Procesos #29 – Alfonso Zarauza

Seis años después de su último largometraje, Alfonso Zarauza (Santiago de Compostela, 1973) presenta su nuevo trabajo en el Festival de Cine Europeo de Sevilla. Ons se centra en una pareja en crisis, interpretada por Melania Cruz y Antonio Durán ‘Morris’, que se traslada a pasar el verano en la isla titular, donde la llegada de una extranjera misteriosa provoca que afloren secretos y sentimientos ocultos. Con apenas 5 largometrajes a sus espaldas, Zarauza cuenta con una de las filmografías más heterogéneas del cine gallego actual, que incluye documental, ficción y formatos híbridos. Antes de que la pandemia trastocase la posproducción de la película, tuvimos la oportunidad de colarnos en la sala de montaje para hablar con el cineasta sobre sus procesos y flujos de trabajo, así como la creación de la que considera su obra más ambiciosa y personal.

La primera parte de esta entrevista fue realizada en el mes de marzo, pocos días antes de la declaración del estado de alarma, cuando la película se encontraba en fase de etalonaje.

Ahora mismo estás trabajando en la posproducción de tu última película. ¿Se trata de una fase en la que te encuentras cómodo o tienes ganas de acabar lo antes posible?

A mí me encanta esta fase. Todos los procesos de posproducción son muy bonitos porque ves crecer el proyecto. El rodaje siempre es un proceso de derribo, donde la idea que tenías en la cabeza se va derrumbando y vas encontrando otra película. Es un proceso que tiene algo hermoso, de deconstrucción, pero también doloroso, como una pérdida. Tienes que encontrar un nuevo film porque las circunstancias nunca son cómo tú las habías planeado. Yo termino siempre el rodaje con una sensación agridulce. Siempre es doloroso, porque hay cosas que logras y otras que no. En cambio, cuando llegas a la fase de posproducción, después de pasar una pequeña crisis inicial, de pronto comienzas a encontrar la obra que buscabas. Vuelve a crecer y vuelves a reconciliarte con ella. Es un proceso bonito.

¿Te cuesta mucho dar la película por finalizada?

Sí, sobre todo en el montaje. De hecho, el montaje de este filme estaba “terminado” a mediados de enero, pero luego hice dos o tres versiones más. Siempre sigues rumiando en tu cabeza. Hace poco aún me cargué una secuencia y cambié dos cositas… Normalmente ves muchos defectos en el montaje, entonces vas puliendo, quitando y cambiando. En principio ya está terminada, a ver si mi cabeza puede descansar.

“Las películas se escriben tres veces: en el guion, en el rodaje y en el montaje”. ¿Ocurre esto habitualmente en tus trabajos?

Totalmente. Cuando haces el guion intentas que en el rodaje se aproxime lo máximo posible, pero en esta película estaba muy abierto a cambiar cosas. Hay un trabajo muy interesante que ocurre cuando entran los actores y empiezan a modificar el guion, las puestas en escena y la propia búsqueda de los personajes. Ellos van enriqueciendo y añadiendo cosas. Está muy de moda en los discursos contemporáneos trabajar con actores no profesionales, pero los actores hacen un trabajo muy interesante que consiste en esa indagación profunda y psicológica que enriquece mucho a los personajes. Cuando están escritos son mucho más planos, pero los buenos actores le dan una nueva dimensión, que tiene que ver con su propia organicidad y fisicidad, su manera de sentir y de ver el mundo. Por ejemplo, Anaël Snoek, la actriz que hace de extranjera en Ons, le dio un giro muy interesante. Se trata de un personaje que habla muy poco, es casi un espíritu que remueve todo cuando llega a la isla. En el guion teníamos claro que su personaje tenía amnesia, pero ella le dio una ambigüedad con la que nunca estás seguro de lo que ocurre. Eso fue trascendental y revolucionó la película. Fue una aportación suya como actriz, y para mí fue esencial. Nunca sabes si realmente está amnésica o si está fingiendo. Ese pequeño matiz transforma todo, es lo que me gusta de los actores. No me interesa que se mantengan fieles al texto, sino que sea lo más orgánico posible.

¿Cuál fue el origen de Ons ?

