FICX 2015: UN MODELO CONSOLIDADO

José Sacristán en la gala de inauguración.

José Sacristán en la gala de inauguración.

Cuando el equipo de Nacho Carballo se hizo con la dirección del FICX hace cuatro años, su entrada estuvo llena de polémica por la estruendosa salida del anterior director, José Luis Cienfuegos, muy querido por la cinefilia en España y con un público fiel en la ciudad. No ayudó nada que esa 50 edición de 2012 se mostrase errática y con una selección pobre.

Pero ha pasado una legislatura, y poco se le podrá reprochar a un festival que ha sabido traer recientemente a nombres tan reivindicables como Amir Naderi, Bill Plympton o, este año, a Apichatpong Weerasethakul. Les falló la presencia de Hong Sang-soo en esa gran retrospectiva de 2013, pero dado que han programado todas sus películas en los últimos años, incluida la fabulosa Right Now, Wrong Then (2015), favorita indiscutible de esta edición, se lo podremos perdonar. Seguramente, si nos fiamos del curso de sus ficciones, se lió botella de soju en mano en Seúl, y no llegó el avión. También se perdió las sidras y el buen cine. Habrá que volver a invitarle otro año, digo yo, y esta vez vendrá – qué ingrato sería, después de todo el apoyo que este certamen le viene dando en España.

Hong fue uno de los nombres grandes de una sección oficial que recupera los cabezas de cartel fuertes, con otras menciones como Arturo Ripstein o Brillante Mendoza. Estos caballos ganadores se combinan con un conjunto de películas que dan empaque a un festival que ha sabido encontrar su marca en la diversidad. La competencia se caracteriza por la pulcritud de un cine bien ejecutado y de corte clásico, mientras deja espacio a otras secciones para experimentar mucho más. Las recientemente incorporadas Convergencias (sección de la crítica) y FICXLAB (dedicada al cine experimental) ofrecen propuestas más abiertas a nuevas formas narrativas, y han sabido convocar a dos comunidades en España – la de la joven crítica de Internet y la de los defensores del cine de vanguardia, a través del colectivo Lumière. Por su parte, DOCUFICX y ANIMAFICX se encargan de recoger algunas de las propuestas en el terreno de la no ficción y de la animación, más interesantes del año. Quizás estas dos sean las patas cojas del festival, en cuanto a coherencia se refiere, por congregar en un difícil binomio el documental comprometido de protesta con exploraciones más artísticas en un caso; y en el otro fusionar propuestas más bien infantiles con otras dirigidas a un público adulto. Son los peros a un esquema de festival diverso y coherente, que tras un par de años de prueba y error, ha sabido encontrar ya una forma en la que sentirse cómodo.

Repasemos entonces lo que nos ha parecido más destacado de cada una de estas secciones – algunas muy incompletas, quién pudiera verlo todo.

Apichatpong Weerasethakul, homenajeado de este año.

Apichatpong Weerasethakul, homenajeado de este año.

La gran estrella

Si hubo un nombre que brilló en esta edición, ese fue Apichatpong Weerasethakul. Al tailandés se le dedicó una retrospectiva completa, con copias en 35mm de aquellas películas donde se podía conseguir tal formato, respetando al máximo su visión del cine. Defensor del celuloide, más espiritual para él que el digital, más adecuado a su percepción del mundo, marcada por el budismo; Weerasethakul realiza un cine de digestión lenta, pausado y meditativo, que funciona casi como un mantra para aquellas que tenemos un sentir espiritual similar.

En la presentación de su último largo, Cemetery of Splendour (2015), el realizador dijo que no ocurría nada si nos quedábamos dormidas, que era parte de la experiencia de una película que ocurre en la duermevela, y que embriaga de ese estado. Muchas nos tuvimos que resistir al sueño, creemos que no tanto por la fatiga acumulada, como por el estado de serenidad en el que te sumerge la película. Filme que, como buena parte de la filmografía de su director, habla también de la presencia de fantasmas en lugares de gran presencia espiritual – en esencia, la memoria de los lugares, más intelectualizada en Occidente – supone un nuevo capítulo desde lo poético, de la historia viva de su país. El último, quizás, pues el autor filmará su próxima película en español, en México, y huirá de su patria durante un tiempo. Fue una de las sorpresas que dejó en la clase magistral que impartió en el marco de la retrospectiva.

