega tan alto.

Ascending and Descending (M. C. Escher, 1960)

Coruña imposible (Paco Rañal, 1995)

De todas maneras, tuviste un parón de varios años hasta ese audaz experimento que fue Domingo y la más convencional Inútil. ¿Qué pasó entre medias?

Pues que en 1997 convocaron por fin aquellas oposiciones a profesor de instituto que habían estado paralizadas, tuve suerte y las aprobé. Pensaba que iba a poder compaginar la labor docente y trabajos audiovisuales esporádicos, pero es muy difícil, casi imposible. De profe se curra mucho más de lo que la gente piensa, y además los trabajos audiovisuales requieren dedicación plena durante la preprodución y la producción. En 1999 me autoproduje Domingo, rodada en Súper-8, porque mi amigo Carlos Davila, el protagonista, que también es realizador, no dejó de presionarme para que no abandonase el audiovisual. El corto tuvo cierto éxito y me animó a seguir adelante. Recuperé Inútil, un viejo proyecto que no había salido adelante en su día. La productora Pórtico de Comunicaciones consiguió una subvención y la rodamos, bueno, en realidad la grabamos en vídeo digital. Yo me la tomé como un test: si salía bien seguiría haciendo el sobreesfuerzo de intentar escribir y dirigir, y si salía mal, dejaría definitivamente el audiovisual… Ya podéis deducir lo que pasó…

No obstante, tenías un proyecto con IB Cine, Dentro de cada un de nós. ¿Sigue en marcha?

En 2007, creo, Xosé Zapata, de la productora IB Cine, me llamó para dirigir un largometraje de animación titulada Linko (Rafael Calvo, David Valero y Xosé Zapata, 2013). Como siempre, pedí modificar el guión, pero mis propuestas no fueron aceptadas, por lo que finalmente, un año después, abandoné el proyecto. Fue co-dirigida en 2008 por el propio Xosé Zapata, pero creo que aún no se ha estrenado. Dentro de cada un de nós fue un corto que se incluía dentro de ese proyecto, como prueba de la técnica de animación que se iba a emplear en el largometraje, grabando a actores reales sobre chroma key. Llegamos a grabarla entera en una semana en octubre del 2007, pero la postprodución con esa técnica experimental resultó muy compleja, se quedaron sin financiación y creo que no llegó a terminarse ni estrenarse. Por lo menos a mí no me lo han comunicado.

En los últimos años, ¿en qué han cambiado las cosas en el proceso de producción de una película o cortometraje?

Desde luego, la producción cambió radicalmente. Por ejemplo, ahora parece impensable que el director no esté viendo desde el monitor lo que se está grabando, ¿verdad? Pues hasta los años ochenta los directores de cine no podían ver lo que se estaba rodando, sólo el operador de cámara lo veía. Después se inventó el video-asist, una pequeña cámara de vídeo que se insertaba en un lado del visor de la cámara de cine. Pero su alquiler era caro y nosotros no dispusimos de él en el rodaje de Coruña imposible. Es decir, que tú pedías permisos, montabas el decorado, la figuración, vestuario, etc, rodabas sin ver lo que capturabas, desmontabas todo el tinglado y una semana más tarde, como muy pronto, te llegaba el primer positivado… Imaginad los nervios… ¿Y sí se había colado el micro en la toma en la que el actor estaba mejor? Pues nada de ‘borrarlo’ digitalmente, no había más remedio que quedarse con otra toma peor. Y cosas así que hoy parecen imposibles. El resultado es que hoy la calidad visual de todo lo que se hace es mucho mejor, ¡sólo faltaría! Y el lenguaje audiovisual evolucionó mucho también. Por ejemplo, entonces era impensable rodar todo con cámara inestable, al hombro, haciendo desenfoques… ¿Y si una semana después, cuando lo veías, resulta que estaba demasiado movido o desenfocado? También la edición digital actual permite mucha más agilidad narrativa, planos más breves, muy difíciles de concebir y probar con la tecnología analógica de entonces. Pero con internet también cambió radicalmente la distribución y el visionado.

