Crónica 24 de noviembre

Esta mañana, una entrevista a una hora mala me ha hecho perderme las sesiones de antes de la comida. Sin embargo, no puedo decir que no gozara con el loco de Michael Glawogger contándome, entre risas nerviosas, sus peculiares travesías transnacionales. Si añadimos que Faust y Walk Away Renée son dos peliculones, podemos hablar de otro aprovechado día en este FIC Xixón, que cuenta en esta edición con una programación a aplaudir.

La adaptación de la célebre novela de Goethe por Alexandr Sokúrov es uno de los filmes más ricos del certamen a nivel visual. Menos fantástico que el clásico silente de F.W. Murnau, tiene sus referentes fotográficos directos en el impresionismo pictórico francés y en los románticos teutones, con Friedrich en cabeza. No desdeña tampoco establecer una relación en la puesta en escena, un tanto teatralizada en las interpretaciones, con el cine mudo alemán, recuperando con valentía el formato cuadrado 4:3, y aplicando ligeras distorsiones al enfoque, que remiten al ‘flou’ de las primeras cámaras fotográficas.

La secuencia final de entrada al infierno es una de las experiencias estéticamente más impactantes vistas en tiempo, con resonancias al mejor Andrei Tarkovski en los diálogos y motivos visuales.

Por su parte, Jonathan Caouette vuelve a los terrenos de Tarnation, repitiendo casi argumento, pero unos años más tarde, y con nuevo material familiar acumulado. La atención se centra en esta ocasión en un viaje que realiza en camión con la madre hasta Nueva York, para tenerla más cerca de casa y poder controlar así mejor su tratamiento psiquiátrico.

El grado de intimidad que alcanza esta película es más que notable, y supone en sí mismo un enorme acto de generosidad por parte de su director, que rescata otra vez viejas cintas en súper8, vídeo VHS o Hi8, hasta llegar al HD. Ya en este aspecto, la cinta realiza un compendio notable de todos estos formatos domésticos, jugando con sus texturas para componer toda clase de paisajes por los que transita sin miedo, introduciendo incluso cortos abstractos dentro de la narración. Realmente, Caouette hace lo que le da la gana en el montaje, entregando al espectador un filme trepidante, honesto, íntimo, experimental, documental, maravilloso. La carta de amor más bonita que se le puede escribir a una madre.

Pero esto se va acabando. Mañana colgaremos la última crónica diaria de este año y, el sábado, os contaremos cuál es el palmarés. A estas alturas de la partida, ya comienzan a sonar algunos favoritos. Las francesas La guerre est déclarée y Un amour de jeunesse se citan mucho para el premio gordo y, aunque los tambores apocalípticos de Take Shelter parecen sonar ya con poca fuerza desde que inauguró el festival hace una semana, no se descarta que puedan resucitar a última hora.

El estudiante está en todas las quinielas, y de hecho no sería ningún delito otorgarle un premio a su medido guión. Un servidor preferiría galardonar la valiente apuesta de Elisabeth Perceval en Low Life, pero parece que una gran parte de la crítica española no le ve cualidades suficientes -ya se sabe que los jurados son una raza aparte, confiemos en eso-. O radical, o burguesa, o ‘naïf’, son los comentarios que se escuchan. Lo mismo se dijo de La question humaine en 2007, y hoy está considerado un filme de culto. Tiempo al tiempo.

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