Esta última película llenó obviamente las salas, pues era la que despertaba más interés. Pero el ciclo también incluyó sus cortometrajes, algunos muy difíciles de encontrar, y desde luego de verlos proyectados. Sus demás largos, ya ampliamente conocidos por la cinefilia, pudieron volver a disfrutarse con su presencia. Además, el festival deja una publicación para el recuerdo, coordinada por CineAsia, que destaca por cubrir las constantes de la obra del autor a través de artículos extensos, dedicados a cada una de ellas; y concluir con una entrevista, a la que quizás podría habérsele exigido una mayor profundidad. No pretende ser el libro definitivo sobre el autor, pero sí logra lo que se propone, acercar su figura a las lectoras que puedan estar menos familiarizadas con ella, y proponer interesantes lecturas de una obra que se antoja compleja.

Jurado dividido

Haciendo un símil con los resultados del 20D, podríamos decir que la escasa capacidad para llegar a acuerdos del jurado oficial se manifestó en su palmarés. Right Now, Wrong Then y La delgada línea amarilla (Celso García, 2015) se repartieron los premios principales, y créanme, son como la noche y el día. La primera, ya lo hemos dicho, es una maravilla, una de las grandes de un autor que cuenta con una obra incontestable. En esta nueva entrega, el autor surcoreano vuelve a contarnos una misma historia con dos tonalidades diferentes, como ya hiciera en Oki’s Movie (2010) o En otro país (2012), por poner dos ejemplos recientes. Pero si en estas y en la mayoría de sus películas, la variación viene dada por el punto de vista de los personajes, por los cambios en las acciones o la dispersión temporal; en este caso estamos hablando de dos historias idénticas, y al mismo tiempo tan distintas… El dispositivo es sencillo, pero genial. Se trata, como en Melinda y Melinda (Woody Allen, 2004), de contar el mismo encuentro de un hombre y una mujer, primero en formato de comedia, después como drama. Los espacios, con ligerísimas variaciones, son los mismos. Los diálogos, casi iguales. Los actores, los mismos. Y, sin embargo, la espectadora asiste pasmada ante dos filmes completamente diferentes, que funcionan aún mejor mediante la comparación, por el placer intelectual de anticipar las variaciones, y sorprenderse ante otras. Es una película donde el fuera de campo, el cierre del encuadre, los leves movimientos de cámara y el ángulo; nos enseñan que la mano del director, con estas decisiones tan sutiles, puede ensañarnos dos mundos a través del mismo material escrito, un guion más férreo que en otras ocasiones, igual de juguetón y ligero, pero también algo más cartesiano de a lo que nos tiene acostumbrado su autor. Junto con Noche y día (2008), la mejor de su autor para la firmante. Sencillamente, y se puede decir pocas veces, un peliculón.

Por contraste, La delgada línea amarilla roza todos los colmos de la corrección. Entre la road-movie y el western intimista, el filme sigue a un grupo de trabajadores que deben pintar varios kilómetros de una carretera. Lo que podría haber sido un entretenido drama sobre la transmisión de valores y el intercambio entre generaciones, con una factura más que correcta, un guion obvio pero efectivo, con personajes y arcos bien definidos; acaba por convertirse en un torpe melodrama de categoría casi pornográfica, rendido a la obviedad, y que insulta la inteligencia de un público que ha mimado hasta el último acto. Más llevadera resulta desde luego que The Diary of a Teenage Girl (Marielle Heller, 2015), enésimo retrato del despertar sexual en la adolescencia, con el piloto automático drama Sundance puesto de inicio a fin. Temática liberal, teóricamente muy desinhibida, montaje musical con los temas indies de turno, y algún actor secundario luciéndose – aquí el gancho es Kristen Wiig, madre drogata de la niña, un desastre de mujer (y de papel) que rompe todos los medidores de sobreactuación – para una película insulsa y que, partiendo de la historia real de la comiquera Minnie Goetze, podría habernos regalado algo más próximo a American Splendor (Robert Pulcini, Shari Springer Berman, 2013). Al fin y al cabo, el estilo de la autora no está tan lejos del de Harvey Pekar o Robert Crumb.

'Right Now Wrong Then', la gran película de la sección oficial.

‘Right Now Wrong Then’, la gran película de la sección oficial.

