MATER AMATÍSIMA O LAS MODERNAS MEDEAS

Mater-Amatísima-Frase

Este texto fue elaborado en el Seminario de Crítica Experimental del (S8) Mostra de Cinema Periférico

En una suerte de conmemoración de sus 20 años de carrera como cineasta en los que ha dado a luz otros tantos proyectos audiovisuales, María Ruido nos trae una reflexión sobre la maternidad. Una reflexión feminista que pone sobre la mesa la figura de la mala madre, de esa madre que se permite no querer ser madre y de esa madre que se arrepiente de ello, y de cómo esta aceptación de la maternidad fuera de los límites del pensamiento ‘ordinario’ no deja de ser una afirmación de la propia existencia personal. Una idea habitualmente alejada del pensamiento moderno pero que, como bien señala la obra de la ourensana, no deja de ser una realidad humana que la mitología griega ya representaba a través de Medea, que Eurípides haría eterna hace más de 2400 años.

A pesar de que el film sigue su estilo apropiacionista habitual para crear la obra a través del montaje y remontaje de textos audiovisuales, Ruido nos introduce en su visión sobre la maternidad de un modo abierto y muy franco, con imágenes familiares de los hijos de su pareja. Así, asume el discurso como propio, y como ella misma resaltaba en el coloquio generado alrededor de la obra, en un momento de su vida en el que observa la maternidad, en ocasiones ya madurada, de muchas de sus amistades. La figura del cuerpo femenino en sociedad y el modo en el cual la sociedad opera sobre él se reestructuran en el discurso audiovisual desde el pensamiento foucaultiano cuando el filósofo francés dice que  “el cuerpo está también directamente inmerso en un campo político; las relaciones de poder operan sobre él una presa inmediata; lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, lo obligan a unas ceremonias, exigen de él unos signos”1. De esta manera Ruido manifiesta a través de esta obra cómo la obligación del cuerpo femenino dentro de la sociedad es la de seguir el camino de la maternidad, manteniendo la existencia de la misma a través de proveerle descendencia y, además, de enseñar a esa descendencia a aceptar las mismas marcas sociopolíticas que se repetirán ad infinitum para la continuidad de la sociedad.

Mater-Amatísima-Familiar

Así, Ruido contrapone la figura de la madre ideal con la figura de la sacerdotisa de Hécate, que sobrevuela todo el metraje. Entre todo el complejo conglomerado que forma la obra, rescatamos imágenes sacadas de la TV, de las adaptaciones a la pantalla de Medea de Von Trier (1988) y Pasolini (1969), o, las que por contexto terminan siendo las más brutales, del juicio a Rosario Porto por el asesinato de su hija Asunta. Unas imágenes que la propia realizadora admite que siguen resultándole excesivas en su significado, pero que no dejan de ser una parte fundamental para ahondar de un modo abrasivo en la idea colectiva sobre el tema. En ellas, vemos cómo el discurso de la juzgada durante su defensa va hacia la presentación de sí misma como la madre ideal, como la representación aceptada de la maternidad dentro de la sociedad actual. La madre atenta, abnegada, preocupada, cuidadora y guía eterna de su hija. Algo que, obviamente, choca frontalmente con la resonancia que surge en nuestro cerebro sobre el caso y consigue revolverse de un modo perturbador. Además, de entre los fragmentos de producción propia –que los hay-, Ruido nos muestra entrevistas con abogados y un psiquiatra que trabajaron en el caso. Así, genera una visión aún más cercana a Porto, y logra distanciarse de todo el juicio mediático eliminando el concepto de monstruo que se generó en su momento evitando el juicio moral sobre sus actos para reformular una visión de la abogada compostelana como ser humano y madre.

