SEFF 2022 (III): Lav Diaz, Plan 75 y Aftersun

When the Waves are Gone (Lav Diaz, 2022)

When the Waves are Gone (Lav Diaz, 2022)

Un Lav Diaz en forma siempre resulta estimulante. When the Waves are Gone (2022), presentada en el pasado Festival de Sevilla, seguramente sea su mejor película en años. Con ese particular blanco y negro granulado, el filipino juega con los tópicos del género noir para destruirlo. El mejor detective de Manila está tan ocupado con el trabajo que su mujer acaba por buscarse a otro hombre, ante lo que no reacciona con demasiada templanza. Agrediendo al amante y a un compañero de trabajo, acaba por solicitar un permiso para darse un tiempo, acosado también por una psoriasis causada por el estrés de una serie de asesinatos, representación externa de su podredumbre interior. Este descanso lo llevará a visitar a su hermana en su pueblo natal, en un viaje que recuerda al del protagonistas del policial tailandés Headshot (ฝนตกขึ้นฟ้า, 2011), de Pen-ek Ratuanarang, aunque los estilos de ambos cineastas sean muy diferentes.

En el otro lado de la narración, nos encontramos al mentor del policía, enchironado por su mejor alumno en un caso de corrupción. Al salir de la cárcel, su obsesión será encontrarlo para enfrentarse a él en un duelo a muerte. A lo largo de sus poco más de tres horas de metraje, la cinta va cocinando esto a fuego lento, con la seguridad de que no existe redención posible para estos dos hijos de la gran puta. Los únicos que parecen sortear la violencia institucional y el fanatismo religioso son la hermana del protagonista y un colega fotoperiodista, amenazado por el gobierno por apuntar una posible conspiración que no acaba de revelarse del todo. Incluso el policía más viejo, obsesionado con la idea de la purificación y haciendo las veces de delirante pastor baptista, mancha estas prácticas con su inmundicia moral. Absolutamente ido, uno de sus tics es bailar de forma nerviosa. La locura acaba también por invadir al protagonista ante el encuentro con su némesis, en unas secuencias finales que van derivando en lo performativo, con sus cuerpos moviéndose cual zombis en pasajes desolados. Una vez más, Diaz usa su narrativa para atacar las vergüenzas de un país donde la violencia y los fanatismos están a la orden del día.

Plan 75 (Hayakawa Chie, 2022)

Plan 75 (Hayakawa Chie, 2022)

Frente a este maestro, se presentaron interesantes óperas primas. Plan 75 (Hayakawa Chie, 2022) es una de las sorpresas a voces del pasado festival de Cannes, con merecida fama. La nipona propone una distopía próxima en la que el gobierno japonés pone en marcha un plan para asistir en el suicidio a los mayores de 75 años, ante el imparable problema de una población envejecida donde está en jaque el sistema de pensiones. En un país con tradición de grandes sacrificios personales por el bien común, la hipótesis se antoja realista.

La realizadora, con un estilo sobrio y elegante que sortea la lágrima fácil en todo momento, compone un relato poliédrico en el que una señora que se apunta al plan y dos jóvenes funcionarios que trabajan en este programa de asistencia acaban por cruzar sus caminos. Una delicada exploración sobre las dificultades de los cuidados a la población senior, la brecha generacional y el derecho a la muerte digna que cobra fuerza por su especificidad cultural, pero que se hace grande al abordar con rigor temas universales.

La ganadora de la sección Las Nuevas Olas fue Aftersun (Charlotte Wells, 2022). Saltan los créditos y comprobamos que se coció en un laboratorio de desarrollo de Sundance. Es una pena que esta propuesta tan formateada cumpla con los requisitos del cine queer y coming-of-age en boga, con una protagonista muy cookie, cuando en Wells se intuye una cineasta de mayor nivel. La cinta se sitúa a inicios de los noventa en un complejo vacacional, donde una hija preadolescente y su padre, del que vive separada tras el divorcio de sus progenitores, se dan un verano para reconectar.

Basada en las experiencias personales de Wells, la propuesta rezuma autenticidad, con buenos diálogos, una gran reconstrucción de época y, sobre todo, un dúo protagonista con una química indudable. Que la niña adulta aparezca en algún flash forward aquí y allá con el único propósito aparente de indicar que es gay, como el padre, es de una simpleza a evitar. Sus efectismos visuales, sin anclaje narrativo que los sustenten, tampoco ayudan. Aftersun funciona mejor en sus momentos más intimistas. A pesar de estas imposiciones comerciales que perjudican a la película, Charlotte Wells se muestra como una cineasta honesta y delicada a la que merece la pena seguir la pista.

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