Es un proyecto que tenía en mente desde hace muchísimos años. En el 2010 tenía una idea muy preliminar para hacer una película sobre una extranjera que llegaba a un sitio y transformaba a las personas que vivían en ese contexto. Fuimos depurando esa idea hasta que se convirtió en una isla, y posteriormente en Ons. Años después, cuando terminé Encallados (2013) y Los Fenómenos (2014), empecé a escribir este proyecto desde cero con Jaione Camborda, que es la persona con la que escribo habitualmente. A partir de la idea base, comenzamos a divagar sobre el tema de la película. Nos interesaba hablar del amor, pero no desde un punto de vista romántico, sino de la necesidad de amar. ¿Por qué tenemos esa necesidad? A partir de ahí fue naciendo la historia, al igual que la idea de la isla. Muchas cosas se fueron diluyendo, pero eso permaneció de forma bastante clara. Los personajes de la película son como islas emocionales que están en un océano de noche, buscando faros a los que acercarse, pero si te acercas demasiado puedes acabar hundiéndote. Esa idea de la necesidad de amar y la dependencia que genera fue el punto de arranque de este filme.

Las sinopsis previas describen la película como “la historia de un matrimonio en crisis que se traslada a Ons”. Desde luego, no nos prepara para lo que vamos a encontrar.

Un día, viendo la película terminada, alguien comentó: “Esto parece un thriller”. Nunca lo habíamos pensado conscientemente, pero luego nos dimos cuenta de que sí, podría decirse que es un thriller con un asesinato encubierto, en el que no se sabe lo que ocurre realmente. Fue algo inesperado para nosotros. En la película hay algunas cosas explícitas y muchas implícitas. A nosotros nos interesaba contar hasta cierto punto una historia de forma explícita, pero que luego subyaciese algo implícito. Esa fue la parte más difícil, y la que más nos gusta del resultado final. Es la parte que tiene que completar el espectador. No queríamos darle todo cerrado.

Este es tu quinto largometraje. ¿Consideras que es el más complejo y personal?

Completamente. Mi trayectoria viene de un cine más narrativo, aunque ambicioso en el sentido autoral. Siempre intenté seguir esa línea de trabajo, pero me siento muy próximo a la gente del Novo Cinema Galego, una generación que entró y revolucionó todo. Para mí fue algo trascendental. De alguna manera, tengo un camino diferente pero paralelo al suyo. Yo siempre he trabajado en contextos industriales que me resultaban castradores o problemáticos para poder desarrollar el cine que yo quería. Eso me llevó a fundar una productora para poder ser libre, pero nunca pudimos llevar la voz cantante. Siempre tenía un productor zafio y grotesco que me incomodaba, afectando al resultado final de la obra. 

En el caso de Ons, se trata de la primera película que hemos podido producir completamente, con toda la libertad del mundo. A diferencia de los trabajos anteriores, pude hacer un diseño de producción totalmente a favor de la película. Fue un proceso muy bonito, pero también muy complejo. Todo el período de financiación de la película fue muy duro. Justo antes de empezar a rodar, tuvimos que parar porque se nos cayó uno de los productores. Finalmente fue muy positivo porque llegamos al rodaje con un diseño totalmente adaptado a la película. Trabajamos en función del clima, lo cual es muy complicado para los equipos. Todo el mundo enloquecía, pero fue muy enriquecedor. Es la primera vez en mi vida que puedo trabajar así, como a mí me gusta. 

¿Cómo fue el rodaje en Ons? La idea era representar dos estaciones bien diferenciadas (verano e invierno), pero sólo pudisteis filmar en otoño.

Y con una racha de temporales. Fue un rodaje muy duro físicamente, porque teníamos que estar expuestos a la naturaleza. Pero claro, es tan hermosa que para el resultado final de la película era muy enriquecedor. Era complicado para el equipo y para el material técnico, incluso para llegar a los sitios. Teníamos tres coches y nos movíamos por turnos. A veces llegábamos tarde, pero eso también forma parte de lo bonito de la aventura, la parte épica que tiene un rodaje. Busqué un equipo de gente que fuese muy buena pero también muy a favor de obra. Todo el mundo estaba muy mentalizado de que iba a ser una película dura. Se creó una atmósfera muy bonita en el rodaje, todo el equipo estaba muy entregado y dispuesto. El maquinista me confesó que había hecho más travellings en esta película que en casi toda su carrera. Planos complejos, en lugares difíciles, día tras día,… Era una logística complicada, pero fue muy hermoso poder hacerlo así. Fueron 27 días de rodaje. Hacíamos 10 jornadas consecutivas y luego salíamos 4, para devolverle al equipo los dos fines de semana, pero a veces no podíamos salir cuando estaba previsto porque había mar de fondo o entraba un temporal… Es la complejidad de rodar en una isla, en otoño, en el Atlántico norte.

