Heidi Hassan y Patricia Pérez: “Detrás de nuestro cine se esconde una batalla por detener el tiempo”

Heidi Hassan y Patricia Pérez, cineastas cubanas, acaban de estrenar en salas su último trabajo, A Media Voz, un documental con formato de correspondencia audiovisual en el que abordan la emigración, el desarraigo y los sueños frustrados a partir de su propia experiencia personal. En este contexto pandémico, hablamos con ellas a través de un medio bastante más inmediato, el teléfono.

En vuestro documental trabajáis con materiales audiovisuales muy diversos, algunos grabados ex profeso, pero también muchas imágenes de archivo, fotografías, etc. Imagino que reunisteis una cantidad ingente de imágenes. ¿Cómo fue el proceso de selección final?

Patricia Pérez: Empezamos trabajando las correspondencias. Yo con mis imágenes y Heidi con las suyas. Cada una editaba, sonorizaba y grababa su texto de manera independiente a la otra. Yo hacía una carta para Heidi, se la enviaba y Heidi empezaba a preparar otra carta para mí. Entonces ese material fue apareciendo en la película poco a poco, a medida que íbamos construyendo las cartas y tirando de nuestro archivo. En ese proceso estuvimos unos ocho meses, hasta más o menos tener tres horas de material. Ya al final trabajamos con Diana Toucedo, que es la que le dio el corte final. Ahí lo que hicimos fue eliminar material para dejarlo en la película actual, que dura una hora y veinte.

Heidi Hassan: Además, cada uno de los personajes destaca por utilizar un tipo de material. En el caso de Patricia son archivos de vídeo y en mi caso muchas veces utilizo fotografías o autorretratos. Es un resultado orgánico del material que cada una de nosotras había acumulado a lo largo de los años.

También intervenís en prácticamente todos los procesos de producción: guion, dirección, interpretación, dirección de fotografía y montaje. Ya habíais trabajado antes el documental pero imagino que no con tanto poder de decisión en las diferentes áreas.

P.P.: Realmente en casi todas las películas que hemos hecho antes hacemos lo mismo. Escribíamos los guiones y, habitualmente, si Heidi dirigía la película yo hacía el montaje y si yo dirigía ella hacía la fotografía. En este caso, al trabajar en las cartas, cada una ha hecho el montaje y la edición de su propio material, pero es algo que es bastante común en nuestro trabajo.

H.H.: De hecho, en un largometraje previo, Otra Isla, yo hice la cámara y el sonido y Patri hizo el montaje. Son películas con un equipo muy reducido y tenemos distintos roles dentro de la misma producción. Luego, por supuesto, intervienen otras personas, pero los roles principales los asumimos nosotras.

En el documental, en un momento dado, sacáis a relucir el nombre de Agnès Varda. ¿Ha sido su cine uno de vuestros referentes para este trabajo? 

P.P.: Yo pienso que de ella, más que ser un referente evidente, lo que nos gusta es su espíritu libre. Es una creadora que es muy juguetona, que en sí misma yo creo que no tiene ningún referente y que destaca por su entrega y su falta de prejuicios. Eso es lo que nos hace, o por lo menos lo que me hace a mí, tenerla siempre en cuenta, pero lo de los referentes es algo muy circunstancial. Ahora mismo podría citar los videojuegos o la animación, porque últimamente estoy viendo mucho Miyazaki. Uno se inspira de todo lo que le rodea.

H.H.: Es algo que se va transformando. Depende del período de tu vida, del cine que estés viendo. Por supuesto hay nombres que se quedan ahí, pero citar a uno más que otro casi me parece injusto. Habría demasiados cineastas que se quedarían fuera sencillamente porque no los tengo ahora mismo en la cabeza. Y no solamente cineastas. Es todo: la música, la gente que te rodea, la pintura… Son tantas cosas que citar unas cuantas sería reduccionista.

En repetidas ocasiones a lo largo de la obra expresáis vuestra necesidad de contar en imágenes, de ver a través de la cámara. ¿De dónde surge esta necesidad? ¿Qué os ofrece este modo de expresión que no os ofrezcan otros, como la escritura o la pintura, por ejemplo?

P.P.: Creo que es algo que no tiene mucha explicación, porque es muy impulsivo, como digo en la película. Cuando veo algo que me atrae necesito filmarlo porque quizás es la manera que tengo de, por lo menos, dejar constancia de que existió. Quizás el impulso viene de esa necesidad de recordarlo luego, de que no pase desapercibido. En mi caso necesito atraparlo con la cámara de vídeo y en el caso de Heidi a lo mejor es más con un autorretrato de lo que ella está viviendo que le permita fiscalizar esa emoción. Es una obsesión común de las dos el dejar registrado de alguna forma, la que tengamos a mano en ese momento, la relación con el otro.

H.H.: Yo diría que en el fondo, detrás de todo, lo que se esconde es una batalla con el tiempo, una batalla por hacer lo imposible, que es detener el tiempo. En el caso de la película se hace a través de una cámara de vídeo, pero yo también utilizo la cámara para hacer fotografía fija y también me sirvo de otras herramientas, por ejemplo plásticas. Depende un poco de la situación y de lo que quiera representar. Son muchas las herramientas que una puede utilizar y en función de eso empleo un medio u otro. No es única y exclusivamente la cámara de vídeo. Es también el barro, la madera, el texto…

En el documental, después del relato que hace Patricia de las penurias de sus primeros años en España, hay un plano en el que Heidi acaricia con la mano la imagen de su cara en la pantalla. Y creo que en general en todo el filme está muy presente una cierta visión del cine como un instrumento generador de empatía. ¿Creéis en esa función del cine como vehículo afectivo?

