INHERENT LEBOWSKI

Llego a casa, medio bebido, medio cansado, y aún así siento la necesidad de dedicarte unas palabras. Sin saber a qué conclusión llegar, me dejo guiar por una escritura automática en la que solo la realidad salía a relucir, faltas ortográficas incluidas. Sobre el papel la caligrafía juega con la borrachera mientras describo tus pechos preciosos, curvos y firmes. Como intentando perfilar tu cuerpo en el cuaderno, mi mano juega con el bolígrafo y pinta varias líneas en un jeroglífico que solo el alcohol sabe dibujar. Cierro los ojos y escribo de nuevo. Escribo sobre tus labios, grosos como dulces, pura insulina que me revitaliza día a día. Y sigo dejándome llevar por palabras que no sé a dónde quieren llegar hablando de ti, en quien pienso 24 fotogramas por segundo de mi película. Y por mi cabeza no aparece otra cosa que imágenes tuyas, el trailer de una película que está en rodaje y que no tiene fecha de estreno, imágenes de sonrisas, de miradas, de labios temblando ante ideas. Y miro por la ventana intentando buscarte entre la noche y solo encuentro mi reflejo manchado por el humo: y allí te vuelves a aparecer. Desnuda, bailando en las olas que el cigarro hace en el aire sobre la negrura de la ciudad dormida. Y me tiro de cabeza para cogerte y el fume se marcha y tú ya no estás. Y ahora recuerdo todo: el reloj sin pilas, el calendario de hace diez años, las lámparas sin bombillas y la cama sin ti.

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