ELS DIES QUE VINDRAN, de Carlos Marqués-Marcet

© Avalon

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En el año 2014, el realizador catalán Carlos Marqués-Marcet presentaba su primer largometraje: 10.000 km, una cinta sencilla pero sorprendentemente lúcida sobre una relación de pareja a distancia (basada en una experiencia personal del director). La película se alzó como la gran triunfadora en el Festival de Málaga de ese mismo año, y Marqués-Marcet recibía poco después el premio Goya al mejor cineasta novel, convirtiéndose inmediatamente en un nombre a seguir dentro de la industria nacional. Su segunda película, Tierra Firme (2017), con una mayor escala de producción y una vocación más comercial, continuaba explorando las dinámicas de pareja, añadiendo a la ecuación la ruptura con el modelo de familia tradicional y el despertar del llamado ‘instinto maternal’. Este año, Marqués-Marcet completó esta singular trilogía con la conmovedora Els dies que vindran, presentada en Sección Oficial en el Festival de Cine de Róterdam (puedes leer nuestra crónica completa aquí), y con la que volvió a arrasar en el certamen malagueño, donde se llevó la Biznaga de Oro a Mejor Película y los premios a Mejor Dirección y Mejor Actriz para María Rodríguez Soto.

Els dies que vindran narra el embarazo inesperado de Vir y Lluís (David Verdaguer y María Rodríguez, pareja en la vida real y amigos íntimos del director), que a pesar de llevar saliendo apenas un año deberán enfrentarse juntos a una de las experiencias humanas más radicales y transformadoras. Mientras que Tierra Firme se quedaba “a las puertas” del embarazo, focalizando sus reflexiones en torno a las expectativas y dilemas previos, en este caso la película aborda todo el proceso de gestación, así como la forma en la que éste afecta a las vidas de los protagonistas desde el momento del descubrimiento hasta poco después del parto. Sin embargo, lo que hace de esta obra una propuesta verdaderamente especial es la realidad que se vivía simultáneamente detrás de las cámaras, ya que durante todo el rodaje los actores protagonistas estaban viviendo realmente el embarazo y nacimiento de su primera hija. De hecho, este fue el acontecimiento que desencadenó toda la película. Tal y como nos confesaba el propio Marqués-Marcet en la entrevista que le hicimos durante su visita a Róterdam, tan pronto supo del embarazo de sus amigos lo que hizo fue proponerles llevar a cabo “un acto creativo conjunto”.

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Si la comparamos con sus trabajos anteriores, Els dies que vindran tuvo un proceso de elaboración mucho más orgánico y “exploratorio”, en el que tanto director como intérpretes fueron encontrando y puliendo el guión de la película a medida que iban rodando (con la colaboración inestimable de las guionistas Clara Roquet y Coral Cruz, especialmente durante las fases finales del proyecto). Desde el vértigo inicial del test de embarazo y la decisión de seguir adelante con este, hasta el dilema sobre la modalidad del parto, pasando por la elección del nombre y las discusiones sobre la futura educación de la niña, todas las situaciones que se (re)crean en la película transmiten una autenticidad casi palpable. El trabajo de Rodríguez y Verdaguer es admirable, así como la confianza que depositan en Marqués-Marcet, quien logra componer una obra de ficción honesta y emocionante partiendo de una experiencia real y cercana, lo que le permite explorar desde una nueva perspectiva muchos de los temas recurrentes en su filmografía (la complejidad de las relaciones de pareja, los dramas de la maternidad, los roles de género…). En sus propias palabras, la clave de la cinta fue precisamente “utilizar los personajes como un vehículo para transitar por ciertas vivencias”, valiéndose de los mecanismos de la ficción para abordar una experiencia inabarcable desde un relato marcadamente íntimo.

Otro de los puntos fuertes de la película es su valor como retrato generacional, poniendo énfasis en la forma en la que la sociedad actual afronta la decisión de tener (o no) descendencia, mientras la contrapone con épocas y modelo anteriores. En este sentido, cabe destacar especialmente la inclusión de unos vídeos caseros encontrados durante el rodaje, en los que podemos ver imágenes del nacimiento de la propia María Rodríguez, grabados por sus padres más de 30 años antes. Un hallazgo providencial que llevó a reestructurar toda la película, aportando nuevas lecturas y convirtiendo Els dies que vindran en un poderoso espejo intergeneracional y metacinematográfico. Uno de los muchos ejemplos en los que el azar y la realidad fueron filtrando a través del proceso creativo y dejando huella en la película.

En resumen, el tercer largometraje de Marqués-Marcet constituye una magnífica aportación a su particular corpus temático, que bien podría cerrar una interesante trilogía o simplemente añadir un eslabón más a la prometedora carrera del cineasta. Se trata de una película humilde pero genuina, casi milagrosa en su concepción, que nos invita a reflexionar sobre la “forma en la que nos relacionamos” como ser humanos en circunstancias que nos obligan a revisarnos constantemente. “Uno de los aspectos que más me interesaba era cómo de repente todas las cuestiones de género -masculinidad, feminidad, relaciones de pareja-, que muchas veces creemos superadas, vuelven a emerger con un embarazo”, explica Marqués-Marcet. Els dies que vindran es una obra a la que aproximarse con una actitud empática, dejándonos guiar por su dimensión sensitiva y el periplo emocional de sus protagonistas. Una experiencia que, a pesar de los momentos de impotencia y desesperación, termina con una nota optimista en un epílogo enternecedor, acompañado por la acertada Tú que vienes a rondarme, de María Arnal. Un cierre perfecto para un viaje personal y universal, que a través del ejercicio cinematográfico alcanza cotas de realidad insospechadas.

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