JEONJU 2013: FILMES COREANOS (2/2)

El JIFF nos presenta esta sección de la siguiente manera: “Korean Film Competition consiste en películas que buscan formas alternativas de abordar los códigos cinematográficos. Consiste en películas comerciales de bajo presupuesto y también en filmes que rehúsan aceptar la estructura formal del lenguaje cinemático ofreciendo, en cambio, visiones cargadas de agresividad”. A su vez, más de la mitad de las películas seleccionadas en esta sección son ficciones melodramáticas muy reservadas, lo que las aleja sobremanera de los códigos clásicos de la producción de este género en Corea (emociones desbordadas y despliegues catárticos).

ECHO OF DRAGON

Dirigida por Lee Hyun-jung, una directora que tuvo bastante reconocimiento con su primer filme: Virgin Forest. La directora suele explorar la tradición de la cultura coreana y temas relacionados a la feminidad, utilizando metáforas y elementos míticos en sus películas. Lo mejor de ésta es el riesgo que toma al conjugar el cine narrativo con elementos experimentales. Asimismo, conecta la parte más frívola de la vida cotidiana con la búsqueda de una explicación mística que salve a los personajes de ser meros outsiders locos, vagos y socialmente disléxicos y los transforme en seres místicos y sagrados.

LEBANON EMOTIONS

Su autor Jung Young-hon ganó el premio a mejor director en JIFF 2012 con su corto Hard-boiled Jesus. En este caso, presenta en la competición oficial un thriller sobre un hombre que ha perdido a su madre y con ella una parte de sí mismo y que está triste y desesperado. Choi Sung-ho representa de manera remarcable las emociones contenidas de este personaje. Aparecerá una chica recién salida de la cárcel que no posee nada y que se reencontrará, ni bien salga de presión, con la vida que la llevó a estar encerrada. Lo mejor de esta película son las actuaciones y el escenario donde se desarrolla. Un pequeño pueblo en el medio de un invierno cruel y calmo que enmarca perfectamente la emocionalidad de los personajes que parecen siempre estar a punto de explotar.

DANCING WOMAN

Película ómnibus de cinco directoras sobre danza moderna. La primera pieza de esta película está dirigida por la coreógrafa Ryu Jae-min y es un ejercicio poético sobre la danza integrada en la naturaleza (jugando con barro, el agua, integrando los movimientos del cuerpo a los del césped y el viento) como a la ciudad funcional y a los edificios en ruinas. Asimismo, representa tres diferentes formas de mujer: una bailarina que juega con su cabello largo como principal símbolo de su feminidad; una segunda sin cabello y con un cuerpo más fuerte desarrolla una danza que lucha entre integrarse a la naturaleza y protegerse de ella. Un tercer bailarín es un transexual que solía ser mujer y decidió dejar de serlo. Su danza es decidida y trasmite paz y fuerza.

La segunda pieza está dirigida Park Sun-il y es la historia de una chica que va a clases de baile para dibujar a los bailarines mientras ensayan. “Es la primera vez que ella dibuja algo que se mueve”, dice una voz en off que relata la historia en francés. Un poco confuso y menos poético de lo que quisiera, este corto pierde fuerza entre los demás.

El siguiente pertenece a Choo Kyeong-yeob, y es la historia del regreso de una bailarina a los escenarios después de bastante tiempo. Interesante cómo la directora presenta las tensiones para integrar la vida pública y privada de esta bailarina. Una profesora que tiene que bailar con sus alumnos, ahora como pares y compañeros, una pieza que le exige más de lo que su cuerpo puede dar. Finalmente logrará integrar estos dos ámbitos con un trágico desenlace.

Después llegó la pieza dirigida por Jo Chi-young, sobre una chica que ve a una bailarina espontáneamente levantarse de la silla del bar donde ambas coincidentemente están sentadas y comienza a bailar. Ella decide comenzar clases de baile e incorpora el baile a su vida cotidiana (se la ve bailando en la oficina, en su casa, en espacios públicos). El documental también incluye entrevistas a sus compañeros de clase, donde relatan las transformaciones que les significó descubrir la importancia del cuerpo y cómo el baile les modificó la forma de entender la vida y de relacionarse.

