DERECHOS DE AUTOR E INTERNET: EN LA BUSCA DEL SANTO GRIAL DIGITAL

CRÓNICA JORNADA AGAPI ‘LA OBRA AUDIOVISUAL. PROPIEDAD INTELECTUAL Y CONTEXTO DIGITAL’

Hoy entra en vigor la famosa ley Sinde-Wert. Junto al reciente cierre de Megaupload por parte del FBI y a la controvertida ley Hadopi francesa, que permite la identificación del internauta infractor con multas de hasta 300.000 euros y dos años de cárcel, este documento se suma la una estrategia que pretende cortar por la vía rápida el acceso a contenidos audiovisuales en la red que no siguen los mecanismos legales de la distribución fílmica y televisiva.

El discurso hegemónico en los medios de “Compartir no es delito”, dada la impopularidad del texto, está desviando la atención de sus consecuencias para los usuarios y los propietarios de los derechos de autor. En un afán por aclarar los puntos más importantes de la ley, la AGAPI (Asociación Gallega de Productores Independientes) invitó este martes a Octavio Dapena, director de Antipiratería EGEDA; y a Miguel Ángel Bouza, profesor de derecho mercantil en la Universidad de Vigo, a intervenir en la jornada ‘La obra audiovisual. Propiedad intelectual y contexto digital’. Estuvieron acompañados de otros 18 profesionales, que debatieron en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la USC sobre distintos ámbitos del tema en cuestión, en un total de cuatro mesas redondas a lo largo del día.

¿Cómo afecta entonces la ley Sinde-Wert a los usuarios de Internet? Además de la pérdida del acceso a muchos contenidos, derivada del cierre de páginas web, la pregunta principal es: ¿qué repercusiones legales puede tener sobre nosotros? Si bajas habitualmente series o filmes de la red, nada que temer. Dapena aclara que la norma “no va contra los internautas”. ¿Qué ocurre si publicas un post con enlaces a una obra, sin ser el responsable de la subida? Este punto no puso de acuerdo a los dos abogados. Para el profesor Bouza, “la elaboración de un listado de enlaces no es un acto de comunicación pública”, y es que en estas dos últimas palabras está la clave. Según el representante de la entidad gestora de derechos de autor, “la ordenación y clasificación de los enlaces” entra dentro de esta categoría, como así lo entendió un auto en Murcia en el año 2009, si bien no hay casos semejantes en el Tribunal Supremo. Bouza explicó que “si duda, todo juez va a optar por la absolución”, y en lo que sí que estaban de acuerdo los dos abogados, es en que es ridículo sentenciar a no ser que exista un ánimo de lucro.

Miguel Ángel Bouza, profesor de derecho mercantil en la Universidad de Vigo; y Octavio Dapena, director de Antipiratería EGEDA, dirigiéndose al público. En el centro, Antonio Varela, director de Pórtico Audiovisual, que ejerció de moderador.

Miguel Ángel Bouza, profesor de derecho mercantil en la Universidad de Vigo; y Octavio Dapena, director de Antipiratería EGEDA, dirigiéndose al público. En el centro, Antonio Varela, director de Pórtico Audiovisual, que ejerció de moderador.

¿Y por la otra banda? “Subir películas es una infracción civil, aunque no penal. ¿Por qué no se denuncia? Pues porque la legislación española no permite la identificación”, explicó Fernando Regueira, abogado de Zenit TV, en la última mesa del día, más centrada en la distribución. En realidad, si estás detrás de una página de enlaces, reza porque el ministerio no dé contigo. Desde hoy, podrán solicitar a las compañías telefónicas información sobre los usuarios en caso de que se precise identificar al infractor. ¿Qué ocurre después? Se recibe una comunicación en la que se pide la retirada del contenido de la web y, tras un trámite de conclusiones, se comunican las medidas. Normalmente, todo se queda en un susto si se retiran los contenidos, aunque Bouza recomienda blindarse contra posibles reclamaciones penitenciarias posteriores.