De la banda de los directores jóvenes, tenemos dos ejemplos que funcionaron mucho mejor entre el público. Black (Adil El Arbi, Bilall Fallah, 2015) especialmente, provocó aplausos fervientes en el Jovellanos. ¿La historia? Una adaptación del Romeo y Julieta de Shakespeare al contexto de las reyertas entre bandas rivales en Bruselas. La película adopta un estilo ligero y de montaje rápido, muy en la estela de Guy Ritchie, siendo explícita en las escenas más brutales. Un filme efectivo aunque sin ligerezas, que intenta subrayar el sinsentido de la violencia, al tiempo que dota de coherentes motivaciones a los personajes. ¿Cuáles son? Que aún siendo belgas, no parecen tener muchas salidas laborales y les cuesta integrarse en una sociedad que los trata como sucios extranjeros. Teniendo en cuenta que una de las dos bandas aterroriza al barrio de Moolenbeek – ese al que huyó el terrorista de París, ¿se acuerdan? – la película encierra también un potente mensaje sobre las mutaciones de una identidad europea cambiante, que la vieja guardia blanca no parece estar muy dispuesta a tolerar.

Otro filme de género majo fue The Ardennes (Robin Pront, 2015), definida por muchas, muy acertadamente, como un curioso cruce entre Quentin Tarantino y los hermanos Dardenne. Yo diría que por la forma de acercarse a los rostros de sus personajes, el montaje musical, los conflictos de dos machos frente a una misma mujer, su voluntad esteta… en esencia, la atmósfrea que desprende, se parece mucho más a Nicolas Winding Refn. Sea como fuere, Pront entrega un entretenido polar que no tiene miedo de tomarse un poco el pelo a sí mismo en su marcado final pulp, con sorpresa final incluida. Una película que hará pasar un buen rato a aquellas que estén dispuestas a no tomársela demasiado en serio y sí como un juego.

Hubo muchas otras propuestas en la sección oficial, pero hablaremos de dos más por el gran nombre de sus autores. Hemos dicho que la competencia supo combinar a jóvenes promesas con autores consagrados. En la nómina de estos últimos nos encontramos con La calle de la amargura (Arturo Ripstein, 2015) y Taklub (Brillante Mendoza, 2015). Si bien la inclusión de Hong fue todo un acierto, estos dos títulos nos causan más dudas. El primero vistió la gala de inauguración con un Ripstein socarrón que dijo que su filme iba “de putas y enanos”. Y en esencia, eso es. El mejicano vuelve a una historia de sucesos – gran inspiración en su obra, confesó – que trata son su habitual estilo grave y dos actrices, Silvia Pasquel y Arcelia Ramírez, en estado de gracia. Aún con sequedad, una no puede dejar de pensar que existe una estilización de la miseria en la obra de Ripstein, que no cuadra con su manera de entender el mundo. Sin embargo, es imposible negarle a este señor un estilo propio y coherente, que viene desarrollando en toda su filmografía con bastante acierto. No se le podrá tachar de intrascendente, desde luego, y con La calle de la amargura vuelve a entregar otro ejercicio de abrumadora personalidad.

Argumentos semejantes se le pueden adjudicar a Brillante Mendoza, solo que en su caso, esa caligrafía tan suya, también basada en el suceso y la miseria, y en una aproximación cámara en mano, de carácter reportajeado, se le está yendo al filipino de las manos. Su último filme es una absoluta porno-miseria sin personajes bien definidos, ni trama, ni conflictos claros… Un batiburrillo incomprensible que solo busca arrancar lágrimas. Creo que podemos afirmar, sin riesgo a equivocarnos, que Taklub fue la película más bochornosa del festival. Una mancha en la sección oficial, para un autor que el FICX viene defendiendo en los últimos años. Quizás, puestos a ser fieles a Mendoza, habría sido más inteligente colocar este último filme suyo en un lugar menos destacado. Al cabo, hay filmes mucho más dignos en otras secciones paralelas.

Lo último de Claire Simon ganó DOCUFICX.

Lo último de Claire Simon ganó DOCUFICX.

Espacios para el documental y el cine de vanguardia

Tomemos por ejemplo Les bois dont les rêves sont faits (Claire Simon, 2015), que estaba en DOCUFICX. Fiel a un estilo de cinéma vérité que sale al encuentro de personajes con curiosas historias personales en el bosque de Vincennes, a las afueras de París, la francesa compone un retrato del lugar a través de sus gentes, mediante el noble arte de la conversación. Premio de la sección merecido, para una autora que no ha dejado de indagar en el alma humana desde esa grandiosa Récréations (1998), con distintas variaciones entre la ficción y el documental.