Dices que escogiste muy bien al equipo. ¿Incluye esto al reparto? ¿Tenías a los actores en mente desde el principio?

Sí, porque son actores muy entregados. Lo que no quería era trabajar ni con divos ni con mercenarios. Julio Abonjo es un actor con el que trabajo mucho, porque me gusta la inteligencia y la generosidad que tiene. Y su credibilidad. Él trabaja mucho con la verdad, entonces para mí siempre es un tipo creíble, igual que Melania. Son dos actores que me encantan. Y luego son muy inteligentes, sobre todo a la hora de entender la psicología del personaje, las puestas en escena. Y por encima de todo son muy generosos cómo personas. Estoy muy contento con el grupo de actores que tuvimos.

También has comentado que en esta película hiciste una apuesta más feminista. ¿Hablas de números y presencia o había una visión clara?

Las dos cosas, porque creo que ambas son importantes. La óptica femenina por supuesto tiene que darla una directora. Es su mirada, su manera de contar. Eso yo no puedo hacerlo. Pero sí puedo hacer historias con una cierta sensibilidad hacia lo femenino, y escapando de los lugares comunes. Hay una torpeza muy generalizada en el cine industrial que a mí me horripila: siempre trabajan con actrices muy guapas y muy jóvenes. A mí eso me parece repugnante y fuera de contexto en el siglo XXI. Eso debería estar ya muy pasado. La edad a la que dejan de trabajar normalmente las actrices, alrededor de los 40, es para mí cuando las personas comienzan a ser interesantes. Eso es una apuesta, quizás no feminista, pero desde luego tiene cierta sensibilidad hacia la autenticidad de las cosas que a mí me importan. Y luego sí hay una posición más feminista en la parte organizativa. Todas las jefas de equipo, salvo el director de fotografía, eran mujeres. Como llevo tantos años dedicándome a esto voy quedándome con las personas con las que más me gusta trabajar, y coincide que la mayoría son mujeres. Por lo tanto, por un lado es una postura consciente, pero también algo natural.

A pesar de no tener una filmografía demasiado extensa, eres un cineasta con una obra muy heterogénea: Ficción, documental, realidad ficcionada,… ¿Se trata de un posicionamiento claro para explorar nuevas vías?

Lo que pasa es que trabajo en un tipo de cine en el que los procesos son muy largos, y cuando acabo un proyecto son una persona muy distinta a cuando empecé. Por ejemplo, cuando escribí La noche que dejó de llover tenía 27 años, y cuando la rodé tenía 33. Realmente ya no me interesaba nada de lo que había escrito, pero tenía la película financiada y había que hacerla. Entonces comienzo a pensar en la siguiente, y en esa época comienza la crisis. Me daba cierto pudor hacer una historia frívola o demasiado artística con lo que estaba pasando en 2010, que era un momento terrible, por eso hice Los Fenómenos. Cuando acabo, en el 2014, ya no me interesaba… De hecho, nunca me interesó demasiado el cine social, pero en ese momento era mi contexto. En medio de eso surgió Encallados, que fue una maravillosa aparición, algo liberador donde podía hacer lo que me daba la gana por primera vez. 

En este caso, pasaron 5 años desde que empecé a financiar Ons hasta que la rodamos. En ese tiempo yo cambio como persona. Por eso las obras son tan dispares, porque desde que las empiezas hasta que las terminas cambia tu personalidad, tu gusto,… Llevas mucho tiempo la “mochila” de un proyecto y quieres liberarte. Necesitas hacer otra cosa completamente diferente. Nunca lo he analizado mucho, pero creo que tiene que ver con eso.

Es curioso que digas que no te interesa especialmente el cine social. Yo diría que es precisamente una de las líneas que encontramos en tu obra: temas como la crisis del ladrillo, el Prestige, el cierre de la Sala Nasa,…

Me interesa lo social, pero no el cine social. El cine social que veo habitualmente me horroriza. Es un tipo de cine que me parece demasiado pánfilo. No me interesa demasiado estéticamente ni creativamente, pero sí me interesa el tema social. De hecho, la razón de hacer Los Fenómenos fue precisamente lo que estaba pasando a mi alrededor. No era capaz de hacer una obra muy personal, que saliera de mí, sino que necesitaba mirar hacia fuera, porque era un contexto horrible. Todo el mundo estaba sufriendo.

