Dúo, de Meritxell Colell

EL VIAJE DE LA CINEASTA / EL VIAJE DE LA COREÓGRAFA

En 2018 Meritxell Colell firmó una de las óperas primas españolas de la temporada, Con el viento. En esta trabajó con la coreógrafa Mónica García en una historia que la seguía desde Buenos Aires, su lugar de trabajo y residencia, hasta sus orígenes en un pueblo de Burgos, prácticamente abandonado, al que acudía por la muerte de su padre. Allí se encontraba con su madre y, con la ayuda de sus hermanas, la ayudaba a vender la casa familiar. Era una película de encuentros entre desconocidas, personas que debían volver a conectar tras tantos años separadas por la distancia del Atlántico. La danza, la indagación de la corporalidad filmada, junto a un diseño sonoro que subrayaba la belleza agreste del paisaje castellano, eran en esta primera cinta tan importantes o más que la palabra. Era un proyecto lleno de pequeños gestos, que llegaban a convertir lo cotidiano en trascendental.

Para Dúo (2022), Colell ha vuelto a contar con García como protagonista, uniéndose al reparto principal Gonzalo Cunill como su marido. Si la anterior ficción hablaba de un reencuentro, aquí se ataca la cuestión contraria, la crisis de una pareja estable en descomposición. Ambos se dedican al baile y recorren la cordillera andina representando un breve número para las pequeñas comunidades nativoamericanas que pueblan estas montañas. La performance en un espacio habitado por los cuerpos y la cámara, una sencilla estructura dramática y el verismo del lugar captado son rasgos que las dos piezas comparten.

Sin embargo, hay elementos novedosos en Dúo. El primero y más palpable es su apuesta por lo documental en un rodaje sin apenas guion. La filmación se llevó a cabo durante ocho semanas usando una gira real como esqueleto para las localizaciones. Más que lo paisajístico, que ahonda en los sentimientos de los personajes, de nuevo entre el vacío y la aridez que puede dejar una relación fallida; lo más relevante en esta ocasión son los encuentros que ambos actores realizan con campesinos o pastores de la zona. De esta manera, estas conversaciones no solo sirven para trazar la evolución de Mónica y Colate como personajes, sino que ofrecen un verdadero retrato de las poblaciones de estas latitudes, frecuentemente no representadas en el cine. Sus formas de pensar y sus costumbres quedan inmortalizadas en la pantalla, a la par que narradas por el grupo de mujeres que traban relación con Mónica. La apuesta es decididamente etnográfica en este aspecto.

La comparación con el Viaggio in Italia (1954) de Roberto Rossellini se hace evidente por todo lo descrito. Aun así, Dúo es en realidad más deudora del western. El viaje, como en cualquier buena road-movie, acaba por cambiar a los personajes, con dudas existenciales que les hacen preguntarse por su identidad como personas y pareja. Esta indefinición es propia de la frontera, elemento central en el género mítico del cine de Hollywood por excelencia. Uno no sabe si estamos en Chile o Argentina y en realidad poco importa. Simplemente nos encontramos en los Andes, un territorio con personalidad propia.

Aunque la mayoría de la película está rodada en digital, existen ciertas escenas filmadas en 16mm que claramente han sido captadas como una suerte de diario de viaje por la directora. En la cinta, se convierten en el universo interior de Mónica. Sobre las mismas, centradas en la magnificencia del paisaje y las mujeres que lo habitan, en ocasiones volviendo a recuerdos de la madre en Burgos, su voz en off reflexiona sobre lo que está viviendo en un tono epistolar, dirigiéndose a su progenitora. Habla en susurros, quizás de forma un tanto afectada y remarcando en exceso lo que el resto de la ficción comunica de una manera más abierta y sutil. El filme se vuelve en estos momentos un poco ensimismada y pierde fuerza a base de exceso, cuando por lo demás se caracteriza por una medida contención.

No obstante, a pesar de estos pasajes desestabilizadores y no del todo bien integrados, el viaje merece la pena ya solo por la entrega de García y Cunill, que parecieran más sacados de un documental que de una ficción. El verismo de sus interpretaciones es sorprendente, como lo son los testimonios que Colell consigue mediante este dispositivo que provoca a la realidad para extraer mucho más de lo que un simple registro permitiría. Ojo, por cierto, a la banda sonora de sus trayectos en coche, disponible en Spotify, que cuenta con temas de Fito Paez, Janis Joplin, Leonard Cohen, Maria Callas, Jonny Cash o Nina Simone, entre otros. Una excelente selección.

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