Nación, de Margarita Ledo

El cine tiene la capacidad de fusionarse con el público de una manera diferente a otras artes. La conexión visual, sonora y narrativa que el espectador puede llegar a experimentar es algo que asusta e inspira. Por eso surge una pregunta: ¿existen responsabilidades a la hora de crear, de manejar la cámara, de dirigir? Margarita Ledo cree fervientemente que sí, y ha convertido esto en su consigna a la hora de afrontar sus proyectos, que pueden definirse como feministas y de clase. Nación (2020), su último trabajo, es el máximo ejemplo de esto.

Margarita Ledo nace en Castro de Rei (Lugo) en el año 1951. Setenta años que se quedan cortos al hacer un breve repaso por su trayectoria: Catedrática de Comunicación Audiovisual y Publicidad en la Universidad de Santiago de Compostela. Doctora en Ciencias de la Información por la Universitat Autónoma de Barcelona. Investigadora y escritora, donde destacan sus últimas obras El cuerpo y la cámara (2020) y la colección Para unha historia do cinema en lingua galega, que incluye tres ejemplares: I. Marcas na paisaxe (2018) – II. A foresta e as árbores (2019) – III. De illas e sereas (2020). Miembro de la Real Academia Galega desde 2009. Coordina el Grupo de Estudos Audiovisuais, calificado como grupo de referencia competitiva, y en él dirige el proyecto de I+D+i Patrimonio Cultural Inmaterial: Para un programa europeo de subtitulado en linguas non-hexemónicas. Es co-fundadora de la cooperativa NUMAX: cine, librería y laboratorio de diseño, comunicación y producción audiovisual, en Santiago de Compostela. Finalmente, su carrera como cineasta recoge las obras Santa Liberdade (2004), Hai que botalos (2005), Liste, pronunciado Líster (2007), A cicatriz branca (2012) y Nación (2020), ganadora en el Festival de Sevilla del Premio Especial a la mejor dirección de película española. Margarita Ledo tiene una formación, una manera de ver la vida, de interpretarla y de habitar el tiempo que crea escuela y deja huella.

Ledo construye y presenta Nación alrededor de la figura de Nieves Lusquiños, quien, en 1969, teniendo 14 años, entra a trabajar en la fábrica de loza Pontesa. Recuerda el primer sobre con la paga semanal, un sobre beige que tiene que entregar en casa y que la hace sentirse importante. A los 18 años, estrena vacaciones con su Dyane 6 amarillo descapotable, estrena reuniones prohibidas, gin-tonics en el “Flope” y se siente realizada, como mujer trabajadora e independiente. Hasta que un día, el patrón echa el cierre. El Grupo de Empresas Álvarez, al que pertenece Pontesa, cierra en 2001 sin pagar salarios ni indemnizaciones. La inmobiliaria Subel adquiere parte de los terrenos de las fábricas, pero incumple los acuerdos con las trabajadoras que le reclaman, desde hace años, 2,5 millones de euros. El 28 de enero de 2020, el juicio queda visto para sentencia.

Nación se alza como un documental experimental perfectamente armado, donde el equilibrio entre pasado, presente y futuro no es férreo, sino que fluye, se confunde, se desdibuja y conquista. Ledo escoge a mujeres con una historia cruda e importante para su película, unas mujeres muy significativas: las de su generación. Personas de las que bebe, de las que se nutre y en las que se inspira para hablar y mirar desde ellas mismas y no de forma ajena, contemplativa o intrusa. ¡Y qué bien lo hace! Porque llegamos a meternos en la mente y en el cuerpo de estas mujeres, a sentir lo que ellas sienten. A escucharlas. Pontesa, como otras empresas, permitieron a muchas mujeres la incorporación a un mundo laboral industrial que desconocían, pero del que se hicieron, de alguna forma, dueñas y esclavas. Mano de obra barata e imprescindible. Asimismo, estas mujeres encontraron en estos oficios la independencia económica, la salida del hogar y la conciencia de clase. En Nación vemos continuamente esta reflexión. La entrada en la fábrica de las trabajadoras, muchas de ellas aún niñas, trae a la mente a los hermanos Lumière. Decenas de mujeres que pasaron la vida entera entre las paredes y hornos de la fábrica. Algunas de ellas reflexionan ante la cámara de Ledo y recuerdan aquellos años con una sonrisa en la cara, mucha nostalgia y demasiada rabia y pena por cómo terminaron las cosas. Ellas levantaron aquello, lucharon por sus derechos, y se sintieron desahuciadas e indignadas. Estas mujeres combatieron, resistieron la violencia y fueron tachadas de locas, de histéricas, como todas las mujeres que protestan. Hoy siguen protestando por lo que es suyo.

Destaca en el film el continuo pero medido cambio de formatos y situaciones. Las imágenes de archivo se entrelazan con las memorias de Nieves y las otras trabajadoras, combinadas con secuencias más performativas de actrices y personajes más jóvenes como Mónica Camaño, Mónica de Nut y Xoana Pintos, que no vivieron aquello, pero sienten su peso; y culmina con sentencias de una Esfinge encarnada por la poeta Eva Veiga, potente y frágil a partes iguales. Este cóctel se convierte en una combinación magistral que revienta el pecho de quien se ponga frente a la pantalla. Es interesante, en este caso, hablar de la relación de Margarita Ledo con el material de archivo. La cineasta ha reclamado en numerosas ocasiones la injusticia e incongruencia de que tanto filmotecas, televisiones públicas, como espacios de almacenamiento de este tipo no tengan a disposición de la ciudadanía de manera libre y gratuita sus contenidos, ya que forman parte de la cultura y patrimonio popular. Es infinito el listado de artistas que se suman a esta reflexión-protesta. Los minutos de imágenes de archivo que aparecen en Nación son reducidos, pero el presupuesto invertido en ellos fue muy elevado.

El cine aborda desde siempre a la mujer como objeto, sujeto de miradas y posesión directa o indirecta, productora de placer, cuidadora incansable, procreadora. Margarita Ledo lleva años diciendo “Basta!”, otorgando voz, discurso y oportunidades a mujeres reales, con vida e historia. Ledo rechaza falsas ilusiones patriarcales e imposiciones machistas sobre la creación artística y cinematográfica. Recita este nuevo film como un poema crudo pero maravilloso, el mejor hasta la fecha, en el que apuesta por reivindicar una vez más la lucha feminista, por crear nación. Y lo único que podemos decir es: gracias. Gracias por existir, Margarita. Por sustentar y apoyar a todas las generaciones de mujeres que crecen a tu lado. Inspiras y demuestras que la utopía existe y que la lucha es incansable. Tú eres Nación.

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