En medio de todo el proceso, ¿qué diferencia hay entre sacar o no los contenidos de la web? Ninguna. Para la ley, existe una vulneración de los derechos de autor, aunque después se demuestre lo contrario. “El reconocimiento implícito de la vulneración, incluso cuando se retiran los contenidos, me parece muy grave”, indica Bouza, y añade: “Esto va a provocar que nadie los retire”. Además, según Dapena, “una norma no sancionadora tiene una capacidad muy limitada”, por lo que se da aquí una de las mayores incongruencias de una ley que ambos calificaron como “no necesaria” dado el buen funcionamiento de los juzgados de lo mercantil. El problema parece más de educación social, de querer pagar voluntariamente por los contenidos.

¿Qué soluciones pueden darse desde el sector de la distribución? Como explicó José Manuel Sande, programador del CGAI, el cine español lleva perdiendo espectadores en las salas desde la Transición. Él lo atribuye, entre otras causas, al control de taquilla y a la práctica del doblaje, que perpetúan la presencia hegemónica del cine estadounidense. Pero éste también se ve menos en las salas. ¿Por qué? Respuesta sencilla: Internet. La cuestión está en encontrar el sistema que permita rentabilizar una inversión de las productoras y distribuidoras en la web para ofrecer servicios de calidad. “Hulu es la respuesta de las majors para dar lo que se consume mal y de forma ilegal en su plataforma, para crear hábitos de consumo”, explicó María José Arrojo, directora de la Escuela de Medios de La Voz de Galicia. En los EUA, están surgiendo muchas plataformas como esta, de VOD (Video On Demand), bien de pago (en forma de alquiler o compra) o gratuitas, que parecen marcar el camino a seguir. En España, hay apuestas aún tímidas como Filmotech o Filmin, que suponen un porcentaje ínfimo del negocio cinematográfico y que no parecen estar funcionando entre el público patrio.

Filmin es una de las principales plataformas de VOD en España.

Queremos pagar, pero dejadnos pagar, por favor”

Pues sí, es normal que Javier Pedreira, blogger en Microsiervos, se quejase bien alto y claro de la demanda insatisfecha del consumidor de cultura más exigente, que ve cómo quiere alquilar un filme en versión original de la tienda de iTunes y no puede por tener una IP española. ¿Por quó? Pues porque la licencia de los derechos no es aplicable en Europa. Mientras que el material ilegal circula a nivel internacional con una velocidad sideral a través de la red, la industria aun no ha sabido encontrar una solución para ir igual de rápido que los piratas. ¿Por qué no gestionar una venta de derechos mundial, o por continentes, en vez de seguir anclados en un sistema de distribución nacional que se adaptaba al analógico, pero no al digital? El productor de Arrugas, Manuel Cristóbal, dice que algo así “solo facilitaría el monopolio de Apple y Google”. En todo caso, se muestra muy crítico con el VOD: “Bajan los ingresos por el DVD, pero no se sustituyen por el VOD. Estamos aún en la busca del Santo Grial digital”. Reconoce que hay mucha demanda no resuelta, y que la solución puede pasar por atenderla, centrándose en los clientes que estarían dispuestos a pagar por un servicio de calidad (versión original, alta definición, posibilidad de ver en múltiples plataformas y acceso inmediato) y combatiendo las copias ilegales.

La cuestión es que el usuario no solo no puede acceder de forma legal a los contenidos que demanda, sino que además tiene una avidez por comentar, compartir y participar de la experiencia social que proporciona la red, que no está resuelta como sistema integrado en ninguna de las plataformas españolas. “La interactividad la están dando las redes sociales”, indica Arrojo, que cree que puede llevar al éxito a iniciativas nuevas como Youzee. “Ha muerto el programador de la televisión lineal”, sentenció Alfonso Martínez, director de Marketing de R, aludiendo a la capacidad del televidente de poder elegir lo que quiera y cuando quiera. Otros fueron más allá, viendo en el usuario un manipulador de la obra, que completa su sentido en la red. María Yáñez, productora de contenidos de A Navalla Suíza, se refirió al concepto de la ‘cultura de la convergencia’ de Henry Jenkins con un ejemplo muy sintomático: los vídeos hechos por fans derivados de La guerra de las galaxias. George Lucas los curtió a demandas en un primer momento, para comprender más tarde que le estaban proporcionando un rédito muy beneficioso y, lo que es más importante, que no cuesta una perra.

