L’INCONNU DU LAC, de Alain Guiraudie

SIN MIEDO A LA OSCURIDAD

Reflexiones sobre una de mis películas favoritas de 2013

Alain no tiene miedo a rodar de noche. Alain no tiene miedo a rodar escenas de sexo explícito entre personas del mismo género. Alain no tiene miedo a mostrarse como Dios le trajo al mundo en su película. Alain no tiene miedo a prescindir de la música en un thriller. Alain no tiene miedo a nada.

L’inconnu du lac / El desconocido del lago tuvo su premiere mundial en la pasada edición del Festival de Cannes, en la sección Un Certain Regard (premio a la Mejor Dirección). En España, el estreno nacional ocurrió durante la décima edición del Sevilla Festival de Cine Europeo, donde la película se hizo con el máximo galardón del certamen, el Giraldillo de Oro, y el de Mejor Fotografía. Esta es la cara. La cruz, el póster de la película fue retirado de algunos barrios parisinos por mostrar a dos hombres besándose y la película excluida (censurada) de la programación del Festival Internacional de Cine de Beirut cuando ya se había anunciado su selección.

Hasta aquí los apuntes factuales. Cuando te encuentras con una joya como L’Inconnu du lac, con su provocación, su frescura, su valentía, es imposible hablar sólo de cine. La última obra de Alain Guiraudie (Aveyron, Francia – 1964) es un canto a la libertad artística, a la liberación sexual, a la amistad, el amor, la pasión, pero también un canto a la riqueza del cine como medio de expresión

Franck, el amante, retoma con el inicio del verano sus visitas a un lago bastante popular entre los aficionados al cruising1. En una de sus primeras excursiones a este paraíso terrenal bañado por la luz y el calor del Sol que convierte el agua fresca en “sopa”, nuestro protagonista conoce a Henri. Henri es un hombre de mediana edad, regordete, introvertido, recientemente separado de su pareja, heterosexual, pero curioso. Se hacen amigos desde el primer instante, confidentes. Michel es el “desconocido”, un hombre de torso esculpido, excelente nadador, “bien parido” como dice uno de los personajes. Franck se enamora perdidamente de él. Pero Michel no es trigo limpio, tiene un lado oscuro.

Estos tres personajes, y muchos otros, todos hombres, coinciden en un mismo espacio. El lago. Un edén en el que oficialmente no está permito pasearse desnudo, pero en el que todo el mundo lo hace. Un escondite para aquellos que buscan discreción para conocerse, saludarse y retozar entre los arbustos o simplemente tostarse al sol con todo al aire (así vemos al director en un par de cameos). A veces los amantes acaban abrazados, otras tantas follan, se dan la mano y se van.

Guiraudie se vale de planos generales, con una cuidada fotografía, para describir este escenario. La película arranca en un aparcamiento poblado por los coches de los visitantes, imagen que más tarde se volverá recurrente para describir elipsis increíbles, o anticipar situaciones. Está el Peugeot rojo, entonces está Michel. Está el Renault 25, entonces está Franck. No está uno de los dos, toca esperar a la entrada en plano del personaje. No hay coches, algo ha sucedido. Brillante. Las imágenes, siempre bañadas por la luz natural, son en su mayoría estáticas, desprovistas de artificios, contemplativas. Alain no tiene miedo a la oscuridad. Atardeceres y anocheceres se suceden y ponen también de manifiesto el paso del tiempo. Por momentos los personajes se mueven entre las sombras con la luz de Luna acariciando sus hombros.

Pero también nos permite Alain observar de cerca las caricias, la textura de la piel, los besos, las felaciones, el sexo. Lo hace sin temor, sin ocultarnos nada. Puede resultar chocante al principio, pero de repente todo parece normal, cotidiano. Es ahí cuando el espectador ya pertenece a la película y los personajes cruzan con él la mirada, recelosos porque ha invadido su espacio.

El sonido, casi siempre diegético o en su defecto justificado por el entorno, cumple la doble función de generar en sí mismo la tensión propia de un thriller dotando de realismo a las escenas. Es un thriller sin música, no hace falta aquí. Fuera la música.

También hay un momento en L’Inconnu du lac para describir la amistad. De la boca de Henri salen frases como “cada día espero el momento de volverte a ver, cuando sucede mi corazón se acelera, sin embargo no siento la necesidad de acostarme contigo”. Este es un personaje deprimido, que apartado de los demás pasa sus vacaciones contemplando el agua. No hace cruising, pero busca la compañía de los otros hombres que vienen al lago. Es un catalizador para la ruptura con el estereotipo.

Lo único artificial en la película es, aunque no siempre, la violencia física. No se percibe su artificialidad cuando la contemplamos en plano secuencia desde lejos, a oscuras. Tampoco cuando la intuimos entre unos hierbajos, en un juego de ilusiones que se rompe al acercarnos. No. Se manifiesta en pequeños detalles, en el color de la sangre, en los gemidos de dolor, en la falsa muerte, como si una película de Serie B se tratase. Así, una trama que encontraría su semilla inmortal en la manida chico conoce a chica (o chico) se convierte en película de género.

Mostrando o sin mostrar, con imágenes explícitas o sin ellas. El fallo sobre la calidad de L’Inconnu du lac va más allá de la frase recurrente “es una película redonda”. Porque no lo es. Es poliédrica, tiene muchas lecturas, muchas capas, toca todos los temas que tiene que tocar y lo hace con clase y con limpieza.

Alain no tiene miedo a nada.

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1 De mi querida Wikipedia: ‘Cruising: término inglés que define la actividad de buscar sexo en lugares públicos, como parques, playas o descampados, principalmente referido a los varones homosexuales’.

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