LOS FESTIVALES DE CINE EN COREA DEL SUR: UNA CRÓNICA SOCIAL

Cuando uno se prepara para ir a un festival de cine cuenta con poca información: algunas películas vienen precedidas de éxito en otros festivales, de otras no nos interesa tanto la película como la Guest Visit (presencia del director y staff durante la proyección y posterior diálogo con el público) y de la gran mayoría, por ser estrenos u obras de directores nóveles, no se tiene más información que la que se presenta en el catálogo. De esta manera uno estudia la programación lo mejor que se puede y, en un ejercicio de ingeniería casi malabarista, se organiza un primer programa de lo que se quiere ver.

Esta etapa de estudio previo para el BIFF, dada su magnitud, fue larga e involucró un energético intercambio de mails y mensajes pidiendo y dando recomendaciones. Ni hablar de intentar elegir las 4 películas que veremos por día (aproximadamente 100 proyecciones diarias y hasta 31 simultáneas).

Una vez que comienza el festival nos encontramos con colegas e intercambiamos programas. Uno tiene información sobre alguna película que el otro desconoce y viceversa. Nuestro programa sufre el primer cambio. Casi nunca se llega a ver la última película del día (que suele ser sobre las 8 pm) porque coincide con alguna fiesta donde, por cierto, conoceremos a directores y actores que promocionarán su filme y, dependiendo cómo, es muy probable que ese encuentro resulte en un nuevo compromiso para asistir a una. Otra modificación del programa original.

En los festivales de cine en Corea hay dos niveles de fiestas: a las que asistimos porque todo el mundo sabe sobre el evento y las otras. Las más divertidas. Las fiestas importantes que, si conocemos a la persona adecuada o estamos en un eslabón más o menos privilegiado en la cadena de rumores y trascendidos podemos enterarnos dónde se llevarán a cabo y asistir. Sin embargo, toda fiesta tiene segunda ronda y es ahí donde se pone interesante. De año a año los sitios no suelen cambiar mucho así que hay que estar atento porque es en este tipo de reuniones donde los festivales tienen su parte más interesante y donde las verdaderas charlas sobre cine, desde las más variadas perspectivas y visiones, ocurren. Y es por esto que los festivales de cine en Corea son extremadamente disfrutables, porque se tiene un casi total acceso a cada una de las actividades enmarcadas en el evento que dada la magnitud del BIFF, no son pocas. Cada noche de las nueve que dura el festival se llevaron a cabo fiestas simultáneas de productoras, estudios y sponsors. Esas fiestas fueron, en la práctica, accesibles a todos los invitados pertenecientes a la industria como para la prensa; fiestas en las que se tenía la posibilidad de interactuar de una manera muy casual y relajada con los demás invitados. Así Kim Ki-duk, uno de los más fieles asistentes a estos eventos, Park Chan-wook, Kim Ji-woon o los actores Yoo Ji-tae, Song Kang-ho o los miembros de los diferentes jurados fueron, después de la primera sorpresa, caras familiares durante el festival. Así también, alguno tuvo la fortuna de sentarse al lado de Quentin Tarantino (que asistió al festival como un espectador más) durante algunas de las proyecciones, o de Bong Joon-ho, quien se quedó a la Guest Visit posterior como uno más de la audiencia. Otra razón que hace del BIFF un festival excepcional: en todo momento cine y la cinefilia están juntos.

Guest Visit de 'Our Sunhi', último filme de Hong Sang-soo

Al mismo tiempo, hay incontables oportunidades para que el que así lo quiera pueda ver en persona a los innumerables invitados del festival: eventos gratuitos principalmente en las playas de la ciudad llamados Open Talk; las fiestas, que cada año toman lugar en los mismos hoteles, llaman la atención de curiosos y fans que esperan en la entrada. Y las Guest Visit, que permiten no solo ver la película con los involucrados sino hacerles preguntas después de las proyecciones.

Y de este ritmo y de nuestra suerte depende, en gran parte, cómo vivenciaremos el festival. Solo basta comparar las experiencias posteriores con otros colegas para contrastar la percepción que tuvo uno del festival y del azar que finalmente determina a las que podemos asistir.

El otro elemento curioso después de un festival es que las películas dejan de contar como unidades y comienzan a ser la parte de un todo que define el adjetivo con el que calificaremos al festival. Si en general las películas fueron de calidad, de nuevo, la percepción cambia. Pero si, por el contrario, la masa de filmes fueron regulares, tendemos a olvidar las películas que sí nos impresionaron (que siempre hay, por lo menos, un par). Pero, como dijimos antes, las películas que finalmente vemos dependen en gran parte del azar y es muy fácil sentir que somos guiados por algo más que toma las decisiones por nosotros. Desde qué películas ver hasta a qué fiestas asistir.

Después de que el cuerpo se recupera de 10 largos días de poco dormir y mala alimentación (entre película y película hay el tiempo justo para comprar un bocadillo y desplazarnos a las otras salas que no siempre están cerca entre sí) comienza el verdadero trabajo. Lo primero a hacer es recolectar las decenas de tarjetas que hemos recogido durante esos días (fundamental en Corea tener tarjeta de negocios y anotar algún tipo de nemotecnia que nos ayude a recordar después a quién pertenece qué tarjeta), enviar mails y mantener el contacto. Una vez hecho esto, repasar las películas que hemos visto, organizar una primera panorámica y tratar de ver los filmes que nos perdimos (por ejemplo, el Korean Film Council – KOFIC- tiene un servicio de online al que se puede pedir acceso y ver algunas de la películas coreanas que participaron en festivales o escribir mail a los directores y pedirles una copia o acceso a screenings online). Y de esa manera y una vez habiendo visto lo fundamental del festival (por ejemplo, las películas premiadas) podemos empezar a bosquejar la crónica final.

Los festivales de cine se basan, principalmente, en presentar las últimas producciones cinematográficas, razón por la que son extremadamente útiles a la hora de diagnosticar la salud de una industria y sobretodo las perspectivas y aspiraciones de una determinada cinematografía. Esta vez, por ser el BIFF el evento que cierra el año de festivales de cine en Corea y después de haber tenido la posibilidad de asistir a los más relevantes de la península, el certamen ofrece la oportunidad de crearse una personal perspectiva sobre el cine que se ha hecho en este territorio en 2013.

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Crónica sobre el cine surcoreano de 2013 visto por Sofía Ferrero en festivales del país disponible aquí.

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