El director del portal Cultura Galega, Manuel Gago, explicó a partir de un análisis de tweets del día del robo del Códice Calixtino, que se había construido un verdadero “relato transmedia” en la red social que “provenía de diferentes fuentes de la cultura popular”. Muchos internautas incluso relacionaban la historia con la de la novela El Código DaVinci, de Dan Brown, alimentando una rocambolesca historia de ficción sobre la noticia, en la que la información cedió paso a la indignación y posterior cachondeo conforme pasaban las horas. “La apropiación, la reconstrucción y el transmedia hacen que el contenido tome vida propia, nos hacen perder el control”, indicaba en la misma línea que Yáñez.

Tim Schafer ha logrado reunir más de dos millones de dólares en cuestión de días para su próximo videojuego en una plataforma de 'crowdfunding'. ¿La clave? Implicación y transparencia.

Palabros salvadores

Ambos invitaron a fomentar este tipo de dinámicas en la red para beneficiar a producciones más austeras, pues, como dijo el director general de Portocabo, Alfonso Blanco: “Hay la paradoja de mucha plataforma sin contenidos para llenarlas. Nunca se consumió tanta televisión y estuvieron a punto de cerrar tantas productoras”. El contexto económico lo pone aún más complicado, por lo que se impone una reducción de costes y mucho ingenio, aunque lo básico (y más complicado) sea “conseguir la implicación del público”. ¿La mejor forma de hacerlo? Pues parece que la financiación en masa (crowdfunding) está dando resultados. Arrojo citó el último videojuego de Tim Schafer, creador de joyas como Maniac Mansion, Monkey Island o Grim Fandango; como ejemplo emblemático. El proyecto de su estudio Double Fine Adventure precisaba 400.000 dólares para poder llevarse a cabo, y los internautas ya le han proporcionado al autor más de dos millones. ¿Cómo? Transparencia del equipo de producción hacia un público participativo, para lograr esa “implicación”. “Los que más han ganado han sido los que mostraron su código fuente”, indica Yáñez.

Pero no es necesario remitirse a las viejas glorias de Lucas(arts) para encontrar resultados similares en una menor escala. Carlos Fernández, director ejecutivo de Moonbite Games, está desarrollando ahora con su equipo el juego para PS3 Zombeer, y se muestra muy positivo en el uso de la financiación en masa: “Es un pago adelantado, solo que mucho más inteligente. Cuando voy al cine, no sé que entro a ver. Aquí sé por lo que estoy pagando”.

¿Y si es necesario repartir costes y esfuerzos para poder financiar? Pues otro palabro: crowdsourcing. Este sistema permite externalizar tareas dentro de una producción cuando se cuenta con un equipo o un presupuesto reducidos. Paula Cons pretende sacarle partido a este modelo a través de la plataforma Wecoop, una web dependiente de la productora gallega Continental que funciona como mecanismo de “co-producción online”. Gracias a este sistema, están llevando a cabo el proyecto 13 campanadas, serie documental para televisión que pretende hablar de la vida en las parroquias en distintas partes del mundo con curas como protagonistas del programa. La idea es que por lo menos cinco productoras de distintos países repartan los costes, realizando cada una entre uno y tres capítulos. Un presupuesto elevado para Continental se convierte así en algo asumible y con altas posibilidades de inserción en canales temáticos.

En definitiva, la producción necesita reducir costes en un momento en el que las subvenciones están en tela de juicio, o van a ser radicalmente reducidas. Se deben buscar entonces nuevas formas de financiación que permitan la continuidad de esta producción, así como estrategias para asegurar una fluida distribución al público, y en la que no se pierda dinero de por medio. Eso pasa por la inversión en estructuras tecnológicas, el desarrollo de herramientas que faciliten poder dar respuesta a las demandas crecientes de un público muy exigente, la educación social de muchos ciudadanos a conquistar, y el desarrollo de normas legislativas que ayuden a regular el mercado y defender los intereses de industria y autores. Se dice pronto, pero esta jornada apuntó algunos elementos de reflexión para conquistar ese Santo Grial digital. Esperemos poder agarrarlo a no muchos ‘bytes’ de distancia.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    

 

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