P.P.: Sí, yo pienso que es algo que se está produciendo además con los espectadores de A Media Voz. Ayer una amiga me contó que fue con otra amiga a ver la película, que a las dos las emocionó mucho y que cuando salieron del cine tuvieron la necesidad de abrazarse mutuamente. También muchas personas nos han contado que han tenido la necesidad de escribirle a un amigo o de retomar el contacto con él. Me parece hermoso que la película pueda inspirar recuperar una amistad o hacer lo que nunca has hecho pero siempre has soñado.

En relación a lo que comentáis de los espectadores, me gustaría saber cómo fue la recepción de la película por parte del público cubano en el Festival de La Habana, donde además fue premiada, ya que en ella está muy presente la situación del país y su historia reciente.

H.H.: Fue muy emotiva, porque todas las personas que estaban en la sala tenían un hijo, un padre, un amigo o un hermano que habían vivido nuestra historia. El público estaba extremadamente emocionado y yo pienso que también agradecido, porque en Cuba, a lo largo de los años, siempre se ha creado una gran fractura en la sociedad según el posicionamiento político de las personas. Y es un conflicto que no permite el diálogo, que sencillamente se soluciona a través de la exclusión. Yo pienso que ahí nuestra película juega un papel fundamental porque está proponiendo una reconciliación, una manera de relacionarnos que no sea necesariamente a través del desprecio, el rechazo y la violencia. Además, aunque es un tema que nos toca a todos y a todas, la mirada de la persona que se va del país y su vida fuera han sido muy poco tratadas en el cine cubano. Durante muchos años ha sido un tema tabú y ahora pienso que la película ha jugado un rol importante en cuanto a permitirnos, como nación, abrirnos a este tipo de dolor.

Tocáis muchos temas que se podrían considerar políticos -la propia situación de Cuba, la precariedad laboral, las dificultades de los inmigrantes, la posición subordinada de la mujer en la industria audiovisual, etc.- pero siempre desde una óptica personal. ¿Están presentes en el documental simplemente porque era inevitable para contar vuestra historia o existe por vuestra parte una voluntad de hablar de lo político desde lo personal?

P.P.: Yo creo que eso es un reflejo de cómo somos nosotras, que todo lo compartimos a través de experiencias muy personales. Sin embargo, la política está en todo y no la podemos eludir. Hacemos una película que es una correspondencia entre nosotras, pero somos conscientes de que la película es para los espectadores y tenemos que intentar encontrar la forma de que el contexto donde ocurre la película y el contexto que nos hizo irnos de Cuba sea claro. Evidentemente, ahí entra la política porque la política está por debajo de todo. 

H.H.: Sí que hay una voluntad de denunciar determinadas realidades, pero, como decía Patri, nuestra manera de hacerlo es pasándolo por nuestra experiencia, desde el sentir personal.

Si algo caracteriza al documental, desde mi punto de vista, es justamente ese tono íntimo y confesional, ya anticipado en el título. En este filme vuestra intimidad, vuestra historia personal, se exhibe para todo el público. ¿Es sencillo exponerse de esa manera ante la cámara?

P.P.: Con nosotras mismas es más cómodo. Lo más difícil es integrar en la película a las personas que están a nuestro alrededor, que también forman parte de nuestra autobiografía, de manera que no se sientan expuestas, porque al final la decisión de exponernos es nuestra.

H.H.: También es un trabajo que no nació ahora, sino que se va nutriendo de experiencias previas, de experiencias que incluso dieron sus primeros pasos en la adolescencia. Para nosotras es una manera de canalizar la expresión creativa con la que nos hemos ido familiarizando a lo largo de los años.

En el documental se trata también la situación de la mujer en la industria audiovisual, en particular en una secuencia en la que Heidi finge ser hombre en su currículum para acceder a una entrevista de trabajo. ¿Cómo valoráis, en este sentido, la situación dentro de la industria? ¿Creéis que en los últimos años evoluciona a mejor?

H.H.: Yo pienso que sí hay una evolución positiva. La escena de la película está inspirada no solo en una, sino en muchísimas situaciones a lo largo de mi carrera profesional, pero creo que gracias a lo que está saliendo en los últimos años las situaciones de este tipo son cada vez menos frecuentes, lo que no quiere decir que no sean frecuentes aún. Por supuesto también depende mucho del país, porque hay una gran diferencia entre América Latina y Europa, pero sí que en los últimos años he visto un gran avance en este sentido, una gran concienciación, aunque todavía hay muchísimo camino por andar. También pienso que ahora mismo hay muchas veces en las que ese tipo de situaciones no se dan porque empieza a haber una conciencia de que no es correcto, pero no porque salga de la gente espontáneamente, sino porque hay una presión social que los frena. Las cosas siempre han sido así. Se empieza por ahí hasta que luego la situación se normaliza. 

P.P.: A mí me gusta mucho cuando veo en los festivales que cada vez hay más mujeres en el jurado o que cuando nos hacen una entrevista la fotógrafa es una mujer, pero, por ejemplo, cuando Heidi trabaja de fotógrafa, una y otra vez, quienes la llaman son directoras. Me resulta curioso y me pregunto si los hombres, los directores, no confían en la fotografía que puede hacer una mujer. Quizás como editoras sí nos ven más ya, pero no estoy muy segura de si ocurre lo mismo en todos los roles. Creo que es un proceso en el que estamos mucho más cerca que antes de la igualdad pero todavía hay muchas mentalidades que cambiar.

Por último, ¿tenéis algún nuevo proyecto en mente?

P.P.: Hemos creado una productora que se llama Free100Media junto a tres amigos realizadores cubanos que residen en Madrid. Estamos desarrollando varios proyectos nuevos, pero todavía muy incipientes.

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