LE CONCOURS, de Claire Simon

Le Concours 2

Esta pieza ha sido elaborada durante el taller del Seminario de Crítica Cinematográfica que organizamos en Play-Doc, Festival Internacional de Documentais de Tui 2017

A pesar de habérsele etiquetado como documentalista, Claire Simon se ve a sí misma como cineasta, consciente, probablemente, de la imposibilidad de la objetividad de quien encuadra y escoge la imagen. Quizás por eso, en Le concours (2016), decidió rodar los entresijos de las pruebas de acceso a la prestigiosa escuela de cine La Fémis, en donde ella misma trabajó entre 2003 y 2014 como directora del departamento de realización. Los planos picados de la entrada de los aspirantes en el recinto, que tiene las verjas simbólica y literalmente cerradas, así como la grabación de las conversaciones entre ellos, establecen desde el inicio los dos puntos de vista entre los que alternará el discurso de la película: el de la institución y el de los participantes en su exigente proceso de selección.

Le concours realiza un doble ejercicio de alejamiento de la neutralidad: por una parte, el de la cineasta, que retrata una institución particularmente relacionada con ella; y por otra, el de los miembros de los tribunales, que en sus deliberaciones exteriorizan sus dudas, afinidades y personalidades. Simon toma partido, no es neutra, pero no se decanta. Su cámara establece un juego dialéctico que nos sitúa junto a los aspirantes, por lo que sentimos sus ansias, desesperación y malestar; pero también nos pone en la piel de los examinadores, un papel que tampoco es fácil, ya que deben intentar dejar de lado sus preferencias personales. En estas circunstancias emergen los defectos del proceso, lastrado por el peso de la historia de la institución como escuela de élite. El deseo de los examinadores es estar con los tiempos y abrirse a un (forzado) eclecticismo, para que los alumnos no sean todos jóvenes acomodados de la burguesía francesa, pero tampoco quieren renunciar al halo de exclusividad que rodea La Fémis.

Le Concours 3

El relato de la película gira, por lo tanto, alrededor del proceso de admisión de los futuros alumnos, que Simon es capaz de convertir en personajes con un carácter definido, haciendo que las afinidades y las fobias del espectador se decanten por unos o por otros: somos partícipes de su ilusión, de sus nervios y de su incertidumbre, pero también de las propias afinidades de los miembros del tribunal. Simon escribe el relato con planos generales, pero emplea planos medios y cortos para dejar pequeños comentarios visuales aquí y allá. Las manos y las señas de evaluadores y evaluados alcanzan su máxima expresividad en sus encuadres, siempre muy calculados: dos miembros del tribunal se miran ante el comentario de una compañera y casi parece que sabemos lo que piensan; las manos de un aspirante juegan con un amuleto para llamar la atención de los evaluadores, y vemos como esa técnica funciona con algunos de ellos. La acción se desarrolla así a medio camino entre los discursos y los gestos de los personajes.

El gran tema de la película es un tema clásico: la justicia y su ejecución. Un tribunal, sea cuál sea su ámbito de actuación, juzga e imparte justicia. En ese sentido, Le concours es una encrucijada en la que confluyen los periplos vitales de los aspirantes, para los que la decisión del tribunal supondrá un antes y un después. Podemos entender una cierta épica en esta narración “cuando el conflicto sobre la justicia se centra en el reparto entre el pequeño número de personas que decide la vida de los otros y la multitud de los que se someten a su poder”, como dice Jacques Rancière (1). El final de la película, que coincide con el final del proceso de selección, deja a los espectadores en otra encrucijada: nuestras propias reacciones ante las imágenes hacen de nosotros intérpretes y cómplices de la situación representada. ¿Quién puede, el fin de cuentas, ser completamente objetivo?

(1) Rancière, Jacques. 2012. Las distancias en el cine. Ponte Caldelas: Ediciones Ellago: 110.

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