Mandibules, de Quentin Dupieux

El verano suele ser el momento en el que el cine se llena de propuestas ligeras que no encontraron espacio durante el resto del año. Así, es normal que uno de los géneros que más aparezcan en las carteleras sea la comedia: nada entra mejor cuando aprieta el calor que el aire acondicionado de la sala de cine y 90 minutos de risas. Pero, también es el clima perfecto para arriesgar con cintas que no suelen tener un gran público, pero que, el que tienen, es fiel. Reconozco que esta situación es la que me ocupa con la filmografía del director francés Quentin Dupieux: como dirían los Cahiers, ¡prefiero un Dupieux flojo a muchos otros directores!

Mandibules (2020) fue uno de esas películas que, por las razones que conocemos de sobra, vio paralizado su transcurso por las salas de cine. Este julio de 2021 es el momento ideal, pues, para acercarse a esta, como siempre, surrealista historia de amistad y camaradería. En el verano del sur de Francia, dos amigos, con más hambre que neuronas, intentan participar en un intercambio entre dos capos de la zona. Todo cambia cuando se encuentran en el maletero del coche una mosca gigante. Esta sinopsis da cuenta de lo que supone el punto de partida para la historia, pero lo que nos espera en los escasos 77 minutos de cinta está más próximo a una buddy-road-movie que a algún tipo de ciencia ficción. La aparición de Dominique, así es el nombre que le dan a la mosca gigante, funciona como una especie de macguffin que desviará la historia por diferentes caminos: el secuestro de un ermitaño que vive en una caravana, el encuentro con unas supuestas excompañeras del instituto… Desvíos que, aunque permiten que la historia avance, no cambian el foco en lo realmente importante de la película: la relación entre Jean-Gab y Manu.

Jean-Gab (David Marsais) y Manu (Grégoire Ludig) son amigos desde pequeños. Su amistad es tal que, cuando le encargan a Manu participar en este misterioso intercambio de maletines, tan solo basta una mirada para que Jean-Gab abandone su trabajo en la gasolinera familiar para participar de la aventura con su amigo. En cuanto Dominique entra en escena, la relación se transforma casi en un matrimonio, acusándose de roncar, mimar en exceso a la mosca gigante, o malgastar el dinero en cosas innecesarias. Entre la obsesión por comer de Manu, y los planes de entrenar a Dominique de Jean-Gab, la vida va pasando. La vida es lo que pasa mientras haces planes… aunque estos planes sean entrenar a una mosca gigante para que robe bancos.

En la mitad del film, esta romcom cambia completamente con la aparición de tres mujeres que invitan a la pareja (e indirectamente a Dominique) a su casa de verano. Con diferencia, el mejor punto del film. Este cambio de escenario propiciará momentos ridículos donde, por ejemplo, un gendarme pedirá a los presentes cubrir un formulario de satisfacción después de tener que intervenir ante el asesinato de un perro: “estos formularios nos ayudan a saber si hicimos un buen trabajo o no”. Pero, si algo sorprende de esta parte es la actuación casi invisible de Adèle Exarchopoulos como Agnès. Un papel magníficamente interpretado que, con el tiempo, acabará por ganar protagonismo en un triste y surrealista episodio que dejaré sin descubrir para los espectadores.

El noveno film de Quentin Dupieux es, quizás, menos arriesgado que otras propuestas anteriores, como Rubber (2010) o Steak (2007), donde todos los moldes narrativos estaban ahí para ser ignorados. Mandibules es un film tradicional en el sentido de la construcción del relato y donde las situaciones absurdas abundan, pero sin ese componente surrealista y ridículo que tan bien domina el director. Por el contrario, sí que existe una fuerte incomodidad durante toda la película que mantiene al espectador intentando evitar mirar a la pantalla: Dominique. Es digno de mención el trabajo de los creadores de la mosca. El hiperrealismo de la misma hace que sea repugnante ver gestos que deberían ser entrañables. Así, cuando Jean-Gab acaricia o premia a Dominique, uno no puede evitar torcer el gesto ante lo que, dentro de un film de ciencia ficción, pasaría desapercibido. Es precisamente esa humanidad y ese cariño de Jean-Gab y Dominique lo que convierte estos gestos en algo gracioso y repugnante hasta tal punto que incluso recordarlos para escribir este párrafo me pone los pelos de punta.

La película finaliza con las lecciones finales de Dominique. Todo está preparado: la mosca ladrona tiene su primer encargo. Cuando echa a volar, la catarsis. Manu le explica a Jean-Gab que le da igual si la mosca vuelve o no, que lo importante es el ahora, esa playa, estar los dos juntos. Y es que de esto va Mandibules, de valorar el hoy y el ahora, de vivir en el momento y de disfrutar de la compañía de la gente que nos rodea por muy estúpidos que sean los planes en los que nos embarcan. ¡Toro!

Comments are closed.