En la misma sección, dos películas muy esperadas, llegadas de Locarno: Brothers (Wojciec Staroń, 2015) y Dead Slow Ahead (Mauro Herce, 2015). El primero es un documental performativo sobre dos viejos hermanos artistas que cuidan el uno del otro. Aún descuidando un poco la obra pictórica y fotográfica de la pareja, con poco protagonismo en un filme que pretende tirar más por lo emotivo, se muestra noble en su directa y honesta sencillez expositiva. Por su parte, Dead Slow Ahead es un placer para los sentidos. Se nota la faceta del Herce director de fotografía, con títulos en su haber del reciente cine gallego como Arraianos (2012) o O quinto evanxeo de Gaspar Hauser (2013). Travesía en un carguero, el filme encierra además un mensaje crítico a la maquinaria capitalista, aunque lo mejor que se puede hacer es dejarse engullir por sus bellas imágenes, pues ante todo, la cinta es una experiencia estética.

Con esta sección y con FICXLAB, el festival da protagonismo a la no ficción y al cine experimental, este último desterrado de la mayoría de certámenes. La contribución de esta última sección a la diversidad de la exhibición en España honra a un FICX que ha sabido colaborar con la Laboral y Lumière para llevar a cabo esta importante labor. En la nómina de nombres, lo último de Nathaniel Dorsky, Prelude (2015) e Intimations (2015), que muchas corrimos a devorar con insaciable fervor. Nos encontramos con lo que íbamos a buscar, la obra de uno de los poetas más grandes del cine contemporáneo, en dos piezas compuestas de pequeños gestos de intimidades robadas. De paso, también descubrimos sorprendidas a Helga Fanderl, formada con Peter Kubelba y Robert Breer, de quienes toma prestada una manera muy especial de trabajar la temporalidad en el cine; estructuralista, sí, pero pegada directamente a la naturaleza. La primera parte de Communing (Helga Fanderl, 2015) es como un Monet a flashazos, mientras que en la segunda, más pausada, parece buscar momentos de disociación entre la tradición y la modernidad, con una agradecida sorna. Acaba con otro festín final de imágenes rápidas, que requieren la atención de la espectadora, pero ofrecen grandes recompensas estéticas.

'Risttuules' fue la gran revelación de Convergencias.

‘Risttuules’ fue la gran revelación de Convergencias.

Un punto de encuentro para la crítica

Ya desde el pasado año, otra colaboración que el FICX se dispuso a llevar a cabo con una asociación externa a su organización, es Convergencias. La sección reunía esta vez seis títulos programados por críticos que participaron en un concurso, para ser elegidos con sus películas. Así, pudieron verse títulos como la ópera prima de Edward Trey Shults, ayudante de Terrence Malick, Krisha (2015). Película filmada con sus familiares en una propuesta muy orgánica, en la que se notan los movimientos de cámara del último Malick como influencia en el joven director, la obra parece más cerca en su fondo de Una mujer bajo la influencia (John Cassavetes, 1974). Su protagonista, Krisha Fairchild, es la mitad de la película, una mujer con problemas mentales y de alcoholismo que llega para provocar un terremoto en una reunión familiar.

Más esteta, y preferida del festival para mucha gente, fue Risttuuless (Martti Helde, 2014), sobre el exterminio estonio en Siberia a manos de los soviéticos, tras la Segunda Guerra Mundial. Basado en los diarios de una presa que sobrevivió, la película se compone de una serie de tableaux vivants muy bien ejecutados, lo que aporta la singularidad a la que muchas espectadoras se rindieron.

En las dos propuestas, juega un importante papel narrativo el particular tratamiento sonoro. Fundamental lo es también en The Road (Rana Salem, 2015), por cómo construye otro filme en el fuera de campo, o en Test (Alexander Kott, 2014), como intensificador de unas imágenes ya de por sí muy barrocas. Aunque donde ya es esencial es en Transatlantique (Félix Dufour Laperrière, 2014), otra travesía muy parecida a la de Dead Slow Ahead, solo que aquí el tratamiento es aún más abstracto, en un filme que, al contrario del de Herce, no tiene una concatenación mecánica de conceptos, sino que se mueve más libre en un estado de continua embriaguez. Donde una tiene una aproximación más intelectual, la otra es puro sexto sentido.

Más colgada se quedó quizás en esta sección Os Olhos De André (Antonio Borges Correia, 2015), filme rodado con actores no profesionales que interpretan sus propios roles dentro de una familia monoparental. De inspiración bressoniana, es una estilizada y elegante no ficción de sentimientos contenidos a flor de piel.

