ROTTERDAM DÍA 9: HUEVOS, PIEDRAS… Y CINTAS DE AUDIO

11.644 cafés después, 4.350 rollos de baño gastados y con una repercusión de casi 5.000 mensajes en Twitter, el Festival Internacional de Cine de Rotterdam se va extinguiendo. Mañana sabremos quiénes son los ganadores de los Tiger Awards de este 2012. Tras haber visto todas las películas de esta sección yo ya tengo mis favoritas, aunque me faltan por comentar las últimas dos. Egg & Stone, de la cineasta china Huang Ji, me ha sorprendido gratamente. El filme nos muestra el día a día de Honggui, una adolescente en pubertad que aguarda desesperadamente la llegada de la menstruación. La pequeña, encerrada en un cuarto sin luz, pasa las horas agobiada por un secreto que de descubrirse sería la comidilla del poblado minero en el que habita (y en el que nació la directora). Vive bajo la tutela de sus tíos, una pareja que apenas se habla debido a la infertilidad de la mujer. Él es otra historia, un pieza de cuidado escondido tras la faceta de un respetable médico.

La historia es lineal, de hecho solo hay un flashback. El plano del ciclorama de un estudio de fotografía nos devuelve la cara de la protagonista que contempla pensativa un recuerdo. El contraplano lo dice todo: la escenificación de una foto de ella con su tío. No hacen falta palabras, aunque Ji no renuncia al diálogo. El más revelador se produce en una mesa de la cocina en la que el tío le echa en cara a su mujer su incapacidad de concebir un hijo. La conclusión: “esta es una oportunidad que no podemos dejar escapar… lo criaremos como si fuera nuestro”. Y realmente es suyo. Los paisajes brumosos y cubiertos de una fina lluvia dan lugar a un sol que se alza por detrás de las montañas tras un evento que lo cambiará todo y que la realizadora celebra con fuegos artificiales. La piedra, fruto del amor inocente entre dos chavales, castigará al malvado. En el camino, una mirada hacia las tradicionalistas costumbres del país, hacia una misoginia extrema en los pasajes de los mitos espiritistas que califican a una mujer de pecaminosa por ensuciar con su sangre el agua del rió. El sonido juega un papel fundamental, y Huang Ji nos educa desde el inicio para que prestemos oído a un paisaje sonoro exagerado que servirá para esconder lo desagradable o resaltar lo trascendental.

Mucho me ha gustado Egg & Stone, pero todavía más Voice of My Father. Codirigida por Orhan Eskiköy y Zeynel Dogan, el turco es un largometraje que apela a la memoria histórica desde el presente y sin recurrir al estereotipado género bélico. Es una clase magistral del uso de la voz en off, que en este caso lee las cartas que se enviaban marido y mujer en forma de cintas de casete, ya que la madre (que también lo es de uno de los directores) no sabe leer ni escribir. Poco a poco se va desentrañando una tragedia familiar fraguada por la brutal represión de los musulmanes hacia los kurdos a finales de los 70. La anciana espera sentada a que vuelva su hijo Hasan, que dejó el país tras unirse a la guerrilla. El otro, Mehmet intentará recordar su infancia y la voz de su padre muerto. La nostalgia es un elemento de gran peso, y la viuda (siempre vestida de riguroso negro) es perseguida por recuerdos sonoros que le hacen sentir culpable. La cámara se mueve por las estancias para buscar a los personajes mientras escuchamos las cintas contarnos la historia (son flashbacks auditivos). Su contenido es el 50 por ciento de la película y empata en importancia con lo que vemos en la pantalla. Nacen como sonido extradiegético, es decir, no está motivado por un elemento presente en el plano, con una única excepción que detona el desenlace de la obra. El plano del final cita al del inicio cerrando el círculo de una “película redonda”.

Tres visionados más han completado una gran jornada de cine: Ace Attorney del japonés Takashi Miike (basada en el videojuego de CAPCOM del mismo nombre); L’hiver dernier de John Shank que nos lleva al norte de Francia para mostrarnos el drama de un granjero oprimido por la decadencia de un oficio; y para rematar el día la favorita del año para Werner Herzog, The River Used to Be a Man, que le valió al también alemán Jan Zabeil el Premio al Mejor Director Joven en la pasada edición del Festival de Cine de San Sebastián. De todas ellas me quedo con la última, una suerte de revisión sobre Aguirre, la cólera de Dios en un viaje por un laberíntico río africano.

Procedo ahora a desvelar mis favoritas para los “tres Tigres” (me permito cuatro opciones por aquello de la probabilidad estadística):

(1) Voice of My Father (Turquía/Alemania/Francia): Por su capacidad para abordar el tema de la memoria histórica desde un punto de vista original y por su capacidad para emocionar solapando presente y pasado mediante el sonido y la imagen.

(2) Living (Rusia): Por su mirada descarnada sobre la tragedia humana y, en lo personal, por servir al espectador de objetivo catártico para enfrentarse a la vida y también a la muerte.

(3) De jueves a domingo (Chile): Por su aprovechamiento del encuadre y su maestría en el uso del plano secuencia, capaz de contarnos un viaje sin necesidad de dejar el interior de un coche; y por establecer la tesis de que “los niños no son tontos”.

(4) Clip (Serbia): Por su cariz extrovertido en el retrato de la sexualidad adolescente, valiéndose del lenguaje de los jóvenes contemporáneos, y por su valentía.

Vuelta a la realidad y alejándonos de la especulación (no nos vamos a ir demasiado lejos), el Premio al Mejor Proyecto de CineMart 2012 ha sido concedido a Duncharon, de la griega Athina Rachel Tsangari, también directora de Attenberg y productora de Alps y de Canino. Todas ellas pertenecientes al nuevo movimiento del cine griego, lo que me lleva a pensar que L se llevará un Tigre. Y tampoco me extrañaría que Neighbouring Sounds, del brasileño Kleber Mendonça Filho, mojase en el IFFR. Pero tendremos que esperar a mañana para disipar todas estas interrogantes. La suerte está echada, que ganen las mejores.

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