Por último, Park Jun-hee decidió contar la historia de una bailarina que se ha lastimado el tobillo y no logra que su jovencísimo cuerpo responda a horas de práctica, conllevando la frustración de su compañero de baile. Un corto bastante regular y fácil de olvidar.

DECEMBER de Park Jeong-hoon

December cuenta los doce meses del largo año en el que la protagonista se enamora del chico de la tienda del barrio. Son interesantes los objetos con los que el director presenta a los personajes, más que la historia en sí. La manera en la que esta adolescente busca salir de la niñez, en esa edad en la que todas las energías están puestas en alcanzar lo que para otros es insignificante, pero para uno significa la meta más importante. Es una película intimista sobre un amor adolescente con un interesante planteo sobre los espacios en los que se encuentra, busca o desarrolla el amor. Las búsquedas del amor en la adolescencia, las expectativas y las desilusiones que desde la distancia parecen insignificantes pero modifican la vida según en qué momento golpeen.

Esta fue la película ganadora de esta competición y las siguientes son las observaciones que el jurado hizo momentos antes de entregar el premio: “Aunque la temática de December puede fácilmente caer en el cliché, el director presenta una innovadora estructura narrativa acompañada por una preciosa composición visual.”

MY PLACE de Park Moon-chil

Una de las mejores películas de este JIFF es este documental del director de origen coreano nacido en Canadá. Es un filme sobre su propia familia y sobre las fuertes estructuras de la sociedad coreana. Asimismo trata sobre un problema concreto que enfrenta esta sociedad y de la que casi nunca se habla: los coreanos nacidos en países occidentales, que cuando deciden instalarse en Corea son tan diferentes que no encuentran nunca su lugar. En este caso, la hermana del director busca quedar embarazada cuando tiene 22 años y sin estar casada. En Corea, donde los pasos a seguir son estudiar – graduarse – trabajar en una gran empresa – ahorrar dinero – casarse- seguir ahorrando dinero – tener hijos; esta decisión no tiene ningún sentido. Es una estructura tan estricta y los asfixia a tal punto que cada vez hay más gente de treinta y tantos que aun no se ha casado, principalmente por esta razón: dinero. El director tampoco comprende la decisión de su hermana y decide hacer esta película como manera de entenderla.

Esta película ganó el premio del público y estas fueron las observaciones que se realizaron en la entrega de premios: “Lo valioso de esta cronología personal es que el director centra a los miembros de su familia y los representa como individuos y también como parte de una comunidad. Sigue meticulosamente los conflictos de su familia, las heridas pero también el proceso de recuperación. Todo esto contextualizándolo dentro de la Historia moderna de Corea.”


GROGGY NIGHT

El primer largometraje de Yun Su-ik es la historia de un adolescente de clase media-baja que quiere ser poeta. Que debe lidiar con la presión de su madre que no quiere que repita el destino de su padre, un frustrado pintor. Al mismo tiempo, su grupo de amigos, que parece apoyarlo, lo abandona cada uno con su destino. Es remarcable la personal perspectiva de este jovencísimo director. Con tan solo 25 años filmó esta historia y quedó seleccionado en el JIFF, siendo, muy probablemente, el director más joven en presentar un largometraje en este festival. Prácticamente toda la película está filmada en primerísimos primer planos, lo que al principio puede llegar a molestar pero que rápidamente se sincroniza con la historia y acentúa la limitada y egocéntrica perspectiva de los personajes.
Uno de los momentos más preciosos de este filme es cuando Minjun, el protagonista, está armando sus poemas: escribe palabras en ladrillos y los cambia de sitio y acomoda hasta que finalmente queda convencido con los resultados.

En la Guest Visit (posterior a la proyección el público, diálogo con el director y los actores) le preguntaron sobre el uso de este recurso y él explicó que trabaja de la misma manera. Armando, rompiendo, volviendo a armar. En definitiva, que cree en la destrucción como camino para construir algo nuevo. Si bien la película presenta algunas limitaciones, llama la atención la extraordinaria y valiente puesta en escena, hecho que se agradece en una industria donde el camino fácil que toman las películas dramáticas coreanas es la utilización de recursos más ligados a series televisivas que al lenguaje cinematográfico (música remarcando las emociones de los personajes, voz en off relatando en paralelo las acciones, despliegues emotivos, etc).