Con todas estas secciones, el FICX se confirmó en este 2015 como festival diverso, que ha sabido encontrar sus equilibrios en esa variedad.

Comments
3 Responses to “FICX 2015: UN MODELO CONSOLIDADO”
  1. cimadevilla76 dice:

    Cómo se nota que la persona que firma desconoce la etapa anterior del festival, pues si no no osaría a compararlas.
    Está muy bien programar a grandes como Apichatpong y Hong, aunque Hong no haya venido ni aún ganando el máximo premio de la oficial, pero no son nombres «reivindicables», no: Se programan siendo ya totalmente consagrados. Por cierto, que la primera película de Hong que se vió en el FICX fue «Oki’s Movie», durante la dirección de Cienfuegos.

    Antes el FICX descubría directores hasta entonces inéditos en España, gente hoy día tan consolidada, si bien desconocida por aquel entonces, como Kaurismäki, Seidl, Haynes, Hartley, Denis, Costa, Assayas, Dumont, Green, Bonello y un larguísimo etcétera. Y Fran Gayo y Cienfuegos eran quienes los programaban. La actual dirección paga a otros programadores para que les hagan los ciclos, incluso cuando se trata de gente tan conocida ya como Apichatpong o Hong. Lo mejor del festival es, efectivamente, lo que no programan ellos: retrospectivas, FIXLAB, Convergencias. Pero puede que esta externalización de la programación explique el sobrecoste del FICX en su edición pasada, de más de 250.000 euros, y que ha llevado a todos los grupos políticos de la oposición de Gijón (PP, PSOE, C’s, Podemos e IU votando a la vez) a convocar concurso público para dirigir el FICX en 2017 con la oposición del partido de D. Francisco Álvarez Cascos, único valedor de Carballo y su «gestión».

    Cualquiera que conociese un poco la etapa anterior del FICX sabe que las últimas cuatro ediciones de su sección Oficial han sido un cúmulo de mediocridades con la única excepción de «Ida». Un estreno en España destacable en 4 años, pobre balance, muy pobre. Ahora las únicas películas buenas que ponen vienen de otros festivales españoles: Mustang (Seminci), Son of Saul, The Magic Mountain (San Sebastián), Under Electric Clouds, Dead Slow Ahead (Sevilla). Es decir, un empequeñecimiento del festival y una gestión mala tanto artística como económicamente: la «espectacular» recaudación de 2015 ha sido de 107.407 euros; la de 2011, último año de Cienfuegos, fue de 132.670 euros. Los números hablan por sí solos.

    No, no es poco lo que un ciudadano de Gijón le puede reprochar al actual FICX.

    • cimadevilla76, cree que conocemos bien la etapa anterior con José Luis Cienfuegos y Fran Gayo, que siempre hemos reivindicado. A Cuarta Parede fue siempre en contra de su destitución, y ha apoyado siempre el trabajo de Cienfuegos y su equipo, en Gijón y en Sevilla. Puedes tirar de hemeroteca en este medio si quieres comprobarlo. Pero también creemos que, desde una primera edición de Nacho Carballo muy decepcionante y mediocre, ha sabido encontrar su estilo al festival, tras varias ediciones de prueba y error.

      No vemos exactamente dónde se está haciendo la comparación con la etapa de Cienfuegos en el artículo. Nosotros no hemos comparada nada, solo hemos dicho que el festival ha mejorado desde la primera edición de Nacho Carballo.

      Ahora bien, las cifras que expones son objetivas e irrefutables. No podemos desde A Cuarta Parede apoyar un dispendio público de tal magnitud (que se ha conocido tras escribir el artículo). Dicho sea de paso, estamos en contacto con todos esos programadores externos de los que hablas y, de verdad, la organización de esas actividades es muy barata. Te garantizamos que el desfase en el presupuesto no viene de ahí. De dónde, no lo sabemos, y estamos tan sorprendidos como tú.

  2. cimadevilla76 dice:

    Buenas
    gracias por responder y por aclarar las cosas. Me va quedando bastante claro quién hace el curro real y serio de las secciones paralelas cobrando lo justo y quién se queda la pasta gansa por rellenar las competiciones con muchas mediocridades.
    Siento si mi comentario pareció grosero pero para un ciudadano de Gijón que ama el cine es triste ver la decadencia de la sección oficial. Es cierto que ahora está mejor que en 2012 que fue un desastre, pero no comparto la euforia del articulo. Sí que hay cosas que reprochar y que mejorar en el festival, bastantes, en gestión y en programación