INDIELISBOA 2015 (III/III): TODO ES PUESTA EN ESCENA

Esta crónica viene de aquí (primera parte) y aquí (segunda parte).

'Zucht und Ordnung' (Jan Soldat, 2012).

‘Zucht und Ordnung’ (Jan Soldat, 2012).

Lo real, constructo ficcional

Del lado de los documentales, las cuestiones identitarias también estuvieron presentes, pero quizás lo más relevante de las no ficciones del Indielisboa fuesen dos líneas apuntadas, que cada vez cobran más importancia en el cine de lo real contemporáneo. Por una parte, varias propuestas parecían preguntarse sobre la construcción de las ficciones dentro de este registro, mientras que otras propuestas apostaban por estilizar espacios. Dentro de esta primera vertiente, destacó el foco dedicado al cineasta alemán Jan Soldat. Con una obra centrada en la representación de prácticas cotidianas en el mundo del BDSM, término amplio para definir actos sexuales de carácter sadomasoquista, con elementos de sumisión y entrega; lo más atinado que se puede decir de él es que resulta la versión más joven e humanizada de Ulrich Seidl. No es una comparación azarosa, fruto de la temática con personajes no convencionales, que podríamos ligar al austríaco. Es una cuestión visual de encuadres, también. Soldat suele presentar a sus personajes en el marco de un contexto, donde espacios y objetos – por el fetichismo de la temática – juegan un papel muy relevante en la narración, se integran en ella. También filma los actos sexuales, siempre que puede, de una manera directa y seca, habitualmente en plano único o escasos cortes intermedios; una aproximación analítica y al mismo tiempo curiosa. Estos actos están intercalados con escenas de la vida cotidiana y entrevistas. De hecho, casi podría decirse que hay una estructura muy clásica y férrea en la mayoría de filmes de Jan Soldat. Introducción con presentación de las personas y su contexto, representación de los actos en cuestión, explicación de lo que acabamos de ver. Este último punto es clave. Soldat busca comprender a sus personajes, sin juicio alguno por su parte. Solo observa con curiosidad y después pregunta respetuosamente. En este punto es donde – y esto es una percepción muy personal – se me antoja más puro que Seidl, más honesto. Mi sensación con el austríaco es que usa a sus sujetos como modelos para componer un retrato social, mientras que las historias de Soldat son personales.

Esta honestidad en la mirada es lo que hace más relevante el cine del joven realizador alemán. Logra mostrarse natural en la intimidad de personas que están al margen de los comportamientos sociales considerados normales, y eso ya es todo un valor. Por otra parte, la peusta en escena de estas prácticas, en la que hay un juego de roles esclavo / maestro ejercido con total naturalidad, hace que nos interroguemos sobre la naturaleza ficcional del sexo, vía de lastre de nuestros deseos más primarios e inconscientes. Los protagonistas de Ein Wochenende in Deutschland (2012), mi filme preferido de Soldat, son Manfred y Jürgen, una pareja de septuagenarios que bien te organizan una barbacoa, bien te montan una bonita sesión de leñazos en las nalgas, con cadenas de por medio. En sus juegos sexuales, hay toda una puesta en escena, con narración oral y teatral incluida.

En uno de sus últimos filmes y primer largo, Haftanlage 4614 (2015), Soldat salta de estas historias más personales de sus anteriores cortos, a un contexto más amplio, una institución donde retienen a hombres bajo su voluntad y los someten a torturas sexuales. La estructura de los filmes más cortos se replica con algunas variaciones, pequeños apartes o pies de página, en los que el director se permite movimiento, como si de la intimidad quisiese irrumpir en lo público. Una de las últimas escenas está hecha con un travelling, algo raro en él, y en el exterior. No es casual, y nos permite intuir que su cine está cambiando de algún modo, para volverse más complejo dentro de esta línea clara.

'Une jeunesse allemande' (Jean-Gabriel Périot, 2015).

‘Une jeunesse allemande’ (Jean-Gabriel Périot, 2015).

Un cineasta con mucha más experiencia es Jean-Gabriel Périot, un genio del montaje de metraje de archivo, como ha probado en diversas ocasiones, con claro contenido político. Une jeunesse allemande (2015), que se presentó en la última Berlinale, va por ahí, adquiriendo una narración más expositiva o periodística que sus anteriores piezas. El tema son las revueltas estudiantiles de los últimos años de la RFA, ligadas a los movimientos de carácter leninista y maoísta que recorrían toda Europa en los 60-70. Esta gente también hacía cine, siguiendo un ideario parecido al del grupo Dziga Vertov capitaneado por Jean-Luc Godard. Entre las destacadas de este movimiento, se encontraba un personaje ilustre de la lucha armada de esos años: Ulrike Meinhof, líder de la RAF (Fracción del Ejército Rojo). El filme muestra que Meinhof y sus amigos no eran mancos, haciendo piezas de propaganda que beben del cine soviético de vanguardias, pero también del estructuralismo y el feminismo. Un cine comprometido, en una época convulsa, en la que los poderes hegemónicos de la Alemania Occidental se encargaron de silenciarlos, en un proceso más parecido de lo que creemos al de nuestra Transición – el poder crea ficciones hegemónicas, aunque sea a base de las imágenes del telediario, del supuesto real.

