Danny Lyon: Retratista del desarraigo

Un año más el Play-Doc de Tui vuelve a exhibir músculo con sus retrospectivas. Entre el 4 y el 8 de mayo podrá verse en el festival tudense la obra de Danny Lyon, reputado fotógrafo cuya trayectoria cinematográfica es absolutamente desconocida. Este ciclo es el primero que se le organiza a nivel internacional, fuera de sus natales Estados Unidos. ‘Estados Quebrados’ podrían definir mejor la geografía y rostros que Lyon retrata en su trabajo. Apegado a los preceptos del Nuevo Periodismo, desde sus comienzos decidió integrarse en las comunidades que documenta, siendo más que un simple espectador y acompañándolas en sus luchas. No es una elección menor, ya que esto le permite profundizar en los objetos de estudio, en investigaciones que abarcan varios años de su vida.

Sus trabajos más reconocidos como fotógrafo dan buena muestra de este compromiso. Fue uno de los grandes retratistas del movimiento por los derechos civiles en los estados sureños, gracias a la amistad que trabó con el activista John Lewis, lo que acabó convirtiéndolo en el fotógrafo oficial del Student Nonviolent Coordinating Committee (SNCC), organización que logró acabar con la segregación racial. Sobre esta experiencia vuelve en su filme más reciente, SNCC (2020), en el que precisamente rescata estas instantáneas y sale al encuentro de las figuras que marcaron este movimiento, entrevistándolas en la actualidad. La cinta se beneficia de fidedignos documentos gráficos y sonoros, pero no es un relato que busque la objetividad factual. ¿Cómo podría? Lyon usa su voz en off para describir sus sentimientos y recuerdos y muestra conversaciones muy personales con aquellos con los que compartió esa experiencia; incluido un postrado John Lewis en su lecho de muerte, que echa la vista atrás a unos acontecimientos que parecen muy alejados en el tiempo. SNCC es un filme sobre ese movimiento, pero principalmente sobre la memoria de ese movimiento, tanto desde el punto de vista sociopolítico, como histórico y, claro, personal. El cine y la fotografía tienen la capacidad de evocar a todos estos niveles y Lyon parece querer reflexionar sobre su propio acto creativo en una obra de carácter retrospectivo.

Este espíritu que lo llevó a integrarse en el SNCC lo convertirá años más tarde en un motero que recorra América con el Chicago Outlaws Motorcycle Club. Su colección The Bikeriders (1968), seguramente su obra más famosa, con la que llamó a las puertas de Magnum, y por la que muchos conocíamos a Lyon antes de la organización de esta retrospectiva en Play-Doc, es una suerte de road-movie en instantáneas que documenta el sentir de una época a través de una extensa geografía que se define por el movimiento. Estados Unidos es un mito construido a base de éxodos y asfalto. También por el acero de sus ciudades, con Nueva York como punta de lanza de esta iconografía. Sin un duro tras estos viajes, Lyon recala en la Gran Manzana, acogido por Robert Frank – quien ya era famoso por The Americans (1958), la Biblia del reporterismo fotográfico – y allí retrata los cambios urbanísticos y de las geografías humanas de la megalópolis en The Destruction of Lower Manhattan (1969).

Como puede apreciarse, el Lyon fotógrafo tiene predilección por las comunidades que la sociedad deja de lado, por esas en las que abunda el desarraigo. El Lyon cineasta no va a ser diferente. Se estrena en 1969 con Soc.Sci.127, un modesto retrato de un tatuador de Houston, Texas, que tiene ideas muy particulares, una de esas personas a las que le encanta escucharse. Desde luego, todo un personaje. Él es el principal atractivo del filme, que evita todo tipo de comentario y simplemente filma, intentando trasladar la realidad de lo que ocurre en su negocio.

