A COMUNIDADE, de Salomé Lamas

A Comunidade, de Salomé Lamas fue seguramente el corto que más divirtió al público de la competición nacional de la 20.ª edición del Curtas Vila do Conde y en todo el festival solo sería suplantada por el corto de animación Flamingo Pride, de Tomer Eshed. A pesar de las ruidosas carcajadas, la joven realizadora portuguesa Salomé Lamas tuvo la sensibilidad para alertar, por cuestiones éticas, que el objetivo de la película no sería nunca ridicularizar a los participantes de esta película o al objeto fílmico en general.

Salomé Lamas (N. 1985), cineasta formada en la Escuela Superior de Teatro y Cine que vive actualmente entre Lisboa y Amesterdão, ha experimentado formas y contenidos diversos a lo largo de sus películas, aunque persistan elementos comunes en varias de ellas, buscando trabajar sobre todo a un nivel conceptual, de experimentación y de busca de nuevas formas de expresión, que parten de ideas muy concretas que después son trabajadas durante el rodaje y el montaje.

En A Comunidade, el proceso creativo parece no haber diferido mucho de este esquema creativo y productivo: partiendo de sus recuerdos personales, la idea original del proyecto era filmar algunas piscinas municipales urbanas durante la época estival, generalmente a la altura del año en que las frcuentan el mayor número de personas, buscando observar sus rutinas y singularidades; sin embargo, insatisfecha con la desertización acentuada de esas estructuras, Salomé Lamas decidió partir en búsqueda de espacios comunitarios semejantes y se acordó de los parques de campismo que conocieron su auge de popularidad entre los años 60 y 70.

En registro documental, Salomé Lamas habló con diversos campistas del CCL en la Costa Vella (Caparica), el más antiguo parque de campismo del país y, en pocos días (cuatro, si no me equivoco) filmó decenas de horas de testimonios de campistas de diversos orígenes y conciencias. El pasado, presente y futuro del campismo y de sus practicantes, y de aquel parque y de aquellos campistas en concreto, llenan el documental con diversos juegos de cruces, inmediatamente con las narrativas individuales, más o menos dramáticas, que construyen una narrativa fílmica que también se asienta visualmente en las opciones de viaje de la cineasta por las diferentes esquinas de aquel espacio.

Trabajo muy interesante, que mereció incluso un merecido premio para el mejor documental atribuido por el jurado internacional, A Comunidade vive mucho del trabajo de montaje, de la responsabilidad compartida de la realizadora y de Francisco Moreira, pero esencialmente de la paciencia y observación de la joven Salomé Lamas, que mostró una visión conceptual bastante prometedora y posibilidades de hacer un trabajo de mayor fuerza en un futuro muy próximo.

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