EL ODIOSO QT

QT, con sus siglas de DJ, siempre ha sido eso, un experto cocinero de potajes, en los que mete referencias de todo tipo. Desde ese cruce de pistolas en Reservoir Dogs (1992) que recordaba al City on Fire (1987) de Ringo Lam; pasando por la cita directa a The Graduate (Mike Nichols, 1967) en el plano lateral de Pam Grier en la cinta del aeropuerto; o incluso con repeticiones del mismo calco, como la sensual boca de Uma Thurman al llamar a Vincent Vega desde el interfono en Pulp Fiction (1994), remitiendo a The Warriors (Walter Hill, 1979), gesto muy parecido al que repite Mélanie Laurent en Inglorious Basterds (2009).

Desde Kill Bill (2003-2004), el cine de Tarantino intensifica esta tendencia ya obvia en sus anteriores filmes, buscando por momentos una estilización del original. Eficacia del clímax aparte, la flor sangrante en el pecho del personaje de Leonardo Dicaprio en Django Unchained (2012) está mucho mejor filmada que la surrealista escena última del filme de Sergio Corbucci en la plaza de toros en Il mercenario (1968). Este es un nombre que conviene tener en mente cuando se habla del realizador de Tennessee. Las citas a su obra son múltiples desde el inicio de su carrera. El corte de la oreja de Reservoir Dogs proviene de Django (1966), la original; y en The Hateful Eight (2015), como se aprecia en el vídeo de arriba, buena parte de la ambientación de la trama está sacada de Il grande silenzio (1968).

No solo eso, la vestimenta de Walton Goggins recuerda, y mucho, a la de Klaus Kinski en esta película. Los guiños a otros y a él mismo en los elementos del atrezzo en la carrera de Tarantino han sido constantes. Por ejemplo, siempre se fuma tabaco Red Apple, sin importar si uno se encuentra en el actual Los Ángeles, en el Tokio de ficción al que viaja Uma Thurman, o perdido de la mano de Dios en unas montañas nevadas antes de llegar a Red Rock. En el antiguo oeste de Tarantino, ya se fumaba este tabaco. Las pipas, otro de los guiños internos a su obra anterior en The Hateful Eight. ¿No funciona esa secuencia inicial en el vagón como un espejo de la que enfrenta a Hans Landa con el señor LaPadite al comienzo de Inglorious Basterds? Por otra parte, los stunt-man (o women) a veces también sufren destinos parecidos en sus películas. Zoë Bell, con ese plano cenital que la enfrenta desde el suelo a Michael Madsen, es la cara B de una Novia malherida. La única cinta de QT en la que pateó culos de hombres, con su propio rostro, fue en Death Proof (2007), la película bisagra de Tarantino. No del todo lograda, para nuestro gusto, pero que le permitió después rodar con mayor purismo dos películas que explotan al máximo su capacidad para construir tensión dentro de las secuencias. Las une con pequeños detalles que redondean la trama, más allá del simple guiño narrativo ya establecido en Pulp Fiction de juntar personajes de historias distintas en la misma secuencia. El puzzle narrativo se complica. En Inglorious Basterds y The Hateful Eight, es donde esta estrategia le ha salido redonda. Las dos películas que muestran a un cineasta más maduro.

Pero volviendo a las referencias, en los últimos filmes QT se ha ido decantando cada vez más por el western. Si bien no siempre se ha dedicado en apariencia a este género, desde el segundo volumen de Kill Bill; John Ford, Sergio Corbucci, Sergio Leone y Ennio Morricone, por citar a los más evidentes, ya estaban muy presentes. La secuencia final de The Searchers (John Ford, 1956), con John Wayne en el marco de la puerta, la ha emulado en esta película, en Inglorious Basterds y, ahora, en The Hateful Eight. Como se muestra en el vídeo, los guiños a Stagecoach (1939) son obvios, incluso en el nombre del carromato, que parece pertenecer a la misma compañía.

De todas estas referencias, la música de Ennio Morricone parece ser la más importante, hasta el punto de que en The Hateful Eight, es la primera vez que escuchamos un tema del italiano, compuesto expresamente para el filme. Honestamente, creemos que ya no le quedaba mucha biblioteca a Quentin Tarantino de este hombre. Se habría visto obligado a repetir temas ya usados en otros filmes. Aún así, recupera uno de The Thing (John Carpenter, 1982) y, de paso, ya que hay un paraje nevado, reconstruye en cierto modo en la escena de la letrina, la de los cables que llevan al terrible monstruo en la película original. En The Hateful Eight, esta escena hace predecir que algo terrible va a ocurrir, incluso aunque no conozcamos el guiño al original. Finalmente, la corta de modo abrupto para volver a introducirnos en la posada. Ahí sí van a ocurrir cosas terribles. La orgía gore final rima con Reservoir Dogs, como tantas otras cosas en este filme, que tendremos que estudiar con detenimiento; quizás en otro texto más sopesado, en otro momento.

Lo que está claro es que QT se tiene en alta consideración a sí mismo. Se cree un genio, y así lo muestra desde el cartel. Esta película es su 8 ½ (Federico Fellini, 1963). El 8 no está ahí por casualidad, y en su estructura narrativa, quizás la más compleja en su carrera; ha demostrado que The Hateful Eight no solo es un filme anti-racista que relee la historia a través del cine de las dos Américas pre Guerra Civil – cuestión aun latente – sino que se autoreferencia como compilación de sus filias y fobias, en una muñeca rusa que esconde muchas capas del Tarantino anterior. No estamos seguros aun de si este es nuestro preferido, pero nos gusta. Sigue siendo tan mordaz y agudo como siempre, pero ya no es el chico enérgico de Reservoir Dogs. Tarantino ha madurado. Y está enfadado, lleno de odio, como ese negro arrinconado por una panda de maníacos blancos, en una montaña donde nadie te oirá gritar.

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