LA MIGLIORE OFFERTA, de Giuseppe Tornatore

A priori, la rúbrica de Giuseppe Tornatore debería ser un aval para La migliore offerta (2013), sobre todo cuando esta película llega a la cartelera en plena sequía estival. Antes y después de su estreno se ha mencionado hasta el hartazgo el buen sabor de boca que dejó, hace ya un cuarto de siglo, Nuovo Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988); un sabor, que, para algunos rezumaba demasiado almíbar, pero que entonces consagró a Tornatore como una joven promesa del cine europeo. Tras una carrera llena de más o menos aciertos, el cineasta italiano ha intentado ahora alejarse de sus anteriores películas con una historia más rebuscada y un reparto internacional, aunque manteniendo dos constantes: una cuidada puesta en escena y la importancia de la música como acompañamiento narrativo. Esta última cuestión es cosa, una vez más, del veterano maestro Ennio Morricone que, si bien deja entrever cierto cansancio en su trabajo (los años no pasan en balde), imprime su particular huella sonora al film.

Más allá de estos dos elementos, el tercer pilar sobre el que se asienta La migliore offerta es ese fenómeno australiano de impecable acento british llamado Geoffrey Rush. Gracias a él la cinta gana enteros y es, sin lugar a dudas, la gran baza con la que juega Tornatore para dar impulso a un guión cuajado de altibajos. Lo cierto es que los primeros minutos de la película son bastante prometedores, con Rush encarnando al subastador de arte Virgil Oldman: en apenas un par de pinceladas descubrimos a un personaje meticuloso, pulcro y obsesivo con ciertas dificultades para comunicarse con las mujeres que compensa con una ingente colección de retratos femeninos que admira con silenciosa devoción. No tardará, sin embargo, en encontrarse con la horma de su zapato cuando la misteriosa Claire Ibbetson, a quien da vida la actriz holandesa Sylvia Hoeks, llame a su gabinete. Comenzará entonces un juego de conversaciones cruzadas, encuentros sin culminar y miradas ocultas a través de una falsa pared. En este juego, el espectador podrá encontrar claras referencias al cine de Alfred Hitchcock, Roman Polanski o Fritz Lang, y es que la señorita Ibbetson, cosas del destino, resulta ser una mujer encerrada en su propia casa y en sus propios miedos como lo eran las protagonistas de The Woman in the Window (Fritz Lang, 1944) o Repulsion (Roman Polanski, 1965).

El archiduque Leopoldo Guillermo en su galería de pinturas en Bruselas (David Teniers el Joven, 1651-1653)

Un ejemplo de caligrafía cinematográfica en La migliore offerta (Giuseppe Tornatore, 2013)

Esta prometedora primera mitad adopta las formas de un thriller en el que el espectador aguarda paciente el encuentro de esas dos supuestas almas gemelas, unidas por su incapacidad para comunicarse con los demás y separadas por el hermoso mural que decora la falsa pared. Sin embargo, cuando se inicia ese encuentro, la película comienza a perder fuelle y Tornatore acaba cayendo en los mismos vicios que otros muchos directores al alargar artificialmente el metraje. Uno de los problemas de la película es la interpretación de Hoeks, que intenta mantener el tipo como la ‘misteriosa dama en apuros’, pero acaba finalmente palideciendo en el tour de force con Rush. Tampoco ayuda mucho la historia paralela de la relación entre Virgil Oldman y un pragmático restaurador encarnado por Jim Sturgess, que a la postre ejercerá de consejero sentimental mientras monta un viejo autómata que cobrará importancia a medida que avanza la trama. El joven actor inglés le pone ganas, cierto, pero su personaje no deja de resultar poco creíble. Por último, los golpes de efecto de un guión en el que no caben más elementos bizarros juntos terminan de lastrar gravemente un mecanismo que Tornatore suponía perfecto, como el del autómata, pero que no deja de rechinar, coma si le faltasen piezas o le sobrase óxido…

Algo parecido podría decirse de la trama referente al personaje interpretado por Donald Sutherland. Por una parte, huelga decir que este veterano actor sí consigue dar una réplica solvente a Rush, y además su personaje introduce varios temas espinosos en la película, como la mercantilización del arte y el acaparamiento de los bienes culturales en manos de unos pocos privilegiados. Por otra parte, sin embargo, Tornatore explota muy poco esa línea argumental, reservándola básicamente para dar un último golpe de efecto a la trama. Mientras tanto, la historia de amor de Rush y Hoeks sólo atrapa por momentos, porque la mayor parte del tiempo resulta escandalosamente inverosímil. Al final, la mezcla de géneros no acaba de cuajar, y lo que parecía (y en realidad si que es) un thriller deriva en un drama un tanto pomposo y edulcorado. Nada nuevo tratándose de Tornatore, pero eso sí, su película no deja de perfilarse como la mejor oferta (si se me permite el juego de palabras) ante una cartelera estival trufada de terror teenager y animación infantil. En ese caso, La migliore offerta a la una, La migliore offerta a las dos y…

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