Hablas de lo mucho que cambias entre una película y otra pero, ¿que permanece?

Hay una línea, que comencé con La noche que dejó de llover, y también con Encallados, de hacer un cine próximo a mí, a mi realidad, que está presente en muchas de mis obras. En algunas de manera muy lejana, como en Los Fenómenos o en Ons, pero que también hablan de cosas mías, porque partimos de conversaciones y experiencias personales que luego extrapolamos.

Has hecho hincapié en los saltos temporales de tu filmografía. ¿Sigue siendo complejo para ti levantar una película?

Complejísimo. Es algo que no ha variado en todos estos años. Siempre es un infierno. Pero por coyunturas diferentes. Creo que las de ahora son mucho más gratas. Cuando hice La noche que dejó de llover, era muy complicado hacer ese tipo de cine porque todo el sistema de financiación en Galicia y España estaba corrompido. En las ayudas siempre tenías que ir con una productora que estaba metida en el ajo, para tener opciones de rascar algo. A mí siempre me pareció detestable ese sistema, pero era la única manera de hacerlo. Con la crisis todo eso desapareció. El cine dejó de interesarles a las productoras mafiosas, que se fueron a la tele. Entonces surgió un cine diferente. Siempre fue difícil, pero ahora la dificultad es la gran cantidad de gente buena que hay trabajando en Galicia.

Precisamente quería cerrar en esa línea. ¿Cómo ves la situación actual? Parece que vivimos una época dorada para el cine gallego, con la presencia de muchas obras en festivales internacionales.

Ha sido un año inigualable. Yo estoy maravillado, porque no hay nada más enriquecedor que ver como prospera tu cultura. Además, en un país como Galicia, que siempre ha tenido un contexto empobrecido o depauperado, tanto en lo económico como en lo espiritual y en lo político. De repente, tenemos un contexto maravilloso de hombres y mujeres, creadores y creadoras, haciendo cosas increíbles, cosas con una calidad alucinante. Longa noite, O que arde, Eroski Paraíso… Todo esto viene de la Axencia Audiovisual Galega, que decidió dar ese impulso en su momento. Todo el Novo Cinema brotó en esa época, porque hubo un giro en las políticas públicas. Se decidió apostar por un cierto tipo de cine. Fue un cambio de parámetro que hizo que todo aquello que se sembró haya dado sus frutos. Ahora estamos viendo lo revolucionario que fue en ese momento. Tenemos que conservarlo para que siga creciendo.

¿Crees que puede mantenerse en el tiempo?

Creo que hay cineastas que van a tener una carrera larga e interesante pase lo que pase, porque aunque las circunstancias económicas y políticas cambien, Oliver va a seguir haciendo cine en Galicia, en Francia o donde sea. Lo mismo pasará con Lois Patiño, Eloy Enciso, Eloy Domínguez, Diana Toucedo, Jaione Camborda… Todos ellos van a seguir haciendo cine, y son carreras que aún son incipientes, porque no tienen más que 2 o 3 largometrajes a sus espaldas. Son aún muy jóvenes. Lo que necesitamos es un sistema que les permita seguir haciendo cosas y que surjan voces nuevas. Desgraciadamente, necesitamos un apoyo político y económico. Pero yo soy positivo. Si en estos diez años de crisis, con los gobiernos nefastos que hemos tenido, fuimos capaces de sobrevivir, con que venga un cambio de aire mínimo… Pequeños parámetros, como que TVE compre cine en lenguas cooficiales, o que en el ICAA apuesten un poco más por películas autorales o con cierta sensibilidad. Eso ya es un cambio enorme. Nosotros somos como el cactus, estamos tan acostumbrados a que no nos echen agua que cuando nos riegan un poco crecemos muchísimo. Vamos a ver qué pasa. Como decía Margaret Thatcher: “No le den dinero a los artistas, que lo van a hacer igual”. Evidentemente, lo vamos a hacer igual, pero mejor poder hacerlo sin vivir eternamente en la precariedad.