Tiene razón el crítico Phillippe Azoury en destacar en el catálogo del festival que la obra de Lyon entronca con la de Frederick Wiseman en su aproximación a la realidad, por el respeto que muestra en las formas documentales, al no alterar la escena. Wiseman es el gran retratista de las instituciones y hace un cine milimétrico, de tipo racionalista. El montaje de Lyon funciona de forma un tanto diferente, dilata tiempos y se muestra más libre y fluido, sin la necesidad de imponer una estructura que imite los tiempos de la realidad. Él está trasladando una vivencia de años con las personas que retrata, por lo que la percepción del tiempo no puede ser la misma. Wiseman es un testimonio durante semanas o meses, Lyon es un actor participante que liga su vida personal a los proyectos que decide llevar a cabo. En este sentido, no diría que su obra forma parte de la tradición del cine directo, sino más bien de la de la caméra-stylo de cineastas como Raymond Depardon. Esto se ve claro en los momentos en los que los protagonistas miran más allá de la cámara y se dirigen a él, con respuestas aquí y allá del cineasta fuera de campo, recursos que evita, pero que se dan de forma puntual. No hay entrevista, solo confidencias de quien confía en quien lo está apuntando; “taking pictures”, dicen siempre, explicitando que el trabajo fotográfico y fílmico de Lyon están íntimamente ligados e integrados en el mismo proceso creativo. Ante todo, el cineasta podría ser calificado de comprometido participante.

Esta definición de su obra se aplica a prácticamente todo lo que ha hecho y está muy presente en la trilogía de Nuevo México, en la que sigue a diversos nativos americanos a lo largo de casi dos décadas, centrándose en su amigo Willie Jaramillo. Compuesta por Llanito (1971), Little Boy (1977) y Willie (1985), este trío de filmes ejemplifica su compromiso con las geografías y personas que retrata. En ellas, muestra las condiciones vitales de estas comunidades, maltratadas históricamente por los colonizadores europeos, y cuya desprotección sigue activa a día de hoy. Lyon es un cineasta muy político y militante, pero casi nunca de una forma muy marcada o en primer plano. En Little Boy se permite un montaje paralelo con disoluciones que contrasta los supuestos beneficios de la energía atómica, con un hombre blanco que repite la versión oficial del gobierno, con imágenes de las comunidades nativas afectadas por el lanzamiento de la primera bomba atómica en Nuevo México, como prueba para lo que después vendría en Japón. La ejecución resulta elegante, pero la intención clara y rabiosa. Es uno de los pasajes más estimulantes de la filmografía de Lyon, en el que queda claro que el suyo no es un cine de pura observación, aunque sí de puro respeto documental.

En el corto El Mojado (1974), el cineasta trata el tema de la inmigración ilegal, que explora en mayor profundidad en El otro lado (1978). Aquí aplica una aproximación particular en él, pues decide poner en escena el acto de cruzar la frontera, con actores no profesionales que se encarnan a sí mismos, precisamente para no ponerlos en peligro en una grabación in situ, en la que se vería implicada la policía. Lyon se esfuerza, con todo, por exhibir en estos momentos el mismo carácter documental austero que caracteriza el resto del filme y no estetizar la ficción. Su estilo no debe ser el protagonista, sino los inmigrantes que retrata.

Similar aproximación tiene en la que seguramente sea la única cinta que ha viajado fuera de su país – y filmada, también, en el extranjero –. Hablamos de Los niños abandonados (1975) que sobreviven en las calles de Colombia como pueden. Lyon escoge un pequeño grupo y mantiene conversaciones con ellos, tanto grupales como individuales. Al poner sus nombres en pantalla y contar sus historias individualizadas, el cineasta está dándoles voz y dignidad. Estos diálogos se entrelazan con filmaciones de su día a día. La imagen, puede que por el lugar donde filma, o quizás por la temática, usa tonos inusualmente cálidos en la obra de Lyon.

Con esta primera retrospectiva internacional al autor, Play-Doc nos descubre el cine de un gran retratista del desarraigo, preocupado por la pureza del acto documental, comprometido y respetuoso con las comunidades que filma y con las que convive.

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