FIRST REFORMED, de Paul Schrader

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Desesperanza y gracia

¿Cómo es posible que una película eminentemente teológica alcance la discreta popularidad de First reformed en 2018? Un éxito que Paul Schrader no recibía por lo menos desde los años de Aflicción (1998) y que queda reflejado en el cuarto puesto en que se ha situado la película entre lo mejor del año, según A Cuarta Parede. Incluso cuando se trata de un director como Martin Scorsese, con quien Schrader siempre ha entrelazado su carrera, suele decirse que la influencia religiosa funciona mejor si no es directamente tematizada. Sin embargo, El reverendo funciona en todo momento gracias a la habilidad de Schrader, como director, para transformar el conflicto teológico en una experiencia estética y, como guionista, por saber cómo aplicarlo al mundo contemporáneo. Algo que consigue al situarse ostentosamente en la estela de dos grandes títulos Los comulgantes, de Ingmar Bergman, y Diario de un cura rural, de Bresson; en línea con sus preocupaciones y elementos recurrentes como guionista y director el orgullo y la incapacidad de amar (véase American Gigolo), el descenso a los infiernos de la obsesión (Aflicción) o la voz superpuesta de todas ellas (incluidos guiones como Taxi Driver); y, cómo no, en referencia al dichoso “estilo trascendental”.

I

En sus premisas, la acción de First reformed parece tomada directamente de Los comulgantes (Ingmar Bergman, 1963). El pastor protestante de una pequeña iglesia padece una profunda crisis espiritual a causa de una pérdida terrible y un fracaso matrimonial, viéndose privado de la capacidad de orar. En el caso de Schrader se trata de la pérdida del único hijo del reverendo Toller (Ethan Hawke) en la Guerra de Irak, a la que fue enviado a instancia suya, antiguo capellán del ejército, en nombre de una tradición familiar; y el consecuente rechazo de su mujer. He aquí la primera actualización del conflicto a la América contemporánea. Esto se añade a un contexto eclesiástico muy diferente del de Bergman, con una iglesia (la First Reformed del título original) cerca de cumplir los 250 años pero financiada por el magnate de una empresa acusada de estar entre las más contaminantes del planeta, y como filial de una iglesia corporativa quedando limitada, prácticamente, a ejercer de atracción turística. No es por nada que los niños llaman al Reverendo “el hombre de la tienda de suvenires”.  Por otro lado, Toller decide sustituir la oración por el diario: una forma de oración que no pasa por la postración y la abnegación.

Un día, una pareja de feligreses piden su consejo. Mary (Amanda Seyfried) está embarazada y Michael anda obsesionado con el calentamiento global; se pregunta, “¿Nos perdonará Dios por lo que le estamos haciendo a su creación?”, “¿Cómo traer una niña a un mundo que no tiene salvación?”. La escena de esta conversación entre Michael y Toller está filmada con la contención que atraviesa toda la película, pero podemos percibir la emoción del Reverendo, que confesará en su diario: «Me sentí como si fuera Jacob. Luchando toda la noche con el ángel. Luchando todo lo posible. Cada frase, cada pregunta, cada respuesta era una lucha mortal. Fue estimulante». Como buena película de predicadores, el Reverendo proyecta su desesperación sobre Michael, luchando, en realidad, consigo mismo. Así que cuando a los pocos días Michael se suicida tras citarse con él, Toller quedará devastado. El activista medioambiental ha correspondido a su proyección dejándole en herencia un inquietante testamento: su causa y un chaleco de explosivos. Al mismo tiempo, Toller deberá ocupar su lugar junto a su mujer embarazada.

Es en esta doble herencia donde se manifiesta el conflicto principal de First reformed, que se desarrollará en dos vías de redención antagónicas. Por un lado, el martirio, el activismo terrorista; por el otro, el cuidado de Mary y el redescubrimiento del amor por parte de un personaje –como tantos otros de la filmografía de Schrader (véase al Julian Kay de American Gigolo, con quien también comparte un final semejante)– incapaz de hacerlo.