La película es militante y va de frente. Con una claridad expositiva nada habitual en el cine de Périot, y todo a base de archivo, construye el recorrido del movimiento a través de la figura central de Meinhof, trazando esa deriva de importante intelectual a una de las terroristas más radicales y temidas de Europa. Périot no justifica la lucha armada que siguió a estos filmes, pero sí se pregunta hasta qué punto es lícito que un estado democrático acabe con un grupo terrorista a base de balazos, como si para combatir el mal, tuviésemos que convertirnos en uno peor. Y, sobre todo, se pregunta cómo es posible que estas prácticas contaran con el beneplácito de la ciudadanía. En España, los GAL le valieron la presidencia a Felipe González. El asesinato de estado en Alemania, simplemente se justificó.

Otros dos filmes franceses que juegan en esa fina línea entre la verdad y la ficción en lo real son Kacey Mottet Klein, naissance d’un acteur, une petite leçon de cinéma (Ursula Meier, 2015) y Le rêve de Bailu (Nicolas Boone, 2015). El primero es un cortometraje que combina archivo de making ofs y audiciones al joven intérprete del título, que ha ya trabajado en diversas ocasiones con Meier. Ya que lo vio crecer como actor y persona, la realizadora decide contar ese crecimiento a través de extractos de sus propios filmes en los que él aparece, ensayos, entrevistas y una voz en off del propio Klein que juegan con la idea de lo que es representado y lo que es real. Nunca lo sabremos, porque todo resulta una construcción.

El último filme de Boone, por su parte, repite los esquemas de Hillbrow (2014), de la que dimos cuenta en la crónica de FIDMarseille del pasado año, en un único plano. Un coche con grúa va haciendo un tour por las calles de una ciudad-réplica en China, y muestra todas las dinámicas y preparativos del pueblo fantasma a primera hora de la mañana, preparándose para recibir a los turistas. Verdaderos parques de atracción, pero con viviendas a unos metros, los chinos están copiando, en algunos casos literalmente replicando, pueblos occidentales, expropiando el terreno a sus anteriores habitantes y acabando con el patrimonio. Le rêve de Bailu encara el fenómeno con mofa, mostrando el artificio de la atracción mediante sus formas1. Puesta en escena adecuada, pues, para un filme más modesto que Hillbrow.

'The Living Need Light, the Dead Need Music' (The Propeller Group, 2014).

‘The Living Need Light, the Dead Need Music’ (The Propeller Group, 2014).

Cartografías sobre ruedas

La estilización de los filmes de Boone tiene un sentido formal. En el caso de San Siro (Yuri Ancarini, 2014), se tratase de filmar bonito. Es una película sin grandes pretensiones, que busca cartografiar un espacio, el estadio del AC Milan, antes de la celebración de un partido. De carácter observacional, realiza una secuenciación de todos los preparativos. El filme no busca más, ni se le pide. Las que sí parecen tener otras pretensiones, otro peso – o pesadez – son The Living Need Light, the Dead Need Music (The Propeller Group, 2014), Echo Chamber (Guillermo Moncayo, 2014) y Requiem to a Shipwreck (Janis Rafa, 2014), que diremos que sufren de lo que podríamos llamar “el síndrome del carrito sobre ruedas”. Literalmente, todas estas propuestas están rodadas, si no enteramente, parcialmente sobre raíles. La cámara avanza sobre un lugar, cartografiándolo y recogiendo… íbamos decir la realidad que se le plasma delante, pero son propuestas tan ensayadas, que nadie se las puede tomar en serio como documentales observacionales. Seguramente se traten de propuestas más ensayísticas de las que, por alguna razón, no he conseguido extraer el significado, pero es algo que me molesta especialmente, por su espectacularización, bien se trate de los rituales funerarios de Vietnam, el anuncio de una catástrofe natural, o el hundimiento de un barco – todo cosas ligeras con las que jugar, vamos. Un modelo similar fue el que ya vimos en Onder Ons (Guido Hendrikx, 2015) y Obiekt (Paulina Skibinska, 2014) a la hora de narraros la actualidad del festival de Clermont-Ferrand hace unos meses. Es curioso que estemos hablando siempre de cortometrajes, como si estos directores tuviesen la necesidad de epatar con sus propuestas, quizás para entrar fuerte en el circuito. Pues algunos nos tomamos lo real en serio, y lo vemos con preocupación. Será cosa de las prácticas mercantilistas de los festivales que, como todo en este mundo en el que vivimos, parece que nos obligasen a destacar con ruido y colores.

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1Double Happiness (Ella Raidel, 2014) desarrolla el mismo tema de un modo más pormenorizado y rico en interpretaciones.

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