La Gomera, de Corneliu Porumboiu

La nueva película de Corneliu Porumboiu fue una de las, muchas, afectadas por la crisis de la COVID-19. Ante un panorama de estrenos que se tuvo que reinventar y recalcular en el 2020, este 2021 nos trae el film La Gomera (2019), la incursión en el cine negro de uno de los referentes del Nuevo Cine Rumano. Una apuesta fuerte para recuperar las salas de cine y la tradición de sumergirnos en las historias de la gran pantalla blanca. En esta ocasión, Porumboiu abandona ese retrato social tan presente en sus obras anteriores para firmar una película de factura muy comercial, pero sin perder los rasgos autorales que lo definen.

Cristi es uno de los policías que investigan a la mafia en Bucarest… pero también es un topo de la mafia. Jugando a dos bandas, Cristi va poniendo palos en las ruedas de la investigación que intenta localizar los 30 millones de euros que Zsolt, uno de los miembros de la mafia, ha escondido en algún lugar. Su actuación errática y sospechosa provocará que su jefa, Madga, empiece a vigilar todos los movimientos de Cristi. Solo queda una alternativa para seguir trabajando con la mafia sin ser detectado, aprender una lengua que la policía no conozca: el silbo gomero.

La Gomera se divide en diferentes episodios que vienen precedidos de unas cartelas en color pastel que recuerdan a un cine más próximo a Wes Anderson que a la obra de Porumboiu. Así, asistimos de forma desestructurada, que no desordenada, a la detención de Zsolt, el viaje a La Gomera de Cristi y el aprendizaje de esta nueva lengua, y al desarrollo de esta carrera por localizar el dinero. Todo envuelto en una atmósfera del cine negro más clásico donde no faltan los tradicionales personajes como la femme fatale, en este caso personificada en Gilda, pareja de Zsolt, y motor de la historia en muchas ocasiones.

Quizás es este recurso del cine noir más tradicional lo que peor le sienta a un director que ya ha trabajado en estos registros, no olvidemos la memorable Politist, adjectiv (2009), pero con métodos radicalmente diferentes. Le falta a La Gomera ese retrato social que Porumboiu tan bien sabe trabajar; ese retrato de una clase social que aún siente el peso de la herencia soviética en la piel. Y, sobre todo, se echa de menos ese patetismo cómico que otras veces creaba un mayor vínculo empático con los personajes. Aquí estamos ante los arquetípicos “policía corrupto pero honrado”, “la femme fatale sensible”, o “el villano sin piedad que da discursos grandilocuentes”. Personajes que, al fin y al cabo, ya hemos visto una y otra vez en todos los grandes títulos del cine negro, pero que, por suerte, están acompañadas de otras sorprendentes, como la implacable jefa de policía Magda que, en medio del tiroteo más testosterónico de la película, finaliza la persecución con un simple silbido y un certero disparo.

A pesar de esto, La Gomera no es un film menor. Se trata de la apuesta de un cineasta, referente en el cine europeo, por hacer algo diferente a sus anteriores trabajos: una obra con todos los signos del mainstream y en un género como es el cine negro. Una obra que funciona y que mantiene al espectador enganchado e interesado por una historia bien narrada, y donde, aunque abunden fórmulas ya conocidas, sigue rezumando el talento de un cineasta imprescindible. Sin caer en vicios como la autorificación sin medida, sí que hace falta reconocer que, aún con esos “errores” que señalamos, Porumboiu es siempre una decisión acertada a la hora de ver cine.

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