Schrader plantea este conflicto desde el primer momento en los términos teológicos de Thomas Merton. Para el cura católico, activista social y poeta, una vida sin desesperación es una vida sin esperanza. Como escribe el Reverendo tras su encuentro con Michael, «sé que nada puede cambiar y sé que no hay esperanza. Thomas Merton escribió esto. La desesperación es un desarrollo del orgullo tan grande que elige tu certidumbre en vez de admitir que Dios es más creativo que nosotros… Tal vez sea mejor que no se lo haya dicho [a Michael]. ¿Quién soy yo para hablar de orgullo?». El valor –cita Toller en su lucha con Michael/sigo mismo–, es la solución a la desesperación; lo que lo une –especialmente si atendemos a la formación calvinista de Schrader– al problema de la Gracia de Dios. Tener esperanza consiste, pues, en confiar en la Gracia incluso (especialmente) ante la certeza de estar condenado: la desesperanza. Claro, que Toller no es de los que predican con el ejemplo.

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II

Aunque la voz superpuesta es casi un rasgo de estilo de Schrader, nunca antes había tenido una importancia narrativa tan grande como la que adquiere en First reformed gracias a su concreción en la forma de un diario. Toller escribe el diario como sustitutivo de la oración porque no le exige postrarse, es decir, confiar y ceder a la Gracia de Dios. Es ya producto de su desesperanza y de su orgullo. No es algo nuevo, en los guiones de Schrader como en Taxi Driver (Scorsese, 1976) la voz superpuesta ha sido a menudo el vehículo por el que se expresa la monomanía de los protagonistas, comenzando como algo espiritual –el diario es la “tecnología del yo” por antonomasia– y acabando en una manifestación exterior explosiva. La referencia a Taxi Driver no podía ser más oportuna. En una escena clave de First reformed el protagonista deambula en coche por las contaminadas calles de la ciudad observando su degradación y, en el momento culminante, un plano inmenso en su belleza de la corrupción, Toller afirma: «he encontrado otra forma de oración». En efecto, lo que hacía Travis Bickle en su deambular asfaltado era una forma de oración. En este contexto es especialmente significativo que la única vez que Toller es capaz de orar (de orar como Dios manda, se entiende) sea para ayudar a Mary.

A pesar de las referencias a el Diario de un cura rural –además del diario, First reformed retoma los motivos de la bebida y del cáncer de estómago, así como el tema de la Gracia–; el uso que hace Schrader de estos elementos no podía ser más distinto del de Bresson, casi como una réplica o una inversión de su película. Basta comparar el distinto sentido de la bebida en cada film (el vino del cura de Ambricourt vs el bourbon de Toller, un medio con que autocastigarse antes de pasar al anticongelante) o recordar las palabras con que se abría el film de Bresson: «No creo hacer mal anotando aquí, día a día, con una franqueza absoluta, los modestos e insignificantes secretos de una vida sin misterio». Al fin y al cabo la película de Schrader se apoya en una narración clásica.

III

Donde sí se manifiesta la influencia de aquellos directores admirados por el autor de El estilo trascendental en el cine, tal vez más cerca de Dreyer que de Ozu o Bresson, es en el ascético dispositivo de First reformed. Encuadres frontales en formato académico (1.37:1), que priorizan los espacios vacíos sobre los personajes, planos mayoritariamente fijos, un montaje analítico en cortes secos de bisturí, una fotografía desaturada e invadida por el blanco inmaculado de la iglesia y del invierno – luminosa y fría como la difusa luz del sol en un día nublado… Esta es la norma y se sostiene en claro contraste con la acción y la voz superpuesta de Toller, cada vez más enfebrecidos.

En este contraste reside sin duda el mayor logro de First reformed, dotándola de una distancia, una claridad y una lucidez muy diferente de otras películas del director o de las puestas en escena en que caen sus historias en manos de Scorsese. En pocas palabras, la gracia de la película se encuentra en sus formas. Efectivamente, en franca oposición al camino que decide tomar Toller, el dispositivo solo violará sus formas ante la intervención de Mary. En estos momentos en que Toller es tocado por ella –y que gradualmente van sembrando el renacer en él de la capacidad de amar– First reformed ofrece algunos de los momentos visualmente más poderosos de la película; y un final que, si no es tan milagroso como el de Ordet (Carl Th. Dreyer, 1955), posee al menos su misma emoción. Y Schrader tiene el buen gusto de cortarlo abruptamente. Porque los milagros solo pueden mostrarse hasta cierto punto, pero la esperanzadora emoción de First reformed permanece.

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