EXILE, de Robert Todd

exile

Este texto fue elaborado en el Seminario de Crítica Experimental del (S8) Mostra de Cinema Periférico

Un retrato: espacios cotidianos, velados a través de distancias de diferentes tipos, viviendo dentro de las limitaciones de nuestras posturas fijas. (Robert Todd)

Los cineastas cuyas películas tuvimos la oportunidad de disfrutar en este festival, o (S8) Mostra de Cinema Periférico, tienen precisamente en común el uso de espacios y objetos cotidianos como elementos con los que configurar el contenido de las imágenes de sus films. Son capaces de suscitar interés en aquello que otros ni siquiera se fijan, anclados en una percepción rutinaria del mundo.

En esta película, Robert Todd nos coloca en una posición sumisa en la que la cámara mueve nuestra mirada a su voluntad por el espacio, sin la más mínima posibilidad de elección. Un espacio cada vez más uniforme. El realizador utiliza ramas de árboles y las estaciones como un elemento clave en la forma de la película. Con la llegada del invierno, la pérdida de luz hace que el paisaje tenga colores más fríos, utilizando las ramas como una barrera que nos impide ver a través de ellas, lo que hay más allá. Una visión fría y uniforme del mundo diegético.

Robert Todd es capaz de crear una crítica por vía doble en esta pequeña pieza: a los métodos de representación convencionales y anticuados de la imagen en movimiento y el sufrimiento que sufre el ser humano del siglo XXI de la mano del régimen capitalista dominante. De hecho, ambas cuestiones están estrechamente relacionadas. Estamos obligados a seguir las directrices de la cámara en Exile, bajo la arbitrariedad del encuadre, del mismo modo que estamos obligados a encaminar nuestras vidas siguiendo unas directrices fijadas y preestablecidas, sin posibilidad de pausa, como si viviésemos encuadrados en la arbitrariedad de alguien más. Y no existe otra posibilidad. Por mucho que la cámara decida inmiscuirse en el interior de la marea de ramas en busca de una salida, una alternativa a esa frialdad y uniformidad. El sofoco ante el fracaso de su aventura resulta potenciado por el potente sonido de lluvia y viento, provocando el retroceso de la cámara a su posición desde la distancia, refugiada en la tranquilidad de la inactividad.

Exile

A continuación la película muestra lo que parece ser una representación de la alegoría de la caverna de Platón. La cámara (nosotros) fija su (nuestra) mirada sobre el reflejo del sol en un charco. Cuando decide levantar la vista para ver el sol directamente, su potente brillo la (nos) ciega, volviendo la imagen negra. Despertamos en la caverna, en una situación todavía más desesperante, pues ahora ni siquiera podemos ver las ramas directamente sino que tenemos que conformarnos su sombra proyectada sobre las paredes y el suelo del lugar. En este sentido la alegoría de Platón parece ocurrir sentido inverso. Ya no vemos las trabas de la realidad, sino una imagen representativa de esas trabas. Podemos leer esta situación como una metáfora poética de los métodos convencionales de representación de la imagen, amparados bajo el nombre de Industrias Culturales. Con la promesa de un modo de “desinhibición de la realidad”, estas imágenes producidas en serie con el fin de comercializarse, no suponen más que otro método de adoctrinamiento del régimen dominante. Siempre los mismos contenidos masticados, contados de la misma manera, potenciando la pasividad del espectador acomodado. Incluso Internet, esa plataforma depositante de cualquier esperanza de democracia de contenidos está siendo dominada por las grandes compañías de las Industrias Culturales.

Existe una identificación, posiblemente más personal, en la historia reciente del estado español. Tras años de clara y visible represión durante la dictadura franquista y con la muerte de la figura representativa de dicha represión, se vio el reflejo de la luz con la “transición”. Sin embargo, la población fue cegada por la mal llamada libertad, bautizada por los mal llamados hijos del franquismo, pues siempre fueron los órganos constitutivos del régimen escondidos tras la figura del dictador. El resultado es una (qué sorpresa) mal llamada democracia, una nomenclatura que esconde las trabas de represión antes claramente visibles. La democracia del estado español son las proyecciones de las sombras de las ramas.

El film termina con el mismo pesimismo que con el que escribo estas líneas, con la identificación con ese muñeco desmembrado y congelado, completamente reducido. Las luchas y protestas respondidas con más represión. Pero no queda lugar para lamentos, la resistencia continúa mientras los inconformistas no seamos exterminados por la fuerza.

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