CODA

La segunda parte de esta entrevista tuvo lugar a comienzos de noviembre, poco después de anunciarse el estreno de Ons en el Festival de Sevilla.

¿Cómo afectaron los meses de confinamiento a la posproducción de Ons

Afortunadamente, pudimos terminar el montaje y etalonaje de la película justo antes del confinamiento, pero sí afectó bastante a la posproducción sonora. Al principio, todo se paralizó completamente. No sabíamos cómo avanzaría el tema del confinamiento y las restricciones. Después de un mes parados, empezamos a trabajar desde nuestras casas. Avancé en la concepción sonora de la obra, junto con Xavi Font y Elba Fernández. La película no tiene música, excepto por un momento en el que ponen un disco, pero quería construir la propia atmósfera sonora de la isla. Hicimos un trabajo de experimentación previo, y cuando ya teníamos esa parte esbozada, terminó el confinamiento y pudimos ir al estudio. Al final, creo que en ese sentido nos vino bien, porque hubo como un reposo, un pensar bien las cosas. A veces en estos procesos estás un poco a expensas de las fechas que te dan los propios estudios, entras siempre precipitadamente y con apuros. En este caso, se pudo cocinar a fuego lento, y creo que fue muy bueno para la película.

¿Y en lo que se refiere al estreno de la película en festivales?

A nivel de estrategia fue un desastre. En un primer momento, hicimos un montaje previo para enviar a festivales. Llegamos a pasar el corte de la Quincena de Realizadores de Cannes, pero de repente empezaron a caer todos los festivales… Además de la propia cancelación de eventos importantísimos como Cannes o Locarno, en los que teníamos muchas expectativas, esto provocó una especie de cuello de botella en la industria. Todas las grandes películas que normalmente estarían en estos festivales tenían que pelear por entrar en otros certámenes. Finalmente, nosotros estamos contentos y satisfechos con los festivales en los que hemos entrado, porque son eventos de cierto prestigio. Ahora en noviembre tenemos el estreno en el Festival de Sevilla, después pasaremos por el Cineuropa de Santiago y luego por Márgenes, donde seremos una de las cinco películas que se proyectan en la Cineteca de Matadero. A partir de ahí, nuestra idea sería poder ir a salas de cine lo antes posible.

En Sevilla, la obra formará parte de la nueva sección oficial Historias Extraordinarias – Special Screen. ¿Qué os parece el encaje de Ons en este programa?

Estamos muy contentos, porque estará rodeada de películas muy potentes, obras que han estado en secciones oficiales o paralelas de festivales importantes a nivel europeo. Es una oportunidad interesante para la peli, y creemos que puede ser muy bonito arrancar ahí. Sin embargo, acabamos de recibir la mala noticia de que ya no podremos estar allí de forma presencial para presentar Ons. Es un problema en muchos sentidos, sobre todo a nivel de prensa y repercusión mediática, pero estamos a expensas de los acontecimientos. Vamos a intentar ser positivos y hacer de la necesidad una virtud, porque si no… La otra opción era esperar un año, pero yo necesitaba parir la película. Fue un proceso muy largo, y las circunstancias son las que son. Los procesos y los proyectos tienen un tiempo, y para mí Ons ya terminó, necesito que salga al mundo para poder seguir adelante con otras cosas, porque de otra forma no te liberas mentalmente.

¿Qué otros proyectos tienes ahora mismo en mente?

Estoy trabajando en un largometraje que se titula Islandia. Es una película muy especial, con muy poco diálogo. Se va a rodar una parte importante en Islandia y otra en Galicia. La trama tiene lugar dentro de 20 años. No es un futuro distópico de ciencia ficción, sino un futuro próximo, en el que se acentúan tendencias que ya estamos viendo en este presente. Es una obra en la que tengo puestas muchas expectativas, y que me tiene mentalmente absorto, pero aún está naciendo, así que puede cambiar mucho. Y luego estoy trabajando en una TV movie que quiero rodar el año que viene. Una obra más próxima al género, tocando el terror, pero huyendo de lugares comunes. Después de Ons me apetecía hacer algo completamente diferente, algo liberador en cierto modo. Esos son los dos proyectos que tengo ahora encima de la mesa. Estamos en un momento complicado y desconcertante, lleno de incertidumbre, pero hay que ser más fuerte que nunca y resistir.

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