CANNES 2018 EP. 0: LOS PRELIMINARES

cannes-poster-uncropped

Comienza mañana el festival de cine más prestigioso del mundo y, acorde a ese estatuto, las cinéfilas ya hemos hecho un escrutinio feroz de lo que nos han preparado para este año. Dejemos a un lado la polémica con Netflix y la comedia grotesca de los selfies (a este respecto, el director artístico Thierry Frémaux explicó en la rueda de prensa de presentación que en Canadá los llaman “egofotos”, lo que me resulta un nombre apropiado y muy adecuado para todo este debate). Pero antes de empezar a hablar de lo que nos importa, el cine, conviene recordar una serie de datos para analizar qué modelo de promoción del mesmo acredita el certamen francés.

Se ha dicho en años anteriores, con mucha razón, que la sección oficial estaba gradualmente cayendo en una selección automática de nombres prestigiosos, una suerte de club de habituales que hacía difícil regenerar la nómina mundial de autores, a la que Cannes se debe mucho. Es en Francia donde nace el concepto del cineasta autor, que arrastra aún hoy a una inmensa mayoría de la cinefilia; visión, por lo tanto, que configura la historia en presente del cine. No es que otros festivales no contribuyan a conformar esta visión, pero Cannes es, con diferencia, el que más pegada deja en la cinefilia que no tiene el tiempo suficiente para indagar fuera de las tendencias. Pues, si Cannes marca algo, es eso: la tendencia mundial del consumo de cine de autor.

Normal por lo tanto que, en especial las compañeras norteamericanas, hayan alzado la voz al encontrar solo tres filmes dirigidos por mujeres en la competición. Estos son Les filles du soleil (Eva Husson, 2018), Capharnaüm (Nadine Labaki, 2018) y Lazzaro felice (Alice Rohrwacher, 2018). Es una mujer más que en 2017, cuando compitieron las habituales Naomi Kawase y Sofia Coppola; y el mismo número que en 2016, donde figuraban Andrea Arnold, Nicole Garcia y Maren Ade. Esto es, política inamovible en el año de Mee Too y Time’s Up. Estando de acuerdo con Frémaux y su equipo en que la calidad debe primar sobre las cuotas, lo cierto es que nadie pone en duda la profesionalidad y o buen criterio de Charles Tesson al frente de la Semana de la Crítica, que selecciona primeras y segundas obras y en la que existe en 2018 una paridad absoluta. Esto puede hablarnos de un desinterés por parte de la sección oficial de Cannes en comprometerse con la igualdad, pero para ser justas, pienso que también evidencia la dificultad de las mujeres para instaurarse en la industria más allá del documental y de las óperas primas. Éste es el tendón de Aquiles en la consecución de la igualdad en el cine, uno que parece tener los días contados, pensamos algunas con ilusión. Si en 2025 seguimos hablando de este tema, significará, o bien que nos equivocábamos por completo en el escrutinio o que, en efecto, los seleccionadores de Cannes son unos perpetuadores del patriarcado más feroz. De momento, yo les voy a conceder el beneficio de la duda.

Más fundamental aún me parece que Cannes pueda (y debiera) estar a la vanguardia en la construcción del canon cinéfilo, y ahí sí que creo que no ha hecho los deberes en los últimos años. De los 21 filmes en competición, diez están dirigidos por nuevas incorporaciones, lo que supone un avance… pero engañoso. Considerar novedoso a estas alturas a Jafar Panahi, que es la primera vez que compite en la sección oficial con Three Faces (2018) no puede más que causar estupor. Lo que uno se pregunta es por qué no ha estado antes. Sí que ganó la Cámara de Oro por su ópera prima El globo blanco (Badkonake sefid, 1995) y ha estado más veces seleccionado en Una Cierta Mirada, así que es justo reconocer que el iraní es un descubrimiento cannois. ¿Pero cómo ha tardado tanto en promocionar a la “primera división”?

Under-the-Silver-Lake

Promociones a primera

Em esta misma situación se encuentran Cold War (Zimna wojna, Pawel Pawlikowski, 2018), Capharnaüm, Un coteau dans le coeur (Yann Gonzalez, 2018), Ayka (Sergei Dvortsevoy, 2018) y Leto (Kirill Serebrennikov, 2018). Son cintas de cineastas que ya participaron previamente en otras secciones de Cannes fuera de la oficial. Por lo tanto, promocionan, más que ser verdaderas incorporaciones novedosas per se. Esto nos deja con cuatro propuestas nuevas, de las cuales una no es en absoluto inesperada. Era vox populi que Under the Silver Lake (David Gordon Mitchell, 2018) iba a estar en Cannes. Celebramos que sea en la sección oficial. El anterior trabajo del norteamericano, It Follows (2014), es ya un clásico moderno, como dirían por aquellos lares, del género de terror. Aquí, por el avance, parece que Gordon Michell se va a meter en aguas aún más pantanosas, tomando el relevo de un arrebatado Richard Kelly, por lo que no podemos esperar a ver este filme. Sin duda, buena parte del éxito se lo debe a A24, que fueron los responsables de colocar Lady Bird (Greta Gerwig, 2017) en los Oscar. Con Harvey Weinstein en caída libre, esta compañía está representando en Estados Unidos lo que Miramax fue a finales de los ochenta y principios de los noventa. Y la cosa va para arriba. Les deseamos suerte.