Para mejor, supongo…

En los noventa, como no existía internet, inscribir un corto en un festival era difícil, lento y caro. Primero tenías que buscar a alguien que te pasase la dirección del festival (no la podías buscar en Google) y no era fácil conocer todos los festivales que había en el mundo, ni siquiera los que había en España. Después les escribías una carta a los del festival para que te enviasen la ficha de inscripción, pero muchas veces ya había pasado el plazo y no quedaba otra que esperar al año siguiente. Si te contestaban (no siempre lo hacían) y estabas casualmente en plazo, había que mandar una cinta con el corto en formato VHS. Si te seleccionaban para participar en el festival recibías una carta y tenías que enviarles la copia de la película de 35mm por correo… Hoy en día es todo tan sencillo que no me extraña que haya cortos que ganan treinta o cuarenta premios. ¡Entonces ni siquiera conocíamos treinta festivales!

Pero, por otra parte, la escasez tenía una parte positiva: no se creaba tanto como hoy, por lo que era más fácil seguir la actualidad de lo que se estaba haciendo, y lo que hacías tú también podía llegar con más facilidad a los auténticos interesados, a los cinéfilos, porque se emitía en programas de televisión especializados (que te pagaban por emitirlo), en filmotecas, festivales, etc. Hoy se produce tanto que es imposible estar al día y, vale, puedes subirlo a la red y pueden verlo tus colegas al momento, pero la repercusión mediática es mucho más difícil de conseguir.

Coruña imposible (Paco Rañal, 1995)

Alguien colgó Coruña Imposible en Youtube. ¿Te parece bien?

Pues sí. Fui yo mismo quien la subió. Antes estaba colgada en el portal Flocos, pero cuando la Consellería de Cultura lo cerró decidí llevarla a Youtube. Hoy en día o estás en la red o no estás en el mundo. A mí me gusta que la gente la vea. De vez en cuando aún miro a ver cuántas visitas ha tenido. Pero el número crece muy lentamente, creo que ya se ha estancado. [Aquí está el enlace]

Sin embargo, para llegar a Inútil hay que ir hasta el CGAI, a pedir una copia física, o verla en baja calidad en el portal del Audiovisual Gallego. Domingo, no se encuentra en ninguna parte. ¿No te tienta compartirlas?

Sí, es algo que voy posponiendo por simple pereza. Pero pienso hacerlo tan pronto como termine esta entrevista, en serio… Aunque Inútil me da cierto pudor. No quedé satisfecho con el resultado y las pocas veces que la volví a ver, me enfadé y me dio un bajón. No estoy seguro de si me gustará tenerla en la red.

¿A qué te suena eso del Novo Cinema Galego?

Pues a un nuevo intento de crear historias audiovisuales desde aquí. Loable y necesario, sin duda, pero muy difícil, y más teniendo en cuenta cómo está el audiovisual hoy en día.

¿Sigues los trabajos de la nueva generación de directores? ¿Qué te dicen?

La desaparición del portal Flocos me desconectó de la producción gallega contemporánea. Desgraciadamente, mis deberes profesionales y familiares me impiden seguirla, y lo siento muchísimo. Apenas tengo tiempo de ver los largometrajes que quiero y además yo no pirateo. Sí, soy uno de esos frikis de la vieja escuela que nos gustaba que nos pagasen algo por ver nuestro trabajo y por lo tanto, nunca he visto una peli en la red sin pagar.

¿Veremos alguna otra película dirigida por Paco Rañal?

Una de las (pocas) cosas que aprendí con la edad es la infalibilidad del dicho “nunca digas de este agua no beberé”. Así que no lo voy a decir, pero hoy en día estoy totalmente alejado del audiovisual. Hace ya muchos años que no escribo ningún guión ni pienso en el tema. Ya en el rodaje de Inútil en el 2001 y después en el 2008 en el de Dentro de cada un de nós me di cuenta de que para dirigir, como para todo en esta vida, hay que tener práctica, es decir, hay que dedicarse a eso con cierta regularidad. En esos rodajes me encontré espeso, lento de reflejos, oxidado. Además, como ya dije antes, el lenguaje audiovisual evolucionó mucho y yo no lo seguí. De mi experiencia personal me atrevo a extraer una conclusión a modo de consejo para los nuevos cineastas. Hay que rodar (grabar) continuamente, no parar, aunque sean proyectos que no te gusten o comerciales, porque siempre aprendes algo nuevo en ellos y vas cogiendo ‘oficio’. Dirigir no es como andar en bicicleta o nadar, dirigir es como tocar un instrumento musical: si no lo practicas con regularidad lo olvidas completamente.

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