Sofía Ferrero Cárrega

DEAR, DOLPHIN de Kang Ji-na

Este inusual filme romántico, quizás por tocar demasiados palos sin asir con fuerza ninguno, acaba por perderse en su ambición. Un hombre aún no ha superado el fallecimiento de su novia, cuando la mejor amiga de ésta irrumpe en su vida, iniciando ambos una relación que se niegan a desarrollar. La culpabilidad y la aceptación de la muerte son, por tanto, los temas principales de una película que utiliza el fantástico como mecanismo de representación de estos sentimientos. El fantasma de la chica fallecida atormenta al protagonista, hasta en el intento de un simple acto sexual, que la impactante visión le impide consumar. Encuentros con su anterior amante, estilizados y subrayados por un diálogo tan obvio, que a veces no sé si podrían considerarse ni cine. Por contra, cuando las imágenes hablan por sí solas, en la quietud de una mirada entre los enamorados, en sus gestos melancólicos; la película desprende una autenticidad y frescuras que ninguna cascada digital de aparecidas es quien de igualar. Lástima que Kang haya querido apostar más por un supuesto lirismo fantástico, en la línea de la nefasta Another Earth (Mike Cahill, 2011) o de su compatriota Jeon Kyu-hwan (The Weight, 2012), que por su vertiente más realista, estilo Lee Chang-dong para fans de Sundance. Porque, no nos equivoquemos, aunque la cinta tiene hallazgos de puesta en escena y en la dirección de sus dos actores principales, sigue siendo un producto de planificada calidad indie, con todos los elementos al uso listos para mezclar en la batidora: intérpretes con fama local de cara bonita, trío amoroso, arco de superación de un trauma, catarsis; planos con voluntad de estilizar, fotografía esplendorosa y funcional. Solo faltaba un tema de la banda más cool del momento para completar la ecuación. Pero, repetimos, al menos Kang ha tenido el acierto de dirigir con contención y respeto la intimidad de estos amantes disfuncionales, una relación que empieza rota y se va arreglando con cierta magia para el espectador. Sin duda, debiera hacer buena taquilla entre el público femenino. Ya tiene garantizada la distribución gracias al premio CGV MovieCollage, que concede el privilegio de estrenar en las salas de la compañía de exhibición más importante de Corea del Sur. El jurado ha sido inteligente, al otorgar el premio a una película accesible a todos los públicos, a la vez que inteligente y digna. Eso sí, otra más que añadir a la ristra de sundanazos con que la Lawrence y la Deschanel nos obsequian cada año.

GRANDMA – CEMENT GARDEN de Ji-gon Kim

Diario filmado con intervención del director en la escena, muestra del dispositivo, cine de las ruinas, cine de vanguardia… El joven Kim se ha despachado a gusto con la historia de su abuela, la última en ser desalojada de un barrio en ruinas, a la espera de que lleguen los rascacielos. La filmación del espacio y de su protagonista recuerdan mucho a la referencial West of the Tracks de Wang Bing, aunque el joven realizador provoque situaciones con la introducción de sus amigos en escena. La voluntad es claramente sociológica: esbozar los cambios en el modo de vida de los coreanos en los últimos 50 años, a través de la confrontación entre dos generaciones muy separadas en el tiempo. Las paredes y sus grietas también hablan, recortadas por los edificios de las grandes corporaciones al fondo del plano. La televisión y la radio, los ojos y los oídos de su abuela hacia el mundo exterior, se erigen en comentaristas superfluos de un tiempo descontextualizado; sobre el plano detalle de un objeto desenfocado o con un encuadre nada evidente y abstracto. Porque a Kim no le basta con jugar a ser Bing, también debe probar a ser Dorsky o Brakaghe. La ambición de este joven, muy torpe aún con la cámara, no conoce límites. Abuela – jardín de cemento (título más evocador y directo, imposible) tiene la gran virtud de ser un ejercicio desprejuiciado de aprendizaje, en el que se prueba todo sin mucho éxito, pero con una frescura que hace que casi no importe.

Víctor Paz Morandeira

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