Importante esta última frase: ser humano y madre. Una idea que, como vemos, es lo fundamental que nos hace repensar María Ruido. El patriarcado y las estructuras sociales llevan años eliminando esto del diálogo posible. Una madre es, antes de ser madre, ser humano. Pero parece que en el momento de decidirse por la maternidad –cuando se decide y no se lleva a cabo como una obligación social-, el ser humano desaparece, se funde y metamorfosea, tras 9 meses de diapausa, en una madre. Y esa madre ya no es ser humano, es madre. Ruido logra, a través de todas estas reflexiones, poner de manifiesto a ese ser humano, con sus dudas, con su vida interior y con sus necesidades vitales, y nos hace entender que es necesario el diálogo y la comprensión de esta figura humana para la completa satisfacción de la persona. También que ser madre, incluso cuando es una decisión meditada y consciente, puede terminar siendo una experiencia demoledora y terrible y no pasa nada por, como dice Orna Donath en su libro Madres Arrepentidas –libro del que vemos parte de la presentación en español en ensayo del que estamos hablando-, relacionar la maternidad con algo que las “convierte en personas deficientes, ya que su experiencia anterior a la matenidad parece más plena y satisfactoria»2.

Resalta, además, la necesidad de mostrar la maternidad desde una óptica femenina. Si repasamos la historia del cine y recogemos unas cuantas obras notables en las que se pone de manifiesto alguna reflexión al respecto, es fácil ver que muchas veces hablan de la relación materno-filial desde una óptica casi cercana al hijo (siempre en masculino). Mat (Vsévolod Pudovkin, 1926), Persona (Ingmar Bergman, 1966), Mat i Syn (Aleksandr Sokúrov, 1997), Mommy (Xavier Dolan, 2014)… son clara muestra de ello. Por supuesto que hay ejemplos de relaciones y reflexiones más femeninas, y ahí está Un’ora Sola ti Vorrei (2002, Alina Marazzi), que servía como homenaje y revisión sobre la idea de la madre ausente desde la hija que lucha por recuperar su memoria y se encontraba una cierta resonancia en la obra también de María Ruido La Memoria Interior (2002), donde la ausencia de los padres venía dada por la emigración y la recuperación era la del recuerdo de ese tiempo en primera persona. Sin embargo, la visión de María Ruido en Mater Amatísima y el pensamiento sobre qué es ser una madre y la necesidad de aceptación de que solo es una parte más de la vida de determinadas mujeres que ni siquiera tiene por qué ser agradable ni una necesidad a cubrir para ser una mujer completa, da un giro sobre lo que estamos acostumbradas a ver en las pantallas.

Proyección de Mater Amatísima en el (S8) Mostra de Cinema Periférico. Foto: María Meseguer

Proyección de Mater Amatísima en el (S8) Mostra de Cinema Periférico. Foto: María Meseguer

La densidad con la que se desarrolla el film, eso sí, es lo que supone su punto más débil. Como ocurre muchas veces con los trabajos hechos a base de coser retales de piezas inconexas, el discurso se ve afectado por ese ir y venir sin una intención clara. Una idea que juega tanto a favor como en contra de las intenciones de la directora, ya que al no precisar un discurso hilado, hace recaer el poder del mismo en la reflexión a la que obliga a las espectadoras. Eso sí, al dejar que sea el flujo de las ideas inherentes a las diversas fuentes lo que provoque esa reflexión, parece alejar de la misma a las personas que más la necesitarían, aquellas que de entrada tienen una concepción moral más clásica sobre el hecho de ser madre y la necesidad de una estructura familiar. Sin embargo, es el modo en el que Ruido ha establecido su pasado y su presente como creadora, así que es consciente de que el público que puede acceder a su obra es aquel que de entrada está abierto a repensar sus concepciones sobre la sociedad, el mundo y sus propias experiencias vitales, con lo cual su estructura artística y la experimentación sobre el formato tienen una precisión y una importancia crucial frente al discurso que obliga a desentrañar.

(1) Foucault, Michel, (1990), Vigilar y Castigar: Nacimiento de la Prisión (Trad. Aurelio Garzón del Camino), Siglo XXI, México D.F. (Ano da publicación orixinal: 1975):32

(2) Donath, Orna (2017), Regretting Motherhood: A Study, North Atlantic Books, Berkeley (Ano da publicación orixinal: 2016): 103

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