MARRIAGE STORY, de Noah Baumbach

¡Hola! Puse Marriage Story de primera en mi lista de lo mejor del año y creo que me arrepiento. Esta crítica es, más que una crítica, una reflexión para ver por qué me pasa eso y descubrir mi opinión final.

Antes de nada, un meme.

Marriage Story estuvo un par de semanas en los cines, en uno de esos estrenos limitados de Netflix. En ese período no vi memes ni mucho comentario más allá de las críticas positivas de la mayor parte de la prensa. Iba predispuesto a que me gustara porque me habían gustado mucho dos pelis anteriores de Noah Baumbach, Frances Ha y The Meyerowitz Stories, y lo pasé muy bien pasándolo mal con la película: Scarlett Johansson hace de una actriz que hace años tuvo éxito con una comedia tipo American Pie y desde entonces ha trabajado en el teatro. Lo hace con el personaje de Adam Driver, dramaturgo y director teatral de prestigio en una compañía “alternativa”. Tienen un hijo en común y en un principio acuerdan no entrar en pleitos y separarse amigablemente pero luego no pasa. Los conflictos son, básicamente, la competencia entre Nueva York (donde vivían) y Los Ángeles (donde se marcha ella), el dominio de las prioridades artísticas y vitales de él sobre las de ella, la custodia del niño, las promesas y expectativas no cumplidas y la forma que tienen las abogadas y abogados de gestionar todo esto. Yo me metí en la película, que cuenta un montón de cosas con bastante calma, casi siempre en escenas largas que dan pie a que Scarlett y Adam e incluso Laura Dern (que hace de abogada dura) se luzcan pasando de momentos tiernos a momentos rabiosos (y a que se luzca también Alan Alda, abogado bonachón, en un tono bastante diferente). En algunos casos, la peli acaba dejando espacio a digresiones como el arranque final de Driver cantando “Being Alive” de Stephen Sondheim.

Traduzco una estrofa sin mucho cuidado: “Alguien para abrazarme demasiado fuerte / alguien para herirme demasiado hondo / alguien para sentarse en mi silla / y arruinar mi sueño / y hacerme consciente de estar vivo / estar vivo”. Pensándolo ahora, podría parecer que la canción comenta la película e igual viene a decir que quererse y hacerse daño son cosas que van de la mano (podría ser así, si Scarlett no cantara en la escena anterior con su familia “You Could Drive a Person Crazy”, también de Sondheim). Mi reacción cuando salí no sé si fue exactamente esa. Creo que iba comentando que por qué hay que hacerse daño, por qué hay que darle a los abogados el dinero que podría ir para la universidad de nuestro hijo, ¿¿POR QUÉ?? Tal vez estaba sobreactuando, porque la película no es tan dura (y puede tener algo bueno en compensar los momentos de dramón con otros de humor patético). A lo mejor estaban sobreactuando ellos. O eso me dijeron después los memes y parte de mi timeline.

Para entonces el mal ya estaba hecho. El día después de ver la peli entregué mi lista a A Cuarta Parede y desde entonces fui encontrando más tuits que me hacían sentir un poco mal.

Me hacían sentir así porque tampoco tengo en este caso argumentos de peso para defender la película, más allá de mi implicación emocional en ella. No sé si eso puede ser la base de una crítica (creo que no), así que aquí estoy, intentando hablar más de los procesos del gusto que del gusto en sí. De ahí que empezara hablando de los memes y de los tuits: en la época en la que vivimos, una lista de lo que nos gusta es una performance, una exhibición de rasgos que dicen al mundo algo sobre nosotros. Sobre donde nos enmarcamos y qué cosas rechazamos. ¿Quiero ser el tipo de persona que pone Marriage Story de número 1 en su lista de películas del año?

Pensándolo fríamente, no. ¿Por qué dar más espacio a día de hoy (por poco que sea) a una película estadounidense, de Netflix, que trata sobre artistas chachis blancos neoyorquinos? Ahora mismo, la película en la que más pienso del año pasado es Eroski Paraíso, y creo (o quiero creer) que es una película que dice bastante más de mí, y que habla de amor de alguna forma, pero para hablar de identidad (que es más importante). Pero me decidí por Marriage Story, y por eso estoy aquí retorciendo una crítica, preguntándome cuánto hay en mi identidad de artista chachi blanco neoyorquino e intentando analizarme un poco.

A lo mejor tengo desde pequeño una debilidad por esa manera de narrar del cine americano medio indie medio mainstream, con un toque popular pero no demasiado popular, supongo que al estilo de Woody Allen. Poniéndome en el peor de los casos, puede ser que en cierto sentido me gusten esas películas porque me hacen sentir sensible pero sofisticado. Porque funcionan como una herramienta de distinción (no son un taquillazo) además de una forma de pertenecer a cierto grupo de gente (gente que no consume cualquier cosa pero que tampoco rechaza todo lo que viene del mainstream). Creo que me pasa algo de eso con Marriage Story: cuando yo la vi no la había visto nadie, y por lo tanto verla era bastante guay. Luego la vio mucha gente y le gustó mucho. Luego la vio otra gente y ya fue con la mosca detrás de la oreja, porque cuando una cosa le gusta a mucha gente da ganas de criticarla (no sé, pensemos en Rosalía, salvando las distancias). Luego hay gente que la crítica, y puede ser por gusto o por la simple diversión de hacerlo. En cualquiera caso, hay un clima en mi timeline en el que parece que hay que responder al entusiasmo generalizado por Marriage Story con una falta de entusiasmo generalizada.

Y ahora voy yo y respondo a esa falta de entusiasmo con una autojustificación, cuando realmente es probable que si la tendencia sigue empiece otra oleada de respuesta al estilo de “pues no sé por qué critican tanto Marriage Story si está muy bien”. En cualquiera caso, hoy por hoy creo que me equivoqué mucho haciendo la lista, porque la responsabilidad de establecer una jerarquía entre las obras de otra gente debería servir o bien para hacer una afirmación de peso (no sé, defender un cine radical en la forma o en el contenido, o defender un cine popular) o, más tristemente, para ir de guay (y tampoco demasiado). A mí no me valió para ninguna de las dos cosas, y por si fuera poco me llevó al encargo de hacer este texto, que es en parte un intento de ser sincero y en parte una performance también.

¿Mis conclusiones? Creo que es difícil tener opiniones fuertes sobre las cosas. Creo que hay veces en que el diálogo sobre la cultura que pueden traer las redes no compensa la dinámica de influencia que se crea (o quizás lo digo porque tampoco soy capaz de escapar de ella). Y creo que volveré a ver Marriage Story en un tiempo, probablemente con mi madre en la tele de casa, y que ese día sabré cuánto me gusta de verdad. Ya si eso para entonces os cuento.

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