Dos apuestas que me tienen más desconcertado, por desconocimiento, y, a la vez, interesado, son Yomeddine (A.B. Shawky, 2018) y Les filles du soleil. Aún recuerdo la emoción de encontrarme con una joya como El hijo de Saúl (Saul fia, László Nemes, 2015), mi filme preferido de este siglo y por el que estaré eternamente agradecido a Cannes como cinéfilo. Por eso seré el primero en hacer cola para el novo filme del húngaro, Sunset (2018). Más apuestas así harían falta en la sección oficial.

Y de entre las nuevas incorporaciones no me perderé tampoco Asako I & II (Ryusuke Hamaguchi, 2018). Este hombre es el autor del delicioso Happy Hour (2015), uno de los mejores filmes nipones de los últimos años, en el que recuperaba la esencia del Yasujiro Ozu más íntimo para hablar de la crisis personal de varias amigas que se acercan a los cuarenta. Era un filme que duraba cinco horas y cuarto y que pasaba coma un suspiro, que pudimos descubrir en Locarno. La nueva cinta dura dos horas, y en Cannes han debido entender que esto ofrece más posibilidades de explotación comercial. Y como calidad hay, a la oficial.

Long days journey into the night

Equilibrio entre autores consagrados y descubrimientos

Dejando ya de lado la sección oficial, otro descubrimiento de Locarno que seguramente verá catapultada su carrera con la participación en Una Cierta Mirada es el chino Bi Gan, que nos sorprendió con Kaili Blues (2015). En Long Day’s Journey Into the Night se pasa al género negro, lo que también debiera aumentar su popularidad.

En verdad, por mucho que critiquemos lo que, a nuestro criterio, resulta una falta de riesgo, no podemos dejar de sorprendernos por el desfile de, esperamos, buenos filmes que vamos a ver en los próximos días. Cada una tendrá sus debilidades, ahí están Spike Lee, Hirokazu Koreeda, Jia Zhang Ke, Jean-Luc Godard o Nuri Bilge Ceylan; pero si yo debo elegir, diré que mi combinación perfecta está en Burning (2018). ¿Lee Chang-dong adaptando a Haruki Murakami? ¡Qué puede salir mal! Otra translación de las páginas a la pantalla que se presenta fuera de competición y que deseo ver es Another Day of Life (Raul de la Fuente, Damian Nenow, 2018), sacada de uno de mis libros preferidos del siempre relevante Ryszard Kapuściński. No conozco la pericia de los directores – uno de ellos español – pero esto pinta como una especie de Vals con Bashir (Ari Folman, 2008) que podría constituir una de las sorpresas de Cannes. También fuera de competencia se estrena Les âmes mortes (Wang Bing, 2018). De este hombre soy un habitual, pero mucho me temo que sus ocho horas de duración me vayan a dejar fuera de la sala en un festival que impone un ritmo frenético.

Podríamos seguir aquí durante mucho tiempo, pero por no aburrir al personal, daré solo dos nombres más, uno de la Quincena de los Realizadores, otro de la Semana de la Crítica, que no pienso perderme. De Mandy (Panos Cosmatos, 2018) se lleva hablando unos meses por la buena prensa generada en Sundance. Dicen que es uno de los grandes papeles en la carrera de Nicolas Cage, pero a mí non me hace falta la estrella, ni la sinopsis delirante de un hombre que busca una sanguinolenta venganza contra una secta que asesinó a su amor para convencerme de acudir. Me quedé convencido de que Cosmatos tiene un estilo único con su ópera prima Beyond the Black Rainbow (2010) en mi primera visita a Sitges, donde agrumó la idea de esta revista que estás leyendo. No sé qué le pudo llevar tanto tiempo, supongo que la falta de financiación cuando presentaba un proyecto que, si es tan esquizofrénico como el anterior, no habrá caído bien en los despachos de las productoras. Nunca he probado las drogas duras, pero creo que Beyond the Black Rainbow es lo más parecido a un viaje psicotrópico que haya experimentado nunca. Por eso mis expectativas son, digamos, elevadas.

Otros niños malos que llevan ya un tiempo haciendo cortos son Gabriel Abrantes y Daniel Schmidt, de los que admiro su potencia visual y el particular humor absurdo que destilan. Por eso hace años que espero por Diamantino (2018), que se estrena por fin en la Semana de la Crítica. Seguramente no les habrá llevado tanto completar su película como a Terry Gilliam The Man Who Killed Don Quixote (2018), con la que se tiró dos décadas, pero les ha llevado. Ojalá la espera haya merecido la pena. La sinopsis pone como protagonista a una estrella de fútbol que sufre una crisis en el partido más importante de su vida y, con la carrera en el deporte acabada, decide darle otro sentido a su vida. Conociendo a estos dos, será como ver a Cristiano Ronaldo vagar por una odisea de bizarradas en la que nos esperarán sorpresas.

Comments are closed.